sábado, 23 de mayo de 2015

MANDALAS (TERCERA PARTE)




Para Mircea Elíades, "el símbolo es un instrumento del conocimiento".
El símbolo "revela ciertos aspectos de la realidad (los más profundos) que se niegan a cualquier otro medio de conocimiento".
El símbolo en el desarrollo humano, precede al lenguaje y a la razón discursiva.
El Mandala así inscrito, como una serie de círculos insertos a veces en un cuadrado, ha sido trazado sobre la tierra por medio de hilos de color, o polvo de arroz coloreado. El neófito deberá entrar en diferentes zonas para acceder a los diferentes niveles del mandala. El rito de penetración equivale a a la marcha circular alrededor del templo o la creciente ascensión de terraza en terraza de la pirámide hasta las "tierras puras" del plano superior del símbolo. También se asemeja a la penetración del neófito en el laberinto (carácter laberíntico del mandala).
El mandala defiende al neófito de toda fuerza exterior nociva, le ayuda a concentrarse y a encontrar su propio "centro".
No podemos excluir aquí el concepto de "Símbolo del Centro".
En el que el "centro" es la intersección de los planos terrestre, el del cielo y el del infierno. No es, se advierte un centro que tenga que ver con una geografía específica. Cualquier templo Indio es un mandala visto desde arriba.
El llamado "hombre tántrico", construye mandalas para "reanimar" en su conciencia ciertos símbolos primordiales.
Así los mandalas pueden ser un instrumento mental que hace de soporte o identificar al mandala con su propio cuerpo.
Cuando el yogui se introduce mentalmente en el interior del mandala hace un acto de concentración y defensa a las distracciones. El mandala protege de la dispersión.
Cuando se identifica al mandala con el propio cuerpo, revela el deseo de identificar la fisiología mística a un microcosmos.
La reanimación sucesiva de chakras, se considera como puntos de intersección de la vida cósmica y de la vida mental.
El despertar de Kundalini equivale a la realización plena y consciente del simbolismo del centro.
Por eso el mandala tiene esa capacidad "polivalente", de manifestarse en distintos planos. Todos los hombres tienden hacia el centro, su propio centro.
De paso, cualquier peregrinación a los Santos Lugares (cualquiera sean éstos), o a una iglesia, es un viaje hacia el centro. Al nivel del encuentro con los planos celestiales.
Parece que el hombre no puede vivir más que en un espacio sagrado, en el centro.
Hay grupos de tradiciones que insisten en la dificultad y el mérito de hallar este  centro. Fueron los buscadores del Graal, por ejemplo y todos los mitos asociados, como el viaje de Hércules.
Otros grupos insisten en la facilidad de hallar el centro, construyendo un símbolo como el mandala.
En todo caso, estas búsquedas revelan la "Nostalgia del Paraíso". Un deseo de estar siempre en el centro del mundo, superando la condición humana, recobrando la condición divina (el equivalente para los cristianos a antes de la caída).
De: "Imágenes y Símbolos" de Mircea Elíades.

Imposible aislar el tema del mandala sin hacer referencia a la Simbología del Centro. Ya hemos hecho referencia cuando tratamos de la chakana (una entrada anterior), donde el tema del ascenso humano para entrar en contacto con la divinidad o el descenso de los dioses a la tierra se hace posible por este diseño de escalera en cruz.