viernes, 19 de agosto de 2016

UNA SENDA MÁGICA



Caminar por cualquier lugar, aunque sea habitual y de pronto el destello del descubrimiento, hace que se vuelva mágica.
¿Qué es lo que la vuelve mágica a algo tan banal y sin significado especial? Justamente eso. La magia es, intento acercarme a ella rodeándola, sin definirla, el instante que, fuera del tiempo, aún del lugar y de la conciencia de un "yo", surge una revelación que implica un sentido de trascendencia único e irrepetible. Cuando lo evoque, habrá perdido su esencia, y si como ahora, intento describir "el fenómeno", sé que lo estoy deformando sin que haya poseído forma alguna, pero lo estoy ciñiendo al molde de la palabra escrita.
Ésto fue así: observemos el mundo que nos rodea. En cuanto surge la idea detrás de lo percibido, se esfuma la perfección de ese actuar.
Una percepción es un registro en el que participa cualquiera de los sentidos. Observarlo sin nada que se parezca a una idea, hace que la experiencia sea completa. En cuanto dejamos que lo percibido empiece a cobrar "forma de idea", que ésta se vaya desplegando, se recorte, se ensamble, se articule, lo que sea, en forma de pensamiento, asociación, emoción, proyecto, recuerdo o cualquier operación mental, ese instante fugaz no inscrito en el tiempo ni en el espacio, esa revelación, se esfumará inexorablemente.
En el instante en el que demos cabida a la idea, habremos circunscrito, delineado lo observado. De por sí la operación intelectual es fragmentadora, así opera y por eso es incompleta. Observar sin pensar, es una experiencia totalizadora, lo más parecido a algo sin tiempo, sin espacio, sin un pensador que piensa. En esa observación "seremos", observador y observado dejará de ser un par de algos para ser uno con el Todo. Hilosdepiedra.


viernes, 12 de agosto de 2016

EL CORAZÓN DE LOS OPUESTOS




Desde que ayer surgió la "unión de los opuestos", volvimos.
Admitimos que debimos haber  re-instalado, sin notarlo, el diálogo interno. 
Porque así, de la "nada" misma, brotó la "necesidad" de hallar o comprobar la existencia de un tercer elemento en todo par de opuestos. Un tercer elemento aglutinante, unificador, un factor común. Cualquier par de "aparentes" opuestos, por necesidad tienen un elemento que los resume, un elemento en común y que comparten sin saberlo. De allí que en esencia, están constituidos de lo mismo.
Tomemos por ejemplo, el par Amor-Odio, ¿podría ser la pasión ese aglutinante?; El Día-Noche, ¿acaso la luz?; La Bondad-Maldad, el Cielo-Infierno, ¿Es acaso imprescindible hacer el ejercicio intelectual para que el elemento entre en juego y se manifieste en cada par de opuestos? ¿O alcanza simplemente con permanecer observando cómo la mente se esfuerza en la búsqueda de conceptos, ideas y más factores comunes a todas sus operaciones? ¿No alcanza con todo lo que hay que idear simplemente para sobrevivir en el mundo "real"?.
Por eso ayer, nos pareció de utilidad emplear el término "valor".
Valor como sinónimo de valía. ¿Realmente es algo valioso hallar el tercer elemento unificador como ejercicio en todo par de opuestos?.
Alcanza con unos pocos, nos impresiona como para justamente ser conscientes del "valor" que tienen los opuestos. Un valor relativo, formado por una construcción mental elaborada por y para que la mente se entretenga.
Así, sin que busque nada, su turbulencia cede, una sensación de "centrismo" se va apoderando de uno, aquel que renuncia a la idea, a lo elaborado, a la definición, ve, contempla los opuestos y siente la maravilla de la contradicción aparente, ambos opuestos tienen un mismo corazón que late al unísono, uno sólo debería observar y escuchar ése, su único latido. Hilosdepiedra.

jueves, 11 de agosto de 2016

LA PAZ EN LOS OPUESTOS



Hasta no hace mucho y aún después de varios años de práctica en la meditación, me acostumbré a hacerlo en una habitación ordenada, silenciosa, en penumbras o absoluta oscuridad, (hábito que aún conservo, pero por otros motivos que tal vez explique en otro momento).
Hoy, en Zazen, surgieron los opuestos. Luz/oscuridad; ruido/silencio etc.
Trascender fue lo que se inscribió en mi consciencia. 
Y continuó desplegándose: trascender es, de alguna forma, dejar algo atrás. Eso es, apegarse a un punto de referencia. No hay atrás así como no hay adelante.
Si ambiciono el orden, acondicionando los objetos (formas) tales como zapatos bien alineados, luz tenue o ausente etc., estoy apegándome a una idea. La idea del orden.
Si por el contrario, desordeno intencionalmente los objetos, introduzco ruidos ex profeso etc. estoy apegándome a la idea de logro, sumado esto a una intención de obtener silencio interno. Lograr meditar, obtener el silencio interno "a pesar de". Lo único que se obtendrá es una resistencia al desorden, caos y ruido y generar el deseo de retornar al silencio, orden y quietud externos.
De modo que ni trascender, ni permanecer en uno u otro polo.
Sin deseo de logro, porque no hay devenir en la meditación: no hay situación a la cual llegar. 
La unión de ambos extremos el caos y el orden, captando que ambos son producto de construcciones mentales, observando cómo se diluyen, sin que ninguno cobre entidad, ni valor, ni cualidad alguna, que sólo son relativos ya que ambos, como todo par de opuestos tienen en sí un origen un transcurrir y un final, será lo más cerca de lo absoluto que habremos llegado ahora. Hilosdepiedra.

"El que sabe", el "Tiempo y lo Sin Tiempo, pierden su tensión de opuestos: ya no son dos cosas distintas una de otra". Imágenes y Símbolos, Mircea Eliade.

martes, 9 de agosto de 2016

EL MITO Y LA MEDITACIÓN



Al decir de Mircea Eliade, la función del mito, además de referir un suceso en un Tiempo Sagrado, es situar al que participe en el ritual del mito, en un Tiempo fuera del tiempo profano, donde se sitúa su existencia cotidiana, tema al que nos referimos en entradas previas.
El mito tiene como requisito, el tener que ser compartido sólo en estaciones adecuadas, sacras, de noche, acompañado de rituales especiales. Es la única forma efectiva de revivir el mito, esto es, hacerlo eficiente en cuanto "sacar" del tiempo profano al participante.
Sólo por el hecho de escucharlo, de narrarlo, el tiempo profano queda abolido, al menos simbólicamente.
El hombre, es proyectado hacia el Gran Tiempo, rompiendo durante un instante, la duración, de "su" propio tiempo, el rutinario, el finito, el carente finalmente, de sentido alguno de trascendencia.
En la actualidad, pocas son las veces en que uno pueda participar de una experiencia semejante, al no pertenecer a ninguna sociedad que cultive el mito. Por lo menos, no lo hemos advertido. Casi nunca se ha permitido que olvidemos la así llamada "situación histórica", requisito indispensable para ingresar en la experiencia mítica. Renunciar a la "situación histórica", significaría sustraerse del soporte habitual de lo condicionado, vale decir, de las instrucciones recibidas provenientes de las pautas culturales en las que cada uno de nosotros se halla inmerso, o sumergido, según se aprecie.
Se nos revela, que tal vez la práctica de la meditación sea una forma de ser sustraídos de nuestro tiempo profano, de trascender lo cotidiano y la identificación que hacemos con lo que nos rodea, lo ilusorio, en definitiva ante lo infinito, lo incondicionado, territorios éste, si se nos permite "definirlo", donde toda identificación con lo impermanente, lo transitorio, lo ilusorio, el "yo" incluido, se esfuma.
Tal vez, no se ajuste a la re-creación mítica, en forma estricta. Pero no vemos algo más cercano a nuestra experiencia, dada nuestra proveniencia cultural, que la herramienta en la que puede transformarse la meditación profunda, transformándonos a la vez, cada vez que re-creemos la experiencia.
Asimismo, no habrá rituales previos o posteriores a su práctica, habituales en los mitos, pero lo que sí observamos que tienen ambos en común, el mito y la meditación es la transformación que se produce en el que actúa, en el que participa en su práctica.
En ambos, llegará el momento en el cual, quien practique, verá su ciclo profano tocando a su fin, como un círculo que va a cerrarse. Esto, puede ser la finalidad de repetir tanto uno como otra, rito y meditación: otorgarle al participante el don de experimentar que al ser menos que un soplo, menos que una hoja en la corriente de agua, pronto va a re-incorporarse a su sitio de origen, a una región donde no haya ni tiempo, espacio u obligación alguna de continuar desplegando su insignificante biografía. Hilosdepiedra.

miércoles, 3 de agosto de 2016

EL LOBO DEL CONURBANO: LA ZAMBULLIDA






Amo la flexibilidad del carnal. Del que retorna del infierno donde recae cada vez que puede. Amo al que no tiene dedo para señalar mis debilidades y múltiples imperfecciones, simplemente porque ya lo está usando para señalarse a sí mismo.
Por eso, últimamente, advierto un cambio sutil en mi "intento" al escribir éste, mi modesto Blog.
Veo que cada vez tienen menos peso para mi, las enseñanzas de los indiscutibles, de los llamados Grandes Maestros o como quiera. Obviamente que no es mi intención discutirles nada de nada.
Simplemente respeto el camino de cada quien, hasta del más inadvertido. Aprendí a descubrir la enseñanza en dos o tres palabras mal pronunciadas por una pastora de cabras, simplemente porque le faltan dientes. 
Uno puede zambullirse en el mar de lo mundano, de lo vulgar y siniestro. Puede decir que no posee apego cuando es capaz luego, de salir del agua, secarse y sentarse en la orilla simplemente viendo el agua mundana en la que uno estuvo chapoteando hasta hace un rato. Sin ganas de volver, levantarse, irse de la playa sin mirar atrás y sin saber si mañana o en un rato, querrá sumergirse de nuevo, sin culpa.
Tal vez, sea eso que no me transmitan los Grandes. O no tienen, o han vencido, trascendiéndolas, sus mundanas inclinaciones. No dudan porque han renunciado a preguntarse, porque el "peso" de las revelaciones que albergan los ha abrumado y su única preocupación, pareciera, es esconderlas de la curiosidad del profano, otro, igual a él que tal vez, se sienta, de un tiempo a esta parte, un poco más liviano, ya que la incertidumbre no pesa tanto, si se la sabe llevar con cierto estilo.
Mi debilidad es comprobar su debilidad. Aquella que no muestran. Aprecio su esfuerzo por mantenerse lejos del mar, o tal vez me gustaría conocer a quien se muestre de rodillas no por decisión de venerar nada, sino porque recién lo sorprendo levantándose de las más profunda de sus tentaciones. Hilosdepiedra.