jueves, 23 de febrero de 2017

LOS BRAZOS DE LA TIERRA



Cuando el ser humano, desenvuelve su existencia en el marco de la estricta construcciòn urbana, sin estar del todo consciente, firma un pacto. Las reglas de un juego que no alcanza a percibir del todo,  y que son las que rigen su jornada y casi seguramente la de sus hijos.
Sometido a los estrechos espacios de cubìculos laborales, con ventanas, cuando hay suerte que pueden otorgarle algo de luz solar, algo de cielo,  siluetas de edificios, puede sentirse afortunado y màs aùn si tiene àrboles en los que pueda perder su mirada, descansando en el verde, aunque sea unos momentos al dìa.
Por algo, cuando puede, almuerza en una plaza, el humano necesita conectarse con la naturaleza de cualquier forma. Atesorando una maceta con una planta, colocando protectores de pantalla donde estèn sus hijos, si los tiene, en algùn lugar que han disfrutado todos juntos, habitualmente a orillas del mar, o en algùn parque.
Cuando pueda, y si dispone de algo de tierra segura, deberìa caminar descalzo sobre esa tierra de la que està tan desconectado. 
Siendo consciente de apoyar su planta, sintiendo esa conexiòn que le es tan ajena y extraña, dado el empeño en interponer tanto cemento, entre sus pies àvidos, sus manos y una tierra sobre exigida aunque pròdiga todavìa. 
Algunos sostienen que aunque sea sobre el piso de su casa, sabiendo que por debajo yace ella, deberìa caminar descalzo, tirarse en el suelo, cuando se pone a resguardo, cuando retorna de su jornada, como quien saluda a una vieja y generosa amiga. Hilosdepiedra.

domingo, 12 de febrero de 2017

EL ASIENTO VACÌO


Pasa el tiempo, y no has encontrado aùn tu sitio en un mundo, que cada vez, te interesa menos entender en la forma como està planteado. Al mismo tiempo, intuyes que tal vez haya un sitio, en alguna parte donde te estè reservado un asiento alrededor de un fuego, y cierto grupo de personas que sean tus hermanos, en cuanto a que estèn en tu mismo camino. Hay quienes a esto le llaman de diferente forma. Podrìa ser adecuado describirlo como vibrar en consonancia, en la misma frecuencia. Ha recibido nombres diferentes, pero aquì y ahora no nos interesan las definiciones y los conceptos, por eso, evitamos caer en ello y al mismo tiempo usar el instrumento, el sìmbolo que es la palabra que albergue el mayor poder descriptivo, mìnimo e imprescindible  posible. Anclados sin quedar fijos, en el intento, hojas de un àrbol que hunde sus raìces cada vez màs profundamente, de tal manera que juntos pueden experimentar una progresiva expansiòn de su conciencia, sin arreglo a lìmite alguno, fruto de un intercambio de experiencias profundas, vitales y trascendentes que empuje a todos, como en la cresta de una ola hacia arriba, elevàndose como los bañistas en esa suerte de ola vibracional o energètica que tiene como fin una consciencia cada vez menos condicionada y la percepciòn de ser en realidad la ola misma.
Un grupo de hermanos que pueda experimentar que su realidad està conformada por cada vez menos elementos atados a creencias previas, pautas culturales establecidas, mandatos, autoridades y dogmas de diferente ìndole. 
En definitiva, hallar tu asiento vacìo esperàndote entre seres libres. Hilosdepiedra.

miércoles, 8 de febrero de 2017

EL LOBO DEL CONURBANO: LOS ENVEJECERES DE LAS LOBAS



Asì, como ayer vimos algùn aspecto del envejecer del lobo hombre, no serìa justo dejar de mencionar su contrapartida femenina.
Las lobas, algunas, cuando envejecen, casi invariablemente ganan peso. Èsto forma parte de los muchos acaeceres de las hembras, algunos relacionados con sus hormonas, la ausencia y sus manifestaciones.
Como hacen algunos machos y las posturas, de las que hicimos menciòn, el deambular de la hembra, no siempre pero sì a veces, se acompaña con un anadeo caracterìstico. Un andar que muchas veces excede el simple pendular, o balanceo hacia los lados, soportando el peso que se asienta sobre las caderas y rodillas.
Otras lobas al envejecer, comienzan a mirar su cueva vacìa, sus camadas invisibles de antiguos cachorros que han salido al mundo para hacer su vida. Entonces, a veces, comienzan a anidar de nuevo. Anidan en el pasado, advirtièndose que se refugian màs en el pasado que en otros tiempos de verbo. Una y otra vez recrean en sus mentes recuerdos  de èpocas idas. 
Renuncian progresivamente a vivir sus presentes. Albergan la idea que tienen un futuro diferente al de las jòvenes lobas y lobos que retozan en la noche sin fin. 
Ignoran, o asì lo quieren, que el futuro de ellos y ellas, los jòvenes y viejos lobos es el mismo que el de los humanos de cualquier edad, que es la muerte.
De modo que, aferradas a un concepto erròneo de un tiempo que todos ignoran porque no lo poseen, porque el tiempo no existe, deambulan cabizbajas por su cueva vacìa, esperando el futuro universal. 
Otras, tal vez las menos, saben que van envejeciendo, que forma parte del estar aùn vivas. No significa que pretendan ser aquello que ya no son, no compiten con lobas màs jòvenes. Simplemente han dejado de mirar a los costados, para mirar hacia adentro. Descubren dìas de libertad, horas de hallazgos en sus presentes que no sospechaban que podìan existir. 
No necesitan refugiarse en un proyecto biològico, como podrìa ser el de tener nietos, el de verlos crecer y las ternezas que no son excluyentes con su actual vivir, pero no dejan que èsto sea su todo.
Tiene su propio ser interior, el que les permite crecer desde otro lugar diferente, creativo.
Viven o intentan vivir en un eterno ahora. No es que se vean distintas. Su envejecer es pleno en todos los sentidos. 
Libres de la necesidad de aparentar, sin acumular consejos que nadie ha pedido, retozan. Retozan en el màs puro y aniñado sentido de la palabra. Disfrutan de lo que antes no disponìan: un tiempo para sì, para estar en silencio, para hacer lo que venga en ganas, con las limitaciones que puedan tener aceptadas sin resignaciòn. 
Muestran su pelaje blanco sin verguenza, sin ataduras a la opiniòn ajena, la que ha dejado de existir hace rato, y esta actitud es la que las remonta a sitios que son incomprensibles para las otras. Puede ser que aparenten màs edad que la que en realidad tienen, pero en su interior hay una loba tan sedienta de amor y sangre como siempre, sòlo que se siente dueña de mostrar, èsa, su loba interna con quien le place. Hilosdepiedra.

martes, 7 de febrero de 2017

EL LOBO DEL CONURBANO: EL REFLEJO DE LA SOMBRA

En Cuevas Walichu, Santa Cruz, el caminante en penumbras, ausente de su sombra, sin saberlo, me prestò su imagen.
Hilos de Piedra.

Cuando salimos a ver que hay, con un lobo macho màs viejo, deberemos estar màs atentos. Con los años, los lobos y los humanos (estamos convencidos que en el comportamiento, pocas especies se parece tanto entre sì como èstos), empiezan a adoptar posturas sin notarlo, actitudes fìsicas de rendimiento, de una retirada no digna de la especie a la que se haya pertenecido. Es asì que en el humano, es comùn verle deambular, con los brazos cruzados a la espalda, como tratando de erguirse hacìa atràs, sabiendo que no es posible, ya que casi invariablemente esta actitud del cuerpo va acompañada de cierta inclinaciòn de la columna vertebral hacia adelante, encorvàndose progresivamente, y la mirada migrando sin notarlo, hacia el piso. Serìa, utilizando una comparaciòn para humanos, como si Miguel de Unamuno saliera a caminar, o los deambulares del ocaso del filòsofo. Cavilaciones invernales.
Nuestra funciòn, como lobos o humanos, levemente màs jòvenes o
màs conscientes de èsto, es advertirlo.
Frecuentemente, el lobo advertido, el lobo viejo que ha ido transformando este deambular especial en un hàbito, refunfuña, gruñe, como lo hace el humano cuando alguien pretende que contrarìe una actitud corporal arraigada, cuidadosamente cultivada.
La simple recomendaciòn no alcanza, por eso, recurrimos a una imagen, a una escena para que vaya desplegàndola y la use cuando debe corregir el hàbito de una postura que para lo ùnico que sirve es para comunicarle al cerebro: ¡Mira, cuàn provecto soy!, ¡heme aquì deambulando como lo harìa Don Miguel!.... Nada o pocas cosas hay que el cerebro acepte tan a gusto como los hàbitos, asì ahorra energìa y de paso, va menguando sus funciones por falta de exigencia. Asì que la imagen que usè fue èsta:
-Imaginate caminando por la calle principal, de tierra, de un pueblo del lejano Oeste. Enfrente, a cientocincuenta metros las puertas del Saloon, por la que en breve saldràn tres pistoleros famosos que van a enfrentarte, vos ya sabès eso.
Ahora, sentì, tus dos Colt 45, sujetas a tus muslos, las cartucheras rozando apenas tus flancos. Sin darte cuenta te erguìs, los brazos se balancean sueltos a cada lado de tu cadera, las manos levemente arquedas lista para iniciar el desenfunde lògico. De paso, recreà un cosquilleo que recorra sutilmente tus testìculos, que vaya por las ingles y contornee la cara interna de los muslos,  contoneà un poco, apenas, las caderas. Eso va para las chicas del saloon, que seguro te ven acercarte por la ventana. Nunca se sabe. La espalda màs erguida, la vista al frente, sin mirar el suelo, como venìas recièn en la piel de Don Miguel, casi sin parpadear, consciente de una respiraciòn lenta y tranquila, balanceando apenas los brazos, asì, asì, concentrate en el ardor en los testìculos. Pronto vas a demostrar què podès hacer con ellos, en todo sentido.
Èsto serìa una imagen de una variante de la llamada "marcha de poder". 
Cada uno de los lobos viejos, puede "fabricar" en su mente, aquella escena que sabe que le harà caminar erguido, digno, sin arrogancia. Fiel todavìa, mientras la tenga, a lo que devuelva el reflejo de su sombra, repito, mientras la tenga. Hilosdepiedra.