miércoles, 27 de mayo de 2015

LA CIUDAD INTERIOR




Ramiro Calle, maestro de yoga, autor de numerosas obras, buscador continuo (entradas antiguas), entre otros temas, enfoca la libertad. Gracias a la práctica intensa, sostiene que es posible recuperar el verdadero ser, experiencia de quien logra despojarse de las múltiples máscaras que constituyen la personalidad con la que nos enfrentamos al mundo y vamos tratando de transitar nuestra vida. Así, en el cotidiano andar, atravesando diferentes estados anímicos y terminamos transformados en desconocidos para nosotros mismos.
El refugio, insiste, no debiera ser buscado afuera, sino dentro de uno.
Ese ser central que se descubra, eje y esencia del individuo, es libertad, con una total ausencia de cualquier vínculo que signifique depender de productos del intelecto.
Todos los autores coinciden en este punto y en ello no hay excepción. 
Gracias a la intuición descubrimos que es más importante ser que tener o perseguir.
Mal vamos cuando pretendamos experimentar libertad apegados a lo adquirido y acumulado a lo largo del tiempo, ya sea bienes o principios. 
Usando nuestras viejas recetas, intentamos descubrir lo nuevo.
Ese "nosotros mismos", se halla más allá de las viejas experiencias. Nos cuesta  alejarnos de los conceptos acumulados, dejar de ser "productos culturales". El autoconocimiento es lo único que nos permitirá descubrir el ser real, el que se oculta detrás de la personalidad. A medida que nos retiramos hacia el interior, descubriendo, investigando, podemos sacudir la servidumbre, caminar hacia la libertad. Distingue dos tipos de hombre: el aparente, conoce, el real, comprende.
Estar atentos para no involucrarnos, no dejarnos implicar en las acciones y corrientes de pensamiento (incluso ésta), que traten de arrastrarnos. Sin adherir al dogma enarbolado por nadie. Con libertad para seguir el camino, con la mente tranquila.
La interiorización es  la vía hacia la profundidad del ser, retirando la conciencia de los órganos sensoriales. Estar atentos a los extremos, que solo generan apego. Precaución con la ascesis y los placeres fenoménicos. Podremos verlos desde el camino del medio, desarrollando ecuanimidad. Así nos conoceremos, tomando conciencia de "la ciudad interna", observando con atención sin contaminarse con ideas preconcebidas.
Observaremos nuestras mentiras, subterfugios, justificaciones, lamentaciones y actitudes egoístas. Sin juzgarnos. Si caminamos hacia adentro las miserias que como humanos tenemos, y que ponemos en juego a cada rato, como si fueran ladrones nocturnos, van a mermar,  de tanto ser observadas. Solo así aprenderemos a ser nosotros mismos.