jueves, 28 de mayo de 2015

LA CUEVA Y LA SERPIENTE



¿Porqué hacemos lo que hacemos en las diferentes búsquedas?, ¿a qué apuntan?.
Caminando atento, relámpago, aparece la imagen de una cueva. ¡Eso busco! ni más ni menos, refugio. El refugio interior del que hablan los maestros, a veces esta búsqueda hacia adentro, me espanta. A ese recorrido a la inversa que propone Dhiravamda, lo suspendo, dejo de seguir el hilo, porque me asusto. Esto surgió ayer mientras caminaba meditando.
Hoy en postura de meditación antes de la clase de Yoga, al final de un trayecto parecido, surgió nítida, la cueva. Sin luces ni sombras, sin frío ni calor, ni alivio ni aprensión. 
A partir de allí brota la imagen de que en realidad el refugio ese, esa cueva no me sirve. Allí pretendo esconderme, ahuyentar el miedo, taparme la cabeza y los ojos para no ver ni pensar, para no seguir el hilo aún más adentro de mi mismo. 
Así que avanzo observando la respiración, siempre inmóvil, en mi postura, avanzo. Veo que empiezo a dejar atrás una "muda", una cáscara gris, arrugada. Siguiente "fotograma", no pretendo no sentir miedo, ahora, en este momento, que ya es pasado, lo estoy dejando atrás. Puedo verlo sin verlo a un costado, rezagado. Sigo avanzando sin moverme y veo que cada vez que esté el miedo, habrá que trascenderlo, sin oponerse a que esté siempre. Nunca superarlo. Eso es una anestesia idiota, si se me permite la expresión. No se me ocurre otra. El miedo debo sentirlo y que me recorra al través, y que con él, a pesar de él, pueda ver. 
Iba terminando este tramo de la meditación y veo un pensamiento blanco, con algo de luz amarilla, algo así como el "ojo nuevo", para ver ese, mi miedo. Hoy te veo distinto. Mañana no sé, por ahí sucumbo y vuelvo a desesperar. Ahora estoy así. 
No sería para mí posible, terminar hoy sin relatar lo de Yoga.
Estábamos haciendo Nidra Yoga, esto es "Sueño". Dicen que veinte minutos de Nidra Yoga equivalen a cuatro horas de sueño. Van dos veces que en los tramos finales, me siento inquieto, con ganas de huir corriendo, así literalmente. En la clase pasada la instructora me instó a sentarme y terminé en postura de meditación.
Hoy ya me era imposible estar inmóvil. Vino y se colocó detrás mio y en cuclillas me tomó con ambas manos por la nuca. Me dijo que respirara dirigiendo la inspiración y la espiración hacia el pubis. Luego de un rato, colocó sin tocarme esta vez, las manos cerca de la frente. Con  Reiki, sentí un calor muy marcado en ese lugar.
En cada inspiración visualicé la "serpiente" descendiendo por la columna, espontáneamente. Kundalini, pensé.
Relámpago, visualizo la pirámide de Chichén Itzá (aclaro que la conozco solo por imágenes). Veo la serpiente iluminada cabeza abajo, imagen que persiste y no puedo desalojar de mi cabeza. 
Apenas aguanté a terminar la clase. Le compartí el miedo que sentí, ante la imagen, más que nada a no poder desalojarla, ya que iba y volvía. Me aconsejó que la expulsara con cada espiración. Ahora está bajo control. El miedo se diluyó. Me habló que tal vez hubiera estado allí "en otras vidas". Personalmente no me convence el tema, y tengo dudas acerca de esto. No lo rechazo, pero creo que no entendemos por ahí el tiempo y el espacio, por eso estamos a veces desajustados. Si las Neurociencias no estuvieran aquí para demoler lo sagrado y lo misterioso, tal vez podría creer. En definitiva, hay que estar atento a los fenómenos y trampas de la mente. 
Quiero aclarar, que el derrotero de la meditación de la cueva no fue guiado, ni me propuse explorar nada, solo estuve allí, sentado, observando sin esperar lo que podría surgir. Sin propósito alguno.