domingo, 30 de septiembre de 2018

EL CAZADOR MODERNO


Otro costado de las comparaciones, lo constituye el mundo de las estadísticas, las propagandas y los anuncios publicitarios. Nadie se salva de integrar alguna cifra. Hay una tendencia a mostrar todo, a comparar casi todo. A pesar de uno. Pocas cosas pertenecen a la esfera privada. Cuántos seguidores en redes sociales, el número de publicaciones, las cifras de venta de un libro, los ingresos anuales, miles de datos que ignoramos y pretendemos seguir así. Aunque inútil resistirse. Tarde o temprano recibe uno la notificación de los nuevos seguidores. Como si fuera vital saber quiénes son o qué hacen aquellos desconocidos que seguirán siéndolo. Debería ser opcional el recibir determinados datos que agregan nada y quitan menos. 
Es al autor a quien podría interesarle lo que vende y que se sepa, si la escala de ventas le favorece y que todo el mundo se entere que está entre los "top five" y por cuántas semanas se ha mantenido en esa posición.
No todos poseen la mentalidad competitiva, o sus intereses pasan por la superación de los oponentes o de sí mismos, que viene a ser casi lo mismo. 
Como a veces dicen en Zen, algunos lo hacen por hacerlo sin ninguna finalidad ulterior. 
Sólo escriben, cocinan, cantan. 
Eso ya de por sí es lo que gratifica.
Con humor, se dice, "no vivo de ésto, si no....estaría en problemas".
Hay quienes permanecen indiferentes a la avalancha de promociones y ofertas que ha transformado a parte de la sociedad en "cazadores modernos". Personas que viven al acecho de ofertas de vacaciones, vuelos relámpagos y todo tipo de mercancías en base a la frenética comparación de tarifas y precios, esperando la ocasión de mostrar el "trofeo", la ganga, la pieza cobrada. Puede que sean resabios abortivos de nuestras ancestrales cacerías o jornadas de pesca en la red. Valga la alegoría.

sábado, 29 de septiembre de 2018

EL MONO IMAGINARIO


Hace unos días, a raíz de una película que mencioné acá, (Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando), leí algunos comentarios relacionados con el realizador, los que le comparan con Almodóvar en unos sitios, en otros, aluden a su condición de discípulo, etc. etc.
En el curso de una entrevista, el escritor y músico que exponía, describió cómo un autor famoso ya fallecido, comparó en su último libro, a Ernesto Sábato, definiéndolo como "el Dovstoieski de Santos Lugares". Nos intriga si hay una ponderación oculta o un refinado y malintencionado comentario debajo de la pulida comparación. Esperamos con ansias, conseguir el voluminoso libro y sacar nuestras conclusiones. En el curso de los siglos, las comparaciones se vienen aplicando a todo. Desde estilos de pintura, que permitió agrupar a los pintores por escuelas, a los directores de cine, a los escritores por el género cultivado y si hacen acordar o no a los precursores o descollantes de cada disciplina. Nadie se ha mantenido a salvo de las comparaciones, ni cocineros, ni psicoanalistas, ni diseñadores de moda, ni actores, ni científicos, ni políticos, ni reyes y mucho menos los dioses.
De este lado del río nos expresamos maliciosamente de alguna personalidad: "puede ser la hermana pobre de fulana, o el hermano feo de tal. O el fulano de tal del subdesarrollo".
La famosa frase "las comparaciones son odiosas", sólo sirve para descorrer el telón de la comparación inminente, la que ha de exponerse a continuación, una vez que con esta frase se asegura el interés del auditorio de manera exponencial. Práctica ésta de una hipocresía monumental.
La tendencia universal a la comparación, es una propiedad cognitiva ancestralmente diseñada, gracias a la cual, el cerebro nos informa de las similitudes o diferencias en el proceso de identificación de una amenaza, y cuyo objetivo primitivo y no tanto, es la supervivencia.
Lo que uno describe aquí, es una observación consciente de lo que hacemos cada vez que incurrimos en este hábito.
Más profundamente, también caemos víctimas de nuestras comparaciones internas. Aquellas que nos hacen sufrir de verdad. Son situaciones en las que nos situamos cuando apreciamos nuestro valer que cae mermado inexorablemente ante los pies de otro  ser cercano o conocido. Cuanto más cercano, mayor la intensidad del sufrimiento autoinflingido. 
Ser conscientes de estas situaciones y estar atentos al accionar de nuestra mente, sabiendo que los amenazados son el yo y la autoestima, facilita un poco las cosas:
Nuestra hermana se transforma en rival porque tiene una pareja que la lleva a dar la vuelta al mundo (metáfora) y su relación está pasando por su mejor momento. 
Tomamos distancia de nuestra mejor amigo porque su hijo es un triunfador en toda actividad de la vida que encara y todo parece destinado a mejorar su estatus. 
Podemos seguir indefinidamente.
La comparación es válida y extensiva a todo lo material, casa, auto, actividades laborales (promociones ajenas que consideramos inmerecidas), remuneración, experiencias placenteras etc.
Ser conscientes de los sentimientos que se generan, no necesariamente nos transforma en personas ruines, mezquinas o como quiera que las denominemos. Es un guión al cual nos apegamos el día a día, llegando a transformar nuestras relaciones en verdaderas fuentes de desdicha. Sin apenas darnos cuentas podemos aislarnos, para evitarnos el dolor de presenciar el bienestar del otro.
El lamento es el portavoz universal de todas las situaciones descritas u otras similares.
En realidad, lo malo no es comparar, lo perjudicial para uno es el lamento. Éste, es el lenguaje universal que sin darnos cuenta,  va empañando nuestros momentos de disfrute, aquellos momentos que podrían ser placenteros y que se oscurecen y consigue sumergirnos en la más profunda amargura y resentimiento.
Sepamos que va a costar mucho, en principio, alegrarnos sinceramente por el éxito ajeno, sobre todo si nuestra situación personal es penosa o desventajosa a nuestro parecer. 
Seamos conscientes que la alegría por el reconocimiento de los demás va a ser sencillo si están menos favorecidos en otros aspectos de la vida. Si alguien consigue un triunfo de cualquier índole va a cosechar elogios más sinceros, si camina sostenido por unas muletas por alguna malformación. 
Enfocarnos en nuestros propios asuntos, con mayor concentración, sin mirar tanto para los costados, hará que progresivamente vayamos perdiendo atención sobre el accionar ajeno. 
Estaremos ocupados en nuestros propios logros, por modestos que éstos sean.
Tal vez, fijarnos metas sencillas de complejidad creciente, nos ayude a superar nuestra incomodidad toda vez que nos sintamos tentados a"medirnos" con los otros.
La envidia y la aprobación ajena serán en definitiva nuestra recompensa.
Saber que cuanto más sensibles seamos a la mirada del otro, más pendiente estemos de esos ojos, más exigencias nos pondremos, más necesidad de demostración sentiremos y terminaremos transformándonos en un mono imaginario que tiene que mostrar sus habilidades para conseguir su comida.








viernes, 28 de septiembre de 2018

EL ZEN ESCONDIDO


DANZA BUTOH CON AGUA NARANJA

Una vez encontrado ese indefinible estado de la mente zen, estará presente mientras haya consciencia. Puede estar presente, en plena discusión, a pesar de la ira, en medio del festejo más intenso, o en el tranquilo diálogo con un amigo.
Presente, ese silencio de fondo, que no tiene ningún atributo que pueda ser limitado por el lenguaje.
No es posible, aún para los Maestros Zen, prescindir de ciertos conceptos. Esto nos incomoda, pero también aceptamos que la inercia mental puede ser un peligro que aceche. Es tal el repudio por la polaridad que uno se abstiene de toda opinión, por temor a caer en el común. Cómo será resbaladizo el zen, que seguramente éste comportamiento puede desembocar en apego. 
Por eso, la marcha del Zen es el caminar por la cuerda. Es estar atento a los pensamientos que inducen a la acción. Es saber que cada vez que miramos algo, consecuentemente, pensamos algo de lo que miramos. 
Si estamos haciendo algo, ser conscientes cada vez que nuestros pensamientos escapan y nos trasladan a otra parte.
Volvamos a tirar de ellos hasta situarlos en ese momento.
No olvidemos que nuestra paz interna, es fruto de trabajo. Habrá quienes dicen que lo que es esfuerzo es violencia y no sirve.
En nuestra experiencia, hay momentos vitales de intensa borrasca interna que sin trabajo, sin esfuerzo, sin intento, no será posible reasumir el estar presente. 
Hay momentos que nada puede hacerse, abandonarse, es permitirse, no es decaer. 
Todo fluctúa, cambia y hasta la sensación de no cambio, es distinta el día por día. 
Nadie puede enseñarnos cómo obrar con certeza. A lo sumo puede aproximarse, la experiencia personal es absolutamente intransferible. Por eso será apreciado que respetemos las manifestaciones ajenas ante situaciones difíciles. Cada uno atraviesa como mejor puede. O simplemente como puede. 
Evitaremos enjuiciar abiertamente. ¿Quién sabe qué podríamos sentir, hacer o decir en situación similar?.
Lo más sencillo es hablar del accionar ajeno.
Ponerse en los zapatos del otro es un sabio comienzo. Hilosdepiedra.


jueves, 27 de septiembre de 2018

MI RESPUESTA PARA LA AMANTE


EL RAPTO DE EUROPA (Original de Felix Vallotton)

Para la Sra. sin nombre, la que a sí misma gusta de llamarse "la otra" o "la amante".
Me complace contestar su carta que publiqué ayer, agradeciéndole que, sin querer seguramente, me haya puesto en contacto con obras a las que quizá Ud. conozca, sobre todo si es o ha sido afecta al cine.
Desde lo literario, puede Ud. sentirse satisfecha ya que ha logrado que un lector, en este caso también autor del blog, quiera exponer  otras narraciones olvidadas y a las que hoy decidí otorgarles un breve espacio.
Por otro lado, puedo disentir y decidir no plegarme a la convicción que le agregó especial condimento a su historia de amor  y es aquel pretendido secreto en especial en lo que a la esposa de su amante se refiere. No creo que en veinte años y siendo casi vecinos, como Ud. menciona, esta mujer haya permanecido ignorante del asunto. Además  este tipo de historias es como el agua, siempre se abre paso por donde puede hasta que algo aflora por alguna parte. Esto no es para inquietarla, de ningún modo. Intuyo que Ud. ha debido plantearse esto mismo.
Pasando a las historias encontradas hasta ahora, constituyen la antítesis de su narración. Una película de 1965, "La Vieja Dama Indigna" es emblemática: después de muchos años de desempeño como esposa y madre abnegada, a los setenta años, una mujer decide empezar a disfrutar de la vida según le parece. Se siente libre de las ataduras de ambas condiciones y si las describo como tales,  es porque el realizador así lo planteó para el ánimo de su heroína. 
Hay variantes del mismo tema como "Yo amo a Shirley Valentine", mujeres que a cierta altura de su vida desarman las mordazas de la morsa por la que han vivido aprisionadas y por cierto son historias difíciles, bellas y entrañables.
La otra película, de 2015 es "Elvira, te daría mi vida, pero la estoy usando", en este caso, es a partir de una decisión ajena, como es la de un marido que sale una noche a comprar cigarrillos y no vuelve más,  que se despliega esta obra.
Me gustaría recordar ahora, algún argumento similar al suyo, tan valientemente escrito para el diseño de su vida, sin los costados sórdidos o injuriosos tan comunes en esos planteos. En general, me parece que los rioplatenses simpatizamos más con las Difuntas Correa, Filomenas Marturano y otra heroínas inclinadas sobre la pileta de lavar la ropa que sobre el hombre o la mujer dormidos después del amor furtivo. 
HILOSDEPIEDRA. 


miércoles, 26 de septiembre de 2018

UNA VIEJA EGOÍSTA

EL TEMPLO DE LA TANGUERA

Estimado Sr/a Hilosdepiedra. Ud. verá si sigue leyendo.
Me jubilé de Profesora de Literatura en una escuela secundaria en la localidad de Belgrano, Buenos Aires, Argentina. Tengo 82 años.  No voy a hacer la típica novena del jubilado promedio argentino, así que no espere que hable del precio de los remedios.
Tengo un nutrido grupo de amigas, jubiladas como yo, y más o menos con los mismos ingresos, que con el tiempo han seguido un derrotero distinto, que no critico. Verá, se han refugiado en la vida de sus hijos y nietos, lo que les va recortando el cultivo de otros intereses. Será por eso que las frecuento cada vez menos. Soy lo que podría definirse como una "vieja egoísta".
Nunca me casé y fuí como quien dice "la otra". Así que ni soñar con pensión de ningún marido. Amantes menos que concubinas, no tenemos casi ninguna protección. Como quien dice, aprendimos a vivir a la intemperie. No voy a polemizar ahora sobre otro pendiente y vacío legal, sobre todo para muchas concubinas que conozco de mi edad con una vida en común de treinta o más años con el mismo hombre y que han tenido que irse de la casa que habitaban sólo por el hecho de no estar casadas y quedaron virtualmente en la calle. Dije que no iba a transitar por ahí. 
No lamento nada. Viví un gran amor atravesando momentos difíciles de robar porque para colmo éramos casi vecinos. Cada una de las tres hijas que tuve con él fueron motivo de gran alegría me atrevo a decir que para ambos. Nunca les oculté su origen y desde el vamos sentí que era afortunada porque lo tomaron con naturalidad, como supongo hacen los niños cuando no les transfieren cargas emocionales innecesarias. Siempre supieron que no iban a recibir sobrantes de amor. Su tiempo con papá iba a ser distinto al de cualquier otro amigo o compañero de la infancia. En general fue más pleno y con ganas. Si acaso fueran sobras, serían de muy buena calidad porque jamás presenciaron tirantez indiferencia, hastío o irritación de un papá que llegara cansado del trabajo. 
Siempre me resistí a definir la nuestra como una "familia paralela", así que sigo considerándome "la otra", su amante. Eso, en mis tiempos, me parecía muy excitante, y aún me lo parece. Fíjese Ud. que estuvimos juntos un poco más de veinte años. Después que él murió nunca  pensé en nadie más que no fuera yo. Me fuí de viaje, dejé a mis hijas adolescentes con una amiga y estuve un mes en Europa. Había ahorrado con la ayuda de él y fuí a los lugares a los que nunca pudimos ir juntos. Eso me hizo sentir inconmensurablemente feliz. Algunas amigas, las que han retornado como viudas a París, Londres, Venecia etc, ya recorridos en pareja,  no han podido evitar chocar de frente con la nostalgia, la tristeza y la añoranza en medio del vacío del ausente. Sensaciones que no me interesa experimentar.
Me niego a frecuentar los Clubes para la Tercera Edad,  concurrir a  Cursos de tejido, cerámica, talleres literarios, Clubes de lectura y actividades por el estilo. Eso incluye a la iglesia, aunque fui bastante amiga del Padre Baltasar que en sus días usaba un péndulo para armonizar a las personas y de acompañante de una amiga, me transformé en la suya, sin segundas lecturas, le pido.  Era una persona muy mayor así que al poco tiempo lo trasladaron y se ha retirado como yo. No me resulta sencillo llegar hasta la localidad de Montes. Le escribí un par de veces sin respuesta. Jamás tomamos lo nuestro como una confesión en lo que a su oficio se refiere. Sucede que ambos compartimos una pasión desenfrenada por las novelas negras y los hombres de ojos azules.
Tampoco me refugio en mis recuerdos. Hice un pacto conmigo, tengo un reloj de arena de esos de cinco minutos y cuando terminó de pasar el último grano, dejo las evocaciones de lado. Creo que sirven para controlar el hervor del huevo, algo así. No soy amiga de los crucigramas, soy una persona que se aburre con facilidad de las cosas que se repiten. Con mi amor nunca sabía cuándo iba a poder venir, no planeábamos nada simplemente porque no había nada que planear. Cuando sabía que se iba de vacaciones, se las ingeniaba para ubicarme cerca y nuestros encuentros furtivos eran simplemente mágicos. Sin saberlo, su esposa ha salido con los dos y mentiría si alguna vez lamenté no ser la titular del equipo. Ha habido, confieso, toqueteos furtivos, situaciones que le entusiasmaban especialmente,  y que a mí me divertían enormemente. Jamás hubiera querido que dejara su casa y su familia. Hubiera sido muy rutinario y seguro habría habido roces, daños y conflictos de ambos lados. 
No tengo otros familiares cercanos, salvo mis hijas y nietos pero no los cargo con la obligación de la visita culposa. He sido joven y sé cuánto molesta ir de  peregrinación a la casa de alguien que nos parece tan viejo que nos sentiríamos más cerca de un marciano. 
No poseo ninguna planta, ni mascota. Así puedo quedarme en cama cuando llueve sin la obligación de sacar al perro aunque se caiga el cielo. He conseguido una de esas camas gigantes que aparecen en el cine y puse un espejo enfrente y me arreglo el pelo antes de dormir sin maquillaje, sin joyas y sin camisón, no sea que muera durmiendo y me encuentren con sábanas viejas o zurcidas. No veo mucha TV. porque me aburre. Y he renunciado a quejarme.
De a poco, he ido vaciando mi casa de todo recuerdo y adornos. Uso, eso sí, la loza inglesa de mi madre para todos los días, para mi disfrute visual. Jamás guardé nada para homenajear a otros. He puesto las mejores toallas para sentirme agasajada. 
Me ha quedado grabada una anécdota que le atribuyen a una actriz y cantante argentina llamada Tita Merello. Cuando estaba en una racha de las malas, como decimos acá, no sé si será cierto, descorchaba una botella de champán, para seguir tratándose bien aún en momentos duros, supongo. Como si hubiese sido alguien que cultivó hasta el final eso de "a tu enemigo no le des el gusto de verte llorar". HILOSDEPIEDRA.

martes, 25 de septiembre de 2018

CÓMO SOLTAR EL LORO DEL HOMBRO

HOMBRE EN LA OSCURIDAD

Si en verdad, alguien piensa que necesita la respuesta escondida en esta metáfora, que no siga leyendo, acá no hay ninguna instrucción de cómo sacudirse al loro del hombro.
No he vivido, que yo sepa, en otra época diferente a la que vivo, así que no sé si antes las personas necesitaban tanta orientación sobre todas las cuestiones de la vida. Desde lo cotidiano hasta lo más profundo. Todo lo que se le ocurra a uno tiene su "persona que orienta". No es que no se necesiten expertos, pero no hay objeto, pensamiento, convicción, vínculo etc. que no cuente con numerosos tutoriales, opinadores, expertos y encuestadores Así que lo más común es leer, cómo...y a continuación el Gurú que sabe más que uno, siempre, está ahí, dispuesto a orientarnos, para ayudarnos a conseguir el logro, para concretar el deseo, para pautar nuestra vida hora por hora, cuestión de sacar el máximo provecho posible.
Este mundo se ha transformado en un sitio más inseguro que la selva de Sherwood. Nadie es capaz de transitar su vida sin tener su terapeuta, su acompañante emocional, su coacher, su entrenador personal, su experto encaramado en la cabecera de la cama que guía sus pasos vacilantes, aún antes que suene el despertador. Es como un retorno a la infancia eterna. Antes de llegar a la ducha, habremos recibido algún instructivo de cómo iniciar una jornada positiva, con actitud, una rutina de rápidos ejercicios, una combinación de desayuno, asanas y meditación.
Imaginamos (por lo de no haber vivido antes, del comienzo), que esto viene de lo más oscuro de nuestras incertidumbres, así los emperadores tenían augures, otros funcionarios, sus brujos, sus videntes, su interpretador de señales y vísceras, ya más acá, asesores de imagen con vestuario, de gestos, discursos y una larga lista de guías varias, lugares que es obligatorio visitar, frecuentar, dependiendo del objetivo a lograr. 
Así hemos ido resignando nuestra responsabilidad a los brujos modernos hemos ido cediendo terreno, dejando en manos ajenas nuestras decisiones personales, nuestra creatividad, evitando atravesar las peores emociones, huyendo de nuestras oscuridades, sin valor para el insomnio, sin coraje para el tormento del remordimiento, ya que contamos con la palabra, el argumenta que mágicamente nos rescatará de un sitio tan espantoso que no queremos verlo a menos que sea a través de alguna serie televisiva. Si todo esto falla, a mano tenemos los químicos, terreno que no disputaremos. No somos quienes para desalentar un recurso que puede aliviar ciertas patologías específicas. 
No me imagino aconsejando a nadie sobre nada. Tal vez  la cumbre donde se sitúa el experto, es vulnerable. Esa cumbre empezará a temblar cuando su universo personal sea sacudido por cualquier evento y se derrumbe. Se verá reducido a parecerse a uno más de sus angustiados consultantes/clientes. Puede ser que por su misma condición de experto "en vida", en el arte de "ser feliz", tendrá recursos que sí nos muestre que está mejor pertrechado para afrontar, para ser un resiliente, que hará que pensemos: "en verdad domina el arte del sufrimiento, del dolor, del miedo, de la ansiedad" o de lo que sea.
Tal vez sea un prejuicio de nuestra parte. Nos sentimos capaces de  darnos cuenta. Sin necesidad de recurrir a un curso de "cómo reconocer nuestros errores, aprendiendo en el proceso". HILOSDEPIEDRA