sábado, 13 de septiembre de 2014

EL DORADO DE LOS VALLES CALCHAQUIES


MASCARA DE ORO MOCHICA. "RECUPERADA" EN LONDRES.

En los valles calchaquíes, hay un sinnúmero de leyendas. La del tapado o farol, en nuestro caso, no nos era conocida.
Gracias a la divulgación que del tema hizo Ambrosetti, nos pusimos en contacto con esta creencia. Fuertemente arraigada entre los troperos que desde la niñez oyeron infinitas versiones de la presencia de tesoros fabulosos (tapados), enterrados.
Los españoles, en diferentes situaciones, se habría visto obligados a enterrar verdaderas fortunas en oro y plata. Entre los lugares más populares figuran: Casas Blancas, cerca de Cafayate (Salta), Pirgua en Pampa Grande, Zorrito en la quebrada de las Conchas, etc.
Antes de la construcción del ferrocarril de Antofagasta, los troperos llevaban allí sus mulas y mercancías para vender. Se cree que en esa zona se originó y echó a rodar la trama de esta leyenda.
Según una historia popular, cierto fraile donó a una anciana treinta cargas de plata y dos o tres de oro, a su vez ésta habría donado a sus descendientes y así, y el "dueño del secreto" donde estaría enterrado el tesoro, vendía el dato ya que le era imposible acceder a su búsqueda.
La fortuna era parte de un transporte "extraviado" rumbo a las arcas del Rey de España. Siempre el mismo argumento.
Los troperos incautos caían en la trampa, desembolsando su dinero para hacerse con el lugar del entierro del tesoro, el cual figuraba en trozos de papel de incierta procedencia.
Como fuegos fatuos, esos tapados, emitían luz, producto de los gases que desprendía la riqueza enterrada.
Era la creencia, que el día de San Bartolomé, por acción del diablo, aumentaba la luminosidad de dichas luces, ya que Lucifer dicho día es libre del control celestial y anda a sus anchas.
Los indios temían la luz del "farol", como le llamaban, ya que imaginaban que el alma de algún difunto estaba en ella.
No nos cuesta nada imaginar en medio de la noche más cerrada, en las alturas de las montañas, el viento, la aparición de estos resplandores, podría causar el terror en más de uno.
La creencia iba más allá: los susodichos gases tenían que ser dejados a su aire, una vez desenterrado el tesoro, evitando con esto que matare al buscador. 
Ambrosetti hace hincapié en la naturaleza venenosa de los gases emanados por los tapados y supone que esta amenaza mortal que entraña el contacto con ellos, tiene como finalidad salvaguardar los restos mortales de antepasados que pudieren haber en el lugar.
Los calchaquíes creían que los cerros enojados desataban tormentas de nieve cuando se iba a ellos en busca de tesoros o a remover huacas (sepulcros).

Hilosdepiedra: estas creencias alcanzaron su máxima expresión con la llegada del español, que con su avidez no dudó en dar vuelta cuanto sepulcro pudo a fin de saquear su dorado contenido.
Asimismo, nos parece inverosímil, que fraile alguno ceda un palmo de oro a nadie que no sea la institución que por siglos les viene cobijando.