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El Lado Oculto de la Relación Madre-Hija: Según Kim Chernin. Autora de The Obsesion; In my Mother's House; The Hunger Song etc.
Vive y trabaja en Berkeley, California, donde trabaja con mujeres aquejadas de desórdenes alimenticios y crisis de desarrollo.
Según esta autora, el lado más oscuro y amargo de la relación madre-hija, se deriva de la creencia de que todo lo que poseen las hijas, se debe al esfuerzo de sus madres. De este modo a la madre no le queda más remedio que terminar envidiando a su hija.¡Qué desdichada y cruel ironía envidiar aquellas oportunidades que tanto se han esforzado en proporcionar a sus hijas!
El análisis de mi propia experiencia como madre no sólo me ha llevado a darme cuenta de que la mayor parte de las mujeres que acuden a mi consulta sienten envidia y resentimiento por el prometedor futuro que parece abrirse ante sus hijas sino que también me ha permitido tomar conciencia de que los desórdenes alimenticios suelen acabar rápidamente con esta situación.
Hay pocas emociones más difíciles de asumir que la envidia que siente una madre por su querida hija. Naturalmente las madres queremos lo mejor para nuestras hijas, por ellas somos capaces de negarnos y de sacrificarnos a nosotras mismas. ¿Qué podemos hacer, por tanto, con la irritación que nos despierta escucharlas hablar de la "nueva mujer"? ¿Qué hacer con el resentimiento, muchas veces imposible de encubrir, que nos embarga cuando las vemos organizar su futuro, decidir los hijos que tendrán, cuántas veces darán la vuelta al mundo, cómo llegarán a ser pintoras, o irán de compras a las rebajas de la tienda de la esquina? ¿Conviene entonces, reprimir una amarga sonrisa, esbozar una mirada condescendiente o simplemente asentir con la cabeza?
Las mujeres que acuden a mi consulta, suelen haber elegido su propia vida. Son mujeres que recibieron una educación esmerada e iniciaron incluso una carrera universitaria a la que terminaron renunciando a regañadientes como parte del precio que exige la maternidad. Son mujeres, en fin, que sienten envidia y resentimiento hacia sus propias hijas.
Pero esta envidia también está presente en las mujeres que intentan combinar la maternidad con la vida profesional. En este caso, sin embargo, el problema radica en las múltiples decisiones, generadoras de gran cantidad de incertidumbre, angustia y rabia, que deben tomar cotidianamente.
¿Permitiremos que nuestro hijo vea un rato más la TV para poder seguir dibujando o pintando? ¿Prepararemos espinacas congeladas, que no necesitan ser lavadas, para poder disponer de diez minutos extras para la contemplación o la meditación? ¿Dejaremos a nuestros hijos una o dos horas más en la guardería para poder asistir a ese curso que tanto nos interesa? A veces tomamos una decisión, otras la contraria, otras, por último, comenzamos nuestra meditación para terminar interrumpiéndola bruscamente cuando súbitamente advertimos que ya ha sonado la hora de ir a buscar a nuestro hijo.
Por más esfuerzos que hiciera nuestra madre por disimularlo cuando éramos chicas, nos dábamos perfecta cuenta de su enojo. La escuchábamos repetir una y otra vez hasta la saciedad que la aspiración más noble de una mujer es la de sacrificarse por su familia para oír, acto seguido, que ella no estaba haciendo ningún sacrificio.....La vimos buscar en nuestra cara una justificación a sus esfuerzos.....
Los chicos, al igual que los adultos, también disciernen y se dan cuenta de que su madre no acepta sin más sus obligaciones, sienten la amarga resignación con la que asume su maternidad, se dan cuenta de la envidia que las embarga cuando la hija toma sus propias decisiones, experimenta los intentos larvados de boicotear su desarrollo y advierte claramente la amarga decepción que la atormenta por su propia indeterminación. Pero aunque la madre se avergüence de sus sentimientos y no los llegue a reconocer, la hija, sin embargo, se da perfecta cuenta de ello....
La hija se encuentra así atrapada en una situación de la que no podrá escapar hasta que no desenrede el complejo vínculo que mantiene inmovilizada su energía y sus ambiciones.....Cuando la madre no puede seguir eclipsando su personalidad y vivir vicariamente (en lugar de) a través de su hija, ésta última se verá compelida a tratar de superar a su madre. En tal caso deberá decidir entre dos alternativas igualmente inaceptables ya que si se abre a la vida puede despertar la envidia y el resentimiento de su madre y sin lo hace le recordará sus propios errores y carencias.
¿Quién es el sujeto que padece esta lamentable situación?
¿La madre herida que una vez fue hija o la hija enojada que quizá un día sea madre y termine convirtiéndose en el blanco de los reproches de su hija?
Debemos superar nuestra tendencia a culpar a los demás y tomar conciencia, al mismo tiempo, de la angustia, frustración y abandono que, en ocasiones, nos embarga a las hijas de mujeres en crisis.
Una vez que hayamos tomado conciencia de la rabia que sentimos hacia nuestra madre debemos aprender a ubicar este problema en su contexto social, sacando a la figura de la madre del entorno doméstico concreto y ubicándola en el preciso momento histórico en que dió a luz a su hija....
Cuando las mujeres salen del entorno doméstico, e intentan aprovechar las oportunidades que le ofrece nuestra época la crisis que había estado oculta en el ámbito hogareño, termina por salir a la superficie.....
En el mismo momento en que la mujer pretende continuar desarrollando su propia vida, esa mujer se convierte en una hija con un problema alimenticio y debe detenerse a reflexionar sobre la vida de su madre.
Los desórdenes alimenticios sólo pueden resolverse en el seno de un contexto cultural amplio que nos permita desahogar la rabia por la forma en que hemos sido educadas y que incluya también el derecho de nuestras madres y de nuestras hijas a expresar su propia impotencia....
Estoy hablando de generaciones enteras de mujeres que han sido aquejadas por el sentimiento de culpa; de mujeres que no han podido ser auténticas madres porque sus legítimos sueños y ambiciones jamás fueron reconocidas; de madres que se sienten fracasadas y que no pueden perdonarse por ello; de hijas que se culpan a sí mismas por necesitar más de lo que sus madres fueron capaces de proporcionarles; de hijas que advirtieron y experimentaron en toda su magnitud la crisis de su madre; de hijas que no pueden permitirse sentir la rabia hacia su madre porque saben cuánto la necesitan.
La autora interpreta que la agresión corporal en la forma de dietas muy exigentes, oculta una amarga hostilidad hacia la figura materna....
Hilosdepiedra: recomendamos la lectura complementaria o de preferencia del libro: Mujeres que corren con Lobos, de Clarissa Pinkola.