martes, 4 de marzo de 2014

SAFOURET, EL GUAPO

GUAPOS EN COLOR. HILOSDEPIEDRA.

El Compadre: Hombre de las orillas: perdurable.
Estaba en el principio y será el último.
Estará donde un trágico boliche,
Sin revocar, humilde y colorado,
Ante el vértigo inmóvil de los huecos
Aventura su caña y su baraja;
Estará donde un hombre de voz áspera,
Al compás de seis cuerdas trabajosas, 
Frangolle con desdén una milonga, 
Más trivial y modesta que el silencio, 
Pero que hable de vida, tiempo y muerte; 
Estará donde el último retrato
De Yrigoyen presida austeramente
El vano comité que clausuraron
Con rigor las virtuosas dictaduras,
Negando al pobre el ínfimo derecho
De vender la libreta del sufragio;
Estará donde esté el despedazado
Suburbio, los calientes reñideros
Donde giran los crueles remolinos
De acero y aletazo, grito y sangre.

Mientras haya un clavel en la oreja
Del cuarteador; mientras perdure un tango
Que sea feliz y pendenciero y límpido;
Mientras desde la altura del pescante,
El carrero gobierne taciturno
El lento río de los tres caballos,
Y mientras el coraje o la venganza
Prefieran al revólver tumultuoso
El tácito puñal, estará el hombre.

Oscuro y lateral, vivió sus días.
Se llamó Isidoro, Nicanor, Amalio.
Admitió sin asombro los rigores,
El goce, la traición (ajena o propia).
Intuyó que a la larga son iguales
La precaria costumbre de la dicha
Y la costumbre que se llama infierno.
En los días pretéritos fue el hombre
De Soler, de Dorrego, de Balcarce,
de Rosas y de Alem; fue siempre el hombre
Que se juega por otros hombres, nunca 
Por una causa abstracta; fue el anónimo
Que se desangra en el barrial, vaciado
El vientre a puñaladas, como un perro.
(Murió en el Paraguay; murió en los atrios;
Murió la numerada muerte pública
Del hospital; murió en los pendencieros
Burdeles de Junín; murió en la cárcel; 
Murió al margen del turbio Maldonado;
Murió en los carnavales, de Barracas;
Murió en los carnavales, con careta).

Cesan los versos. La epopeya sigue
En Gerli, en el Rosario, en Ciudadela.
Los prontuarios registran el retrato
De un enlutado de mirada aviesa.
La sangre silenciosa del indígena
Perdura en él. Prefiere la ironía
Al insulto, el rencor a la esperanza.
Las noches de la dársena y del hueco,
Las albas que desolan y denigran,
Lo verán acechar, sexo y cuchillo.

Manuel Pinedo.