El Zen en la cultura occidental: Opiniones abundan en la inconveniencia de "adoptar" modelos, ó técnicas tan acendradas en la cultura de Oriente y tratar de asimilarlas a Occidente.
Esta postura, humildemente, nos parece un error, ya que si se ha captado el espíritu del Zen, ésto de ninguna manera será un obstáculo para experimentarlo.
Nada tan flexible como el Zen en ésta la cuestión simple de dejar que las cosas se acomoden. Se vayan adaptando "entre sí", para que el Zen pueda desarrollarse.
Quizà, lo que más nos cueste como occidentales, sea precisamente ésto: dejar, dejar que las cosas se acomoden. Esto, según la opinión de los Maestros Zen, es el mayor obstáculo para el occidental.
El dejar ser, es dejar que las cosas simplemente "sucedan", esto es, sin fijar de antemano una finalidad, una meta.
Esto, es para nosotros, más que nada, el obstáculo mayor. No tanto dejar que las cosas sean, como el hecho de no plantearnos ninguna meta, ningún objetivo a cumplir.
Lo que queremos aclarar, es que no habría que confundir "dejar ser" (wu-wei), con inercia, o alguna variante de desidia, dejadez, indiferencia, abandono etc.
Estos conceptos, frecuentemente, van acompañando a una mente "fugitiva", una mente que "deja ser porque mientras tanto, piensa en otra cosa", por eso hacemos la diferencia. El "dejar ser para que se acomoden", es como dicen en España, "quitarle el hierro" a las cosas. La constante focalización, la observación, el análisis de: ¿esto es Zen?, ¿seré hoy más Zen que mañana? ¿Cómo es la postura?, ¿Estoy suficientemente atento?....
Eso no es Zen. El Zen opera a través del "no hacer". No intervenir activamente en las situaciones, con el objeto de lograr algo. La fijación de metas no es Zen. Aunque las intenciones de superación son muy buenas, no para el Zen. Los intentos de superación pueden aplicarse a técnicas, que conllevan un resultado, que este resultado se modifica de acuerdo a la práctica.
La práctica del Zen, por otro lado, pasa por una "observación", una "atención", del momento, de la experiencia que atravesamos, sin absolutamente ninguna calificación, ni juzgamiento.
Muchas veces, nos sorprendemos enojándonos con nosotros mismos. Este enojo se origina cuando nos desviamos, nos sorprendemos fuera de lo que pensamos es lo correcto. Esto ya es una consideración de meta u objetivo. Esto no es Zen. Claro que fallaremos una y otra vez. Ni siquiera merece mención el hecho. Simplemente seremos alguien que falló, y sin juzgarnos severamente, soltamos esa sanción que tan fácil nos sale al encuentro.
El "esfuerzo consciente", entonces, es el mayor de los obstáculos: "Ahora voy a suspender la mente, ya está en blanco, casi ni pienso, ¡qué bien me sale hoy!, hoy estoy disperso, no hay caso, no tengo un buen día, me enojo, hace un rato que estoy en pleno "divague" cuando me esforcé en estar atento, no paro de pensar".....y así al infinito.
Otra cuestión que los occidentales tenemos, es la tendencia a clasificar todo, a sujetar todo de acuerdo a nuestras convicciones hasta que "encajen".....
Es muy difícil solo "estar presente", observar la propia mente, la manera en que ésta se agita, se calma, cómo los pensamientos, como los monos, bailan de rama en rama.
Un instructor con el hicimos un curso, aplica su experiencia como meditador en las sesiones de terapia (es médico psiquiatra), progresivamente va mostrando a los pacientes que "hay otra forma" de pensar el pensamiento. Hemos tenido, incluso, oportunidad de escucharlos, historias que cambiaron el rumbo. Aquí, tal vez, se pueda aplicar una finalidad, como médico, su intención es "aliviar el sufrimiento". Aplicar la compasión, esto es el entender el sufrimiento del otro, no juzgarlo y "lograr" que el paciente se"desentrene" con respecto a culparse, a juzgarse crudamente, o a juzgar duramente a los otros, despiadadamente, como se le ha enseñado.
Esto es, simplemente, otro sendero.....