viernes, 13 de noviembre de 2020

GUERRA DE ZARES

 


BLAIR

A mis pocos años, he vivido una experiencia restringida a ciertas mujeres adultas, eso es casi seguro y, no me arrepiento, volvería a elegir a muchos, aunque, no a todos los momentos. Porque  todo lo vivido, me han hecho quien soy.

 Un viernes por la noche, mis dos amigas y yo, acompañamos a Mark a un club de lujo, uno de los más famosos de la ciudad. Él obtuvo un <<pase>> para ingresar, por la reparación de uno de los equipos de sonido, en tiempo record ya, que resolver la cuestión de la música un jueves a última hora, antes del día tope que suele ser el viernes, sin cobrar demasiado, le abrió la puerta a él y sus invitados. Sería una experiencia inédita, y seguramente irrepetible, para nosotras, que nunca hubiéramos podido acceder a clubes de lujo, como era el <<Makari>>, <<bendecido>> en ruso, según me entero. Me parecía un término algo contradictorio, pero estaba encantada de poder ingresar, a edad temprana, a ese templo que simbolizaba el lujo y lo prohibido, tanto, como puede estarlo para una chica de diez y ocho años, que estudia informática, sin otras opciones en su horizonte y con escasos medios económicos. Mi capacidad de reflexionar, no era lo más destacado de mi persona y estaba más ocupada buscando resaltar mis atractivos, que en analizar lo escondido debajo de las superficies brillantes y de apariencia fácil.

Mark, ha trabado cierta relación con Nika, el hijo del Zar, como escuché que le llaman, al dueño de todo. No nos pareció algo anormal, por consiguiente, que el tipo, se pasara esa noche por nuestra mesa y nos invitara con una botella de champán. Noté que fijaba sus ojos, por turno, en cada una de nosotras tres, demasiado ocupadas en tomar algo bueno y muy caro, y reírnos de todo. Averiguó, al pasar, que Mark, no salía con ninguna de nosotras y por ende, estábamos libres de compromisos. Después supe, que eso, hubiera sido un detalle menor. Una mujer comprometida, lo sé ahora, no hubiera sido un freno en sus avances. Se movía constantemente acompañado por dos fornidos custodios que se quedaban algo retirados, de pie a su espalda, los ojos atentos, imperturbables y de aspecto intimidante, ambos idénticos. Parecía una película mala, cuchicheamos divertidas.

Mark, no ha tenido mejor idea que estarle atrás a la barista, de nombre Natalia, y somos sus <<excusas>> para establecer un cerco con aspiraciones a transformarse en propietario de la chica.

Nos pareció natural, salir a bailar a la pista, entre nosotras, y fue muy divertido eso de sumergirnos en una marea humana sudorosa y ajena, que bailaba con ojos cerrados, al compás de la música tecno. Al principio, no nos dimos cuenta de la irrupción de un pequeño ejército de hombres armados hasta los dientes, que empezaron a barrer a tiros el lugar, pegándole a las luces, y dejando casi en penumbras el local, en medio de gritos, corridas y empujones. Fui zarandeada, de un lado para otro, y por nada del mundo quería caer al suelo, donde sabía que había riesgo cierto de morir aplastada por los pies de los que intentaban huir en estampida, cuando el fuego se encendió en las pesadas cortinas del escenario. Pero, por más esfuerzos que hice, al final, fui arrojada al suelo con violencia por alguien que pasó corriendo a mi lado y caí de bruces. Sentí que pisaban mis manos, y traté de ponerme de rodillas, siendo, nuevamente arrojada al suelo. El humo, denso, había comenzado a surgir desde el foco del incendio. La salida, había que buscar la salida ¿Quién, en un momento así, se acuerda dónde quedan las flechas indicadoras?

Gritos en un idioma que imaginé eslavo, se escuchaban de un extremo al otro, pero no entendí nada. Había perdido de vista a mis amigos y me preocupé por intentar ponerme a salvo. Fui gateando hasta una mesa que tenía un mantel rojo brillante y me lo tiré encima, tratando de envolver mi cabeza y seguir gateando, agradeciendo a  las películas de incendios donde muestran  lo que supuestamente hay hacer. Pero la sensación de sofocación me alcanzó, como a todos, y comencé a sentirme, algo atontada, el mantel volvió a caerse y quedó enrollado en mi cuello.

Una mano me tomó de los cabellos y me arrastró unos metros, y alguien me cargó sobre los hombros. El hombre, conocía la salida y sentí cómo giraba por lo que parecía un pasillo, y, torcía incontables veces; a los lejos escuchaba las sirenas de los bomberos. Todo su cuerpo vibró cuando dio una formidable patada a una puerta y una bocanada de aire fresco inundó mis pulmones y mi garganta irritada que parecía haberse secado, mis ojos llenos de lágrimas por el ardor, no me dejaban ver con claridad, siguió corriendo hasta la avenida frente a la puerta principal. Me introdujo bruscamente en la parte de atrás de un auto que partió velozmente. Estaban secuestrándome. Mierda. Eso nos pasaba a las chicas intrépidas y muy, pero muy estúpidas.

Traté de quitarme del todo el mantel que aún llevaba enrollado y de levantar la cabeza. Pero, una mano me mantuvo la cabeza aplastada contra el asiento con olor a cuero. Empecé a gritar y me llegó una bofetada en la mejilla que me aturdió, aún más de lo que ya estaba. Opté por adoptar la posición fetal y escuchar lo que decían. Inútil. Era el mismo endiablado idioma que había escuchado en el Makari, durante el ataque. Así que en mi lengua, les grité que yo no tenía idea qué hacían ellos, ni quiénes eran, que habría un error, que seguramente me confundían con alguien y que mi nombre era Blair. Siguió el silencio, ahora, estaba segura, me darían el tiro de gracia y abriendo la puerta me arrojarían en una acequia. Una mano me tanteó el cuerpo, yo pateé dando manotazos e insultando. De uno de los bolsillos de mi campera, sacaron mi teléfono y mi identificación que casi siempre me piden al ingresar a los antros a los que voy. Es el problema de aparentar menos edad de la real. Siguieron hablando entre ellos. Maldita sea, les había visto las caras y aunque por el shock, ni siquiera me acordaba de ellos, jamás me creerían. El automóvil se detuvo.

Lo que siguió después fue otro infierno. Una lluvia de explosiones cortas, en la noche y el tableteo de las películas, atronó en el silencio de la noche.

Los cuerpos saltaban por los impactos a través de los vidrios, recibí pinchazos de pequeñas esquirlas y estaba gritando como una loca cuando todo cesó, como había empezado, de golpe. La puerta trasera se abrió y cerré los ojos, mi hora había llegado.

Unas manos, otra vez, tironearon de mis brazos, remolcándome hacia afuera, a la noche y al viento frío. Estábamos en medio de un camino rural, entre bosques. Me quedé parada al lado del auto, las luces de otro vehículo me enfocaban y no veía absolutamente nada. Me cubrí más con el mantel, clavada en el suelo. Si echaba a correr, creo que escucharía el tiro de gracia. Una silueta de un hombre, seguramente el que me había sacado del auto, habló por un micrófono, y no entendí lo que había dicho. Me tomó del brazo con suavidad y me introdujo en el asiento de atrás del auto que estaba con las luces encendidas ¿Acaso me había transformado en una valija en las últimas horas?

—Estaremos cerca, y agradezcamos que estén todos muertos, si el jefe no nos dispara un tiro, el que se sentaba en el asiento del acompañante, dijo en inglés al conductor que asintió, mudo.

Llegamos, después de una eternidad, a una casa enorme en medio de un bosque y me hicieron bajar, caminamos por un sendero de grava hasta un portal doble. Desde adentro, alguien abre una de las dos hojas. Me conducen hasta un salón enorme con una chimenea encendida. Sentado cerca, está <<el jefe>>.

Me hace un gesto que me siente enfrente, en otro sillón, idéntico. Me ofrece un trago que rechazo. Acepto un café. Sigo temblando.

—Es la adrenalina, no es por el frío. Su voz es suave y de tonos bajos, tiene un leve acento, el cabello negro bastante largo y algunas canas, ojos fríos azules y rasgos armónicos.

Hasta que no me traen el café que empiezo a beber, no vuelve a hablar.

—Tengo que pedirle disculpas, en nombre de esos hombres (acá interpuso una palabra en ruso o algo así), que ya no viven para hacerlo, pero eran tan estúpidos que le han confundido con mi hija. Fueron por ella, que, a última hora, cambió de idea y se fue a bailar a otro club. La miro, y el parecido es asombroso.

¿Debo sentir felicidad por parecerme a la hija de un mafioso?, pensé.

— ¿Puedo marcharme?

 No me importa su hija, los hombres, ni sus disculpas, solo quiero meterme en mi cama y dormir un día entero. Recién advierto los magullones en mi cuerpo que duele en cada rincón, y, los desgarros en mi ropa.

—Es muy tarde para volver a la ciudad, están los accesos cortados, y no conviene dejarse ver por allí, así que le ruego que acepte mi hospitalidad por esta noche y mañana, la dejaremos en su casa. Si tiene que avisarle a alguien hágalo, sin problemas.

Sigo viva, aunque no sé si aprovecharán para dispararme cuando duerma.

Se me ocurre llamar a mi mejor amiga, Jackie, que esa noche, salía con un chico y no pudo acompañarnos. Si no apareciera, sabría que algo me ha sucedido, y rastrearán mi celular…avisarán a mis padres. A estas alturas, ya imagino quiénes son estos tipos.

Me dan uno desechable para que le hable y mis esperanzas de ser localizada, se desmoronan. No le doy más detalles, solo lo que ha pasado y que llegaré a casa al día siguiente, que estoy en la casa de… una amiga con las que fui al club. Nadie hace ademán de darme un nombre y no quiero parecer curiosa.

Mi habitación es enorme y lujosa, tiene un baño de mármol con grifería que parece de oro. Antes de darme una ducha, me  miro al espejo, estaba tiznada y con el pelo revuelto antes de meterme bajo el agua, al costado de mi cara, un moretón ha comenzado a formarse. Ahora estoy limpia y huelo a jabón. Acomodo la ropa lo mejor que puedo, pero está irrecuperable, casi cubierta por salpicaduras de sangre. Imagino que es de la carnicería en la que estuve horas antes. Me dan arcadas y me meto desnuda en la gran cama.

A la mañana siguiente, golpean mi habitación y una chica risueña y bastante parecida a mí, me deja un equipo de ropa para cambiarme y se lleva el despojo que fue la mía.

—Eres la que casi me reemplaza —me mira y se ríe. Tiene más o menos mi edad. Debes haberte asustado bastante, agrega.

—Sí, pero recuerdo muy poco de lo de anoche, ahora lo veo muy confuso.

Espero que les anime a dejarme ir.

—No van a hacerte nada. Soy Ania y mi padre ha quedado muy afectado por lo que pudo haberme pasado y ya está trabajando en ello. Confía en él.

No quiero saber qué significa estar <<trabajando en ello>>, pero puedo imaginármelo.

—Desayunemos y te llevo a tu casa.

Nos sentamos en un comedor que parece el salón de un club inglés, con paneles de madera por todas partes, hermosas vistas de un parque inmenso que incluye un estanque artificial. Una asistente se apresura a servirnos, saludando y marchándose enseguida.

En la siguiente media hora, me entero que tiene un par de años más que yo, un hermano mayor que estaba en el club que supongo que es el del champán y que salvó su vida, y ahora, está con los del seguro, viven con su padre, el jefe, y su madre ha muerto cuando ellos eran niños.

Le digo que conocí a Nika anoche, que soy amiga de dos chicas más que estaban allí y de Mark, el que reparó el equipo de música. Intento establecer vínculos, necesito que sepan que hay personas, que se preocuparían por mí, y, que, querrían saber qué me ha sucedido. Soy inofensiva, necesito que alguien me crea...

Antes de dormir anoche, escuché el vozarrón del padre, e imaginé que estaba <<disciplinando>> a sus hombres.

Cuando hemos terminado, le sigo hasta un deportivo rojo y me lleva a toda velocidad hasta mi casa.

Cuando íbamos de salida, nos cruzamos con Nika que me mira, pero no me reconoce.

—Si no te saluda es porque debe estar furioso por lo del club y cuando está así, mejor es ignorarlo.

—Te devolveré tu ropa, Ania. Dime dónde y te la envío —le digo.

 Lo que llevo puesto vale sus buenos miles.

—Quédatela. Yo tengo un vestidor lleno de ella.

—Es que… No me gusta quedarme con algo que no me pertenece.

—Bueno, te la regalo. Ahora, es tuya.

—No sé qué decir, es muy costosa y yo…

—Por lo que escuché, has causado una buena impresión en mi papá. Sonrisa amplia y yo que siento mi cara encenderse.

—No te preocupes, es algo natural. Está solo hace algún tiempo y las novias que van y vienen, le han cansado, y eres tan… diferente a ellas…

—Pero yo no volveré nunca más, Ania. No habrá de qué preocuparse.

—No me preocupa para nada. Me gustas, se nota que no eres interesada y que el dinero solo te hace falta para vivir, pero, no tienes como objetivo meterte en su cama para pedirle dinero continuamente.

— ¿Cómo puede ocurrírsete semejante idea? Tengo planes de estudio, buscar trabajo y jamás pondría mis ojos en, en…

— ¿En un tipo que te lleva bastantes años? Completa la frase.

—Sin ofender, le digo. Jamás se me pasó por la cabeza.

— ¿Te molestaría ser la novia de un zar de la mafia?

—Lo has dicho tú, yo no tengo idea quiénes son y quiero seguir así —afirmo.

—No contestas mi pregunta.

—La verdad, es que nunca se me pasó por la cabeza que podía toparme en mi vida con alguien... así. Digamos que tiene ese estilo de vida.

—Conozco a mi padre. No lo consideres acoso, pero si le has impresionado, decide qué harás. Es un tipo sensible, a pesar del trabajo que hace, y si le rechazas, te dejará en paz. Es un caballero y jamás haría nada en contra de tu voluntad. Tiene en cuenta mi opinión, porque sabe que jamás me equivoco.

— ¿Y apruebas que tenga tantas novias y …

—Si él es feliz yo soy feliz y Nika también.

—Pero si tuviera alguna riña con la novia de turno, seguro que ustedes intervendrían para impedirle que le cause pena ¿Verdad?

—No, mi padre es mayorcito. Sabe arreglar sus asuntos.

Trago saliva. Obvio que el padre es muy atractivo, a pesar del susto que tenía, ciega no me había quedado. Pero con mi aspecto de pingüino empetrolado de hollín, debí causar más pena que otra cosa. Claro, que estos tipos, sienten el mundo distinto al resto. No deben saber lo que es el miedo, ni el dolor físico, y sí, saben cómo causarlo. Las películas son un reflejo de la realidad, eso lo creo a pie juntillas. Deben ser todos psicópatas, y sádicos, eso, casi seguro. Como que también saben arreglar sus asuntos amorosos.

Me deja enfrente de mi casa. Me saluda con la mano y parte, como un bólido.

Los siguientes días, mi vida sigue como siempre. He ingresado en la Universidad para estudiar programación, gracias a haber obtenido una beca por mis buenas notas, y debo completar mis ingresos, consiguiendo un trabajo de medio tiempo, el que, por ahora, es inexistente, que permitiría mejorar mi calidad de vida.

Desde casa, mis padres, me envían dinero, el que pueden, para ayudarme. A los rusos, no les he mencionado que tengo padres vivos, cuanto menos sepan de mi familia, mejor, aunque si averiguar de ellos, fuera lo que tienen que hacer, sin duda no tendrían ninguna dificultad para hallarlos. Mierda, bastante tenía yo, tratando de sobreponerme al horror de esa maldita noche. No todos los días, una se ve envuelta en un tiroteo y en secuestro que termina con el asesinato de los captores a escasos centímetros de tu cuerpo, bañándote con su sangre tibia y viscosa.

No sabía, en ese entonces, el intenso escrutinio al que sería sometida mi existencia y la de ellos. Todo, gracias a una discutible belleza, por mi aspecto de cierta <<orfandad>> que fue la que, aparentemente, sedujo al padre de Ania. Realmente, es un misterio lo que nos atrae del otro. Hay gestos, timbres de voz, miradas, formas de suspirar, o de entonar ciertas palabras o algo indefinido o un recuerdo del pasado, que transforma lo objetivo, en una realidad, solo apreciada por el involucrado. También hay quienes caemos a los pies del costado oscuro del otro, y nos enamoramos del lado equivocado, es más antiguo que los piojos.

Si tengo esta forma de pensar, es gracias a mi padre, que es un gran lector y me ha sabido transmitir ciertas ideas, que me sitúan un poco por fuera del común de ciertos milenials.

Mark nos cita a las tres para salir a los quince días. Esta vez, he decidido negarme, ya he tenido bastante, y por ahora quiero enfocarme en los estudios y esperar que el miedo baje sus niveles. Tengo que confesar que camino por la calle con aprehensión, giro la cabeza sobre mi hombro a cada paso, observo las caras y gestos ajenos, con desconfianza. Los ruidos fuertes me sobresaltan con cierta exageración y Nueva York, no es una ciudad muy silenciosa que digamos, así que, en ese sentido, no la estoy pasando bien. Desde el mínimo piso del turbio vecindario donde alquilo, todos los ruidos, que antes me dejaban indiferente, ahora, cobran sentido, y si no consigo ubicar su procedencia y causa, le doy vueltas, reproduciéndolo en mi cabeza, hasta que me quedo dormida, de puro agotamiento.

Aprovecho y cuando voy a casa, le pido pastillas para dormir a mi madre. Ella, no duerme bien por las noches y se preocupa que yo tampoco lo haga. Pretexto estar preocupada por exámenes, nada fuera de lo normal.

Una tarde, tocan el timbre de la puerta. Un mensajero deja una caja a mi nombre. Mi corazón golpea, como un martillo. Espero que no sea lo que usualmente, pone la mafia en cajas: dedos, orejas, cabezas y ese tipo de cosas. Los días posteriores al ataque, he barrido internet buscando noticias sobre la matanza del bosque y no hay una sola. Solo el <<incidente>> en el <<Makari>>. Es muy raro, aunque, si han hecho desaparecer los cuerpos… El estanque, pienso con horror. Tal vez, los sumergen allí con peso en los pies y…

Mis manos tiemblan al abrir la caja. Es negra, la tapa con letras grabadas en relieve, doradas, es de una marca de ropa, que suelen vestir los millonarios. Sonrío. La ironía de una cabeza justo en esa caja. Tomo un cucharón y, tomando envión con el mango, abro la tapa, arrojándola lejos. Hay papeles de seda marfil tapando algo. Sigo escarbando con el cucharón y queda a la vista un vestido doblado, al que tironeo y arrojo al suelo, para convencerme que es lo que parece.

Lo tomo y un precioso minivestido gris, satinado, con las medias a tono. Una división interna en la caja para alojar el par de zapatos a tono. Una tarjeta escrita a mano.

Sigo temblando, nerviosa. <<Por los daños causados en su ropa, espero que sean de su gusto. Si desea cambiarlos, solo tiene que ir al negocio y hacerlo. Si lo que elija, fuera más costoso, que lo pongan en mi cuenta. Presente esta tarjeta>>. Sus iniciales, Y.K.

¡Ay, qué desastre! Estoy tentada de devolverlo, pero si se ofende, tal vez, se irrite y no deseamos eso ¿Verdad?

Me lo pruebo y parece hecho a medida. Vaya ojo que tiene el Zar. Debe ser cliente habitual, para su harén, no puedo evitar pensar.

Eso fue, lo que me hizo, al día siguiente, que no tenía clases, salir rumbo a la tienda y devolver el costoso regalo. Me quedo sin aire, cuando me entero del precio. Hay una cuenta a su nombre y decido escribirle una nota.

<<Le agradezco su atención, pero lo que se me arruinó, no valía ni la décima parte de lo que usted tan generosamente me obsequió, por eso, no puedo aceptarlo. De todas formas, fue un episodio que podría haberle sucedido a otra persona. No soy nada especial y es la manera en que me han enseñado a ir por esta vida. Gracias, de nuevo. Blair D. >>.

Cuando observo el gesto de las vendedoras, me siento abochornada. Sé que han evaluado cómo voy vestida y siento el desdén pintado en sus caras, pero no me importa. Me siento libre, no debo nada y prefiero que me deban, antes que al revés. Ese es el mundo en el que he crecido.

Como había adelantado Ania, la cosa no iría de acoso, aunque se parecía bastante. A las dos noches, un enorme auto negro, seguramente blindado, estaba estacionado frente a mi portal y el timbre sonando.

El mismísimo Yuri Kovacic en persona, escoltado por los clones de su custodia, estaba parado frente a mi puerta. Siento que sudo a pesar del frío. Miedo. Temo su reacción eslava, son salvajes, eso cualquiera lo sabe, el cine lo refleja y mis rodillas se aflojan.

Abro la puerta y me quedo en la puerta.

Me hago a un lado y antes que él, entran los clones que a los veinte segundos ya están fuera. Es todo el tiempo que lleva recorrer mi piso, yendo despacio.

Cuando Yuri ingresa, me siento terriblemente avergonzada por el contraste entre la caja del gato donde vivo y la terrible mansión en la que él y su familia habitan, con tanta naturalidad como respirar. Uno de los clones, lleva la dichosa caja. Me encojo. Espero sus gritos, y no soporto que nadie me grite, así que, esto puede salir mal, si me hace lo mismo que a sus hombres la noche pasada.

Se sienta en el único sillón y el clon deja la caja sobre la mesa del café.

—De verdad, no quiero ofenderle, pero no puedo aceptar esto, señor Kovacic, es demasiado…

—No debe creer que merece menos ¿Quién le ha enseñado a desvalorizarse de esa manera? Deben ser personas que no se aman lo suficiente.

Me indigno y mis ojos se llenan de lágrimas. Mi madre.

— ¿Qué sabe de mis padres? ¿Sabe de sus padecimientos? ¿Lo que me inculcaron para no regalarme, para ser digna a mis ojos? Me enfurezco y avanzo dos pasos hacia él que no se inmuta. Los clones hacen ademán de cortarme el paso, pero un gesto de él, les detiene. Siento, que no tengo miedo, y tal vez, debería tenerlo.

Sonríe y sacude la cabeza con paciencia.

—Hagamos algo —me dice. Acompáñeme el sábado que viene, a una fiesta en casa de unos amigos, necesitará algo de calidad para ponerse, es gente muy rica, yo también lo soy, de ninguna manera podría faltarle el respeto, llevándole en jeans y zapatillas.

En los treinta metros cuadrados, no hay espacio para seguir negándome. Veo sus ojos, que de glaciales, se tornaron cálidos y amistosos. Les ofrezco café. No sé si a los clones se les incluye. Parece que no. Él, acepta.

Me hace preguntas generales sobre estudios, le cuento que no consigo trabajo medio tiempo y parece tomar nota de esto. Promete recomendarme con un conocido. Espero que no tenga vinculación con alguna actividad delictiva y sea una tienda de mascotas…Mira su reloj, lleno de pequeños relojes más pequeños y botones, parecido al que usan los astronautas o eso dice la propaganda.

Cuando se marchan, después de decirme que me avisará antes de pasar a recogerme, me siento en el sillón, todavía tibio. Me parece mentira que en el cubículo, haya estado un jefe de una asociación que no tiene límites y son crueles por naturaleza y que me he involucrado, sin poder negarme. No tengo idea hasta dónde querrá llegar, pero me lo imagino, y no necesito decir que transpiro del terror que me inspira la situación. Trato de aferrarme a los dichos de su hija, acerca de que no insistirá y siempre puedo negarme. Hasta ahora, no se ha respetado mi decisión. Debería haberme negado a acudir a una fiesta en su compañía. Medito acerca de lo que dijo de mis padres. Tal vez, sea cierto, y no me han enseñado a darme el valor necesario, para sentirme suficientemente apreciada. Experimento cierta irritación, porque, en el fondo, tiene algo de razón.

Jackie, cuando le cuento lo del vestido, reacciona mal. Recrimina mi debilidad por negarme a aceptarlo, así me hubieran volado los dientes delanteros, insiste. Ahora, tendré precio, según ella y no hay dioses sobre la tierra que convenzan al hombre que no soy como el resto, fácil de ser comprada, compensada y descartada de mala y peligrosa forma; de la que no se vuelve. Mi amiga, ejerce un beneficioso efecto sobre mí, me convence, pero ella, no sabe, solo lo supone, cómo son estos tipos; el <<no>>, no figura en su diccionario.

Aun así, haciendo acopio de coraje, esta vez me acompaña a la lujosa tienda y, en mi caso, por segunda vez. Las empleadas me reconocen. Esta vez, <<la andrajosa>>, se ha hecho acompañar por una colega. Aceptan la vapuleada caja, sin decir nada. En nota aparte, le informo a Yuri Kovacic, que lo siento, que este sábado no podré acompañarle y que por esa razón, he decidido declinar su invitación y su regalo. Un <<gracias y saludos>>, me parecen suficientes, antes de mis iniciales B.D.

No nos dan las piernas para salir huyendo del local.

Jackie se ha quedado con la boca abierta cuando ha visto el precio de todo y está asustada por mí. Yo también lo estoy.

—Ese tipo no va a detenerse, para él, eres una presa y nada tan estimulante como la mujer que le da batalla, dice para alentarme. A pesar de todo, la quiero, tantos son los líos en los que nos hemos metido juntas, pero el tacto, no es una de sus cualidades.

—Tal vez, debieras regresar a tu casa por un tiempo, quizá se canse, se aburra  y desaparezca. Pero ni ella misma lo cree.

—No voy a meterles en problemas a mis padres —afirmo rotundamente.

Al dar la vuelta a la esquina de mi casa, me quedo petrificada. Jackie me ha dejado para irse a su piso, y estoy sola. El largo auto negro blindado, como un tiburón, me está aguardando. Las empleadas de la tienda, son rápidas para el informe al patrón. La puerta de acceso está bloqueada por los clones. Es muy tarde para dar la vuelta y salir corriendo. Mierda.

Tratando de mantener la calma que ha huido sin avisarme, me acerco al portal como si fuera un día más.

Pero los clones me lo impiden y me señalan el interior del automóvil.

Mis piernas se dirigen obedientes, hacia las fauces, pero mi cerebro trabaja a mil por hora. Estamos en el siglo XXI, nadie puede intimidar a ninguna mujer de este modo.

Una voz femenina me llama por mi nombre. Ania.

Entro en la parte de atrás del auto y trato que la puerta siga abierta.

Se me acerca y me da un beso en la mejilla.

— ¡Vaya, esta vez sí que has enfurecido a Yuri! Se oye divertida. No está acostumbrado a que le rechacen sus obsequios.

— ¿Te mandó a ti, como mediadora? Mi voz tiembla un poco. Me estoy hartando del gato y el ratón.

—Me ha dicho que te haga entrar en <<razones>>. No habla muy bien el idioma, y hace mil años que vive aquí.

— ¿Pero qué edad tiene?

—Cuarenta y tres. Todo un anciano, lo sé. Se casó joven con mi madre y ya ves, anda de novia en novia, como un adolescente.

—Bueno, tú misma me dijiste que no iba a acosarme y esto ya lo es. Así que, vete advirtiéndole que le pondré una denuncia, si sigue atormentándome con la maldita caja. No me debe nada, no quiero nada y olvídense que me han visto.

Me quedo sin aire, el corazón me golpea como un pistón.

—Bueno, lo del sábado, me anunció que a las ocho de la noche estará por acá. Sabes lo que sucederá con tu denuncia, sonríe con perfidia, tiene a media ciudad, comiendo de su mano, no sé si me explico.

La miro con asombro, pensé que era distinta, que aceptaba el rol de la hija del Zar, pero no que sus métodos le divirtieran. Compruebo, una vez más que me he equivocado.

—Y lleva puesto el vestido, Blair. Me empuja fuera del auto, cierra la puerta y me quedo en medio de la vereda, sosteniendo la caja y una furia ciega ahogándome.

No puedo creer en lo que se ha transformado un estúpido regalo de reparación, hasta que me doy cuenta lo que simboliza. Delante de sus hombres, y de las empleadas de la tienda, que una casi adolescente le rebote el regalo, erosionaría su poder, y su prestigio, poniéndolo en jaque. En estos días, he aprendido más de los adultos maduros y mafiosos, que en media vida. Esta conclusión, no ayuda. Por el contrario, siento que estoy siendo transformada en una mujer objeto más, y esa no es mi intención, sino que es una manera paradojal de desvalorizarme, tan luego él, que cuestionó a los que me educaron.

Le escribo una tarjeta, con este argumento que a mis ojos es el más inteligente. Hemos intercambiado nuestros números con Ania y le saco una foto al texto enviándosela a ella para que se la reenvíe a su padre. Doy por zanjada la cuestión y, curiosamente, no recibo más respuestas, ni nadie que toque el timbre de la puerta de mi casa. A la caja y su contenido, hago la concesión de guardarlos en el fondo del placard y cuando pasan los días, casi me olvido del asunto.

Cuando llega el sábado, siento un creciente nerviosismo. Todo el día he esperado un mensaje recordatorio de la cita a la fiesta y no hay ninguno, así que, por un lado es un alivio y por otra, algo de decepción. Hubiera esperado que Yuri, peleara por mi presencia, pero ha desaparecido de mi vida. Así de contradictorias somos las mujeres. Cualquiera sabe esto.

El lunes, se sacuden las redes y los portales de noticias, al parecer, una guerra se ha desatado entre mafias y los cuerpos van y vienen entre un lado y otro de la ciudad. El tiroteo que se armó en el club <<Makari>>, ha sido el inicio, con el intento fallido del secuestro de la hija menor del Zar, de una guerra que tiene un trasfondo que es objeto de especulación periodística. Estiman que puede haber droga, armas, personas, toda una serie de negocios por los que las mafias, periódicamente ajustan sus mecanismos de equilibrio, para detentar el poder adquirido por medios como los que han ocurrido.

Ese debe ser el motivo por el que Yuri Kovacic ha desaparecido de mi vida y espero, por mi bien, que siga así.

De todas formas, rastreo en las redes dedicadas a los personajes famosos y aparecen fotos de ese sábado, en una fiesta de la colectividad, donde se le ve espléndido en su smoking, y una mujer rubia altísima y con pinta de modelo, colgada de su brazo, sonriente y confiada en sus artes. Al lado de ella, soy una cuasi adolescente, desalineada y bella, no voy a negar lo evidente, porque soy consciente del efecto que causo en muchos hombres, pero sin tanto arreglo.

Mark me llama y por cuarta vez, me invita a que salgamos con las chicas a tomar algo por mi barrio. Esta vez, acepto.

Mis shorts son muy cortos, y tengo una especie de top de lana peluda negro y lustroso, como una piel de gato. Decido cubrirme con un abrigo negro que compré el año anterior, usado, pero de muy buena marca. Mis botas están bien, y me apruebo, en líneas generales. Jackie, esta vez, será de la partida. Su curvilínea figura está más que resaltada. Mi amiga luce confiada y segura. Mi cabello oscuro estará suelto y  antes de salir, apago todas las luces, antes de perdernos en la noche.

Vamos a tres clubes para nosotros, algo accesible y la música, y sobre todo la bebida, circulan por todas partes, hasta en la calle.

Comienzo con cerveza. Tres horas después, deambulamos por la calle, inestables y ruidosos, como la mayoría con los que nos cruzamos, saludándonos como si nos conociéramos.

En una esquina se acaba de armar una gresca de proporciones. Nos sumamos a los espectadores y estamos dando saltos, palmas y gritos de aliento para que esos chicos se den una buena paliza. No falta los que filman.

Siento un brazo alrededor de mi cintura y una voz que me advierte, imperiosamente, que, <<ya es suficiente>> y que me despida. Lo peor de todo, es que nadie parece darse cuenta, que otra vez, estoy siendo secuestrada, con la diferencia que conozco al dueño del brazo, su voz, ahora su olor y el detalle no menor, no opongo resistencia alguna.

El interior del auto, se ha convertido ya, en un lugar harto conocido y frecuentado por mí. El rostro de Yuri está ceñudo y no intenta disimular su malhumor. Atrás quedó su modo de hombre encantador. Se mostrará tal cual es. Lo siento por mí, lo poco que he disfrutado de la corta vida que me ha sido otorgada, todo por tropezar con alguien que está seguro que le pertenezco y en su mundo no caben otros parámetros. Toma aquello que le gusta. Fin de la historia.

Al final, rompo el silencio.

—Nadie le ha enseñado, por lo que veo, que las mujeres, reitero lo de la nota, las mujeres no somos un objeto, a menos que nos dediquemos a serlo y no es mi caso, señor Kovacic. Ya se lo hice saber a su hija Ania y creí que había quedado claro.

—Eres muy mal educada, Blair y te haré aprender modales, te guste o no. Le he entregado mucho dinero a este país, y pensé que alcanzaría para educar a las chicas como tú, pero, por lo visto, nada es suficiente. Ya me lo hizo ver Nika, que saldrías disparada, eres ese tipo de mujer. Y no quise escucharle porque, soy de la vieja escuela.

El auto se detuvo frente a un club más imponente que el Makari.

—Quiero invitarte a cenar en mi nueva adquisición.

Me condujo de la mano, suavemente, a la entrada.

Por dentro, es lujoso sin disimulo. Diría que <<solo apto para millonarios>>. Obviamente, nada que ver con los tugurios por los que hemos andado, mis amigos y yo, una hora antes. Este, es un sitio de alto nivel, y, para pocos.

El sector VIP, es deslumbrante. La pista, que se observa abajo está abarrotada. <<Alexia>>, es el nombre del lugar. Ni pregunto, imagino que será alguna de las novias de mi acosador. Si sobrevivo, iré a la policía, me prometo.

Como si me hubiera leído el pensamiento, su semblante se relaja y sonríe. Me sirve champán en una copa de cristal que me parece fino. El hombre seductor, ha regresado.

La botella pronto se acaba y pide otra, con el firme propósito de emborracharme, supongo, así que me niego a seguir bebiendo y quiero irme. Me levanto y me tambaleo.

Se hace la oscuridad y todo desaparece.

Esta clase de escenas, parece de película, pero, mi historia, alguna vez fue así.

Despierto en la habitación de la otra vez. Parece haber amanecido hace rato, miro la hora en mi celular, me visto rápido, me pongo el abrigo y salgo corriendo de la casa. Nadie me detiene y pronto, estoy en la ruta, haciendo dedo.

El deportivo de Ania, se detiene a mi lado y la chica se ríe alegremente.

— ¡Te lo advertí! Le hiciste enojar y ahora, ya no va a protegerte.

— ¿De qué va a protegerme si yo no soy nadie? Grito.

—Eso es lo que piensas. Ahora perteneces a los miembros de esta familia, por decirlo de alguna manera, así que tendrás encima a los otros, nuestros enemigos, la familia Bogdánov. Te han visto en compañía de mi padre, eres su <<novia>> y ahora, mi querida, te has quedado en la intemperie, bajo la lluvia y sin paraguas. Te deseo buena suerte.

Arranca y sale volando, seguida por un par de camionetas blindadas, que me envuelven en una nube de polvo.

Estoy atrapada, entre dos fuegos. Una pesadilla que hace que mis intenciones de acudir a la policía, parezcan anuncios de sopa en lata.

Ese hombre infernal, me ha exhibido a propósito, para que me adhiera a él, literalmente. Habiendo fracasado su intención de mostrarme el sábado junto a él, lo de anoche, fue el plan <<B>>, más exitoso, ya que en el enorme local habría al menos, más de trescientas personas, y más de la mitad, nos vieron juntos.

Jackie atiende el mar de lágrimas en el que me he convertido. Es de la idea de acudir a casa de mis padres, pero quiero mantenerles lejos. No voy a permitir que los energúmenos de uno u otro bando, les hagan daño. Yo ya estoy jodida, esa es la verdad y no sé si ella ahora, también lo está. Pero pensamos que no, ya que no han estado en contacto con los rusos de Kovacic.

NIKA

El nuevo capricho de mi padre, se llama <<Blair>>. Es menor que nosotros, eso termina de probarme que el viejo está loco. La chica se vio involucrada en el tiroteo e incendio del Makari, y cuando él la vio, hecha un estropicio, después de haber sido secuestrada por haberle confundido con Ania, mi hermana menor, quedó impactado. Creo que tiene que ver con algo que pasó en la guerra de los Balcanes.  Cuando se enteró de lo sucedido, entendió que debía liberarla, dejando un par de cuerpos en el trámite, como casi todo lo que sucede cuando toma las riendas de algún asunto personalmente. Confieso que es muy bella, demasiado. Si no fuera por él… Creo que le echaría el guante sin problemas, pero Yuri, me mataría, literalmente. Ella, creo que honestamente, hace lo peor que puede hacerle a mi padre cualquier mujer: decirle que no. Eso es suficiente para transformarle en un depredador y, la persecución, a la pobre le está quitando el sueño.

Como consecuencia de lo sucedido en el club, se desata una guerra con los Bogdánov. Era hora, pero nos tiramos con los cuerpos de un lado al otro del río, perdiendo dinero en el medio, hasta que, volvamos a pactar una tregua, como ya hemos hecho en el pasado.

Ignoramos qué llevó a los Bogdánov a tratar de secuestrar a mi hermana. Cuando los dos cabezas de familia se reúnan, espero que aclaren el asunto. Que yo sepa, Yuri, jamás se metió con nadie de la familia de ellos. Es muy respetuoso en ese aspecto, por eso, es inclemente si los otros violan nuestro acuerdo de respetar a nuestras mujeres.

Después de tanto enojo y rechazo, Blair ha huido esta mañana. Ania le encontró haciendo autostop en la carretera, así que imagino que cuando mi padre lo sepa, le dará un ataque cardíaco. Es fuerte como un roble, pero esa chica del demonio, le ha vuelto loco. Tiene acceso a mujeres por cientos que estarían más que dichosas de ser objeto de su atención, con más mundo y experiencia en todo sentido, y él justo se encapricha con esta cría, o justamente, porque es todo lo contrario de lo que tan bien conoce. Por ahora, está absorbido por las negociaciones que está tratando de llevar a cabo con la otra familia y la ha descuidado. Creo que sería mejor que, de una buena vez, Blair se rinda, y así Yuri, se tranquiliza, la deja en paz, cuando ya no tenga el incentivo de la cacería.

Recibo hace unos minutos el llamado de mi padre, y le informo de la <<novia fugitiva>>. Escucho sus gruñidos, como si de una bestia encadenada se tratara. Me designa encargado de hallarle y traerla de regreso al menos, hasta que se reúna con Sergei Bogdánov y ver qué se traen entre manos.

Doy vueltas, seguido por mis custodias, por los sitios que ella frecuenta, pero parece haberse escondido. Averiguo que la universidad está en receso invernal, pero ella está buscando empleo. Se me ocurre una idea salvadora.

Llamo a uno de nuestros parientes, que posee un enorme taller de reparaciones de autos y le cuento que es necesario que <<invente>> un puesto de trabajo para Blair. Por supuesto, cuando se entera, que ella cuenta con la atención de mi padre, se dispone a hacer su magia en la oficina. Ahora solo falta que alguien en quien ella confíe, le informe del trabajo. Pienso otro poco y Mark, surge del fondo de mi memoria. Su amigo, el chico que ha reparado los equipos de audio del Makari. Me contacto con él, y parece querer ayudarla. Mi condición es que no se entere que estoy detrás del asunto. Él, ingenuamente piensa que me gusta y quiero ayudarle, y le dejo creer que es así. Quedamos en que él le comentará que tiene un lugar donde trabaja un conocido y que necesitan una empleada de medio tiempo. Allí, mi padre, podrá contactarla y disponer de ella, poniéndola a salvo, o todo lo contrario.

YURI

La chica que tengo sentada enfrente de mi sala, ha llegado justo en el momento propicio. Tal vez, sea demasiado joven, pero tiene la edad que teníamos cuando nos casamos con Alexia, aunque ahora maduran a los cuarenta. Parece empeñada en hacerme enojar, rechazando mis atenciones. No conozco otra forma de conquistar a una mujer como no sea con regalos, si son costosos, mejor. La confundieron con mi hija, y que los Bogdánov, agradezcan el error, porque ya habría iniciado un baño de sangre entre los suyos, si algo le sucedía a Ania. A ella no puedo negarle nada y cuando me dice que le gusta la chica, me da ánimos para ir en su persecución. Mi hija tiene una intuición como la que tenía su madre, cree que no es interesada y que viviendo al día como parece vivir, es un caso raro que no me ande atrás para sacarme lo de todas: dinero. Tengo la idea de reparar la pérdida de su vestido barato, por algo sensual y de calidad y me lo ha devuelto. Creo que no es un <<acting>>. Me tiene terror y está bien que así sea, pero ni aun eso la convence de aceptar mi regalo y se niega a acompañarme a una fiesta dando excusas tontas. Me hago acompañar por Sonya, que ha gozado de mis favores, en el pasado, y ya ha echado a volar lo suficientemente rica. Pero, nosotros, somos casi como un matrimonio de cuarenta años, no hay chispa, ni curiosidad, todo lo que hubo se ha agotado y ambos los sabemos, pero ella, desempeña su papel como siempre, muy convincente. Me cuenta que ha instalado su propio negocio y está saliendo con un buen tipo. Me alegro por ella.

Le encargo a Nika que ubique a Blair, que luego, me haré cargo yo. Ocupado como estoy en tratar de frenar esto con los Bogdánov, antes que alguien importante salga dañado de nuestras familias. Eso sería un verdadero desastre. Ahora la chica será centro de su interés y con eso, me intentará socavar, pero nadie va a tocar nada que me pertenece. Y Blair es como si lo fuera. Mis ojos, no se han posado en ella para quedarme con las ganas, precisamente. Les dejo en claro a ellos esta situación, espero que alcance, antes que acordemos una nueva tregua. Si algo le pasa a ella, deberé iniciar una guerra, como si de mi mujer se tratara.

Comenzará a trabajar para Antonov, es familia y el encargado de reparar nuestros autos, hacer desaparecer cualquier huella de violencia de las carrocerías, entre otras cosas. Tiene un desarmadero, en las afueras de la ciudad, donde desaparecen los autos demasiado comprometidos. Si ella, por cualquier  motivo, causara problemas, correría igual destino que un auto.

BLAIR

Por ahora, nada alarmante he visto en los alrededores de mi piso. Mark me ha conseguido una entrevista en un taller que repara automóviles. El único problema es que está ubicado en las afueras. Tendré que entrar a las dos de la tarde, después de clases y saldré a las ocho de la noche, en invierno, con poca luz, no es un tema que me agrade, pero es lo único que ha aparecido por ahora. La tarea, parece sencilla, tener al día el stock de repuestos, atender a los proveedores, y algunas tareas que no me han especificado todavía que entran en el rubro <<varios>>.

Me paso la tarde sentada en la oficina ubicada en el primer piso, desde donde se ve todo lo que sucede en la planta baja, donde trabajan los mecánicos, veo gente entrar y salir todo el tiempo, con el aire que ya me es familiar, el del clon y creo que están vinculados con Yuri Kovacic. Recuerdo que él me prometió ocuparse del asunto y al parecer, lo ha hecho. Tendré que hablar con Mark, no sé en qué se ha metido gracias a Natalia, o tal vez la chica no tenga nada que ver, pero deberá estar más que atento. Esta gente no bromea. Me consta.

Puedo ver cómo a última hora traen un auto negro que conozco, en una de sus puertas, están los típicos impactos de bala. Como las termitas, se trepan sobre la unidad y en un soplo, la reducen, le quitan las partes dañadas y las reemplazan por otras idénticas, incluyen placas nuevas. Trago saliva. No hay forma que ellos tengan un negocio decente. Hasta una peluquería, les serviría para cambiarle el look a los cadáveres que deben ir dejando por allí.

Aunque puede parecer que me lo he tomado a broma, es mi reacción natural, cuando estoy aterrada. Se me da por reír o bromear, en un intento desesperado de reducir la tensión. Me doy cuenta de la dimensión del problema en el que estoy metida y no sé cómo salir sin dañar a personas que me importan y que quiero.

En la universidad, hemos vuelto a clases y trato de enfocarme lo que me queda de la noche en los libros. Estoy bajando peligrosamente las calificaciones. La distancia hasta el taller, se está notando. Llego a casa tarde y apenas tengo energía para meterme bajo la ducha, calentar algo precocido en el microondas y en la cama, los libros y mi computadora aterrizan sobre mi cara, cuando me quedo dormida. Tendré que renunciar, a mi pesar. Mañana hablaré con el señor Antonov.

Cuando me retiro, después de cobrar lo que gané esas tres semanas, le veo de reojo, hablando por teléfono. No creo ser el centro del Universo, pero no debo estar descaminada, si pienso que habla de mí. Más problemas en puerta, suspiro, desanimada. Pero, en este último mes y medio, he dado muestras que solo me enfoco en mis asuntos y que no me interesa lo que suceda alrededor mío.

No sé por qué me extraño cuando veo el dichoso auto negro estacionado delante de mi edificio.

Yuri Kovacic, ha estado esperándome. Eso solo puede significar una cosa: problemas.

Si tan solo apareciera Jackie por el extremo de la calle… Pero eso no sucede.

Otra vez estoy sentada a su lado en el asiento. El interior huele a cuero y a humo de cigarrillos. Debe haber tenido una reunión antes, con alguien más, porque, hasta donde sé, él no fuma.

— ¿Qué ha sucedido con Antonov? Su voz es monótona, sin inflexiones y se ahorrado el saludo. No hemos comenzado bien, precisamente.

Le describo brevemente, los problemas con mis notas por la enorme demora en llegar a casa, y de paso, le agradezco si él ha tenido algo que ver con el trabajo. Pero fue cosa de Nika.

—Ya hablaré con mi hijo, dice en tono irritado. Una chica tan joven, no puede estar saliendo de ese sitio, sola, por la noche, después de trabajar. Se nota que no es padre, su tono ahora parece una disculpa.

—Ha querido ayudarme, sin duda.

—Pues tiene que aprender a pensar más de una cosa por vez —su voz suena firme, como si le tuviera a Nika sentado delante con la cabeza baja.

El auto se dirige al centro de la ciudad. Se detiene frente a un restaurante de lujo. Me da la mano para que me baje. Reparo que voy en jeans y zapatillas. Solo me faltan los frenos en los dientes, la cola de caballo y pareceré una niña. Pero a él, parece no importarle en absoluto. Tal vez ya haya perdido interés en mi persona, me ilusiono, y me duele, a la vez. Esto es propio de nuestro sexo, creo. Solo otra mujer, me entendería.

Me conduce a un reservado del primer piso. Allí, no nos verá nadie y podría estar desnuda, o muerta, que jamás se enteraría persona alguna. Me sirven algo caliente para tomar y en ruso, pide el menú. Siempre se mueve en los mismos círculos, intuyo. Él también ha de sentirse amenazado. Y me lanzo.

— ¿Nunca tiene miedo, señor Kovacic?

—Yuri.

Asiento con la cabeza.

—Viví con miedo la primera mitad de mi vida, Blair. Mi nombre suena raro pronunciado en su acento, como si tuviera una fuerza suplementaria en la última letra. Me gusta.

—Huí de mi casa a los quince años y crucé la frontera, cayendo en plena guerra de los Balcanes, con los turcos, intentando masacrar a los pueblos. Así que los próximos dos años los pasé escondiéndome de los ataques de ambos bandos. Aunque Rusia apoyaba a esos países, no me sentía involucrado con ninguna de las partes. Lo mío, era la supervivencia y tuve que ver cosas que nadie debería, cosas que jamás se borrarán de mi cabeza, pero no podía darme el lujo de sentir nada, si quería llegar a América, que era mi meta.

Nos traen la cena.

—Espero que no seas vegetariana —dice, señalando un gran trozo de carne cubierta por salsa espesa que despide un aroma que hace que trague saliva y me dé cuenta que estoy famélica. Ha comenzado a tutearme, pero no sé cómo detener eso, con la boca llena.

De una manera desesperada, me llevo la carne por delante. Hace días que llevaba calentando alimentos en el microondas, le explico, justificando mi falta de modales. No me daba el cuerpo para nada, después de volver de trabajar y tener que estudiar, tampoco he dormido bien.

—La verdad, no sé por qué le cuento esto último. Me siento avergonzada.

—Ahora sé lo que debiera haberte regalado —me dedica una sonrisa, perfecta y blanca. Comida, en vez de un estúpido vestido.

Asiento, divertida, tragando entero.

—Mastica, despacio, paladéala, si te quedas con hambre, pedimos más. Debieran verte mis hijos. Ellos, tiran la comida sin saber lo que es no tener para comer. Parece evocar recuerdos dolorosos, pero sacude la cabeza, llevándose los dedos a su cabello y los frota una y otra vez.

Lo lleva atado en una cola de caballo y luce una pequeña argolla de platino en una oreja. Nada mal. Puede ser mi verdugo y yo, desarrollo un síndrome de Estocolmo. O algo más, que es lo peor y más despreciable por mi parte.

No soy virgen, que quede claro, pero solo a la manera torpe y desmañada que brinda la parte trasera de los autos, con chicos de mi edad.

Cuando es la hora del postre, él declina, pero yo me abalanzo sobre una copa que chorrea chocolate, atacándola por varios flancos cuidando que no desborde, sin perderme nada y relamiéndome después, sin disimulo. Observo con pánico, que este último movimiento atrae su mirada y el brillo que hay en sus ojos, advierto que aquí, no hay solidaridad, hay seducción y algo más que se me escapa, por ahora, no logro ver claro qué es, si solo deseo o hambre, literalmente hablando. Los asientos traseros, no hablan de esta clase de experiencia y ningún padre, enseña a sus hijas  a interpretar el lenguaje que los ojos de un hombre.

Noto, cómo me voy poniendo roja. Él, fascinado sin disimulo, observa el proceso, y eso parece divertirle, cosa que a mí me abruma y hace que me sonroje aún más. Le arrojaría el postre encima, si no fuera porque está demasiado rico, nunca antes he saboreado algo tan exquisito y eso sí que arruinaría no solo su costoso traje, sino mis últimos minutos en este mundo.

—Sé que me sonrojo con facilidad —afirmo irritada—pero no se deje engañar, eso no es debilidad. Por las noches, tengo pesadillas cuando sigo viendo los cuerpos de los hombres salpicando todo de sangre por las balas, y mi corazón parece que salta del pecho y tampoco me da vergüenza admitirlo. Soy, era, una persona común y silvestre hasta que le he conocido y…

—Eso no va a cambiar, así que, acostúmbrate, Blair. No suelo esperar mucho por una mujer, pero, no lo eres aún y por eso, aguardo pacientemente, hasta que seas tú, quien brinque a mi regazo.

—Ahora le conozco hasta el perfume que usa —confieso. Sigo y ya no me detengo. Nunca tuve un mafioso tan cerca y me dado cuenta que se hace una falsa idea de mi persona. Seguramente, tampoco ha estado tan cerca de alguien tan común como soy yo. Así que, sigamos nuestros caminos, y olvidemos que nos cruzamos y…

Su boca, atrapa la mía, literalmente, y la devora, como si fuera el postre para el que se ha reservado espacio. Me suelta bruscamente, sin ahondar. Jadeo, y estoy más que nerviosa. <<La mosca en la tela>>, no sé por qué la imagen aparece en mi mente.

—Voy a contarte algo que hacía rato que no recordaba. De niño, tendría seis años, no me gustaba que me cortaran el pelo y me arrastraban hasta el salón de Pieter. Normalmente, tenía mucha clientela y esperábamos, mi padre y yo, sentado tieso en las sillas de la sala de espera. Tenía revistas que eran una atracción para mí, pero mi padre no me dejaba verlas porque había mujeres desnudas, y no eran para un niño de mi edad. Un día, él pasó a cortarse el cabello, antes que yo, así que, tomé una revista de la pila, leí un anuncio de una fragancia que aseguraba que toda mujer caería a mis pies. Había una ilustración donde una chica yacía despatarrada en el suelo, con gesto de arrobo, ante dos piernas de hombre, vestido con un traje marrón que se veía muy elegante. Yo, por ese entonces, estaba perdidamente enamorado de Sonya, una compañera de clases que ni me registraba. Hasta que logré ahorrar para comprar la dichosa fragancia, pasaron meses. Cuando por fin lo conseguí, me puse bastante y en el patio, me acerqué a ver su efecto sobre ella. Intenté hablarle y ella se acercó, frunció la nariz y me dijo que olía a pis de gato y salió corriendo. Fue tal la humillación, que jamás he vuelto a una peluquería a cortarme el cabello y he usado ese <<pis de gato>> hasta el presente. No sé si es mi dinero, creo que sí, pero, me gusta pensar que es ese olor que ha hecho que todas brinquen y que Sonya no entendía nada.

Le miro fijo y mi corazón todavía galopa. No podré saber hasta dónde ha de llevarme esta especie de persecución y huida.

—No tengo edad para jugar el juego que usted se ha empeñado en llevar a cabo —trato que mi voz suene firme.

—Eso, déjalo por mi cuenta —afirma. Haré de ti una piedra preciosa y jamás te dañaría, si eres leal conmigo.

—No me gustan las amenazas —susurro. Creo que debería continuar con su vida así como era y…

— ¿Por qué no dejas decidir a mí?

— ¿Yo también puedo hacerlo? Digo, decidir.

—Ponme a prueba. Digamos, un mes. Déjame que te corteje, no me rechaces y te juro que hará la diferencia en tu vida. Jamás volverás a ser la misma y no vas a querer una existencia común. Vas a ir por más. Eso puedo asegurártelo.

—Chicas de mi edad debe haber miles que aceptarían sin tanto rollo —le digo. No sé por qué debo ser justamente yo.

—Porque eres quien me ha atraído, así, con el lastimoso aspecto que tenías, la entereza que demostraste después de vivir experiencias límites. Te aseguro que no muchas hubieran estado de pie, tan enteras y tan pronto. Así, que me dije, que tienes el toque que necesito. Además, detecto que tampoco te soy tan indiferente. Los chicos de tu edad que has tratado, te han decepcionado en un sentido muy especial, y me estoy refiriendo al sexo. Cuando sigas tu camino, te aseguro, Blair, sabrás lo que deseas, cómo y con quién conseguirlo.

Parecía haberse colado en mi mente. Las experiencias que he tenido, han sido frustrantes y siempre me pregunté cómo sería hacerlo con alguien de experiencia. Por suerte, está hablando de <<seguir mi camino>>, eso significa que podría sobrevivir a él, después de todo. No sé si me importa ahora, ser una más en su colección, o, que piensen que soy una trepadora que estoy detrás de su dinero. Eso seré yo quien lo establezca.

—Si aceptara, pondría una condición.

Enarca las cejas, considerando si me dará la posibilidad, de establecer condiciones.

—No sé si aceptaré condiciones, pero dímelas, y te diré.

—No quiero su dinero. Nada suyo. Si no puedo costearme aquello que cree que necesito, no me saque de mi piso. Usted se quita el hambre conmigo, y yo, adquiero la experiencia que me hace falta.

—De ninguna manera. Si te tomo, será para que vayas conmigo, adonde yo vaya, sin importar lo que cueste. Me gusta hacer regalos costosos y que las mujeres los luzcan para mí y para los demás, si yo lo decido. No saldré ni viajaré solo, dejándote en esa… pareció buscar un término sin hallar algo que describiera mi piso sin ofenderme, imagino.

—Ya entendí.

—Además te mudarás a un lugar decente, eso no está sujeto a discusión.

Mi vida, ha dado una vuelta de campana. No sé cuánto ha de esperar mi respuesta. Yo tampoco sé cuánto necesitaré para decidir si estoy dispuesta a darle un mes. Quedamos en vernos en una semana. Mientras tanto, deberé buscar un piso, y de cualquier manera, acepte o no, sin presiones, alquilará por un año entero, donde yo desee.

Salimos del restaurante y me sostiene por el codo, porque me siento algo mareada por lo que he bebido.

Esta vez, nos detenemos frente a un hotel de cinco estrellas, donde me hospedaré hasta que encuentre vivienda. Me resisto y me arrastra hasta el último piso donde tiene una suite permanente que me cederá el tiempo que necesite. Todo sucede tan rápido, que no puedo pensar con claridad.

<<Tienes precio>>, la voz de Jackie, resuena en mis oídos.

Cuando me dejan, me ducho y con la misma ropa, me retiro del establecimiento con precauciones, dirigiéndome a mi casa. Creo que no voy a aceptar ningún trato. Es una locura. El tiempo que hablamos, solo se escuchó decir lo que él necesitaba, lo que él esperaba y a cambio, lo que yo obtendría sería una experiencia de resultado supuestamente <<beneficioso>>.

 Me ha dado su número y no voy a esperar un minuto más. Le digo que ni siquiera voy a considerar lo del mes. Le agradezco lo que hubiera hecho por mí, pero no soy esa clase de mujer que él pretende que sea. Le corto, sin darle tiempo a contestarme. Eso va a ponerle furioso. Estoy cansada y ya no quiero seguir escapándome como un eterno conejo, si vuelve por mí, lo consideraré acoso y Ania, me dejó en claro que él jamás lo haría.

Recurro al nombre de su amada Ania, porque intuyo que jamás querría defraudarla. Parece funcionar, porque Yuri Kovacic desaparece de mi vida.

El resto del trimestre, transcurre lentamente. Rindo mis exámenes, mejoro las notas y las pesadillas parecen remitir. Puedo salir a la calle, sin sentirme observada y de a poco, recupero mi vida.

Durante el verano, retorno a mi casa por unos días. Conozco a Daniel.

Tiene cinco años más que yo y pienso que es un tipo alegre, inteligente y que tal vez, no me decepcione en cierto rubro que tengo pendiente.

Pasan dos meses y recién decidimos tener nuestra primera relación sexual.

Todavía cierro los ojos, cuando recuerdo esa noche que me pareció ideal. La tormenta de verano se abatía sobre la ciudad y me pareció de buen augurio, entregarme a sus brazos.

Daniel, resulta ser un hombre egoísta, que se reserva todo el placer para sí mismo, pasa del mío y mira televisión, luego de saciarse, sin reparar que le observo, ya vestida, apoyada en el vano de la puerta, con una fría indiferencia en mis ojos. Me voy dando un portazo.

Vuelvo a la ciudad, cuando inician las clases y me reencuentro con mis amigos.

Mark, me mira extrañado de mis silencios y mi expresión triste. No tiene sentido que disimule, y una noche, en un club, algo bebida, les describo mi lamentable experiencia. Jackie, ha encontrado un novio que parece amarla y se le ve muy contenta. Mis otras dos amigas, van de un ligue a otro y están acostumbradas a los desengaños. Debo ser una niña estúpida y crédula.  

Me puedo mudar al fin, con una chica amiga de Natalia, Olga, que trabaja en un bar al que ninguno quiere ir por razones que ignoro. Es tan barato el alquiler, que cuando decido mudarme, averiguo porqué. Tiene una hijita de dos años, Sveta, por Svetlana. Es un angelito precioso y rubio como su mamá. Nos hicimos amigas casi de inmediato. Es muy reservada en cuanto a su pasado y respeto eso. Desde el punto de vista financiero, ambas salimos beneficiadas. Así, transcurren casi dos años. Conocí y me involucré con diferentes hombres, que solo fueron una decepción detrás de otra. Decido terminar mi carrera en celibato y luego ver hacia dónde rumbeo.

Últimamente, Olga se notaba nerviosa e irritable. La niña había estado enferma y lo atribuí a ese motivo. Dormíamos poco y mal. Nos turnábamos de noche, haciéndole baños de vapor hasta que los espasmos laríngeos cesaban y podíamos dormir algunas horas. Luego dejábamos al angelito dormido en su cuna, los cabellos rubios pegados a la frente por la humedad del baño y respirando tranquila. Luego de transcurridos un par de meses, los espasmos cesaron por completo. El médico le había dicho que alrededor de esa edad, desaparecerían y eso pasó. Pero su madre, continuaba alicaída y lo negaba todo, atribuyéndolo a las noches de mal dormir, pero yo sabía que había más que eso.

Estaba a un paso de graduarme, cuando sucedió. Ella estaba trabajando en el bar, cuando unos hombres irrumpieron en nuestro piso. Le estaba dando de comer a Sveta, cuando los clones brotaron en la pequeña cocina. De una bofetada me tiraron al piso y la pequeña comenzó a llorar. Ellos se volvieron hacia ella y me levanté como pude y les grité que se detuvieran. Se volvieron preguntando por la madre.

Les dije que trabajado. Pero, al parecer, ya se habían dejado caer por el bar y, allí no estaba. No supe qué contestar y eso pareció desatar su furia.

—La muy zorra se ha quedado con algo que nos pertenece y será mejor que aparezca —me señalaban con el dedo. Tenía una idea vaga al respecto.

Esa noche, la esperé inútilmente; bañé y acosté a la niña.

Llamé a Mark y le pedí que me diera el número de Natalia.

La chica no tenía idea dónde pudiera estar su amiga. Le dije que averiguaría en el bar, pero me rogó que ni se me ocurriera aparecerme por allí.

—No entiendo por qué.

—Porque es territorio de los Bogdánov, Blair.

Me quedé de una pieza. De manera que los clones eran de ellos. Cargando a Sveta dormida, me subí a un taxi.

En el club donde trabajaba la madre, no la habían visto, aunque, obviamente, no me dejaron entrar con una niña en brazos. Me tuve que conformar con la información que ladraron, los clones de la puerta.

No sabía qué hacer.

Volví al piso, ya eran cerca de las tres de mañana. Me derrumbé en la cama, con Sveta hecha un ovillo pegada a mi cuerpo. No tuve corazón, para dejarla en su cuna. Sin saberlo, le acompañaba en su primera noche de huérfana.

Unos golpes en la puerta, a eso de las seis, me sacaron bruscamente del sueño sopor en el que había caído.

Una agente de la policía preguntaba si era el domicilio de Olga Barnes. Cuando afirmé, me dijo que  les hiciera el favor de acompañarle a reconocer un cuerpo hallado en los muelles.

Dejé a la niña al cuidado de una vecina y les acompañé.

Claro que era ella. Sin familia ubicable, ya sabía que Sveta iba a ser derivada a <<Servicios Infantiles>> y a casas de acogida. El infierno comenzaría para ella.

Me la llevé, ni bien llegué a mi casa. Impactada por el orificio de bala en la frente de Olga, apenas presté atención a mi pánico, me dirigí a la casa de la vecina, y, como el rayo inconsciente en que me transformé, tomé un taxi hasta la casa de Yuri.

Después de cuatro años, no me importaba lo que podría decir, no me haría daño, y él era el único con poder suficiente para evitar que Sveta acabara sus días en manos vaya a saber de qué personas malévolas sin corazón.

Temblaba cuando me abrieron la puerta. Un niño como de la misma edad que la niña estaba espiando detrás de la asistente que me franqueó la entrada hasta un vestíbulo cerrado herméticamente. Eso había cambiado desde la última vez que estuve. En la entrada, los custodios me anunciaron y me dejaron llegar hasta allí. Reconocí la fila de autos negros blindados. Al parecer, Yuri, estaba en casa ¿El niño, sería hijo de alguien de la familia? Tal vez había una nueva dueña de casa. Suspiré. No era eso lo que me preocupaba en estos momentos.

Me condujeron hasta su estudio, que recordaba bastante bien. Pero la casa se veía diferente. Más grande, no pude fijarme bien, porque ya le tenía de pie, detrás del escritorio de caoba. Me aguardaba, se acordaba de mí. Le miré preparada para recibir su desprecio y sus frases hirientes, pero cuatro años eran más que suficientes, opinaba yo, para enfriar la cólera de un mafioso ruso.

—Antes que diga nada, señor Kovacic…

Me interrumpió con un gesto de su mano, altivo y con mirada feroz. Si, iba a desquitarse. El rechazo y la humillación, mejor que empezara de una buena vez, porque no pensaba irme hasta haber pedido su ayuda por la niña que ya en el suelo, tironeaba de las orejas de un perro con cara de pocos amigos.

— ¡Sveta, déjalo! Lo estás haciendo enojar también…

— ¿Svetlana? Me miró con gesto de extrañeza. Lo siento, pero no es mía, si a alguien debes reclamarle será a Nika que andaba medio loco por ti.

—Pero…No es mía.

Me hizo un gesto de que tomara asiento enfrente frente a su asiento.

Le hice un resumen, incluyendo aquello que podría hacerle retroceder, al enterarse que su madre trabajaba en un club propiedad de los Bogdánov, ahora que las cosas se habían calmado por fin. Pero eso, no pareció importarle.

—Seguramente, a la deuda ya la consideran saldada. Pero no entiendo para qué necesitas mi intervención.

—Se ha quedado sin familia, y quiero adoptarla, no tiene porqué ir a un hogar sustituto, y entrar en el sistema, pero, siendo una estudiante, casi al final de su carrera, sin trabajo fijo, becada, soltera, y pocas perspectivas laborales actuales, a la vista…No me darán su custodia ni en cien años. Pensé que usted podría tener a alguien conocido en la oficina de adopciones que…

Suspiró, dejando escapar el aire, mezclándolo como un gruñido.

—Deja ver qué puedo hacer.

—Le agradezco cualquier cosa que pueda ayudarle. En cuanto tenga un sitio seguro, le dejaré saber dónde me escondo.

Frunció el ceño.

— ¿Escondida? ¿Acaso te has fugado?

Asentí con la cabeza y me preparé para lo que quisiera decirme. Había sido una locura.

—No sé por qué no me extraña que estés huyendo, Blair. Espera, no te vayas.

Dio la vuelta al escritorio y salió de la habitación anunciando que iba a cambiarse.

Me fijé y estaba en ropa de entrenamiento. Después recordé algo de que boxeaba y pude ver que su camiseta estaba sudada en la espalda.

Al cuarto de hora bajó impecable. Con su característico aroma, su traje caro, negro, de tres piezas y la camisa blanca, que eran su uniforme. Jamás le había visto de otra forma.

—Bueno, chicas, vamos, nos dijo, sonriendo. Sus ojos acerados relampagueaban. Le había dado motivos para embarcarse en alguna otra contienda, que tal vez, le hacía sentirse satisfecho.

Se paró en seco y me miró.

—Imagino que no sabrás mucho de niños ¿Usa pañales, le has cambiado? Estaremos bastante tiempo fuera, estas cosas tienden a ser largas ¿Ha comido? ¿Prefieres dejarle aquí?

—No, gracias, si no reconoce las caras y estamos mucho ausentes, tal vez llore, no usa pañales, y ya le serví su desayuno esta mañana. Traigo algo en la mochila de refuerzo, además. Para ella y para mí.

—Cierto, me había olvidado lo que sueles comer—lanzó una risita maliciosa.

—Eso era cuando pasaba hambre. La beca mejoró y…

—Tú también, por lo que puedo apreciar —me dijo con ojos entrecerrados.

Pensé en lo que podría llegar a costarme lo de Sveta, pero ya estaba decidido. Iba a poder considerar que se había cobrado la pieza pendiente, aunque con cuatro años más.

—Bueno, gracias por el cumplido —le digo.

—Ya podremos hablar —me dijo. Ahora, vamos rápido.

El chofer, nos abrió la puerta trasera y los clones hicieron otro tanto en los otros vehículos.

Nos dirigimos al centro. La autopista estaba bastante despejada. Durante el trayecto, hizo un par de llamadas. Habló en voz tan baja que apenas pude escuchar algo.

En una oficina de un lujoso estudio de abogados, me dejaron esperando mientras él, entraba como por su casa. Saludaba a todo el mundo, y las expresiones de las empleadas eran una colección de miradas ansiosas, por el premio mayor. Seguía tan malditamente atractivo que no podía negarse que, aún sin dinero…Basta, me ordené. <<Estamos aquí para resolver otras cuestiones>>. Instintivamente, crucé las piernas, y observé a la pequeña Sveta que, sentada en el suelo alfombrado jugaba con el conejo que era su favorito.

Estuve esperando una hora, en la que me sirvieron café y galletas para la niña. Salió al fin, acompañado por un hombre mayor, que sonrió al vernos.

Me hizo pasar a su oficina.

—Señorita Dixon, lo que usted plantea, es por demás irregular y no hay forma de violentar el sistema, ya que sentaría un precedente imposible de sostener. Sería atravesarlo de cabo a rabo de irregularidades y lo más seguro es que, al cabo de unos meses, tenga usted a una asistente social, golpeando su puerta, comprobando que todo es una mentira, sin solvencia, sin trabajo, sin parentesco, sin pareja legal…

Me derrumbé en mi asiento. Las lágrimas me tomaron por sorpresa. Me había encariñado con esa niña al cabo de dos años, desde que nació y no era justo… Buscaría trabajo, le prometí, cambiaría de barrio, de vivienda, y, cuando me recibiera en un par de meses, podría aspirar a algo mejor…

—Solo podría hacerse algo que le daría solvencia, vivienda, capacidad de sobra, para mantener a la niña, un vínculo estable.

—No entiendo —comencé a balbucear.

—Deberías casarte, aunque sería una pequeña batalla legal, las condiciones serían notablemente distintas —la voz de Yuri, me sacó del pantano que eran las perspectivas de Sveta.

—No entra en mis planes, y, no hay tiempo —me lamenté.

—Yuri, déjanos solos que le explico —el abogado le miró fijo.

El otro levantó los brazos en señal de entrega.

—El señor Kovacic, ha ofrecido casarse con usted, a los fines de que le faciliten la adopción legal. Con su solvencia, está más que asegurada. Deberían durar algún tiempo, pero tendrá que firmar, si acepta un contrato pre-nupcial, ya sabe, le protege a él de la codicia, no lo digo por usted, pero es una condición que yo impuse para seguir siendo abogado suyo. Él estaba dispuesto a efectivizar el trámite sin eso, pero tiene que pensar en sus hijos.

No contesto nada. Estoy en shock.

—Pero ¿Por qué lo haría? Si ni me conoce.

—No es lo que me ha dicho. Hace cuatro años, se vio implicada en un asunto que iba de guerra entre bandas y quedaron pendientes ciertas cosas que él necesita cerrar, me dijo.

—Pero él seguirá siendo un hombre libre—impongo. No afectaremos para nada su vida. Será un matrimonio de conveniencia y no tocaré nada de su dinero. Solo para el sistema. Y le protegeré de la codicia ajena, al estar casado —sonreí en un intento de hacer un chiste. Ya he dicho que el humor aflora, cuanto más nerviosa me pongo ¿Seguro que no es una broma? ¿No habrá otra forma de arreglar esto?

—Es libre de hacer las consultas con quién desee, señorita Dixon. Estos días, permanezca en la casa del señor Kovacic si quiere alejarse de las autoridades que intentarán contactarla, en su piso, ya hallará notificaciones que deberemos contestar, si acepta el arreglo.

No me toma ni una hora decidirme.

Todo ha sucedido tan rápido, que mi mente, incrédula, aún sigue dando vueltas.

Mirando a Sveta que se ha metido en la boca mi celular, la veo vestida con un vestidito burdo, de algodón blanco. Ha llorado muchas noches, llamando a su mamá. Eso, hace que mi decisión sea más sencilla. Acepto el trato.

Los detalles de cómo serán las cosas, nada me importan. Ni cuando viera desfilar al que será mi marido, con modelos colgadas de su brazo, o guardando el revólver en su cajón del escritorio. Eso que creí sencillo de asumir, resultó ser una trampa que mi mente se tendía, engañándome. Claro que iba a importarme. Ignoraba el peso que tiene el orgullo en muchos de mis impulsos. Los que vendrían.

Sus hijos, aunque no viven ya con él, están enterados de los motivos de la boda, y parecen alegrarse. No puedo entenderlos. Una viajará de Sudáfrica, donde estaba cerrando un trato con una compañía extractora de diamantes, para asistir a la boda. El otro, algo más cerca, dejará a cargo de otros, por un par de noches, los clubes en la ciudad. Mi padre, me conducirá hasta el altar. Ninguno de mis padres, ha hecho más preguntas, después de enterarse de los motivos que me guían. Guardan un silencio respetuoso y se reservan su opinión. Las cosas, ya son lo suficientemente difíciles para su hija.

Mis amigos, nada saben del plan, y parecen cohibidos en mi presencia. Tanto lujo, los descoloca. Jackie es la única que está exultante por mi merecimiento, a sus ojos.

La ceremonia, es en la iglesia ortodoxa. Mierda, soy atea. Observo a Sveta que me mira y sonríe. Por esa sonrisa, camino sobre brasas. Sigamos. Había firmado, previamente, todos los contratos y restricciones que me pusieron por delante, sin echarles un vistazo siquiera. Tal vez, sea para hacer trabajos forzosos en alguna montaña de China, el humor acude para sostenerme en estos momentos de tanto estrés.

Tal vez, recapacito después, me han hecho propietaria de vaya a saber qué cosa y cuando le echen el guante a Yuri Kovacic, seré yo, como su <<testaferra>>, quien vaya a la cárcel. No me importa, siempre que Sveta ya tenga edad de valerse por su cuenta. Solo impongo una condición. Que Yuri, se haga cargo de su educación si yo muero. Es el único documento que firma. Ahora, puedo hacerlo en paz, suspiro.

La ceremonia civil es como tantas otras. Llevo una alianza de platino en el dedo y un brillante de cuatro quilates, igualmente montado en platino. No quiso escuchar mis protestas que reniego de las <<rocas>> como les llamo. No las necesito y Sveta tampoco. Debe haber costado una fortuna, me quejo. Yuri, pone los ojos en blanco y pasa al siguiente tópico.

La fiesta y el vestido, son un despilfarro que me da vértigo. Más de cuatrocientas personas. Esa es la sencilla boda que le pedí. Sigue ignorando mis peticiones.

Llevamos a una niñera en nuestra luna de miel. No entiendo este despilfarro en algo falso y sin sentido.

—Será, quizá tu única boda. Así que, compórtate. Mis amigos y conocidos, no pueden criticarme por ser tacaño, el sistema estará más que contento, y todavía tengo un pendiente contigo.

Trago saliva. Asiento. Ni me ha tocado, desde que dimos el <<sí>> delante del sacerdote de bonete cuadrado y larga barba. Imponente, el hombre y muy severo, se nota que se toma las cosas sagradas en serio. Conoce a Yuri y creo que este es muy generoso en sus aportaciones. Como hablan en ruso, ignoro si sabe del arreglo. Todo por esta pulguita vestida de tul blanco, que parece una bailarina de caja de música, que me mira con sus ojos serios, pero confiados. Otro abandono, le mataría.

Viajamos a las islas griegas, en el Jet de Yuri, la niñera de marras y Sveta.

— ¿Quién es el niño que vive en tu casa?

Me abrocho el cinturón y recién puedo aquietarme después de tanto ajetreo.

—Es hijo de Nika.

—No sabía nada. Es precioso.

—Es su hijo ¿Cómo podría ser feo? Responde ofendido.

— ¿Y la madre?

Guarda silencio. Tendré que acostumbrarme a sus no respuestas.

Llegamos a la que después me entero, es una isla privada de una de las tantas sociedades <<fantasma>> que posee, pero, como he dicho, mi capacidad de reflexión es limitada y la que poseo, es para salir bien librada en el momento, nada a mediano o largo plazo. Jackie me llama <<repentista>>, y creo que eso es adecuado para describir una de mis cualidades, según se vea.

Imaginé que la <<luna de miel>>, sería un desfile interminable de mujeres en el camarote de mi flamante marido, pero exceptuando la tripulación de la embarcación y el personal doméstico de la casa que se levanta en un promontorio rocoso, digno de un águila, estamos solos.

Al caer el sol, luego de bañar a Sveta, un emocionado placer del que no me privo, Yuri envía por mí. Trago saliva.

Pero, cuando dejo a la niña dormida en su cama, después de leer su cuento, bajo la escalera excavada en la roca viva de uno de los muros de la mansión, me encuentro una chimenea encendida, que me recuerda al fuego primitivo donde le vi por primera vez, Yuri está sentado allí, con una copa de vino en la mano. Hay otra esperándome en la mesa baja. Me desplomo en el sillón contiguo y le miro.

—Tengo que agradecerte lo que has hecho por nosotras —le miro, aparentando una serenidad de la que carezco.

—Por ti, Blair, que no se te olvide. He tenido que hablar con Bogdánov dándole explicaciones porque estaba al tanto de la niña y quería todo el paquete, para cobrarse. No me gusta que me humillen. Allí entraste tú, y le dije que eras mi prometida y que la madre era amiga tuya, que pensara alguna otra compensación.

Palidezco ¿Seré parte del trato con el otro?

—No me habrás vendido a él ¿No? Contengo la respiración.

Imagino que después de estar conmigo, me arrojaría a las fauces del otro zar y dejaría de ver a Sveta. Terminaría mis días como una víctima de la trata de personas. Nadie sabía dónde estaba y…

Chasqueó sus dedos delante de mi nariz.

—Despierta, mujer, que no hice nada de eso. Pero le cedí a cambio, una pequeña participación en un club en las afueras de la ciudad. Agradece que tu amiga, solo, ha robado lo suficiente, para escaparse con su hija. Claro, que tendría que ser convincente con Sergei y terminar la farsa, casándome contigo, además de la parte de la adopción. Esto es más complicado de lo que imaginas. Estaremos a prueba un tiempo, solo como custodia y recién, si aprobamos las evaluaciones, nos darán a Sveta en adopción. Después ya serás libre y podremos divorciarnos. No menos de dos años.

Tengo ante mí, un panorama que forma parte de los planes a mediano y largo plazo que se imaginaría, cualquier ser reflexivo, pero yo no soy así, y mi <<repentismo>> me ha llevado a este resultado desastroso.

Clavo mis ojos en los suyos y no hallo nada. Un glaciar, sería más cálido. Mierda.

Me dedica media sonrisa, partimos en el yate y fondeamos en pleno océano. Allí me indica el camino al camarote principal. <<Tranquila, Blair, el entusiasmo se le irá ni bien te posea. Se dará cuenta que no vales gran cosa como amante, como ya lo sabes de antes, y, notará que ha pagado un precio demasiado alto y eso va a enojarle, hasta que la próxima modelo acceda a la cubierta de este enorme barco o la transportará hasta su rocosa guarida, donde tendrás que resignarte a acomodarte donde él desee alojarlas>>. Lo importante, es dar una imagen <<familiar>> cada vez que la asistente acuda al domicilio conyugal. Un par de años, pueden transcurrir rápido.

No tengo palabras para describir lo sucedido esa noche. Compruebo, una sucesión de hombres en uno solo. El dulce y comprensivo, el paciente y cariñoso, el agresivo que empuja mis límites, hasta el animal tutelar que embiste furiosamente, que produce dolor, gruñe, rasca, muerde, apela a lo más primitivo encogido y plegado dentro mío, el placer arrinconado, por generaciones de mujeres pudorosas,  desatando a la compañera lasciva, voraz e insaciable que siempre supo que estaría a buen recaudo, a salvo de su excesivo apetito y solo él demuestra que sabe pulsar las cuerdas adecuadas para hacer vibrar ese maravilloso instrumento que se puesto al servicio del ser humano: la sexualidad sin tapujos. Todo, fue desplegándose gradualmente, con una maestría digna de una secuencia de pinturas eróticas.

Me he quedado dormida, y cuando despierto, parezco una muñeca desarticulada. Bajo de la alta cama con postes, que utilizó esta noche que acaba de transcurrir. En mis muñecas, apenas se notan las marcas, y, trastabillando, insegura, me dirijo a la amplia ducha.

En el vestidor, encuentro ropa, unos shorts y un sweater. Bajo descalza y, famélica, más que de costumbre busco la cocina, por el olor que, decepcionada, no siento por ninguna parte. No hay nadie a la vista. Un nudo se me atraganta en la base del cuello. La ha raptado para honrar el pacto entre dos mafiosos, me dice una voz en mi interior. <<Tú has sido el pendiente y seguro que serás pasto de los peces, antes de la cena>>, pienso sobrecogida.

Durante la noche, el barco se ha movido y nos hemos acercado a la casa.

Me falta el aire, creo que estoy por sufrir un ataque de pánico. Oigo unos gritos de niño. Sveta. Me asomo, y la veo, corriendo por la angosta playa, huyendo de las frías olas del otoño. Con ella, está la niñera, y Yuri hablando por su teléfono satelital, en la cubierta, se le ve enojado, para variar. No usa el traje negro, y creo que es capaz de despojarse de él. Levanta la cabeza y me mira sonriendo, haciendo un gesto para que baje.

Afuera hay viento y siento frío. Ordena a una asistente que me traiga algo de abrigo. En mi mochila he metido una campera a los empujones, pero él tiene otros planes. Me entero que ha hecho desaparecer mi ropa y no podré recuperarla a menos que vaya a buscarla al fondo del mar, me anuncia. Es la única manera en que aceptaré algo de regalo, concluye. Las personas a su servicio, reciben un bono, una vez por año para adquirir ropa nueva de buena calidad y no necesitan usar mi discutible guardarropa.

Me sirven un desayuno digno de un hotel de lujo. Parece las fotos de las revistas de viajes. El mar intensamente azul, una mesa bien servida, una niña que chilla buscando arena con un balde para tapar un inagotable pozo que se vacía y se vacía, como está en este momento, su aspirante a madre adoptiva.

Yuri, observa fascinado, una vez más, mi voracidad. Creo que anoche gasté bastantes calorías y estoy en peor estado que él, que luce limpio, inmaculado en jeans y un sweater de trenzado irlandés y cuello smoking, su impecable y renegrido cabello atado sin un mechón que cuelgue fuera de lugar.

Me hago un nudo abrazándome con la campera puesta temblando por el frío y miro con inquietud a la niña que juega ajena a mi mirada preocupada.

—Déjala que sea feliz —me dice. Cuando visite su patria, tendrá que acostumbrarse al intenso frío. Tiene que curtirse. Los míos, que son ambos estadounidenses, me dieron su buen trajín de enfermedades allá en la madre patria. No salíamos del médico. Fueron inviernos duros, sonríe.

Había olvidado que Olga y su hija nacieron allá.

 —Tiendo a olvidar que todo el personal de tus bares y los de Bogdánov, por lo que veo, son oriundos de allá.

—Somos una gran familia, pero enfrentados a muerte, muchos de nosotros, aunque hablamos el mismo idioma y tenemos los mismos códigos de honor.

 La niña, ya ha comenzado a aprender el ruso. La niñera ha llegado de Moscú y tiene orden de hablarle solo en su lengua materna. Yo me ocuparé de la inglesa.

Me parece razonable.

— ¿Te gustaría ir hasta tierra firme? Hay ruinas muy visitadas en verano, que me gustaría enseñarte, ahora que casi no hay turistas.

—Claro, respondo entusiasmada. Me pongo de pie y siento un tirón, en cierta parte del cuerpo.

Se me acerca y me toma por la cintura, susurrándome al oído.

—Eso es natural. Por lo general, no son músculos muy publicitados, —parece disfrutar su ocurrencia. Aún no los he despertado a todos, pero cuando volvamos a casa, habrás aprendido una lección de anatomía, que Rembrandt, palidecería de envidia —emitió una de sus risitas burlonas. Camina despacio, y si no quieres hacerlo, solo dímelo y nos quedaremos a bordo, y puedo asegurarte que hallaré la forma de entretenerte sin que extrañes nada.

Caminamos al embarcadero, cuando el barco está atracado.

Me dejo caer en una poltrona de la galería, y me vuelvo a quedar dormida al sol. Siento que me tapan con una delgada manta y escucho las exclamaciones de Sveta por las gaviotas. Ahora, las señala, nombrándolas en ruso.

En la ciudad, caminamos por las calles con bastante gente apurada haciendo compras. Él insiste para que me compre un vestido parecido al gris que ha quedado en el fondo de mi placard. No encuentro argumentos, y accedo a probármelo. Le adjunta una pequeña campera de cuero forrada de Astrakán gris y unas botas cortas de taco, al tono.

Se queda observándome, tomando distancia. Imagino que ha hecho esto cientos de veces. Transformar en muñecas, a mujeres comunes, que le acompañarán tanto como él lo desee.

Debo hacer el esfuerzo de poner mejor cara. Cuando esto acabe, será solo un borroso recuerdo para mí, y nada para Yuri Kovacic, ocupado en enjoyar a su próxima muñeca.

Se detiene en una joyería exclusiva, como suponía, estaba incompleta y adquiere un par de pequeños diamantes como llenos de humo, engarzados en platino. Rechazo vehementemente el collar a juego, le digo que detesto los colgantes, collares, todo adorno que cuelgue del cuello, sin otra función que la de verse convertido, en un perchero de carne.

Nos ensalzamos en una discusión sobre la diferencia entre las orejas y el cuello, le digo que lo mío es visual, además, los collares se enfrían en invierno y dan calor en verano. Prefiero las bufandas bien enrolladas y que no se enganchan como los primeros, en la ropa de punto.

—No utilizarás esos sweaters enormes que te he visto alguna vez —enfatiza.

—No puedo ser la muñequita las veinticuatro horas del día. Soy real, de carne y hueso y no aparento nada que no sea—me defiendo.

—Sé que eres absolutamente real —sonríe con malicia— y bien carnal, puedo dar fe, pero aparentabas ser algo así como una virginal estudiante y resultaste una fiera insaciable recientemente.

Roja hasta la raíz de mis pelos, le doy la espalda para que no me vea, y aparento abstraerme en un escaparate.

Nos sentamos, pasado el trance, en una terraza al aire libre, a tomar un café, mientras el viento parece querer llevarse mi cabellera, a la que no puedo sujetar.

—Cada cosa que quiera comprarte ¿Va a  ser una lucha así? Me mira preocupado. Sus ojos, han perdido la calidad del acero y se han tornado más azules, tiene el ceño fruncido. Tendré que recurrir a una personal shopper, cuando regresemos, no tendré tiempo de ir contigo a comprar ropa bajo coerción.

Le hago un gesto con la mano, como espantando una mosca. Por el rabillo del ojo, observo una reacción de los custodios que nos acompañan unos metros atrás. Rápidamente, me toma por la muñeca y me arrastra hasta una callejuela angosta fuera de la vista de todos, me aplasta contra la pared, siento su aliento que hace volar algunos cabellos cuando me susurra con los dientes apretados.

—Me perteneces, Blair, por si no estás enterada, y vas a  complacerme, no me avergonzarás delante de los demás y en privado… Ya veremos cómo he de castigar tu rebeldía y lo del pastel de bodas que está pendiente. No creas que lo que has firmado al casarte, pertenece a tus novelas eróticas y románticas que lees de vez en cuando. Esto es real, tan real, que pronto vas a saberlo.

Temo esa mirada, la frialdad del témpano que ha vuelto a instalarse en sus ojos. Recuerdo a Olga. Vaya a saber si no comenzó así y terminó robando para poder escapar. Un dulce comienzo, pero cuando las luces se apagan…

Esa tarde, no me dirige más la palabra hasta la hora que las luces del puerto se encienden y los restaurantes se preparan para atender a los pocos paseantes que desafían el crudo clima que se avecina. De reojo su gesto es ceñudo, parece ensimismado. Imagino que, ya debe haberse arrepentido del favor que me ha hecho.

Nos sentamos a cenar. Se nota que el lugar lo conoce muy bien así como el menú. El dueño en persona viene a saludarle, me presenta como su esposa y el hombre se inclina respetuosamente, dándome la bienvenida en un mal inglés.

—Elige por mí, le pido, con la intención de suavizar las cosas. Pocas cosas como el control, son tan apaciguadoras para Yuri.

Asiente, satisfecho. Hacerse cargo de la situación, es más fuerte que él. Respira poder y voluntad por cada poro. No olvido que estamos en sus manos, y que sigue siendo un hombre libre, a pesar de la ceremonia, cosa que ignoro si es recíproca y rige también para mí.

Con la cena, las cosas se suavizaron un poco, y el vino terminó por relajarlos y hasta arrancó alguna sonrisa del adusto ceño del hombre, contándole cosas de su corta y sencilla vida, hasta que se tropezó con ellos y su mundo se puso del revés.

—No tenías por qué hacerte cargo de Sveta —me dijo en cierto momento. Ahora, como un yunque atado a tu tobillo, le tendrás de por vida. Las emociones arruinan las vidas de muchas personas —reflexionó bebiendo otra copa. Pidió otra botella.

—También las rescatan —respondí irritada. Yo estaba destinada a quedarme en la ciudad buscando trabajos mal remunerados, ahora, si no tienes problema, cuando me gradúe, trataré de hacer algo importante, porque, como me has dicho más temprano, lo que yo haga, repercute en tu imagen y en el respeto y temor que infundes.

Él me contempla, la boca apretada, los ojos fríos, evaluando mi argumento. Terminada la cena, volvemos al puerto. Abordamos el yate, y decide pernoctar con la nave fondeada en plena bahía.

En el camarote principal, adonde me dirijo esa noche, no hay nadie. Solo una botella de champán y una copa. Tal vez, el <<castigo>> prometido por mi insubordinación sea dormir sola. Aunque le creo más imaginativo.

Paso de la bebida. Llamé a Sveta que dormirá en la casa, me doy una ducha y me sumerjo bajo el edredón. El viento sopla afuera y es el único sonido que percibo, además del golpeteo de las olas. Me dispongo a dormir a pierna suelta, puede ser que esta noche, se decida a seguir de largo y vuelva al puerto y dedicarse a la juerga con algunas de las mujeres que, sumisas a su billetera, le den menos dolor de cabeza que su esposa. Caigo en un profundo sueño.

Está amaneciendo, cuando me despierto. Palpo el lado de la cama, que sigue vacía. Escucho un gruñido sordo y un ruido de cadenas que se mueven, produciendo un chirrido agudo. Más gruñidos. Me siento en la cama de golpe y, atado a una argolla, fijada en una placa de metal en el piso, al lado de uno de los postes de la cama, un oso de regular tamaño, se yergue en dos patas al verme. Pego un grito, que lo único que logra es enfurecer al animal que pugna por soltarse. La cama trepida peligrosamente. Sigo gritando, pero no parece haber nadie a bordo. Siento deseos de aliviarme cuando me muevo, pero para ir al baño, debo pasar por al lado del oso que no me pierde de vista y ahora se pasea, nervioso de un lado para el otro. No tengo problemas en orinarle la cama a Yuri. Recuerdo algo del oso y Rusia. Pero esto no ayuda ¿Lo habrá traído en la bodega? Comienzo a reptar despacio hasta el borde contrario del enorme lecho, creo que hasta allí la cadena no llega. Me pongo de pie, pegada al poste opuesto en diagonal donde se halla el enorme animal. Me voy desplazando pegada a la pared, intento poner un pie sobre la alfombra. El animal se mueve gruñendo y me quedo inmóvil. La pierna que me sostiene, tiembla por la posición fija, me agarro del poste, mientras la voy bajando despacio, hasta que ambas están apoyadas sobre el mullido piso. Continúo deslizándome pegada al muro, me meto en el baño de un salto y cierro la puerta. Me alivio y algo más, lo confieso. Mis intestinos se han aflojado de miedo. Me sumerjo bajo la ducha. Ahora, a salir por mi ropa, me ordeno. Pero compruebo, que la puerta del dormitorio y el pasillo que conducen al vestidor, se cruzan con las zarpas del oso. No hay ropa a mi alcance, que no pase por sus zarpas. Maldigo una y otra vez.

Vuelvo al baño, el oso gira su cabeza, pero no hace ademán de seguirme.

Decido romper la ventana del baño, aunque esté blindado, si lo hago con la suficiente fuerza en el mismo sitio, podré saltar afuera. Hay un sillón nórdico de cuero y acero que espero sea lo suficientemente duro como para arrojarlo una y otra vez sobre la ventana que da al mar. Lo estrello, y como lo esperaba, rebota y casi me golpea. Bien, seguiremos hasta debilitarlo en un punto. Si entran a detenerme, ya veremos. Pero el silencio es completo, exceptuando algún gruñido aislado del animal que se ha echado cortando el paso. Vuelvo a estrellarlo una y otra vez, hasta que cuando estoy por abandonar, se abre un pequeño agujero y se dibuja un  astillado muy fino, como una tela de araña, que se extiende de ese maravilloso centro. Continúo golpeando una y otra vez, hasta que se desprende en un bloque que apenas deja pasar mi cuerpo. El viento frío me azota y me quedo temblando, sudada por el esfuerzo.

Me descuelgo con cuidado, apoyando mis pies en la cubierta. Creo que nadie me ha oído ni visto. Me he cubierto con un toallón de baño, que pronto se vuela, en un descuido. Pero ese, no parece ser el mayor de mis problemas. A mi alrededor, solo hay más y más agua.

Me deslizo aferrándome a la barandilla y voy deslizándome hasta llegar al puente, al que da el dormitorio, lo rodeo y sigo. Jadeo. Llego al salón, también vacío. Trato de deslizar el ventanal para meterme adentro pero está cerrado. No tengo más sillones, así que continúo buscando un resquicio por dónde colarme adentro. El portal de la cocina esta medio abierto y de un salto, me dejo caer sobre el piso. Ahora, buscar ropa de abrigo y algo parecido a un arma. Me dirijo hacia un gimnasio y lo único que hay es una bata de toalla  que me pongo. Me queda enorme. Mis manos desaparecen por las mangas largas y sobra por todos lados pero algo de calor me dará. Regreso a la cocina, me atiborro de lo que encuentro, pongo comida de la heladera en los bolsillos, revuelvo los cajones y encuentro un cuchillo filoso. Me asomo por la borda y la lancha ligera ha desaparecido. Mis ojos se llenan de lágrimas, pero no puedo darme el lujo de derrumbarme. No, ahora. Al menos, no hasta haber matado a Yuri.

Me dirijo a las partes del barco que no conozco, necesito una radio, por ejemplo, para solicitar ayuda al puerto. Subo al puente, busco por todas partes y las puertas están cerradas. Demoleré cada una si es necesario. Tomo agua de una botella de primera marca, hasta terminarla. Comienzo por la primera, usando un matafuegos, que logro levantar y rebota cayendo al piso. Salto para esquivarlo. Esta parece ser madera de teka o algo duro, pruebo en la siguiente con el mismo resultado. Desde donde está fondeado el yate, no se divisa la costa. Prenderle fuego no es una opción, hasta que vieran el humo desde la costa, tendría que arrojarme al agua, aunque, tal vez, haya un bote salvavidas, pero todo cerrado, no veo bote por ninguna parte. Pistola de bengalas, busco y parece que han guardado todo bajo llave. Vuelvo a intentar romper alguna puerta y logro que la madera se raje  en una de ellas, consigo abrir un pequeño agujero, introduzco mi mano y abro desde adentro. Solo hay estantes con provisiones. Continúo con la siguiente puerta, en un cuarto de hora la he abierto y hay un pañol de herramientas. Busco algo más efectivo, que el matafuego y un martillo de grandes proporciones que a duras penas logro levantar, creo que podrá servirme, hasta que recuerdo al oso. La furia, multiplica mi fuerza hasta hacerle alcanzar niveles insospechados, golpeando las puertas restantes, hasta caer agotada. La tercera puerta, queda colgando de los goznes y veo chalecos salvavidas y un bote inflable. Hay un mono naranja, que reemplaza la incómoda bata. El mono, es igualmente de talla extra grande, pero lo siento más cómodo y hasta sea impermeable.

Ahora a inflar el bote. Después, creo recordar que se inflan cuando se arrojan al agua. No estoy segura. Mi celular quedó en la mesa cerca del oso, y no hay señal, de todos modos. Arrastro el bote, escaleras arriba y lo empujo por la cubierta hasta que lo monto sobre la barandilla y le arrojo al agua. Sostengo la soga, para que no escape, hay un par de remos y localizo una escalerilla, remolco el remiso bote y pronto me hallo sentada en él, empuñando los remos. Me encuentro tan agotada que apenas me quedan fuerzas para alejarme a merced de las olas, hasta donde quieran llevarme. Lamento, no haber podido hacerle un agujero en el casco, lo siento por el oso. Aunque… remando con enorme esfuerzo, descargo martillazos en el casco, chorros de sudor se deslizan por mi cuerpo. Es de fibra de vidrio o algo así, porque, increíblemente, logro perforar una capa, que muestra un armazón por debajo, continúo golpeando, hasta que no puedo más. Al menos el agua comienza a ingresar por allí. Puede escorarse, contemplo con salvaje alegría, tardará horas, tal vez o nunca lo haga si son estancos, pero, si se hundiera, les daré oportunidad de ocupar su tiempo buscándolo, que será algo más provechoso que planear cómo <<castigar>> a una mujer díscola.

No soy la única que tendrá que aprender modales.

Empiezo a ser llevada hacia alguna parte. Hubiera querido incendiarlo, pero no se me ocurrió, prender el gas y la cara del oso se me aparece. No soy Yuri, pero, descubro que me parezco bastante, si me empujan. Solo que no lo sabía. El sexo no estuvo nada mal, la voz se cuela en mi mente. Asombroso. Basta. Es un salvaje y un asesino.

YURI

La niña, reclamaba a la tía Blair, mientras terminábamos de almorzar, con la niñera, cuando tocamos tierra. Había liberado a la tripulación más temprano. Solo nos acompañan tres de mis hombres. Le había comprado a Sveta, la muñeca de sus sueños, y no dejaba que nadie le ayudara a remolcarla, y, de lo grande que era, la llevaba, arrastrando sus pies por las calles. Así que decidí abordar mi lancha rápida y volver al barco. Sonrío pensando en el despertar de Blair. Endiablada mujer. Tan hermosa, que me hizo dudar, pero una horas quietecita, le ayudarán a reflexionar sobre cómo debe comportarse  una esposa dócil, digna de mi apellido. Además siento deseos de ella, de volver a tenerla. Tengo planes para esta noche. Imagino que, estará tan agradecida cuando la libere, que, después del enojo que sé que vendrá, se me entregará, sumisa y dispuesta a complacerme. De solo pensarlo, tengo en mi entrepierna algo que me es imposible de disimular. Sonrío. Cargo a la niña y a la tremenda muñeca.

Nos embarcamos en la lancha, suelto amarras y pongo proa a la <<Intrépida>>.

Estamos cerca, cuando observo que algo anda mal. Está levemente escorada. Cuando nos acercamos, compruebo con horror, que tiene un rumbo, por el que el agua de mar se ha estado colando. Trepo a cubierta, dejando a la niñera y a Sveta en la lancha fondeada al pairo. Pronto, observo el caos, las puertas rotas, los equipos desparramados por el suelo, corro hacia mi camarote y abro la puerta. Iván ruge, irguiéndose furioso. Debe estar hambriento y asustado.

Lo tomo de la cadena, lo conduzco a su jaula en la bodega, espero que tengamos tiempo de sacarle. Le retiro el bozal, le sirvo su comida y le hablo suavemente, para calmarle. Se ha vuelto bastante manso conmigo, que he dejado claro quién es el que manda. Cuando regresemos, le prometo, voy a soltarlo en una reserva. Grito el nombre de Blair, estoy comenzando a asustarme. Iván no es capaz de atacarla, pero asustado…No hay un rastro de sangre, compruebo con alivio.

El dormitorio está vacío, entro en el baño y observo la ventana con el vidrio roto y estallado. Vuelvo a buscar por todos lados, el caos es total Ha destrozado lo que encontró. Falta el bote inflable, me tropiezo con mi bata del gimnasio, caída en suelo.

Me dirijo al puente, abro la puerta con mi llave y por radio, solicito ayuda, así como la búsqueda de mi esposa, a bordo de un bote inflable, del que doy las señas y probable localización. Doy las coordenadas y exijo rapidez, por el rumbo en el casco. Deberé explicar lo de Iván. Suspiro, pero, curiosamente, no estoy furioso, como sería lo normal. La he llevado demasiado lejos. Siento que la he asustado y que debe odiarme. Mi única carta, es Sveta.

Vuelvo a la lancha, las  llevo a la isla, a casa. Instruyo a la niñera para que si Sveta despierta, le diga que la tía Blair fue a comprar una muñeca aún más grande. Con el movimiento del mar, la niña se ha quedado dormida después de toda una mañana de pasear, elegir juguetes y almorzar al sol del otoño. Yo, deberé hallar a mi irascible esposa. Me temo, que no podré librarme del escándalo que va a rodear el hecho, por demás curioso. No podré atribuirle a Iván el destrozo de las puertas. Los peritos no son tontos, y no es algo típico de los piratas, casi ausentes por estas latitudes.

Me dirijo, siguiendo la corriente que parece llevarme a la isla más cercana. Atraco la lancha allí, es una isla pequeña, con escasos habitantes y no veo bote inflable por ninguna parte. Comienzo a sentir una garra de miedo en mis tripas. Más lejos, no hay nada habitado hasta… Me cuesta no entrar en pánico. Averiguo si han visto a una mujer, y un bote, pero nadie ha visto nada.

Me dirijo al barco. Es necesario que le busquen y la encuentran antes de la noche.

Llegan los guardacostas y organizan la búsqueda. La policía me toma declaración. Arreglan el traslado de Iván que insume sus buenas tres horas, es necesaria una grúa para levantar la jaula y colocarlo en la cubierta del barco pesquero que utilizan para la emergencia. Me aseguro que un veterinario le revise, y personal de una ONG le alimente, le hidrate, haciéndome cargo de todo, incluso de su traslado y la multa...

Me paseo por la cubierta del barco que está por ser remolcado, cada vez más escorado y yo, cada vez más aterrado, debo admitirlo. Me niego a abandonarlo y menos a Blair. Siento que desconfían de mí y piensan que he tramado este desastre para deshacerme de ella. Llamo a mis abogados y les describo la situación. Con suerte, mañana a la noche, aterrizará el mejor. Me siento terrible, arrepentido, nunca pensé que iba a terminar en esto. El barco, me importa muy poco, no quiero perder a Blair quien seguro va a denunciarme y eso hará que pierda a Sveta, y yo, la empujé a este acto desesperado.

Las horas pasan y estoy deshecho. Estoy seguro que se ha ahogado. No me percaté de lo que sentía por esta mujer, fuera de mi serie de mujeres perfectas. Con su belleza natural, su bondad para hacer lo imposible por salvar a una inocente, víctima del monstruoso mundo en el que me muevo.

Hace un par de horas que sigo en la costa. Me comunico con mi casa y la niñera me dice que Sveta protestó un poco, cuando no vio a tía Blair, pero se conformó con el tema de la muñeca y ha vuelto a quedarse dormida después del baño y la cena.

La patrulla costera regresa cuando oscurece. Mañana continuarán la búsqueda. Por el régimen de la marea, solo era esa isla, la única en su derrotero, después solo queda el mar abierto. Lo único que se me ocurre, es que le inspiro tanto terror, y odio, que ha preferido lanzarse hacia aguas abiertas.

A las cuatro de la mañana, un yate de gran calado, fondea en el puerto. Previamente, han comunicado que han recogido a una mujer en un bote salvavidas, en estado de shock y que han cambiado su rumbo para traerla a tierra firme para que le hospitalicen.

Me precipito al puerto, cuando la ambulancia llega. Por la planchada, suben los paramédicos y bajan una camilla del que han suspendido un suero. No logro verla y no hay espacio para mí dentro del móvil. Tomo un taxi y sigo al patrullero rumbo al hospital más cercano.

Permanezco cerca de una hora en la sala de espera, mientras la evalúan. Luego queda internada en una habitación que logré que le den solo para ella.

Entro despacio. La policía ya está a su lado, pero duerme, ausente de todo el revuelo que hay a su alrededor.

Se le ve tan pequeña, perdida en la cama… tengo un nudo en la garganta.

Salgo, exigiendo hablar con el médico tratante.

—Está deshidratada, alguna quemadura en el rostro, y físicamente exhausta. Mentalmente está en shock. Ha debido entrar en pánico cuando se ha visto sola en su barco con el oso. Me mira y un reproche mudo en sus ojos, me atraviesa.

—No tengo idea cómo llegó Iván a soltarse —murmuro, cobardemente.

—Es raro. Ya le tocará contestar las preguntas de la policía.

— ¿Cuándo despertará?

—La sedamos así que, recién mañana, lo hará. Habrá que ver si recuerda algo de lo que ha sucedido.

— ¿Hay posibilidades que esté amnésica? No quiero que olvide. Me atreveré a ser el monstruo que recuerde el resto de su vida.

—Eso no lo sabremos, hasta que no despierte, tal vez, se sienta algo confusa, pero no ha recibido ningún traumatismo en la cabeza, aparentemente. Es puro agotamiento y deshidratación. Han sido varias horas en el mar.

Me quedo toda la noche, acostado en una cama que para mí, han colocado en la habitación. El hospital no es muy grande y preferiría que fuera algo mejor equipado. Aunque imagino que, de haber sido necesario, le hubieran trasladado.

Al amanecer despierta y cuando repara en mí, que estoy instalado a su lado, abre más los ojos, con signos de terror que despiertan un torbellino de pitidos de las máquinas a las que está conectada. Las enfermeras acuden corriendo y controlan sus parámetros vitales, como les llaman.

Me hacen salir de la habitación y hacen una revisión de su funcionamiento. Sé que su reacción de puro terror, ha sido porque recuerda perfectamente, claro que lo hace. La policía estará encantada de oírla, sobre todo, cuando reparen que tiene a un conspicuo mafioso ruso servido en bandeja por su enfurecida esposa y el intento de homicidio, será lo menos que me tiren por la cabeza. Pienso en Samuel Bergson, mi abogado, volando hacia aquí. Le he dejado a Nika, instrucciones para que no se mueva de la ciudad.

El doctor de la víspera entra presuroso a la habitación. Paseo por el pasillo, presa de la ansiedad. Al rato sale y me busca con la mirada. Me acerco.

—Su esposa pregunta por usted.

Entro, reticente y me acerco a la cama. Blair, sentada, pálida y conectada a varios cables extiende los brazos a pesar de los dispositivos que tiene en un dedo y en las venas de las manos. Me siento en la cama y me estrecha en un abrazo, lleno de alivio. Su boca en mi oído susurra.

—Sigamos fingiendo y apoya mi versión y si no nos sacas de esta a ambas, te hundo.

Su tono frío me sorprende así como la firmeza de su voz.

Se deshace en llanto, buscando mi abrazo y por momentos, yo también me convenzo que es genuino. En ese momento, desconocía, que la noche de sexo, inédito para ella y luego el estrés con Iván habían roto a una mujer y dejado otra en su lugar.

Le acaricio el cabello, pegado por el agua de mar y el sudor. Le beso la coronilla y aspiro su olor salobre y algo se encoge dentro de mí.

—Por suerte, se ha recuperado muy bien —afirma el doctor. Ahora necesita que le lleve a casa y que descanse.

— ¿Dónde está Sveta? Veo miedo en su mirada.

—Está en casa con la niñera, Blair, tranquila. Está esperándote no sabes cómo.

Hace ademán de levantarse, pero el doctor decide retenerle unas horas más. Antes de la noche, si todo sigue así, le dará el alta.

—Necesita descansar —insiste el médico. Ya hablará con la policía antes de retirarse.

La miro antes de irme y sus ojos me fulminan en señal de advertencia, cuando dice suavemente: <<Cuida bien a Sveta, dependemos de eso, no lo olvides>>. El médico me mira extrañado y me veo envuelto en una serie de promesas, incluso, le enviaré un video, antes de venir por ella.

Le cuento al curioso galeno que ha perdido otros embarazos y que la niña es nuestra última esperanza.

Asiente, comprensivo. A sus ojos, soy un millonario loco que viaja en su yate con su familia y un oso de mascota, además de su guardia personal.

Trato de dulcificar mi mirada tanto como puedo, pero eso sé que no me es fácil, estoy acostumbrado a evaluar todo, con la mirada del halcón, sin tregua y sin esperanza.

Cuando llego a la casa, Sveta viene corriendo gritando su nombre, pero le dije que tía Blair vendrá esta noche, se ha caído al mar y la están cuidando en el hospital, pero está bien. Y grabo un video donde está la niña, tapada por la enorme muñeca, sucia de tanto ser arrastrada, y pidiendo por ella. Cuando vaya al hospital, por mi mujer, le mostraré el video para que me crea, antes de iniciar lo que imagino, será una guerra entre nosotros.

Sveta corre un rato más por la playa, hasta caer rendida. La levanto y la llevo al baño donde la deposito en el agua tibia para que la niñera la bañe. Ni aún allí quiere abandonar a la dichosa muñeca, a la que sumerge, cosa  que mal no le vendrá.

Me voy a mi habitación, estoy molido. Me ducho, me cambio de ropa y espero que arribe Bergson. Tiene para más de tres horas aún de vuelo. Quiero que cuando Blair declare, él se halle presente.

Me quedo dormido cuando mi teléfono suena. La voz de Sergei Bogdánov, del otro lado del océano, me baja a tierra bruscamente.

— ¿Dónde carajos te has metido, ladra?

—Estoy en Grecia, Sergei.

— ¿Qué mierda haces allí?

—Que yo sepa, no somos socios y no tengo que darte explicaciones, sino que aún estoy esperando qué diablos fue lo del secuestro de Ania, hace cuatro años. Así que, si alguien tiene que dar explicaciones, ese eres tú.

—Sí, lo de tu hija fue un malentendido. Recibí una mala información, que intentabas apoderarte de cierta zona del puerto y eso me cabreó tanto que perdí los papeles.

—Bueno, eso, viniendo de tu parte,  lo tomo como una disculpa, gruño.

—No te olvides que ambos partimos de las calles de Moscú, tal vez te has olvidado que eras el niño que se cayó de su cunita de oro y llegaste después que yo.

—Me gané mi lugar, Sergei, a fuerza de puños y robos, pero no me estás llamando para recordar viejos tiempos.

—Tienes razón. Te llamo porque han desembarcado los italianos en nuestra zona. Tal vez te interese saber eso, de la mano de Feliciano Ambrozzi.

Me incorporo de golpe apretando el puño que no sostiene el aparato y lanzo una sarta de maldiciones en ruso.

— ¿Cuándo llegaron?

—Hace tres días, uno de los nuestros me llamó y me dijo. Anoche, lo corroboré. Llamé a tu hijo, pero me dijo que él no podía moverse y que tú querrías saberlo.

Asiento.

—Sí, tiene razón. Estaré de regreso en un par de días y nos reunimos, Sergei. Si estás de acuerdo, puedes citar al resto, ya sabes.

—Eso mismo pensaba yo.

—Cuando esté de vuelta, te aviso.

— ¿Me dirás qué clase de negocios te ha llevado con los griegos?

—No son negocios, no del todo. Estaba en mi jodida luna de miel.

—Vaya, te felicito. Pero no se te oye muy feliz.

—No, mi esposa, tuvo un encuentro con Iván y casi hundió mi barco. Lo destrozó. Te cuento esto porque ella está hospitalizada, la policía metida en el medio, y los del seguro al caer, así que espero poder arreglar todo antes de viajar.

—Vaya mujer que te has echado, risotada.

—Creo, que sigue valiendo la pena.

—No te equivoques. Para nosotros, una mujer que trae problemas… ya sabes.

—Sí, y sabré que hacer.

Cuelga, riendo de buena gana.

Vuelvo al hospital. Sentada en el hall, Blair aguarda por mí.

Firmó el alta y la policía aceptó que declare mañana a primera hora en casa. Una deferencia que destaco. Deben saber quién soy, a esta altura y querrán quitarse un lío doméstico lo antes posible. Con los del seguro, la cosa, será más complicada, para eso aguardo a Bergson.

Nos vamos juntos y le ayudo a subir a la lancha. No hace preguntas. Le he enseñado el video de Sveta, tal cual prometí. Asiente con la cabeza. Imagino que la guerra irá de silencio, al menos hasta que explote.

Le han recetado sedantes suaves antes de dormir y reposo.

Con el rabillo del ojo, noto que sus manos tiemblan ligeramente. Tengo ganas de abrazarle, pero me contengo, es capaz de arrancarme los ojos clavándome las uñas, aunque las lleve tan cortas.

Cuando llegamos a casa, se precipita escaleras arriba, y entra al cuarto de Sveta que duerme aferrada a la gigantesca muñeca, más parecida a un monstruo después del baño, su cabello pegado a la cabeza, y sin su vestido, enseña sus piernas rígidas y los pies negros por el arrastre.

La acaricia, los ojos húmedos. Por alguna razón no quiero perderme la escena. Algo de lo que nunca fui testigo, a mis cuarenta y pico, no quiero dejar pasar un reencuentro auténtico. Rodeado de tanta falsedad toda mi vida, esto es nuevo para mí. Las palabras de Sergei resuenan en mis oídos <<caído de la cunita de oro>>… Me retiro a mi habitación.

Ella, sale despacio y se refugia en una habitación para huéspedes. No le culpo.

—Tienes que comer, Blair. Pareces un espectro.

— ¿Por qué será, no? Me mira con furia.

—Te advertí que te castigaría, no lo olvides. Tal vez, estás demasiado influenciada por las novelas que lees, donde el castigo es sexo y más sexo, pero, conmigo es distinto. El sexo no es para castigar, es para dar placer y ayer, te ganaste a Iván.

Me enfrenta. Se ha servido un plato de pasta que calienta en el microondas que revuelve sin ganas.

—Has visto que puse en peligro a tu precioso Iván y si hubiera tenido tiempo, te incendio el barco con oso y todo. Si lo que buscabas fue quebrarme y someterme a tu modo, no vas a lograrlo, sabes que solo lo podrías hacer a través de Sveta. Es todo lo que me importa y si estuvieras dispuesto a hacerlo, ya lo habrías hecho. Pero, sé que en el fondo, la niña te cae bien y que has de honrar la promesa de cuidarle, si a mí me sucediera algo. Así que más vale que viva lo suficiente, para que no te complique la vida una niña de menos de tres años. Además la versión que le di a la policía, puedo cambiarla en cualquier momento, eso me quedó claro.

— ¿Ya has hablado con ellos?

—Lo pedí yo. Imaginé que tú y tu abogado querrían darme un libreto, pero gracias a un apuesto oficial, Alexis Parkos, pude declarar esta mañana a las siete antes de irme de alta.

Me tomo los cabellos y los tiro hacia atrás, ignoro lo de <<apuesto>>. La muy perra, sabe cómo encenderme, en todos los sentidos.

— ¿Qué les dijiste, exactamente?

—Que el animal mordió o destrozó parte de su jaula y escapó, arrastrando la cadena, que se enredó en uno de los postes de tu cama y el resto es cómo logré escapar. Habrás podido apreciar, que Iván no es responsable de nada. Todos los destrozos los hice yo solita.

Sacó pecho y lució su mejor sonrisa.

A pesar de mi enojo, estoy orgulloso de ella.

—Tiene bozal, y la cadena era suficientemente corta como para haberte alcanzado —le digo, restándole importancia a su <<acting>>.

—Sí, pero cuando despiertas y ves a un oso atado a un poste de tu cama, no te pones a medir la distancia entre tú y él. No, de inmediato, al menos—me contesta mirándome fríamente. Advierto un brillo feroz en su mirada que nunca antes he percibido.

—Quería enseñarte modales, no causarte daño, Blair. Mi abogado está al caer. Tal vez, deban revisar tu declaración. Y, si esto se repite, el divorcio puede estar listo antes que la adopción. No soy insensible, pero odio que intenten manipularme.

—Igual yo —afirma. Así que, si Sveta ha de ir a un hogar, que así sea. El precio que exiges es demasiado alto, eres una especie de enfermo del control y te da placer, doblegar a los otros. Pero eso, no va conmigo. Serás responsable de lo que vaya a sucederle a Sveta, justo cuando me ha dicho que…Se tapa la boca y se encierra en el baño y escucho el agua de la ducha.

— ¿Qué demonios te ha dicho? Mi bramido, parece que va a sacudir los vidrios que se han salvado.

—<<Tú eres mi tía, pero Yuri es mi amigo>>.

Siento que me falta algo de aire y me enfurezco, mentirosa.

Bergson, cree que cualquier cosa que digamos, no va a tapar el hecho que en un yate, alguien tenía un oso en cautiverio. Saldrán las organizaciones en defensa del animal y las que yo considero <<chorradas>>, con la indignación de mi esposa e hija, cuando esta se entera.

—En realidad, lo he rescatado de un laboratorio clandestino, les explico. Estaba listo para ser intervenido y extraerle la bilis para exportar a China, porque el producto que fabrican, posee muchas cualidades medicinales, explico cuando al fin puedo aclararlo.

Obviamente, van a querer precisiones, la ubicación del laboratorio, si he hecho la denuncia, y me veo obligado a desenmascarar a un ex socio que tenía montado el negocio, en pleno bosque en Polonia. Ahora, tengo un enemigo más. Así que, por un lado, detengo las acciones de las ONG y por el otro, hay otra bala más que lleva mi nombre.

La causa por qué no he dejado el caso y el oso en manos gubernamentales, es porque no confío en ellos. Pero, eso tampoco puedo decirlo. No creo en ninguna institución, esto es un hecho. He sido abandonado desde edad temprana en la calle, cuando todo se arruinó y nadie movió un dedo para evitar que tantos de nosotros, nos perdiéramos para siempre en el delito. No me victimizo, de no ser por eso, estaría muerto. Y ahora, como si supiera mi estado interno, esta vil mujer, me chantajea con Sveta para que no quede a merced del estado.

Llegamos a un acuerdo sobre lo que se dirá y aunque la policía, tiene sus dudas, no habiendo víctimas y mi esposa estaba tan ansiosa de verme, quedo libre de culpa y cargo. Ahora es el seguro quien investigará la embarcación, a la que doy por perdida. No están diseñadas para llevar osos, y esto no estaba incluido en la póliza. Fin de esta luna de miel. Ahora terminemos de cerrar los acuerdos con Blair. Eso será en casa, en América.

Ella retorna a clases, sus últimos meses, antes de graduarse. Casi no nos vemos y es mejor porque evitamos lastimarnos de más. Seguimos furiosos uno con la otra. He aprendido que, mientras estemos juntos, deberé hablar con ella antes de forzarle o imponerle conductas a las que reaccionará violentamente. Si hubiese sido un miembro de la organización el que causara semejante caos, ya estaría flotando en la bahía.

Me reúno urgentemente con los Bogdánov, y dos familias más. Nika, se mantiene al margen de las negociaciones, le prefiero al mando de los hombres en las calles y regenteando los clubes.

Los Ambrozzi, cuentan con apoyo político. Son miembros locales y la mayoría nacidos aquí. Nosotros, seremos siempre considerados enemigos y extranjeros, por más poder y dinero que dilapidemos apoyando a ciertos funcionarios. Nuestras bases son endebles. Por eso, nos desarrollamos mejor en Europa. Pero a los veinte años, cuando desembarqué en esta ciudad, me golpeó su grandiosidad, se respiraba dinero, poder, personas con ansias de gastar y mostrar cuánto tenían, sin avergonzarse de sus fortunas y menos de sus logros, así fueran de oscuros orígenes, nadie renegaba de los dólares que amontonaba. Creí que había llegado a un hogar.

Ahora, deberemos defender de ellos, cada palmo ganado en las calles. Como sea.

Una noche, volvimos de una fiesta algo ebrios y nos tendimos sobre la alfombra frente a la chimenea. Comencé a contarle…

—Mi esposa era mitad americana, mitad rusa. Ella me daría lo que necesitaba en cuanto a contactos locales. Alexia. No había sido un loco amor, sino algo bien calculado por ambos. Necesitábamos el uno de la otra y viceversa. Nuestra sociedad funcionó estupendamente unos años, hasta que nos consolidamos, pero, se hartó de mis modales rudos, de alguien criado en la calle, con poca paciencia, mal genio y sin tacto alguno para manejar ciertas cuestiones que necesitaban sutileza. Conoció a un americano rico, me pidió el divorcio y me cedió la tenencia de mis dos hijos. Los veía, <<demasiado rusos>>. Ella, ha muerto hace unos años.

La otra parte de mi historia, surgió después, cuando susurré, en el oído de  Blair, una noche que pude colarme en su habitación y después de forcejear no poco, obligándola a  escucharme.

Evoco la escena, donde me veo, sentado a horcajadas sobre ella, apoyándome en mis rodillas, para no asfixiarle, y, tomándole ambas muñecas aprisionadas entre mis manos, me recordaba a un becerro, antes de ser marcado. Pero, fue la única forma en que pude hacerme oír.

—Estoy acostumbrado a escarmentar a hombres y mujeres, como se estilaba en mi casa, en mi familia, con la que viví catorce años. Cuando murió mi abuelo, quedé huérfano, en manos del inútil y cruel de mi padre. Tenía sus métodos para castigarme y hasta el día que huí, creí que terminaría matándome, porque no era exactamente como él. Tengo su impronta, he recibido parte de su refinada crueldad y sé administrarla sin consecuencias serias para mí, pero sí para el objeto de mi ira. No me estoy justificando, solo necesito que entiendas. Por eso, creo haberte pedido que te alejaras de personas como yo. Y cuando te vi llegar con la niña, recordé a una mujer serbia, con el cadáver de la hija, en sus brazos amputados en las manos, vagando entre las ruinas de su casa, con la vista extraviada, y se me presentó esa imagen que no olvidaré fácilmente, no pude negarte ayuda. Además quiero que sepas, estoy orgulloso de lo que hiciste para escapar de mi necesidad de control. No he conocido a ninguna mujer capaz de hacer algo así. Tienes mi respeto. Pero, cuando nos otorguen la adopción, vete lejos, Blair. Un hombre como yo, no te conviene, ya lo habrás notado. Así me mate lo que te estoy diciendo, ponte a salvo, juro que no te buscaré.

Me permite que la bese. Por lo que me dijo, ha terminado su carrera y quiere que acuda a la ceremonia de graduación.

La reconciliación, no me deja muy tranquilo. Temo su venganza. Había visto el brillo feroz de sus ojos, y he aprendido a leer el rostro de las personas, y pocas veces me equivoco.

Por eso, prefiero, de entrada, caer en el cliché de vendar sus ojos. No quiero sorpresas. Y si esto es más común que tomar un café en la vereda, que así sea. Tardaré en disipar de mi mente el destrozo que llevó a cabo en mi barco y si hubiera podido, me confesó, le habría prendido fuego con oso y todo. Esto resuena en mi mente y, no tengo dudas, que hubiera sido capaz.

BLAIR

No tengo idea de lo que él es capaz. Contrariamente a lo que pensaba, parecía estar verdaderamente conmocionado por las circunstancias de mi desaparición, hallazgo, hospitalización y posterior reencuentro, aunque frío y distante, por lo cauteloso.

Los inevitables costosos regalos, que acompañan cada reconciliación, esta vez no se han hecho presentes, alarmándome más aún. Mantenía una saludable distancia entre ambos. Trabajaba en sus oficinas del centro de la ciudad hasta tarde. Habían surgido problemas con unos italianos recién llegados y estaba permanentemente reunido con su antiguo enemigo Sergei Bogdánov y otras familias más. Eso hacía que volviera a casa cerca de las cuatro de la mañana. Sabía que no había otras mujeres. Olía a tabaco, pocas veces a alcohol y se le veía preocupado y abstraído. Las horas restantes del día, las pasa boxeando con su sparring, o en el saco de arena, ha jugado con Sveta y Sacha, el hijo de Nika y, se ha refugiado en un hosco silencio.

Asiste a la ceremonia de graduación y en todo momento, se comporta como un  correcto y amante esposo.

Todo eso, no oculta, sin embargo que lo que causé a bordo del <<Intrépida>>, que está en reparaciones, no va a pasar al olvido. Eso y lo del corte del pastel.

Sé que cuando está observándome sin decir nada, está planeando su venganza.

La noche que asistimos a una fiesta en casa de una de las familias de las que ahora estamos tan cercanos, regresamos algo ebrios. Me hace confidencias de su infancia, sus costumbres crueles aprendidas de un padre brutal y despiadado. Pero, cuando quiere que tengamos sexo, me venda los ojos y ata las manos a mi espalda. Me explica que no quiere caer en el cliché, sino que todavía no confía en mí. Pasará mucho tiempo para que lo haga, agrega. Tanto como yo en él. Temo despertar con una cobra a mi lado, le respondo y ríe, como si lo hubiese considerado.

Me siento muy estresada y sobre todo, cuando recibo un correo electrónico de Alexis Parkos, advirtiéndome de ciertos antecedentes de mi esposo que manda por adjunto a una cuenta de correo alternativo que tengo y con una contraseña a prueba de hackers. Ahora, después de tantos años de estudio, sé cómo proteger mi privacidad.

Abro un expediente que estaba cerrado por ser menor de edad, donde se describe que había estado en la cárcel y luego alojado, en un centro correccional, por haber incendiado un cuartel de policía, junto con otros que asolaban robando en la ciudad. Si no le detienen a tiempo, estaba por colgar a uno de los agentes de un gancho de carnicero, suspendido sobre un corral con cerdos para que le devoraran vivo.

Se me hiela la sangre.

Pero, siendo sincera ¿Qué esperaba? ¿Un filósofo, un profesor universitario?

El sexo ha vuelto a ser lo fantástico que fue hasta que lo arruinamos, él por ser un primate y yo por no querer ser manipulada como otra de sus <<muñecas>>.

Una tarde, me tiene sobre su regazo, leyendo, cuando me susurra que está al tanto de mi relación epistolar con Alexis Parkos. Me quedo de piedra.

—No tengo problemas que te escribas con él, Blair. Solo recuerda qué información pones en sus manos. Dependemos de tu discreción, Sveta y yo.

— ¿Cómo lo sabes?

—Porque mi supervivencia se basa en la información de la que dispongo.

—No te he traicionado, Yuri.

—Lo sé. Si así hubiera sido… no ibas a escaparte esta vez de la reprimenda. Ríe.

— ¿Disfrutas infligiendo sufrimiento a las personas?

—No soy un sádico. Alecciono para evitar que vuelvan a fallarme.

—Sabes que no vas a doblegarme tan fácil —le respondo indignada.

—Cuento con ello. No sabes cómo me pone eso.

Me lleva en brazos al dormitorio.

YURI

Las cosas, entre nosotros no mejoran, a pesar de lo que expresen nuestros cuerpos. Ellos, tienen su propio lenguaje. Ahora, necesito tener la cabeza despejada para enfocarme en las reuniones que mantenemos entre nosotros, en primera instancia, para que al alcanzar un acuerdo, podamos salir a enfrentar a los italianos y lo que se traen.

Cuando me quedo solo en mi estudio, son las tres de la mañana. El silencio que hay en mi casa, me hace sentir bien. La niña es bastante ruidosa y he perdido la costumbre de ver niños, correteando a mi alrededor. Sacha, con su llegada, parece estar más animado. El pobre, desde que su madre, nos ha abandonado, ha estado algo alicaído.

Analizo la cuestión del oso. Nadie sabe bien a qué se ha debido semejante escarmiento. Comenzó en la fiesta de bodas, antes de nuestra luna de miel y las discrepancias que hubo entre nosotros. Llegó la hora del corte del pastel, por parte de los novios. En América, el momento en que las parejas empuñan el cuchillo y juntos, dan el primer corte, es una parte fundamental de la ceremonia. Al parecer, las mujeres, dan mucha importancia a esto, así como el de  arrojar el ramo.

Cuando Blair, está buscándome para cortar el dichoso pastel, no me encuentra. Se dirige a mi oficina y mi puerta está cerrada. Delante, montan guardia mis custodios que tienen orden de no interrumpirnos. Estamos todos los jefes reunidos. Pensamos que las fiestas de boda al estilo americano, son para las mujeres, y nos escabullimos a proseguir con nuestras planificaciones. Ha venido Roxie, una de las chicas de uno de los clubes, que nos sirve licor y cigarros a todos.

Cuando ella descubre que estamos en mi estudio, intenta abrir la puerta para convocarme a cortar el jodido pastel. Pero mis guardias se lo impiden. En ese momento, la puerta se abre y sale Roxie con la bandeja llena de vasos vacíos. Debe haber escuchado nuestras discusiones en ruso, el humo, alguna risotada, y, Roxie… es Roxie. No tiene restricción alguna para meterse donde quiera, es un soporte de Nika, sus oídos en todas partes, en los locales adonde le destine.

Blair les avisó que nos esperaban para cortar el pastel y los custodios le dijeron que lo sentían, pero tenían orden de no interrumpir.

Furiosa, de genio rápido como es, se dirigió al salón de la fiesta y cuando se hizo el silencio para el corte, tomó el cuchillo, y de un tajo partió el pastel, levantando los brazos y sosteniendo el cuchillo en alto, como si de un hacha se tratara. Acabo de ingresar al recinto y me quedo de hielo, al verle, blandir el arma, triunfante, sola. En su mano es un arma, no un utensilio de cocina. Jadea, nerviosa, desafiante, paseando su mirada por todos los presentes que prorrumpen en vítores, luego que hace un corte limpio sin dudarlo.

Me acerco y con disimulo, le tomo la mano y se la aprieto tanto, que suelta el cuchillo haciendo un gesto de dolor.

Sonriendo, para disimular, le susurro con los dientes apretados en su pequeña oreja: <<esto no quedará así, mi amor>>.

Parece no entender que un jefe no puede ser desobedecido en público por su esposa, ni desautorizado por nadie. Necesitaré aplicarme con ella, si no quiero ser el hazmerreír de mi gente a manos de una mujer casi niña, recién salida de la preparatoria o algo más, aunque no duda en arriesgarse si siente sobre sí, el mínimo control.

Me levanto del sillón y es tan tarde, que me encamino directo a mi dormitorio, apenas abro la puerta del de ella. Toda la ropa de cama está en el suelo y se halla, hecha un ovillo, me acerco para cubrirle, pero, pega un salto, dando un grito ahogado de terror. Ha estado soñando con el oso. Me siento en la cama, tomo su cabeza entre mis manos, y le acaricio el alborotado cabello. Beso sus párpados cerrados y están húmedos. Ha llorado en sueños. Creo que formo parte de sus pesadillas. Continúo acariciándola, susurrando palabras en mi idioma que ella no entiende y así está bien. No me interesa caer en la categoría de cursilería en la que podría situarme, si entendiera lo que le digo.

Ojalá, alguien se hubiera comprometido conmigo para salvarme de las calles, como ella está haciendo con Sveta.

Me retiro despacio, cerrando la puerta.

No puedo dormir. Los italianos son una amenaza para nosotros, y debemos reforzar la custodia en todos nuestros emprendimientos, clubes y hoteles principalmente. No quiero que se repita nuevamente la escena del club donde estaba Blair, la noche que fue secuestrada. Parece que han transcurrido cien años. Enciendo uno de mis puros y apenas he dado dos caladas, mi puerta se abre y su silueta se recorta en la entrada.

Enciendo la luz, quiero ver que no lleva nada en sus manos, con lo que pueda acabar conmigo.

Tiene los ojos muy abiertos y respira suavemente. Se acerca lentamente, a la cama que compartimos al principio.

Me levanto y la guío hasta su sitio. Se recuesta y reclina la cabeza sobre la almohada. Sola, parece no sentirse a gusto o a salvo.

Lentamente me acerco y le abrazo. Se refugia bajo mi axila y hunde su nariz entre mis costillas.

—Espero que no intentes morderme —murmuro.

Se ríe suavemente y me hace con su índice un gesto de negación. Saca su cabeza y me susurra: <<solo si quieres que lo haga>>.

—Sí, pero no allí —le digo, guiándola hacia el sitio, donde necesito que pruebe sus dientes. Despacio, pequeña, suave —le indico. No te entusiasmes.

Ella comienza a apretar y jadea.

— ¡No puedo parar, quiero apretar más!

Le aparto la cabeza, mientras puedo maniobrar.

— ¡No, mi querida, no! ¿Acaso quieres dejarme inutilizado?

—Quiero devorarte, Yuri.

 Es cambiante y ahora parece apasionada. La toco y compruebo que no miente. Realmente me necesita y está excitada. Hago lo posible para que me ruegue por ello. Llora, suplica, indica dónde me quiere en ese preciso momento. La hago esperar, mientras exploro otros puntos sensibles, que parece desconocer y le ponen frenética y más dispuesta aún. Las lágrimas caen a su pesar, y está irritada porque me observa sonreír. Me clava sus pequeñas uñas en la espalda, hincando sus talones en mis glúteos y me impone su ritmo, pero me desentiendo.

—Ahora, vamos a ordenar esto, Blair. Dije, ahora, preciosa.

Aparta sus cabellos de su cara, enrojecida, brillante por las lágrimas, un destello de odio en sus ojos me advierten que algo va a intentar. Le tomo de ambas muñecas por las dudas y asalto su boca, mordiéndole el labio inferior, sintiendo el gusto a herrumbre de su sangre. Se zafa un segundo y me abofetea. Allí casi pierdo el control y le tomo como un salvaje, llevándole hasta donde no quiere ir, luego de contemplar ese espectáculo digno de una pintura renacentista, profundizo mi contacto en su interior, hasta que yo también la persigo, en esa competencia, en que se ha transformado nuestro acoplamiento. Termino, dándole suaves besos en su cuello y detrás de las orejas, parece apreciar mi tregua. Mi lengua hace el resto, y se desata otra vez. Nunca sigo este orden de maniobras, pero, con Blair, he perdido el rumbo. Vuelve a encenderse.

NIKA

Mi ex novia, ha dejado a nuestro hijo Sasha a mi cuidado. Tengo dudas sobre mi paternidad y mando hacer el estudio genético correspondiente. Es hijo mío. He pretendido ignorar su parecido, sus ojos, el color, el pelo, es idéntico a mí cuando tenía su edad. Mi mujer, ha huido, sabiamente. Mi padre, cuando se entera que tengo dudas sobre mi paternidad, quiere ir por ella y liquidarla, sea cual sea el resultado, pero, por una vez, me impongo e impido que la rastree y la haga desaparecer en el Hudson.

En esos días, Blair Dixon, aparece de la nada, después de cuatro años. Viene con una niña de la edad de Sasha. Por lo que dice, es hija de una amiga que compartía el alquiler con ella y ha aparecido muerta. Sabemos que a manos de una de las pandillas locales, por robar algo de sustancias para reventa. Blair, está empeñada en adoptarla y busca ayuda en Yuri.

No creo que mi padre mueva un dedo para ayudarle, después que desapareció, pero este hombre, nunca dejará de sorprenderme. Se ha guardado estos años, el recuerdo de la joven que quería llevar a su cama. Ahora, pienso, que ha sido mucho más que eso. Entre nosotros, los sentimientos ni se mencionan, por eso, si ha sufrido, lo ha sabido disimular tan bien, que nadie lo ha notado. Ahora que le observo más cuidadosamente, le veo concentrado escudriñando el rostro de Blair, el minucioso estudio que lleva a cabo del cuerpo de ella, ponderando los cambios operados, su aspecto, sus ademanes, gestos faciales, miradas, timbre de voz. No hay duda, ha cambiado. Luce más segura, aplomada y no se intimida fácilmente, aunque su pecho sube y baja más rápido de lo que ella seguramente quisiera.

La bomba nos cae, cuando Yuri anuncia que deberán casarse, por consejo de Bergson. Le hacen firmar contrato prenupcial, confidencialidad, y una serie más de cláusulas que la chica ni lee, según supe después. Solo tenía en su mente el deseo de adoptar a la niña. Veo la determinación en sus ojos, está dispuesta a caminar sobre las brasas. Mi padre es el sendero de brasas. No envidio su posición.

Los problemas entre ellos, surgen antes de la boda, y durante su transcurso. Le ha desafiado delante de todos los invitados, cortando ella sola el pastel. Cierro los ojos, es tan bella, no quisiera verla convertida en un despojo sanguinolento después que mi padre acabe con ella. Yuri, parece seguirle el juego, pero los que le conocemos bien, captamos la palidez de furia, sus mandíbulas apretadas, las fosas de su nariz dilatadas. Temo su venganza. Para colmo, de viaje de bodas parten a la isla en Grecia, allí no podré interceder por ella, aunque mi padre, nunca ha sido misericordioso, ni siquiera con aquellos que quiere.

Me entero del incidente del barco y del oso, cuando los llamados cruzan el océano, solicitando asistencia legal por parte de Yuri.

Realmente, admiro a Blair, ha causado sus buenos destrozos en la nave y esta, casi termina hundiéndose con el animal a bordo.

Me temo, que esto no ha terminado. Si es una escalada entre mi padre y ella, poco podremos hacer.

Ahora, él parece ocupado con los malditos italianos que han llegado a nuestro territorio. Tendrá que postergar la venganza. El barco era su niña mimada, y no lo perdonará, por más que en un par de meses, esté reconstruido a nuevo. En el interín, trae a Blair a la casa, parece un espectro de la bella mujer que viajó a su luna de miel. Por lo que me entero, tiene pesadillas, duermen en cuartos separados, se rehúyen y procurar hablar lo menos posible.

Al menos, Sveta, parece estar feliz de haber vuelto y ver a Sasha. Se han extrañado y eso que se han separado apenas tres semanas. Blair, ha estado hospitalizada, luego ha debido prestar declaración en la policía, mi padre ha tenido que reubicar a Iván, el oso, al que ha salvado de los chinos y sus extracciones de bilis, para sus medicinas. El seguro, se ha lavado las manos, como era de prever y mi padre, no demuestra estar molesto por todos los contratiempos. Parece haberse afectado porque ella estuvo desaparecida en alta mar y eso le ha transformado. O, al menos eso espero.

YURI

Blair, golpea la puerta de mi estudio y asoma su cabeza.

Me pide permiso para ir a bailar con sus amigos y la única condición que le impongo es que solo vaya a cualquiera de los clubes que poseo, en barrios selectos.

Parece haberse sosegado un poco y hablamos lo indispensable. Esta no es la mujer que elegí, pero por ahora, es lo que ha quedado del shock por el encuentro con Iván y pienso que salir con sus amigos, le hará bien.

Ni siquiera objeto el minivestido que se ha puesto para la ocasión ni el abismal escote, que me dan ganas de arrancárselo y tirarla sobre la mesada de la cocina y hacerle lo que yo quiera.

A regañadientes, acepta mi tarjeta y sé que está buscando trabajo. Eso ya lo veremos.

Cuando son las tres de la mañana, no he podido concentrarme en mi trabajo y aprieto mis mandíbulas, como si quisiera triturar algo.

Salgo en mi auto y llevo solo un custodio.

Está en <<Transfer>>, mi última adquisición, la más lujosa.

Apenas entro, la veo en la pista de baile. Me captura el cuerpo apresado por la música y los movimientos que le imprime. Tiene los ojos cerrados y parece ausente del imbécil con el que está bailando que está extasiado por sus pechos que se mueven y me lleno de furia.

Subo la escalera y sigo por el pasillo hasta la puerta del despacho de Nika.

Este se levanta se un salto, como sorprendido por un intruso. Tengo un presentimiento.

Doy la vuelta al escritorio de mi hijo y miro las pantallas que tiene abiertas en ese momento. Mi temor se hace realidad. Sigue a Blair por toda la pista con un peligroso primer plano. La furia se apodera de mí, una vez más.

NIKA

Esa noche, el <<Transfer>>, está que explota de gente. La ubicación que encontró Yuri, ha demostrado ser un éxito, su olfato infalible, una vez más, detectó que a los ricos a veces, no les gusta trasladarse lejos y prefieren tener un club selecto cerca de sus casas. No ha reparado en gastos y estoy seguro, que hemos de recuperar la inversión.

Me entero por el de seguridad de la puerta que Blair está con sus amigos y doy la orden que los monitoreen y no la pierdan de vista a los del sector de control por video.

Igualmente, procedo a hacer lo mismo. Los italianos estás siendo un hueso difícil de roer y no queremos sorpresas.

La chica está con varios amigos, al único que conozco es a Mark y hay otros dos, uno de ellos no le quita los ojos de encima y hago un plano más cercano de ellos dos, cuando salen a la pista.

Quedo atrapado, sin desearlo realmente, por la mujer que está contonéandose en la pista, ajena al tipo que intenta acercársele, por todos los medios, y decirle algo al oído. Su belleza y sensualidad son increíbles. Eclipsa a todas las mujeres que están a su alrededor. No puedo creer que mi padre le haya dejado salir así vestida. Seguramente, se ha cambiado de camino hacia aquí. Reparo en sus caderas y el escote y ya no puedo con eso. Es explosiva, una mujer de infierno. Me muerdo los labios, y evoco el olor de su pelo…

Mi padre, como un tigre, ha rodeado mi escritorio. No soy lo suficientemente rápido para desplazar la cámara, cuando la noche, se cierra sobre mí.

Cuando abro los ojos, estoy tendido sobre el sillón de mi oficina. Un dolor en mi mandíbula pulsa, extendiéndose hacia mis sienes.

—Ponte esto, Yuri, me arroja una bolsa con hielo.

Se sienta en una silla a mi lado y aproxima su rostro a mi oído.

—Que no se te olvide, de quién es esta mujer —me advierte. La próxima, no seré tan contemplativo. Permanece lejos de ella, Nika.

Se levanta y se va cerrando la puerta suavemente.

Pasa cerca del grupo de Blair, sin que reparen en él. Esquiva la pista donde su mujer, sigue los dictados de ese cuerpo suyo, y se retira del local.

Me refriego la mandíbula dolorida. Tendré un hematoma de proporciones, pero he tenido suerte. Por un momento, he olvidado que, Yuri no tiene contemplaciones con nadie, ni hace concesiones, así como en su momento, nadie las tuvo con él. Creció en un mundo en que los errores, son la diferencia entre la vida y la muerte y las posesiones no se negocian.

En casa, tendré que evitar a Blair como la peste. No desconozco que hay un contrato que expira en poco más de un año. Tal vez, entonces, tenga una chance. Puedo esperar. Conmigo puede despertar tranquila, que no encontrará a ningún oso atado cerca de su cama.

BLAIR

Llego a las cinco de la mañana, me han traído, obviamente en la limo, donde repartimos, los despojos de los amigos de Mark. Jackie ha vomitado en el baño y me ofrecí a quedarme con ella, pero se niega.

—No hagas enojar a tu ruso —me dice, entre arcadas.

Pero sigo los instintos de mi corazón. Despacho el vehículo y les digo que informen a mi marido que me quedaré esa noche con Jackie. No voy a fallarle a mi amiga.

Los clones informan al patrón.

—Listo, le digo, pero Jackie está dormida cruzada en su cama. Le quito los zapatos, me cercioro que respire y le cubro con una manta.

Antes del amanecer, golpean la puerta.

Yuri, entra con una bolsa y dos recipientes con café.

—Vas a necesitar esto, me dice —tendiéndome la bolsa y los cafés.

Me doy una ducha y me cambio con la ropa que me ha traído. Le doy un beso en la mejilla. No se ha enojado y eso me gusta.

Pero él, me toma de la nuca y aplasta su boca contra la mía, forzando la entrada. Lo hacemos sobre el piso del pequeño salón del piso de Jackie que duerme en su cuarto, y luego nos bebemos el café y hago tostadas.

En total, no ha dicho ni diez palabras. Bebe su café y no me quita los ojos de encima.

Esta, se revuelve con un quejido apagado. Me acerco a su lado y despierta.

—Ay, amiga —me susurra con voz apagada—he bebido como un cosaco, maldita sea, mi cabeza.

—No deberías hablar mal de los cosacos, niña. La voz de Yuri resuena en el silencio del piso, algo ronca.

Ella, abre los ojos desorbitados.

— ¡Mierda, Blair! ¿Por qué no me avisaste que el ruso estaba aquí? Parece indignada —susurra, mientras se levanta y a duras penas llega hasta el baño. Se oye el ruido de la ducha. Revuelvo en sus cajones, buscando su ropa interior, que en el apuro se ha olvidado de llevarlas al baño. Me agradece con un gruñido.

Le preparo un café bien cargado y sale al rato.

—No sé si se conocen —les digo, haciendo las presentaciones.

Ella no le quita la vista de encima, cauta. Su habitual locuacidad ha desaparecido por la resaca y el temor que le inspira la corpulencia intimidatoria de mi marido. Sonrío con malicia.

La llevamos a casa, para que almuerce con nosotros.

Yuri, me sorprende. Parece haberse dado cuenta que necesito a mis afectos cerca de mí y que, desde que regresamos de la <<luna de miel>>, no me había visto con ellos.

Aprovecho la placidez del momento para anunciar que estoy buscando trabajo. El silencio desciende con la pesadez del plomo. Yuri, interrumpe la trayectoria de su tenedor y me clava sus ojos de halcón.

Jackie se encoge en su asiento. Por ser domingo, los niños comen con nosotros, Nika parece haberse peleado con alguien. Se sienta en el extremo opuesto de la mesa, casi sin saludar. Tiene el pelo revuelto y parece que en club las cosas, no deben andar bien.

— ¿Qué paso? Le pregunto señalando la mandíbula.

Levanta los ojos del plato, del mismo tono azul que su padre y sonríe.

—Hice algo que no debía, Blair.

—Tuviste suerte —le digo riendo— a mí me fue peor que a ti.

A su pesar, sonríe y el clima se distiende.

—En casa me han enseñado que comer enojado es malo para la digestión—observo.

Hasta el ceño fruncido de Yuri se ha distendido.

—Nunca hablas de tu familia —me dice.

—Son personas buenas y sencillas, que han trabajado toda la vida y siguen. Mi padre, que ha sido profesor de Humanidades, ahora trabaja en un taller mecánico. Siempre le ha gustado y me ha enseñado algunas cosas. Yuri, entorna los ojos y parece relacionar lo que relato con algo del pasado reciente. Mi madre, trabaja en una ferretería industrial y conoce el inventario como el dueño —sonrío. Corría y jugaba con herramientas cuando era pequeña y a los seis años, había aprendido todos los nombres y los modelos de las existencias.

Jackie resopla, poniendo los ojos en blanco.

—Todavía me acuerdo cuando <<reparabas>> cosas y después explotaban.

Su relato parece divertir a Yuri quien pide detalles. Sin saberlo, mi amiga Jackie, está brindando cierta clase de información de primera mano, que puede hundirme cada vez más, en abismos insondables, aunque ella lo ignore para entonces. Su aprobación, su sonrisa encantadora y el brillo de sus ojos azules, parece alentarla a seguir excavando en recuerdos infantiles, pero, potencialmente peligrosos para su amiga. Trato de enviarle algunas señales, pero es inútil, ya está embarcada en la clase de Química.

…Y no contenta con eso, se dirigió a los baños y lo puso en un desagüe. No quieran saber qué sucedió con las cloacas…

— ¡Estamos en la mesa— le recuerdo, levantando las cejas y advirtiéndole.

Debe durarle la resaca de anoche —imagino. Tengo deseos de estrangularle, pero después recuerdo que está bastante sola, desde que me he mudado.

YURI

Mi hija Ania, llegará en breve de Sudáfrica para mi cumpleaños. Es el primer año que festejaré casado con la mujer más joven y problemática con la que he estado. Ha dado vuelta mi vida, en ciertos aspectos. Tengo más preocupaciones ahora, que antes de vivir bajo el mismo techo. Con las mujeres que he tenido, sin compromiso alguno, me he desentendido de su seguridad, y bienestar, excepto algunas pocas que me han importado un poco más.

Blair, me pide autorización para que su amiga Jackie se instale un par de meses en casa, está deprimida y bebe demasiado. Se han criado juntas, y ella le ha dejado para mudarse conmigo. Espero no arrepentirme de decirle que sí. Mira a Nika con ojos de deseo y eso, puede ser algo bueno.

Después de almorzar, las chicas irán a un centro comercial al que les he insistido a que acudan para poder tener aquí en casa, una reunión con los jefes de las familias, y con algunos miembros de mi entorno cercano. No ha habido tiempo de organizar nada en otro sitio. Nika participará, pero, el resto, no conviene que sean vistos por mi mujer ni su amiga. Llevarán a ambos niños con ellas y dos de mis hombres.

Blair, acepta que, para una tarde de domingo, no es lo que la mayoría de las parejas hacen, pero, sabe que se ha casado con alguien que no va a sentarse a su lado a ver una película y a comer palomitas, o a llevar a Sveta y Sacha al parque, para disfrutar viéndolos trepar a los juegos. Hay problemas con los italianos. Las calles nos alertan de posibles ataques y advierto a los custodios de esa posibilidad. A último momento, decido agregar un hombre más. Puede ser que la guerra con ellos, sea una posibilidad más cercana de lo que pensamos. Para mi cumpleaños, que es dentro de una semana, quisiera tener el tema encaminado y las acciones definidas. No quiere aceptar mi tarjeta ni va a comprar nada, porque dice que no necesita nada. Jamás he conocido a nadie de su edad que no se tiente y que gaste menos que ella, en cosas superfluas.

Cuando se han marchado, comienzan a llegar los autos. Todos, de alguna manera, o la mayoría de ellos, estarán invitados a mi fiesta de cumpleaños, pero acudirán con sus esposas y los temas de negocios se podrán hacer como siempre en esos eventos, en mi estudio, aunque espero que esta vez, salga mejor que el día del pastel de boda.

BLAIR

—No sé qué podría regalar a un hombre como Yuri Kovacic. Tiene todo y más de lo que nadie puede soñar en este mundo. Será, si todo sale bien, el primero y penúltimo cumpleaños que celebrará estando casado conmigo, así que me gustaría regalarle algo que perdure, que le recuerde este par de años, en los que aceptó salvar a una pequeña de pasar a manos del estado. Hasta ahora, las visitas y los informes de la asistente social, han sido favorables para Sveta. Ha crecido mucho, y se ha socializado tanto, que se nota en su lenguaje, en la manera de comportarse y Sacha ha ayudado mucho en esto, sin saberlo.

— ¿Te has decidido por algo? Jackie está cansada de caminar y estar rodeada de tanta gente, empieza a molestarle. A cada rato, gira la cabeza, y, de reojo, observa a los custodios a varios metros, detrás de nosotros. Esto la pone incómoda, le digo que, al principio, que a mí también me pasaba lo mismo, pero no le ayuda a sentirse mejor.

Decidimos tomarnos un café en la vereda.

—No sé qué comprarle —afirmo finalmente derrotada. Encima, sería con su propio dinero. Quería que fuera algo especial, y nada, no se me ocurre nada.

—Yo te puedo dar una idea —me dice con gesto de astucia. Pero es bastante lejos de la ciudad. Es en las afueras, hay una feria y un grupo de artesanos conocidos que tienes que ver las maravillas que crean. A los niños les va a encantar y todavía no cierran.

Cuando subimos al auto, Jackie, le indica al chofer hacia dónde dirigirse.

Cuando llegamos, hay bastante gente, pese a la hora próxima al cierre. Tendremos que apurarnos.

Damos vuelta, con los niños tomados de la mano. Apenas queda tiempo para llegar al stand donde ella quiere llevarme.

Veo que ha dado en el clavo. El artesano, es un hombre de unos sesenta años, con un delantal de cuero y manos ajadas. Vende relojes de arena, pero por encargo. Así que le doy una seña, para fabricar uno, que comience a verter su arena que terminará de pasar en menos de dos años. No sé cómo va a lograrlo, pero por el precio, algo elevado, creo que sabe. La madera es de excelente calidad y la va a labrar de tal modo que terminará rematada en una cúpula en cebolla como algunos edificios típicos rusos, asentados sobre las bases planas del mismo material. Cuando el último grano de arena termine de pasar, por el desfiladero de vidrio, si todo sale bien, habrá coincidido con la finalización del trámite de adopción de la que será nuestra hija, e indicará el fin de nuestro contrato matrimonial, cuando me otorguen la adopción de Sveta.

Todavía queda algo de tiempo para adquirir un par de juguetes de madera para ambos niños, esos llamados <<didácticos>>. Regresamos cerca de la hora del baño y la cena de ambos.

Cuando llegamos, Yuri y Nika están sentados en sendos sillones en el estudio de mi marido. Se nota que han tenido reunión con sus socios, por la cantidad de colillas de cigarrillos, vasos con resto de licor, olor a humo y a encierro.

Los niños entusiasmados entran corriendo con los juguetes y no quieren irse a bañar hasta no jugar con ellos.

La niñera tiene lo suyo e intervengo para que saluden a ambos hombres y accedan a subir a bañarse y a cenar arriba, con la promesa de que después de eso, podrán armar una ciudad, con los diferentes bloques de colores.

—Estás haciendo una terrible concesión por esa niña —susurra Jackie mirando para todos lados. Yo no habría podido hacerlo.

—Puedo asegurarte que desde que estoy con Yuri, no me aburrido un solo instante —afirmo.

—Pero deberías tener otra clase de compensaciones —objeta pesarosa y preocupada. Nadie puede negar que el hombre, <<está como un tren>>, pero eso no compensa algunas cosas que ya sabes… Me gustaría recuperar a mi amiga sin daño de ningún tipo, al final de este tiempo. Y ese hombre intimida todo el tiempo, no sé, me da la impresión, que no va a dejarte que te marches, concluido el acuerdo. Se ha apropiado de ti de una manera que ni te das cuenta. Eso, amiga, es egoísmo, posesión y control.

Estamos instaladas en el jardín a oscuras, fumando.

—Te mentiría si te dijera que a veces, espero lo peor de él, pero todavía no lo ha mostrado —le confieso. He aprendido a conocerle y a acomodarme a su humor, para obtener ciertas cosas. Eso no voy a discutirlo, tengo que aguardar, a veces, el momento preciso para lograr lo que quiero, pero me ha dado una experiencia en el trato con los demás que ni en cien vidas y…no hablemos en lo material, he aprendido todos los placeres que pueden darse los seres humanos, en ese aspecto y sé que no extrañaré nada, cuando me vaya. He observado de cerca a las personas que parecen tenerlo todo y para siempre, y te puedo asegurar que no les envidio.

—Y no voy a preguntarte en el plano íntimo para no ser indiscreta.

—Pero te mueres por saber.

—Sí, la verdad es que sí. He indagado un poco y no hay mucho que no se sepa de sus andanzas amorosas. Las mujeres parecen ser material descartable, para él, si quieres que te lo defina crudamente.

—Ya lo sé. Eso es algo de lo que jamás habla—le digo. Confieso que a veces me enoja, cuando recibe ciertos llamados que hacen que se encierre en su estudio y no creo que sean sus socios de negocios.

—Al menos, te cuidarás para no contagiarte nada o quedar embarazada.

—En ese aspecto, soy obsesiva —confieso.

—La otra cosa que he observado, y no te he agradecido aún, que me permitas instalarme un tiempo aquí, bueno, como te decía —baja aún más la voz— el bombón de Nika, no te pierde pisada, cuando puede, claro está. Creo que le gustas y mucho.

Le miro azorada.

—Ni se te ocurra mencionar esto, por favor Jackie. Mientras dure el contrato, Yuri, sería capaz de matarle si me pone una mano encima. Luego, me entregará con gusto y alivio, no lo dudo. Pero, por favor, no hagas ni una broma al respecto, sino te tendré que pedir que te marches. No pondría en peligro a Nika por alguna estupidez tuya.

— ¡Ah! Bueno, por lo menos, no estás tan ciega como pensaba y te has dado cuenta.

—Exageras, me aprecia, tal vez, por lo que hago para que Sacha, la pase bien. Sin madre y con un padre todo el día afuera, el pobre, me anda atrás como un perrito y Sveta ayuda muchísimo. Ese niño, necesita cariño y le doy todo el que puedo. Su padre lo tuvo, poco, pero algo recibió, en cambio, su abuelo…No puedes imaginarte lo que ha padecido, por lo poco que ha contado. En su espalda y pecho, tiene multitud de tatuajes, son por su cultura, ya sabes que significan: logros, pero Yuri, ha intentado cubrir las marcas con ellos, las cicatrices de las terribles palizas que su padre le daba y, luego, sus peleas en las calles de Moscú. Imagínate.

—No, gracias —confiesa Jackie. Pero, además, creo que te has enamorado un poco de él.

—No lo creo—le digo. Sé que me casado con el demonio y solo puedo esperar lo peor.

— ¿Acaso te golpea?

—Nunca. Eso no entra en su cabeza. Lo considera de cobardes. Pero, ya sabes, tiene formas de hacer que una tiemble todo el día esperando su venganza.

—Un psicópata, amiga. Hermoso, encantador, con una sonrisa deslumbrante, pero ni en mis pesadillas, le daría la espalda durmiendo a su lado, Jackie se estremece.

—Mañana llega Ania, su hija, tenemos que madrugar porque llega en el primer vuelo. Iré a ducharme y me acostaré temprano. Si fueras sabia, harías otro tanto.

—Te sigo, no porque tenga sueño, pero sola aquí no me quedo.

Los ojos y oídos de Yuri, se retiran de su escondite, sin que nos demos cuenta.

YURI

Escucho la grabación que ha hecho mi hombre apostado en las sombras. Jackie es una vulgar chismosa, típico de la mujer sin sexo del bueno. Blair, esconde mucho y es cautelosa, pero es de una pieza, entera, sin dobleces. No quiere admitirlo, pero la entrega que hace de su cuerpo, me indica algo que ni ella misma se atreve a confesarse. No pensé que tuviera tanta certeza que saldrá dañada, después de terminado el contrato, y me duele que me tema tanto, aunque, por otro lado, hace bien. No me ha visto enfurecido y espero que jamás lo haga y tenga que pasar por ello.

Me daré una ducha después de golpear el saco de arena un buen rato. El demonio, como ella me considera, puede tentarse y no quiero que sufra, si esta noche lo libero y me desahogo con ella. A pesar mío, me he enamorado de esta maldita mujer a la que tendré que dejar marchar, para que viva libre, Jackie, no es tan estúpida como quiere hacer creer>>.

BLAIR

Ania me abraza cuando sale del control del aeropuerto. Ha cambiado y está hermosa se la ve, autosuficiente. Sus valijas, parecen no tener fin.

 Yuri está en su oficina del edificio de su empresa y no ha podido venir a recibirle.

Un gesto de decepción, cruza por su rostro, pero se rehace enseguida. Debe estar acostumbrada a vivir sin su padre.

Nos ponemos al día, desde el aeropuerto hasta la casa.

Abraza a su sobrino y queda prendada del niño, de cabello negro y ojos azules que le miran serio, tomado de la mano de Sveta. Esta, es otra historia que le cuento de manera atropellada.

—Así que, papá al final te consiguió —ríe triunfante. Te lo dije la primera vez que vine para la boda y te lo repito ahora.

Pero le dura poco la alegría, cuando se entera del contrato entre nosotros para la adopción de Sveta.

—Lo lamento, de veras. Has hecho llegar nueva vida a esta casa, tu amiga es chispeante y peligrosa, me advierte pocas horas después de llegar, aunque parecen congeniar ni bien se conocen.

No sé de nadie a quien Jackie le caiga mal, si exceptúo a Yuri…

Al día siguiente, después del reencuentro de padre e hija, voy con Yuri a la ciudad a comprarme un vestido, obviamente, para el festejo y obligada, ya que desde que estamos juntos, me ha hecho comprar docenas de ellos, que tengo sin usar. Pero le da la excusa para hacer que adquiera lencería, que no durará, entre sus manos, grandes, ásperas y ávidas por arrancar, cualquier cosa que se interponga entre nuestros cuerpos. Tal vez sea, un secreto poder que aún conservo, para lograr ciertas cosas, como lo que voy a tratar con él, la cuestión de mi trabajo, por ejemplo. La llegada de Ania, quizá ayude.

YURI

—No soy un cavernícola—me defiendo. Puedes trabajar, pero no en cualquier pocilga y desde abajo, soportando un baboso que quiera ponerte sus manos encima, solo porque es tu jefe. Conozco gente…

—Cuando me marche, ya nada les impedirá echarme a la calle a patadas, Yuri. Trata de entender eso.

Estamos en un restaurante carísimo y muy lujoso almorzando, después de hacer las compras y contratar el servicio de catering para su fiesta.

—Déjame ayudarte, y te aseguro, que nadie se animará a echarte. No sabes la clase de convencimiento que puedo ejercer.

—Ni quiero enterarme, solo deja que lo intente por mis propios méritos y esfuerzo. Por favor, es importante para mí.

Finalmente accede a regañadientes, pero, recibe una llamada de su oficina y debemos interrumpir y postergar el tema por este día. Comenzaré a buscar y a enviar currículum.

Por fin, después de un par de días de intenso trajín, han instalado una enorme carpa en el centro del parque, y allí se distribuyen las mesas y las sillas para algo así como trescientas personas. La comida se ha traído en varios camiones y todo está bajo la supervisión de un chef de renombre y su equipo de unas cuarenta personas que incluye baristas y meseros. La música es especial ya que ha contratado una orquesta y una pista que hará las veces de club nocturno, con iluminadores, reflectoristas y sonidistas.

Los niños no paran de meterse por todos lados y hay que contratar un par de ayudantes para la niñera, para no perderles de vista. Los clones están más alertas que nunca por las crecientes versiones y alertas de los temibles e intrigantes italianos. Un servicio de Valet Parking, será lo más operativo y Yuri, decide reforzar la vigilancia. Sumada la propia, a la de sus socios, hay un pequeño ejército, rondando por toda la casa, pasando revista y haciendo turnos de guardia, comunicándose por los puños, como en las películas del género. Mentiría si negara estar nerviosa. Deseo que todo salga bien, por Yuri. Ha trabajado mucho para esto, como  sea lo que esto signifique y pueda interpretarse.

Comienzan a llegar, un desfile de smokings, trajes de fiesta y joyas por cientos de miles de dólares. Conozco a sus socios y sus esposas, las legítimas. A las mujeres a las que hay que traer a estos eventos.

Estamos de pie, uno al lado de la otra, saludando a los invitados. A los regalos no los he visto. Parece haber una sorpresa de unos cuantos de ellos, que no dejan de hacerse gestos de complicidad. Los niños parecen decepcionados, al no haber papeles para rasgar ni sorpresas, como en sus propios cumpleaños. Sveta está preocupada porque teme que cuando cumpla tres años, nadie le regale nada y me cuesta convencerla de lo contrario.

Por fin se inicia la cena.

Los mozos desfilan portando bandejas con multitud de platos y variedad de manjares selectos, rociados con buenos vinos y mejor champán.

Traen los carros con los postres al final, antes de la torta. La expectativa crece. Los ojos de Yuri, relucen.

Le dan palmadas en sus hombros, le prometen que van a cumplirle su deseo, pero debe ser paciente.

Se inicia el baile y estamos algo así como dos horas en la pista, hasta caer agotados.

A las cuatro de la mañana, llega un camión grúa. Ante los preparativos, imagino que son capaces de regalarle un deportivo.

Los fuegos artificiales, sirven de marco, se han apagado las luces del jardín y se han encendido unas farolas a ras del pasto, como un escenario, cuando la grúa se pone en funcionamiento y descarga una gran caja negra como de dos metros de alto.

Todos nos hallamos alrededor de la gran caja que tiene un enorme moño rojo en lo que sería la tapa.

En medio del estruendo de los artificios y la banda de música que arremete con un tema explosivo y sensual, la tapa sale expulsada hacia arriba y los cuatro lados de la caja caen hacia los costados.

Una explosiva mujer desnuda, con el cuerpo cubierto de pintura dorada sale de su interior.

— ¡Es Diana Carpenter! El griterío se propaga como el fuego. Las curvas perfectas de su cuerpo, brillan, iluminadas por los reflectores y ahora,   hacen foco en la mujer que desciende, ayudada por un par de hombres que hacen de escalera humana, para que ella, con sus stilettos dorados, pise sus espaldas, hasta tocar el suelo.

Me entero que la mujer más sexy de la ciudad, la más cara, está aquí, como su regalo de cumpleaños, de acuerdo a los deseos de mi marido.

Retrocedo, sin que nadie preste atención.

Reparo que Yuri, es tapado literalmente por sus socios y desaparece de mi vista, y le arrastran hasta ella.

<<Estoy de más>>, pienso. Que cumpla su deseo, pero yo, también cumpliré el mío. Mi corazón, parece querer saltar fuera de mi pecho.

Camino sin demostrar contrariedad, hacia la casa, lentamente, llevo una copa de champagne en la mano.

Entro en la casa, subo a mi vestidor y rápidamente, dejo a mano  un jean, una remera y zapatillas que me pondré cuando pueda. Pongo el resto de ropa en mi mochila. Me dirijo al cuarto de Sveta que duerme sin registrar el estruendo que nos rodea. Ni las niñeras están a la vista. Mejor.

La tomo en brazos, luego de preparar su mochila.

Bajo a la cochera, me cruzo con los clones que patrullan, pero, con la copa en la mano no me cuesta caminar como una ebria. Coloco a Sveta en el asiento de atrás de un todoterreno. Por suerte hay salidas de emergencia. <<Yuri, has pensado en todo>>.

No me cuesta trabajo acceder al generador y trajino un poco con él, como mi padre me ha enseñado, hasta dejarlo inservible.

Voy al panel de luces que alimenta la casa y el jardín. Destrozo la instalación y la oscuridad, se hace presente.

Corro hacia el vehículo, y me subo, abriendo el portón de salida, de forma manual. Meto la primera y Sveta y yo, nos perdemos en la noche. Lástima que no podré asistir al caos y la confusión que dejo atrás. Tienen suerte, que, por segunda vez, no he aguardado a que ingresen en la gran carpa de nuevo para incendiarla con todos adentro. Siempre dispongo de poco tiempo.

 Y sí, pequeña, he arruinado todo y deberé dejarte en manos extrañas, pero todo tiene un límite. No soy esa clase de mujer complaciente que mira para otro lado cuando le ponen los cuernos. Los pactos hay que honrarlos.

Sveta no se ha despertado, he traído una manta y no hace frío en esta época.

Enfilo para el sur. He ido juntando dinero, de cada cambio, de regalos costosos, que me ha hecho Yuri, por cosas de menor valor y me he guardado la diferencia, he ido vendiendo de joyas de  mucho valor sin que lo note. Hay suficiente, para que vivamos bastante tiempo, hasta ver cómo van nuestras finanzas. Conseguiré empleo en algún pueblo pequeño y hasta, si logro algo de ayuda, podré cambiarle el nombre a Sveta y nadie podrá encontrarnos jamás.

Al poco tiempo, hago una parada y dirijo el vehículo hacia unos matorrales. Tomo la linterna, unos alicates y algo más que puedo necesitar y desactivo el GPS.

Subo corriendo y pongo en marcha el motor.

Manejo toda la noche. He cambiado de dirección varias veces y hasta he retornado hacia atrás, por la autopista, he transitado por caminos rurales, hasta detenerme a la salida de un pueblo, casi una ciudad. Vendo bastante mal la camioneta, aun cuando me he ocupado de tener una credencial que me hace propietaria, nunca la he usado ya que a todas partes voy con chofer, pero el truhán a cargo, parece <<olfatear>> mi situación, ya que no es habitual que una mujer y una niña dormida vendan un todoterreno, a primera hora de la mañana. No me importa lo que sospeche. Elijo una van familiar gris plata, igual a miles de ellas que circulan por todo el país. Una marca que, Ralph, mi padre, aprobaría. De paso, agradezco en voz alta a Ralph Dixon, por haberme enseñado lo que sé de generadores, motores y marcas de automóviles.

—No podrás conocerle aún, Sveta, susurro. Las lágrimas corren por mis mejillas. Porque, lo he arruinado, por orgullo, si, después de todo, es un hombre libre y nunca ha dejado de serlo y la diferencia entre nosotros, es lo que me indignó ¿Sabes? Si a mí me regalaran un hombre para mi cumpleaños, hubiera quedado tendido atravesado por una bala, pequeña, no lo dudes. Para las mujeres, la ley es igual, pero se aplica de manera distinta. Basta de mensajes machistas o dignos de mujeres doblegadas y victimizadas. Si tienes suerte, te tocará un chico que te respete, te diga la verdad y hasta pueda enamorarse de ti. No sé por qué pienso en Sacha. Sonrío. Parezco una vieja casamentera. Mientras trato de ponerme a salvo de la ira del abuelo de Sacha. Contra él, se estrellan mis sueños.

Nos detenemos en una estación de servicio. Sveta está despierta. Le cuento que vamos de día de campo, por un tiempo y acepta encantada. Tiene un carácter afable y solo necesita que le mimen.

Devora el desayuno, que a mí me cuesta tragar, por un nudo que se ha instalado en la base de mi garganta y al que le cuesta aflojarse. Sveta se distrae mirando los dibujitos que he colocado en el celular desechable que he comprado. Lamento haber tirado el otro cuando recién salimos de la casa.

Manejo hasta el mediodía y ya no puedo más de sueño.

Ninguna distancia me parece suficientemente lejos para detenernos a dormir.

Veo un motel, y me registro con nombre falso. Por suerte, no lo corroboran.

Pongo la televisión, mientras me doy una ducha. Luego le toca a Sveta que no deja de preguntar por qué Sacha no ha venido con nosotras y le digo que ha amanecido muy resfriado y que tal vez le dejen; algún día.

Estoy tentada de llamar a Jackie, pero sería lo último que haría. Imagino que, a estas horas, está en su casa de regreso, angustiada por lo que ha sucedido anoche y esperando saber de nosotras. Pero es lista, no va a esperar que yo me comunique durante un tiempo, hasta que todo se calme. A estas horas, también imagino a Yuri, barriendo las cámaras de vigilancia y descubriendo que me he fugado con el todoterreno. Conseguirá las cámaras viales, y las de peaje, eso estoy segura. Si le conozco bien, sé que moverá cielo y tierra para localizarnos. Me estremece pensar así.

Decido viajar de noche, así que duermo lo que se puede durante el día, hasta que me sienta un poco más segura. Ya hemos salido del estado y no me alcanza. Es lo que cualquiera haría.

Me derrumbo en la cama de otro motel. Sveta también luce algo cansada. Cuando me despierto, la llevo a unos juegos y allí nos quedamos hasta la hora de cenar. Partimos sin mirar atrás.

He recorrido más de tres mil kilómetros. Entro en un pueblo encantador y allí decido parar en un hotel y tentar suerte. El asunto de los documentos, es lo que más me preocupa. Si contactara a Ralph, seguro que los guiaría hasta él si es que ya no le han contactado. Tal vez, le hable por un desechable para alertarle, pero cambio de idea, por otra mejor. Llamo a un amigo suyo, Lou Simpson. Le explico brevemente la situación y le recomiendo máxima discreción, pero que le transmita eso a Ralph. Veré la manera de llamarle por el tema de identidades.

Lou, como ex policía, se hace cargo de mi situación enseguida. No creo que se venda. Me conoce desde que era una cría.

Llamo a mi padre esa noche. Está intranquilo. Ya contactaron con ellos. Yuri se presentó en persona, me cuenta. Le dijo que está dispuesto a perdonarme porque sus amigos se pasaron, pero no le creo. Es demasiado el daño a su orgullo y prestigio en la organización que he infligido. Merezco, a sus ojos, un castigo ejemplar.

Mi padre se está poniendo senil, cuando dice: <<ese hombre en verdad te quiere, Blair>>.

—No le conoces y no sabes quién es, papá —protesto desesperada. A menos que alguno de sus esbirros esté con él en casa, amenazándole, pero no me parece. Creo que me daría cuenta. Papá parece estar tranquilo; creo que le alcanza con saber que sigo estando viva.

—No estoy senil —adivina mi pensamiento. Sé que es un verdadero hijo de puta—afirma. Pero le has ganado la más dura de las batallas, has doblegado su orgullo, por lo menos es lo que parece. Además, está metido en una guerra que se ha desatado hace tres días con los italianos. No creo que tenga mucho tiempo de acordarse de tu actitud tan digna y de la que tan orgulloso me siento. Ya sabía que te vendría bien saber algo de mecánica, oigo su risa.

—Tengo que dejarte, papá. No sé qué haré con las identidades ya sabes.

—Lou, se ha comprometido con alguno de sus contactos de los viejos tiempos. Por suerte, no todos los delincuentes están en prisión y todavía quedan personas que hacen trabajos decentes. Por el dinero no te preocupes. Tu marido nos dejó un montón porque, me dijo que lo usemos para ayudarte, no tiene rastreador, me advirtió. Eso por si decides no regresar, me dijo. No quiere que tú o Sveta la pasen mal. Así que, ahí tienes una prueba de lo que siente.

—Papá—le digo con voz cansada—es un psicópata, no le creas, miente como respira, siempre está tramando algo y quizá esté más cerca de lo que supongo. No escuches nada de lo que te diga, ni en su sonrisa ni las miradas dolidas, que va a dedicarles a mamá y a ti. Yo sé de lo que hablo. Está todo el tiempo seduciendo. Nunca lo olvides. Ese dinero debe tener forma de poder ser rastreado, no lo uses. Guárdalo, y trata de pagar de tus ahorros las credenciales. Te lo devolveré. Te enviaré una dirección postal para que envíes todo cuando estén listas.

Hemos seguido viaje, después de eso. Cambié de idea, y al final me dirigí al norte y al oeste. Cambié el auto por un utilitario azul y ahora estoy por arribar a Montana.

Llegadas a un pueblo de montaña, alquilo un departamento muy pequeño, que da a un paisaje agreste y duramente salvaje

Hace dos días que Jenny y Cindy Sullivan, madre e hija, como ahora nos llamamos, están haciendo fila en una escuela para niños de tres años. Su primera experiencia escolar. Su cumpleaños, no fue con los regalos que le prometí, pero la muñeca vestida de esquiadora que le compré, parece dejarla conforme.

Consigo trabajo en una librería que tiene un café adjunto que trabaja mucho y obtengo muy buenas propinas por mi aspecto, ya que sirviendo soy bastante torpe, pero para mirar mi trasero, los hombres del pueblo, disputan las mesas, cuando en su vida, habían pisado el lugar. La dueña, Sally Connors, está feliz, con su nueva adquisición: yo.

Hasta donde los chismes me llegan, soy una madre soltera, muy callada, simpática, que envía a su pequeña hijita a la escuela maternal de la ciudad y poco más.

Sveta, ahora, me llama <<mamá>>. En su pequeña boca, me suena muy dulce.

He tenido que vender el diamante que me regaló Yuri. No sabía lo que llevaba en el dedo. La alianza también desaparece. Mis ojos se llenan de humedad y por las noches, he llegado a extrañar, su salvaje presencia y su calor en mi cama.

Luego, recuerdo la traición, el regalo de sus socios, fieles a sus deseos, así que eso despeja cualquier duda que tuviera acerca de su sinceridad.

Nunca dejó de anhelar regalarse a Diana Carpenter. Pues, ya cumplió su sueño.

Analizo los míos. No estoy lista a dos meses de haber huido, para iniciar ninguna relación con otro hombre por más guapo, sexy o rico o lo que sea.

En un rincón de mi mente, sé que lo que viví con él, en la intimidad va a costar igualarlo. Un amante así, no se conoce todos los días. No creo que abunden y menos por estos parajes algo rudos. Hombres que conozcan los <<tempos>> de la mujer que tienen en sus brazos, no hay muchos. Yuri, ha aprendido de cada mujer un trozo de la feminidad, de la difícil lección de pulsar los botones adecuados y conoce las respuestas de los dóndes, cómos y cuándos. Sabe de la infinita paciencia que a veces es necesaria y se dedica solo a esperar, eso, no le molesta, sino que lo disfruta, sus ojos fijos, atento a cada una de mis respuestas a sus estímulos, para saber cuándo subirse a la calesita del placer y elegir el animal adecuado para llegar bien alto y acompañado.

YURI

Cuando descubro que Blair ha escapado con Sveta, me ahogo por la furia. Estrello mi puño contra la bolsa de arena, sin vendaje alguno, sin protección y me fracturo. No contento con eso, con mi otro puño golpeo un disco de las pesas y me hago un corte que necesita cinco puntos.

La fiesta de mi cumpleaños, terminó en penumbras, mientras que, se esparció como reguero de pólvora, la noticia del estropicio eléctrico, y, que la que lo  había ocasionado, no era otra, que mi celosa mujer. Fue la comidilla de la fiesta, mi atroz pesadilla, que terminó con esa noche para el olvido. Los responsables del regalo, no sabían qué decir. Se ofrecieron a mediar con ella, y ofrecerle las disculpas del caso.

Lo que no les dije, es que había escapado, llevándose a Sveta y poco más. Ni dinero, ni joyas de la caja fuerte que compartía con Nika y ella. Solo en ella, hay más de un millón de dólares para emergencias. Era cierto, nunca había querido ni necesitado nada de mí, solo un apellido que darle a la niña, hasta el divorcio.

Genial. Con un vendaje en una mano y una férula en la otra, parezco una momia. Llamo al mejor. Alguien diferente, fuera de nuestro entorno. Capaz de hallar una aguja en un pajar. Ted Waltz, es un tipo legal, capaz, ha trabajado para las fuerzas especiales y está condecorado, pero dado de baja por haber noqueado a su jefe. Ha trabajado para mí, hallando a otra clase de prófugos, a verdaderas ratas, a las que me he dado el gusto, de matar con mis propias manos.

En una semana, ha ubicado a la familia de Blair, y, en persona, he llevado dinero marcado, que ellos no han tocado. Chica inteligente. Pincha el teléfono de Jackie, Mark y hasta el de Nika. Sí, el de mi propio hijo. No sé qué es capaz de hacer estando desesperada, como debe estar. Sacha, no ha dejado de llorar pidiendo por Sveta y ya no sabemos cómo conformarlo. Ania, me sermonea, me culpa, y pospone su partida cuando observa que su padre, no solo está furibundo, sino dolido y culpable. Jamás hubiera tocado a Diane Carpenter, teniendo a Blair.

Ted se mueve rápido y vale cada dólar de oro que me cobra. Ha localizado el todoterreno, que ha sido adquirido por otra persona. Tenía el GPS roto. Por lo que cuenta, la forma de expresarse, comienzo a detectar que forma parte del club de admiradores de mi esposa. Le maldigo en voz baja. En todo este tiempo, se ha hecho admirar y amar en secreto por más de uno —reconozco a mi pesar. Y el único que no supo cuidarla fue el que la tuvo: yo. Me odio por eso. Lo de la chica Carpenter, ha sido un deseo antiguo y ya caducado y sin embargo, mis estúpidos socios, lo creían vigente.

Mientras tanto, los italianos, avanzan sobre otras zonas. Organizo tal cacería de alimañas que las calles vuelven a parecer las de los treintas. No hay noche que no ultimemos a uno de ellos. Intentan un acercamiento, pero no estoy dispuesto a dividir un territorio ya de por sí complejo, con ellos. Hasta interviene el mismísimo alcalde para tratar de pararme los pies. Esa noche un capo de los menores, tiene el coraje de balear mi auto, donde me traslado a uno de los clubes, le perseguimos y cuando le tengo enfrente, es tal la furia que se ha apoderado de mí en estos tiempos, que tomando un cuchillo, lo abro en canal y le arrojo desangrándose, sobre la escalera de una iglesia. Al día siguiente, los titulares, me aplastan, <<Guerra de Zares>>, frases tales como <<división de territorios, drogas, lavado de dinero>> condimentan los artículos donde el morbo de los ciudadanos, encuentran motivos para entretener sus opacas vidas, mientras yo soy el que, cada noche, en una enorme casa silenciosa, casi vacía, se enfrenta con su propio infierno.

Una situación así, en otra pareja, una normal, hubiera merecido una conversación, antes de adoptar alguna decisión. Pero la nuestra, fue de todo, menos normal y ella no tuvo dudas que me llevé a la Carpenter derecho a nuestra cama para saciarme con ella. Tengo pésima fama entre las mujeres y ahora, me toca pagar, en mi hora más dichosa, cuando soy absolutamente fiel.

Sobre mi mesa de luz, reposa el reloj de arena, que insensible, se desgrana  cada día, recordándome que cada vez falta menos para que el estado nos apruebe, como padres de Sveta y luego ella se libere de mí. Observo hasta el detalle de las cúpulas de cebolla como algunos edificios de mi maldita ciudad, para que nunca olvide de dónde vengo, de paso. Y la arena, es el testigo, el tiempo hecho materia, implacable. Lo traslado a mi estudio. No quiero que sea lo primera que vea cuando despierte cada mañana, cuando logro dormir.

Mi acción contra el capo, trae consecuencias. Comienzan a atacar algunos de nuestros negocios que vienen en barco, y tenemos que reforzar las guardias. Hace dos semanas, que a Ted Waltz, parece habérselo tragado la tierra>>.

BLAIR

El trabajo en el café y librería, ahora es al revés y Sally ha debido invertir el cartel, y ampliar el local para colocar más mesas. Ha conseguido que varias editoriales, le consideren un sitio alternativo para las presentaciones y firmas de nuevos lanzamientos editoriales.

Hasta ha contratado un diseñador para mi uniforme, algo inédito, dada la sencilla apariencia del lugar. Pero junto con el logotipo de la <<S>> de Sally, ha salido de sus bocetos una verdadera pieza de vestuario, casi único.

En tonos de gris y berenjena, ha diseñado una pollera tubo, un poco más arriba de la rodilla, una blusa gris, con profundo escote cerrado en pico, y una chaquetita corta de terciopelo a tono con la pollera, tiene ciertas reminiscencias victorianas. Se complementan, con unas medias, gris humo, y unas réplicas de las botas cortas acordonadas, con taco y punta aguzada, típica de las modelos de Toulouse-Lautrec. Todo muy ceñido a mi cuerpo, y la pollera tiene un profundo tajo al costado que muestra el encaje en que rematan mis medias.

Los puntos fuertes de los libros de Sally son las novelas victorianas y la ambientación del nuevo local, parece una taberna del siglo XIX, solo falta Jack el destripador. Pero mi cuerpo, vende, asegura, exultante. Me ha aumentado el sueldo y se ve obligada a contratar a alguien más.

Se lee menos de lo que se consume de café, porque ese es mi pequeño reino, donde ahora, mucho más ducha, sirvo con soltura, moviéndome entre las mesas y esquivando alguna equívoca mano, pero no hay cómo hacerlo, de las miradas lascivas.

Hace cosa de una semana, han venido algunas caras nuevas. Imagino que de otros pueblos vecinos, a ver a la extraña mujer curvilínea, escapada de <<White Chapel>>.

Hay un hombre que suele sentarse al fondo, ajeno a todo. Es muy apuesto, pero no parece tener ese aspecto lobuno de los demás. Pide siempre su café doble con crema después de cenar algo ligero. Ahora, Sally ha cubierto el rubro de <<comidas rápidas>>. Se queda una hora casi todas las noches y lee, o aparenta hacerlo, el mismo libro, que ha comprado el primer día que llegó. Sonríe levemente cuando le atiendo, tiene un tono de voz sosegado y grave. No parece querer entablar conversación, con gran alivio de mi parte.

Sally, a quien nada se le escapa, asegura que el tipo, como un gavilán anda volándome en cautos círculos, rondándome pero con cuidado, para no asustarme, me dice.

—No quiero nada de complicaciones, Sally —insisto por décima vez en cuatro días.

Una tarde, al volver cargando las compras del supermercado y Sveta de una mano, me ayuda a cargar las bolsas hasta mi casa que queda dos pisos por escalera.

Le invito a tomar café, pero, declina la invitación y decido no insistir.

Durante otra semana, al ser una pequeña ciudad, nos tropezamos casualmente en el banco, la farmacia, y la sala de espera del pediatra, en el hospital. Sveta ha pescado un buen resfriado, no está acostumbrada a tanto frío. Está pegada a mi regazo y hunde su cabeza bajo uno de mis brazos, como buscando refugio.

Él entra al recinto, acompañando a un hombre algo más joven, que cojea de una pierna. Le acompaña hasta que queda en manos de los doctores y se sienta a esperar. Recién entonces, parece reparar en mi presencia.

Sveta está muy molesta y le sueno la pequeña nariz a cada rato, la fiebre le provoca bastante decaimiento.

— ¿Es su hija? Me pregunta.

—Sí. Se llama Jenny y está muy resfriada.

Jenny saca la cabeza de donde la había escondido y pregunta:

— ¿Conoces a Sacha?

Me quedo helada. Ella no entiende la situación que estamos viviendo hace tres meses y no sabe si la casa de Yuri, queda a la vuelta de la esquina. Solo sabe que nos hemos mudado a otro sitio, pero no me parece que se dé cuenta de otros cambios notables, excepto la desaparición de las personas de su entorno, por las que pregunta incansablemente. Las dibuja frenéticamente y la maestra está atenta. Yo, trato de crear una imagen de mi familia que ha quedado en New York, y la mujer, parece aceptar la historia, así como el efecto del cambio sobre la niña.

—No conozco a Sacha —le contesta afablemente ¿Quién es? Tal vez pueda conocerlo de alguna parte, me guiña un ojo, dando a entender que solo le sigue la corriente.

—Es el hijo de Nika, y lo extraño.

— ¿Quién es Nika?

Quiero que nos llamen, ya. No puedo salir corriendo. He pasado toda la noche dándole baños de agua fresca para bajar la temperatura, pero, tal vez necesite antibióticos y no me iré de allí, no importa cuántas horas deba esperar y cuántas cosas cuente Sveta. Él apenas escucha sus respuestas, atento a su compañero accidentado. Parecen ser operarios de alguna de las tantas obras viales, por el aspecto rudo, sus botines de seguridad, sus cascos. Aunque, parece integrar la planta de directivos ya que sus manos, me fijo, son bastante tersas, y no presentan en aspecto ajado que tenían las manos de mi papá, después de tanto tiempo de sacar grasa con solvente.

Me entero que se llama Marcus Bonet, y que está de paso, contratado en una de las compañías pavimentadoras.

Ahora, han pasado casi seis meses y parece que Yuri no va a buscarnos más, o eso es lo que prefiero pensar.

Marcus me espera a la salida de mi trabajo, porque no quiere que vuelva sola de noche. En invierno oscurece bastante más temprano y a veces, se queda a cenar.

Una noche, Sveta ya está dormida en su cama, tocan el timbre de mi casa. Es Marcus que trae dos cervezas y le invito a pasar. No quiero seguir, porque sé que va a marcharse y estoy harta de perder personas por mi camino. Así que, cuando intenta avanzar, le impido seguir adelante.

—Parece que estuvieras escapando de algo o de alguien —me lanza directo, clavando sus ojos en mi cara.

Estoy ahogándome por contarle algo. Pero, no me animo y trato de negar todo. Me toma de la barbilla, la levanta y me obliga a mirarlo. No puedo sostener su mirada por más tiempo. Vivir como una prófuga es, al mismo tiempo atravesar un páramo de soledad eterna, que parece que no se va a acabar jamás y deberé huir hasta el final de mi última respiración en este mundo. Y está Sveta. No puede seguirme, sin amigos, sin afectos fijos, algo que le dé cierta estabilidad en su vida, la seguridad que sé que ambas necesitamos. Algo se quiebra en mi interior.

—No puedo confiar en ti, no te conozco, Marcus, lo siento.

—Déjame adivinar, entonces, como un juego.

— ¿Para qué?

—Porque me doy cuenta que necesitas confiar en alguien. Hace bastante que estás huyendo y…

— ¿Qué te hace pensar eso? Trato de sonreír y ganar tiempo.

Porque destilas miedo, Cindy. Miras sobre tu hombro y ya ni te das cuenta de que lo haces.

—Bueno, debe ser porque soy forastera. Me río y esta noche de mi boca, no sale una sola palabra.

YURI

Recibo el llamado de Ted Waltz a las tres semanas de comenzar su rastreo. Ha vuelto al pueblo de Blair, y ha dado con un amigo del padre que es ex policía y no le costó nada sembrar la amenaza de un escándalo que le haría perder la pensión, el tipo canta como un tenor.

Me envía fotografías de mi mujer y la niña. Percibo que tiene dudas, pero no alcanzo a darme cuenta, qué pudo haber pasado entre ellos, hasta que creo que el imbécil, otro más, se ha enamorado de mi esposa. No quiere entregármela, para que le asesine o algo peor, una muerte lenta, dolorosa y humillante. Aprieto los puños con ganas de ir detrás de él, y dispararle, pero no me dice desde dónde me llama.

Mi voz suena desesperada, intento convencerle que nadie le hará daño a Blair, que no es su culpa, que quiero que recupere la vida que tenía a mi lado, no entro en los detalles de nuestro contrato. Pero no sueno convincente. Dentro de mi mente, estoy furioso todavía y no decido qué haré, si logro recuperarlas. Me he enamorado yo también y hace rato, cuando estaba en el hospital, más precisamente, pero eso no será obstáculo para que descargue mi escarmiento sobre ella, porque así he aprendido a hacerlo.

Le noto cauteloso y me da cada vez más rabia. He vuelto a fumar. No paro en casa, ceno en algún club, me cuesta dormir, no puedo seguir viviendo sin ella, es la más jodida de las verdades.

Le recuerdo nuestro arreglo y sabe que puedo arruinarle. Aun así, se arriesga y me pide garantías que nadie ha de lastimarla. No sé qué pueda hacer para convencerle.

La ola de violencia que he desatado contra los italianos,  parece haberse calmado y por ese lado, sigo adoptando precauciones, pero me ocupo más de saber que ella esté bien. No quiero que este tipo se aproveche de su vulnerabilidad y le ponga una mano encima. Mi infierno se ahonda.

Me corta la comunicación y permanezco en la oscuridad de mi habitación. Maldigo en voz alta. Blair suele tener ese efecto sobre los hombres, pierden la objetividad y sus límites, perdidos cuando los mira un par de veces o pueden asomarse al infierno de su cuerpo, una mujer con aspecto de niña que a sus diez y ocho, puso mi puto mundo de espaldas, para treparse encima y proclamar sin darse cuenta que, cuando estuviera lista, sería mi dueña absoluta. Decido dejar de fumar, pensar con claridad qué puedo hacer para que Ted Waltz desista de quedarse con ella. Sé que eso de jugar a la casita, no forma parte de su perfil, pero, temo que necesite probarla, antes de darse cuenta, paladearla, para luego darse cuenta, que se siente prisionero de una niña de tres años, y una eterna prófuga.

BLAIR

Esta noche, cuando Marcus se ha marchado, le he notado extraño, taciturno. Imagino que será porque tiene que trasladarse a otro emplazamiento, así lo ha manifestado y parece sentir tener que hacerlo. Duda. Pero, no puedo atarme a nadie, ni alentarle a quedarse porque, tal vez, las que debamos seguir nuestro camino, somos nosotras. A veces, siento que quiere decirme algo y a último momento, se echa atrás y creo saber qué es: es un hombre casado. Así de simple. Como yo, salvando las distancias, claro está. No creo que su esposa, en caso de tener una, le busque para asesinarle.

La próxima vez que nos vemos, en el bar de Sally, aprovechando una pausa en el trajín, le pregunto directamente.

Acusa el golpe y creo que sí lo es. Está casado.

— ¿Y tú? ¿Qué me dices? ¿Tienes alguien a quien has abandonado? Me espeta.

Yo pregunté primero.

—No tengo a nadie esperando por mí, te lo aseguro.

Decido creerle.

—Yo… creí tener a alguien, un hombre difícil, pero pensé que podría con él. No es un hombre cualquiera, me inspira temor, pero también me enamoré de él, como una idiota. Me ha hecho, según su gusto, a su medida, no puedo explicarme mejor. Sé cuál es mi lugar a su lado, no intento entrometerme en sus negocios, siempre está trabajando y respeto eso, y cuando me brinda su tiempo, sencillamente me doy cuenta que recupero el aire que me falta cuando no le veo. Pero eso, puede terminar destruyéndome, no creo que entiendas.

—Un poco. Parece algo como una pareja tóxica. <<Muero, si estoy lejos, muero si estoy cerca>>.

—Bueno, esa es…fue nuestra toxicidad y añoro esa sensación de esperar a que llegue, sin saber cómo ni cuándo lo hará, si querrá verme o si se reunirá hasta las tantas con sus socios, es como vivir en el borde del abismo de manera permanente y no puedo vivir sin eso. Ya sé, suena enfermo, tienes razón, pero es una enfermedad que ha dado sentido a mis días con él, sabiendo que están contados, además…

— ¿Está enfermo?

—No, es que… cuando al fin se canse de mí, puedo terminar muerta, de la peor manera o quizá decida seguir y… No sé por qué te estoy contando esto.

Me levanto de la silla que he ocupado por un rato y decido irme a casa temprano. No me siento bien.

Se apresura a levantarse de un salto y se coloca junto a mí cuando salgo del local.

Y allí comienza el infierno. Una ráfaga de balas, estalla a nuestro alrededor, haciendo saltar fragmentos de pared, vidrios que se clavan en forma de pinchazos en mis brazos y en el cuello, caigo al suelo, o él me ha derribado. Me cubre con su cuerpo y saca una pistola que ignoraba que llevaba y repele el ataque. Nos arrastramos al interior del local donde los clientes, que no eran muchos a esa hora, se han refugiado debajo de las mesas. Lo veo ir hacia uno de los escaparates y sigue disparando, mientras solicita ayuda.

Al rato se oye una explosión de algo que es arrojado dentro del bar, que me deja aturdida y completamente sorda.

Otros disparos, parecen venir de atrás y tomándome del brazo, me arrastra a la parte trasera del lugar. Salimos a un callejón, una camioneta nos espera y salimos disparados hasta mi piso donde están Sveta y la señora que la cuida unas horas. Tomo a la niña en mis brazos, le arrojo algo de dinero a la despavorida mujer. Ha debido oír el estruendo y no duda un segundo en desaparecer. Apenas hago tiempo para tomar algo de abrigo para la niña y salimos arrastrándonos.

El hombre que cojeaba es quien maneja y enfilamos hacia no sé dónde. Estoy mareada y creo que del miedo, voy a vomitar.

A las pocas horas, podemos considerarnos fuera del alcance de quienes hayan querido matarme.

No creo que sea Yuri. No es típico de él, por más furia que tenga. Los meses que han pasado, debería ser un tiempo más que suficiente para enfriarse, pero no para él.

No protesto cuando dos días después llegamos a New York. Acepto la derrota, llena de una fría comprensión. Marcus, o como sea que se llame, trabaja para Yuri, lo ha hecho todo el tiempo y me toca hacer frente a lo que ha pasado. Solo pido que lo que sea que haya planeado, no sea frente a Sveta.

Entramos en la mansión y Yuri está en la puerta, de pie, con semblante grave, sus ojos fríos observando estacionar a Marcus o Ted Waltz, como me entero después que es su verdadero nombre.

Está herido, ha sido rozado por una bala en un brazo, pero lo lleva bien. El hombre cojo, que no es tal, formó parte de su estrategia para poder ingresar al hospital con una excusa, trabaja para él. Yo tengo el cuello vendado y ambos brazos.

Me detengo, de pie junto al vehículo.

Yuri baja las escaleras y me abraza, sin decir nada. Sveta, a los gritos sale buscando a Sacha.

Al menos, me deja bañarme, ponerme algo de ropa limpia y bajar a su estudio, lo hago sin golpear antes.

Ted, está sentado enfrente del escritorio y están analizando el tema de los italianos. Al parecer, no quedan dudas que han sido ellos.

— ¿Por qué no te has quedado acostada descansando? Yuri me evalúa y noto que parece impresionado. Llama a Ralph, querrá saber de ustedes —me dice. Así lo hago, dócilmente.

Ania me abraza y parece haberse preocupado por nosotras, así como Jackie quien parece aliviada y mis amigos me miran sin comentar nada, cuando nos reunimos, días después.

Hasta la noche, que Nika entra a bañarse y cambiarse para ir a los clubes, ignoraba que estaba de regreso.

Me abraza cuando me ve, y me suelta enseguida. Advierto la mirada glacial de Yuri, sobre lo que considera suyo.

—Es la respuesta por el capo, suelta Nika. Espero que consideren saldado el asunto.

—No, Nika. Muerto por muerto —afirma su padre. Es la guerra, de nuevo. Esta noche nos reuniremos aquí. O ellos o nosotros.

Sveta cae rendida, pero feliz.

— ¿No soy Jenny ahora? Pregunta con el ceño fruncido.

Sonrío y le acaricio el pelo.

—No, querida, eres Sveta. Eso no puede robártelo nadie.

Cenamos a solas con Yuri. Ha despachado fríamente a Ted Waltz, vaya a saber qué ha pasado entre ellos, aunque creo adivinarlo. He estado a punto de cruzar el límite con él y no me arrepiento, pero de alguna forma, Yuri lo sabe y me mira serio y no dice nada.

Hasta que terminada la cena, me acompaña al dormitorio.

Me acuesto en la cama, con una camiseta que me llega hasta la rodilla, me hago un ovillo y solo espero, casi sin respirar, cómo ha de manifestar su ira.

Se sienta en la cama, reconozco su perfume, respira agitado y tiene el ceño fruncido. Sus ojos tan azules, parecen turbios o debe ser la luz. Los párpados me pesan y por más esfuerzos que hago, no puedo mantenerlos abiertos.

—Tendrás que contarlo algún día, pequeña—susurra. Me acaricia la mejilla con el pulgar, ya no podrás seguir ocultándolo. Las personas honestas, van a saber con qué clase de monstruo has estado casada y eso no podemos permitirlo ¿Verdad?

— ¿Vas a cortar mi lengua? ¿A matarme? Las palabras salen trastabillando de mi boca. Me ha drogado.

Apaga la luz y cierra la puerta, detrás de sí.

—Veremos, Blair. Pero, esta noche, quiero estar seguro que no vas a huir de nuevo—murmura.

YURI

Corrió a abrazarse a Nika, y a mí, ni siquiera se dignó mirarme, y la entiendo, Waltz, me dijo que le inspiro terror y su maldita vocación de soldado, para proteger, hizo que ahora, tenga, su mirada invisible en mi nuca. La advertencia que me hizo, antes de partir, la tengo en cuenta, no soy imbécil. Si algo le pasa, iré a buscarte, donde te encuentres. Y es un hombre de palabra. Antes de tocarla se debe haber atado las manos, y quiso estar seguro que no correría riesgo inmediato si me la traía de regreso. Pero, no sabe si he decidido dañarle ahora, o en algún momento.

Sé porque no me abrazó, porque me cree capaz de soltarle un escorpión en el escote, si lo intenta. Así de enfermo me cree.

Esta vez, Tampoco vamos a arreglarlo con regalos costosos o viajes.

Suspiro. He llegado a mi oficina, hora de ponerme la máscara.

Ese día se incubó el sangriento plan y la escalada de violencia entre familias que sumió a la ciudad en un baño sangriento, como en décadas que se creían superadas.

Ambos bandos, recibieron cuantiosos daños, pero la mayoría eran solo cuerpos. Fácilmente reemplazables. Las calles están llenas de aspirantes a gangsters, la falta de dinero de dinero fácil era algo por lo que matar vale la pena, en muchas cabezas medio freídas por las drogas.

Pero, los rusos detestamos a los latinos, a los negros y a los italianos. Para nosotros, un hombre de verdad, debe ser reclutado entre los nuestros, o cualquier eslavo, hasta aceptamos magiares, ¿Por qué no? Excepto en el caso de Waltz, de origen germano, le elegí porque nacido en América, su acento, de haber sido uno de los nuestros, le hubiera delatado; si Blair le escuchaba hablar, hubiera vuelto a huir.

Otra vez, ese nombre, me ronda. No quisiera tener que matarle, porque puede serme útil en un futuro, pero, sé que estará cerca de mi mujer. No se ha quedado tranquilo, y encontrará la manera de decirle que cualquier cosa, puede contar con él. Por eso, apenas sí se despidió de ella, se le notaba avergonzado de haberla traicionado. Vuelvo a concentrarme en los negocios.

Esa noche, Yuri entró en el dormitorio en puntillas, se metió en la ducha y salió con la toalla enrollada en la cintura. Encendió la luz de su lado, graduándola apenas, para no despertarla.

Blair estaba dormida de costado, y apenas frunció el ceño cuando la oscuridad cedió solo un poco. Estaba tan hermosa…La niña que había conocido una vez, se había transformado en una espléndida mujer y era suya. Cuando el plazo venciera, ya vería.

Me he dado cuenta lo que la he echado de menos. Estos seis meses, han sido jodidamente agónicos. No he tocado a ninguna mujer, ni lo he deseado. Esta maldita me ha hecho algo que creo saber qué es: no podía conocer de qué se alimentaba, qué es lo que la movía hasta ahora. Pero ya lo acabo de ver, lo he resuelto. Ha sido Sveta la que ha hecho que haga todo lo que ha hecho, es el amor que siente por esa niña.

Las mujeres, la mayoría, tienen una fuente de alimento que les es común: las ilusiones. Les privas de ellas, y es como irlas matando de hambre lentamente. Después, vienen las fantasías, los sentimientos, los deseos. Las más fuertes, se alimentan de ambición. Esas, eran las que solían durarme más. No estoy acostumbrado a estar con una mujer cuyo principal alimento es el amor, el más puro, por un ser indefenso.

Es tan desinteresada que ni precio tiene. No tengo con qué comprar su atención.

Me preocupa que no he sido ni sea capaz de ponerle a salvo de mis enemigos y menos del principal: yo mismo. A veces, es tanto el hambre que tengo de ella, que me da miedo de aquello de lo que soy capaz de hacer.

Esta noche, aprovecho que se ha despertado para que hablemos.

Le cuento lo que he descubierto, acerca de qué se alimenta, conozco su secreto. Y agrego que su orgullo, no es un componente menor de sus impulsos, que es lo que le hace hacer cosas que después lamentamos ambos. Yo, el primero que soy quien inicia el escarmiento y sufro por lo que sé que sentirá ella, pero debo hacerlo. Me mira sin comprender.

—No entiendo de dónde sale la obligación de castigar —me dice.

—Porque he sido castigado y repito lo que aprendí. Soy un tipo roto por dentro, quebrado y cruel, por necesidad, y ya es tarde para remendar lo que se ha esparcido en pedazos de malas acciones desperdigadas aquí y allá, esos trozos no pueden juntarse más, Blair. No me justifico, quiero ser entendido. He aprendido a reprimir impulsos que para otros son normales como el afecto y la contención. Solo entiendo de venganzas, castigos, represalias y guerra, siempre lo mismo. A mi lado, no encontrarás otra cosa, pero quiero decirte que la noche de mi cumpleaños, no toqué a la Carpenter. Después que todo pasó, repararon el generador, ella llamó a mi puerta y le arrojé más dinero del que había cobrado por su tiempo, para que se marchara. No puedo pretender que me creas, Nika la vio cuando se iba, bastante ofendida, por cierto. Nunca pensé que te irías para desaparecer y cometí errores imperdonables por la furia que sentía. Desaté una guerra evitable con los italianos que ha costado muchas vidas, ensangrenté mis manos con ellos, pensando que así me calmaría, pero cada día estaba peor y era por tu ausencia. Cuando Waltz al fin te encontró, dudó, porque le dijiste que me temías y no es para menos. Acababa de abrir en canal a un tipo en un depósito del puerto, sin mancharme el traje y luego llegué aquí y me bañé para sentarme a cenar con Nika y Sacha, como si nada pasara. No tengo límites y no sé cómo he de seguir contigo. Si lo deseas, podemos vivir aquí para la asistente social, y no te verás obligada a compartir mi cama, hasta que se cumpla el plazo.

Se gira y me echa los brazos al cuello, sepultando su cara en mi pecho. La abrazo deseando que todo esto no hubiera sucedido, que yo fuera un tipo común, no un ser despreciable sediento de sangre, orgullo y otras bajezas sin nombre.

—Espera, no he terminado.

No dice nada y atenta, aguarda.

—Cuando supe cuál era tu debilidad, hace un par de días, pensé en conservarte a mi lado si tuvieras tu propio hijo, nuestro, reemplazando la píldora, por unas exactamente iguales, pero sin hormonas dentro. Quiero mostrarte al monstruo completo. Jamás dañaría a Sveta,  aprendí a querer a la maldita niña que se ha metido dentro del corazón helado de Sacha. Tengo planes para ellos, sonrío. Nika, me ha prometido que tratará que se cumplan, cuando yo ya no esté. Aunque esta sea la vida que le podemos ofrecer, lujos y dinero a montones, pero poca seguridad y casi nada de libertad.

— ¿Depende de los otros, que seamos libres? Blair, me mira, con ojos grandes y limpios. Ahora, completamente despierta.

—Me temo que así es. Si no son los italianos, será la mafia de Detroit, los albanos o cualquiera que quiera disputar lo que hemos logrado. Siempre será así.

Continúa abrazada, en la misma posición y susurra: <<eres un maldito demente, que nunca sé cuándo decidirá arrojar mi cuerpo al río y aquí me ves, como un náufrago, echándote de menos y sabiendo que eres como un precipicio, inestable y sin embargo me sigo quedando. Para que lo sepas, Waltz, me ofreció ayuda, cuando veníamos hacia aquí. Ponernos, a Sveta y a mí, en un avión a cualquier país con documentos en orden y otros nombres, para empezar de cero y rechacé su oferta y decidí volver a verte, porque sí, porque me siento bien, excepto cuando despierto al lado de un oso, yo quiero despertar a tu lado, Yuri. Quiero curar las heridas de adentro de esa bestia que eres>>.

Por segunda vez, intentamos irnos de luna de miel, cuatro días, a un sitio remoto, desconocido, casi fuera del mapa, de manera anónima. Que la ciudad arda, en nuestra ausencia.

NIKA

Claro que la ciudad ardió, se sumergió durante dos noches en un mar de fuego cruzado y destrucción. Los socios de mi padre, comenzaban a hartarse de sus ausencias, ya lo estaba durante las reuniones, donde apenas participaba, solo para dar la orden de destruir determinado objetivo, esos seis meses, fue como un fantasma, una mala copia de sí mismo. Hablamos con Ania, gracias a este <<penoso asunto>>, como le denominaría mi padre, el cínico, nos habíamos vuelto a acercar con ella. Me acompañaba a los clubes y comenzó a hacerse cargo de uno de ellos.

Hice contacto también, con Ted Waltz, a espaldas de Yuri. Si llegaba a enterarse, nos hubiera matado a los dos. Nos reunimos en uno de mis locales, en mi despacho.

Me confesó lo que sentía por Blair, prometió mantenerse alejado, por su bien, el de ella, pero quería que supiera que había amenazado a mi padre, si le provocaba cualquier daño, así fuera invisible, vendría por él.

Durante los meses que la trató, necesitó averiguar ciertas cosas, porque observaba una mujer temerosa y con profundas heridas emocionales.

Y conoció al ser luminoso, generoso y cálido que es Blair, de la que todos quedamos prendados, con solo dedicarnos una mirada de sus ojos limpios y sin malicia alguna, pero que la furia hace que se transforme cuando  cree amenazada algunas de las cosas en las que cree firmemente. La lealtad, es una de ellas. Creo que es capaz de matar y morir por ello, y la libertad. Valores que ha transmitido a Sveta, que ha crecido en casa todos estos años, que se ha transformado en una fierecilla rebelde, indomable, que muere por mi hijo y que cada vez que la miro, recuerdo a la pequeña temerosa que entró en brazos de una joven y bella Blair.

EPÍLOGO

Luego de cumplidas las visitas del servicio social, otorgan la adopción de Sveta a Yuri y Blair.

Vuelven del edificio, con la documentación probatoria. El sol está por hundirse en el horizonte y el cielo, tiene tonos naranjas.

Yuri, abre una botella de champán y sirve dos copas.

—Eres libre, Blair. La mira con una mirada fría, inexpresiva, pero su pulso se acelera.

— ¿Cuándo quieres que nos vayamos? Ella apenas susurra, posando la copa sobre el escritorio.

— ¿Quieres la verdad?

—Sí, por favor.

—Nunca. La voz, sale ronca. Pero él no se mueve.

Ella rodea el escritorio y le echa los brazos al cuello.

Yuri le toma por la espalda y la pega a su cuerpo, para que sienta hasta dónde piensa llevarla, si ella lo permite.

Antes de cargarla en sus brazos, da la vuelta el reloj de arena. Y apagando la luz, se dirigen al dormitorio.

Por el resquicio de la ventana, unos prismáticos, le brindan la imagen a Ted Waltz, con todo detalle. Baja las lentes, agacha la cabeza y un quejido, como de animal herido, brota de su pecho.