BLAIR
A mis
pocos años, he vivido una experiencia restringida a ciertas mujeres adultas,
eso es casi seguro y, no me arrepiento, volvería a elegir a muchos, aunque, no
a todos los momentos. Porque todo lo
vivido, me han hecho quien soy.
Un viernes por la noche, mis dos amigas y yo,
acompañamos a Mark a un club de lujo, uno de los más famosos de la ciudad. Él
obtuvo un <<pase>> para ingresar, por la reparación de uno de los
equipos de sonido, en tiempo record ya, que resolver la cuestión de la música
un jueves a última hora, antes del día tope que suele ser el viernes, sin
cobrar demasiado, le abrió la puerta a él y sus invitados. Sería una
experiencia inédita, y seguramente irrepetible, para nosotras, que nunca
hubiéramos podido acceder a clubes de lujo, como era el <<Makari>>,
<<bendecido>> en ruso, según me entero. Me parecía un término algo
contradictorio, pero estaba encantada de poder ingresar, a edad temprana, a ese
templo que simbolizaba el lujo y lo prohibido, tanto, como puede estarlo para
una chica de diez y ocho años, que estudia informática, sin otras opciones en
su horizonte y con escasos medios económicos. Mi capacidad de reflexionar, no
era lo más destacado de mi persona y estaba más ocupada buscando resaltar mis
atractivos, que en analizar lo escondido debajo de las superficies brillantes y
de apariencia fácil.
Mark, ha
trabado cierta relación con Nika, el hijo del Zar, como escuché que le llaman,
al dueño de todo. No nos pareció algo anormal, por consiguiente, que el tipo,
se pasara esa noche por nuestra mesa y nos invitara con una botella de champán.
Noté que fijaba sus ojos, por turno, en cada una de nosotras tres, demasiado
ocupadas en tomar algo bueno y muy caro, y reírnos de todo. Averiguó, al pasar,
que Mark, no salía con ninguna de nosotras y por ende, estábamos libres de
compromisos. Después supe, que eso, hubiera sido un detalle menor. Una mujer
comprometida, lo sé ahora, no hubiera sido un freno en sus avances. Se movía
constantemente acompañado por dos fornidos custodios que se quedaban algo
retirados, de pie a su espalda, los ojos atentos, imperturbables y de aspecto
intimidante, ambos idénticos. Parecía una película mala, cuchicheamos
divertidas.
Mark, no
ha tenido mejor idea que estarle atrás a la barista, de nombre Natalia, y somos
sus <<excusas>> para establecer un cerco con aspiraciones a
transformarse en propietario de la chica.
Nos
pareció natural, salir a bailar a la pista, entre nosotras, y fue muy divertido
eso de sumergirnos en una marea humana sudorosa y ajena, que bailaba con ojos
cerrados, al compás de la música tecno. Al principio, no nos dimos cuenta de la
irrupción de un pequeño ejército de hombres armados hasta los dientes, que
empezaron a barrer a tiros el lugar, pegándole a las luces, y dejando casi en
penumbras el local, en medio de gritos, corridas y empujones. Fui zarandeada,
de un lado para otro, y por nada del mundo quería caer al suelo, donde sabía
que había riesgo cierto de morir aplastada por los pies de los que intentaban
huir en estampida, cuando el fuego se encendió en las pesadas cortinas del
escenario. Pero, por más esfuerzos que hice, al final, fui arrojada al suelo
con violencia por alguien que pasó corriendo a mi lado y caí de bruces. Sentí
que pisaban mis manos, y traté de ponerme de rodillas, siendo, nuevamente
arrojada al suelo. El humo, denso, había comenzado a surgir desde el foco del
incendio. La salida, había que buscar la salida ¿Quién, en un momento así, se
acuerda dónde quedan las flechas indicadoras?
Gritos
en un idioma que imaginé eslavo, se escuchaban de un extremo al otro, pero no
entendí nada. Había perdido de vista a mis amigos y me preocupé por intentar
ponerme a salvo. Fui gateando hasta una mesa que tenía un mantel rojo brillante
y me lo tiré encima, tratando de envolver mi cabeza y seguir gateando,
agradeciendo a las películas de
incendios donde muestran lo que
supuestamente hay hacer. Pero la sensación de sofocación me alcanzó, como a
todos, y comencé a sentirme, algo atontada, el mantel volvió a caerse y quedó
enrollado en mi cuello.
Una mano
me tomó de los cabellos y me arrastró unos metros, y alguien me cargó sobre los
hombros. El hombre, conocía la salida y sentí cómo giraba por lo que parecía un
pasillo, y, torcía incontables veces; a los lejos escuchaba las sirenas de los
bomberos. Todo su cuerpo vibró cuando dio una formidable patada a una puerta y
una bocanada de aire fresco inundó mis pulmones y mi garganta irritada que parecía
haberse secado, mis ojos llenos de lágrimas por el ardor, no me dejaban ver con
claridad, siguió corriendo hasta la avenida frente a la puerta principal. Me
introdujo bruscamente en la parte de atrás de un auto que partió velozmente.
Estaban secuestrándome. Mierda. Eso nos pasaba a las chicas intrépidas y muy,
pero muy estúpidas.
Traté de
quitarme del todo el mantel que aún llevaba enrollado y de levantar la cabeza.
Pero, una mano me mantuvo la cabeza aplastada contra el asiento con olor a
cuero. Empecé a gritar y me llegó una bofetada en la mejilla que me aturdió,
aún más de lo que ya estaba. Opté por adoptar la posición fetal y escuchar lo
que decían. Inútil. Era el mismo endiablado idioma que había escuchado en el
Makari, durante el ataque. Así que en mi lengua, les grité que yo no tenía idea
qué hacían ellos, ni quiénes eran, que habría un error, que seguramente me
confundían con alguien y que mi nombre era Blair. Siguió el silencio, ahora,
estaba segura, me darían el tiro de gracia y abriendo la puerta me arrojarían
en una acequia. Una mano me tanteó el cuerpo, yo pateé dando manotazos e
insultando. De uno de los bolsillos de mi campera, sacaron mi teléfono y mi
identificación que casi siempre me piden al ingresar a los antros a los que voy.
Es el problema de aparentar menos edad de la real. Siguieron hablando entre
ellos. Maldita sea, les había visto las caras y aunque por el shock, ni
siquiera me acordaba de ellos, jamás me creerían. El automóvil se detuvo.
Lo que
siguió después fue otro infierno. Una lluvia de explosiones cortas, en la noche
y el tableteo de las películas, atronó en el silencio de la noche.
Los
cuerpos saltaban por los impactos a través de los vidrios, recibí pinchazos de
pequeñas esquirlas y estaba gritando como una loca cuando todo cesó, como había
empezado, de golpe. La puerta trasera se abrió y cerré los ojos, mi hora había
llegado.
Unas
manos, otra vez, tironearon de mis brazos, remolcándome hacia afuera, a la
noche y al viento frío. Estábamos en medio de un camino rural, entre bosques. Me
quedé parada al lado del auto, las luces de otro vehículo me enfocaban y no
veía absolutamente nada. Me cubrí más con el mantel, clavada en el suelo. Si
echaba a correr, creo que escucharía el tiro de gracia. Una silueta de un
hombre, seguramente el que me había sacado del auto, habló por un micrófono, y
no entendí lo que había dicho. Me tomó del brazo con suavidad y me introdujo en
el asiento de atrás del auto que estaba con las luces encendidas ¿Acaso me
había transformado en una valija en las últimas horas?
—Estaremos
cerca, y agradezcamos que estén todos muertos, si el jefe no nos dispara un
tiro, el que se sentaba en el asiento del acompañante, dijo en inglés al
conductor que asintió, mudo.
Llegamos,
después de una eternidad, a una casa enorme en medio de un bosque y me hicieron
bajar, caminamos por un sendero de grava hasta un portal doble. Desde adentro, alguien
abre una de las dos hojas. Me conducen hasta un salón enorme con una chimenea
encendida. Sentado cerca, está <<el jefe>>.
Me hace
un gesto que me siente enfrente, en otro sillón, idéntico. Me ofrece un trago
que rechazo. Acepto un café. Sigo temblando.
—Es la
adrenalina, no es por el frío. Su voz es suave y de tonos bajos, tiene un leve
acento, el cabello negro bastante largo y algunas canas, ojos fríos azules y
rasgos armónicos.
Hasta
que no me traen el café que empiezo a beber, no vuelve a hablar.
—Tengo
que pedirle disculpas, en nombre de esos hombres (acá interpuso una palabra en
ruso o algo así), que ya no viven para hacerlo, pero eran tan estúpidos que le
han confundido con mi hija. Fueron por ella, que, a última hora, cambió de idea
y se fue a bailar a otro club. La miro, y el parecido es asombroso.
¿Debo
sentir felicidad por parecerme a la hija de un mafioso?, pensé.
— ¿Puedo
marcharme?
No me importa su hija, los hombres, ni sus
disculpas, solo quiero meterme en mi cama y dormir un día entero. Recién
advierto los magullones en mi cuerpo que duele en cada rincón, y, los desgarros
en mi ropa.
—Es muy
tarde para volver a la ciudad, están los accesos cortados, y no conviene
dejarse ver por allí, así que le ruego que acepte mi hospitalidad por esta
noche y mañana, la dejaremos en su casa. Si tiene que avisarle a alguien
hágalo, sin problemas.
Sigo
viva, aunque no sé si aprovecharán para dispararme cuando duerma.
Se me
ocurre llamar a mi mejor amiga, Jackie, que esa noche, salía con un chico y no
pudo acompañarnos. Si no apareciera, sabría que algo me ha sucedido, y
rastrearán mi celular…avisarán a mis padres. A estas alturas, ya imagino
quiénes son estos tipos.
Me dan
uno desechable para que le hable y mis esperanzas de ser localizada, se
desmoronan. No le doy más detalles, solo lo que ha pasado y que llegaré a casa
al día siguiente, que estoy en la casa de… una amiga con las que fui al club. Nadie
hace ademán de darme un nombre y no quiero parecer curiosa.
Mi
habitación es enorme y lujosa, tiene un baño de mármol con grifería que parece
de oro. Antes de darme una ducha, me miro al espejo, estaba tiznada y con el pelo
revuelto antes de meterme bajo el agua, al costado de mi cara, un moretón ha
comenzado a formarse. Ahora estoy limpia y huelo a jabón. Acomodo la ropa lo
mejor que puedo, pero está irrecuperable, casi cubierta por salpicaduras de
sangre. Imagino que es de la carnicería en la que estuve horas antes. Me dan
arcadas y me meto desnuda en la gran cama.
A la
mañana siguiente, golpean mi habitación y una chica risueña y bastante parecida
a mí, me deja un equipo de ropa para cambiarme y se lleva el despojo que fue la
mía.
—Eres la
que casi me reemplaza —me mira y se ríe. Tiene más o menos mi edad. Debes
haberte asustado bastante, agrega.
—Sí,
pero recuerdo muy poco de lo de anoche, ahora lo veo muy confuso.
Espero
que les anime a dejarme ir.
—No van
a hacerte nada. Soy Ania y mi padre ha quedado muy afectado por lo que pudo
haberme pasado y ya está trabajando en ello. Confía en él.
No
quiero saber qué significa estar <<trabajando en ello>>, pero puedo
imaginármelo.
—Desayunemos y te llevo a tu casa.
Nos
sentamos en un comedor que parece el salón de un club inglés, con paneles de
madera por todas partes, hermosas vistas de un parque inmenso que incluye un
estanque artificial. Una asistente se apresura a servirnos, saludando y
marchándose enseguida.
En la
siguiente media hora, me entero que tiene un par de años más que yo, un hermano
mayor que estaba en el club que supongo que es el del champán y que salvó su
vida, y ahora, está con los del seguro, viven con su padre, el jefe, y su madre
ha muerto cuando ellos eran niños.
Le digo
que conocí a Nika anoche, que soy amiga de dos chicas más que estaban allí y de
Mark, el que reparó el equipo de música. Intento establecer vínculos, necesito
que sepan que hay personas, que se preocuparían por mí, y, que, querrían saber
qué me ha sucedido. Soy inofensiva, necesito que alguien me crea...
Antes de
dormir anoche, escuché el vozarrón del padre, e imaginé que estaba
<<disciplinando>> a sus hombres.
Cuando
hemos terminado, le sigo hasta un deportivo rojo y me lleva a toda velocidad
hasta mi casa.
Cuando
íbamos de salida, nos cruzamos con Nika que me mira, pero no me reconoce.
—Si no
te saluda es porque debe estar furioso por lo del club y cuando está así, mejor
es ignorarlo.
—Te
devolveré tu ropa, Ania. Dime dónde y te la envío —le digo.
Lo que llevo puesto vale sus buenos miles.
—Quédatela.
Yo tengo un vestidor lleno de ella.
—Es que…
No me gusta quedarme con algo que no me pertenece.
—Bueno,
te la regalo. Ahora, es tuya.
—No sé
qué decir, es muy costosa y yo…
—Por lo
que escuché, has causado una buena impresión en mi papá. Sonrisa amplia y yo
que siento mi cara encenderse.
—No te
preocupes, es algo natural. Está solo hace algún tiempo y las novias que van y
vienen, le han cansado, y eres tan… diferente a ellas…
—Pero yo
no volveré nunca más, Ania. No habrá de qué preocuparse.
—No me
preocupa para nada. Me gustas, se nota que no eres interesada y que el dinero
solo te hace falta para vivir, pero, no tienes como objetivo meterte en su cama
para pedirle dinero continuamente.
— ¿Cómo
puede ocurrírsete semejante idea? Tengo planes de estudio, buscar trabajo y
jamás pondría mis ojos en, en…
— ¿En un
tipo que te lleva bastantes años? Completa la frase.
—Sin
ofender, le digo. Jamás se me pasó por la cabeza.
— ¿Te
molestaría ser la novia de un zar de la mafia?
—Lo has
dicho tú, yo no tengo idea quiénes son y quiero seguir así —afirmo.
—No
contestas mi pregunta.
—La
verdad, es que nunca se me pasó por la cabeza que podía toparme en mi vida con alguien...
así. Digamos que tiene ese estilo de vida.
—Conozco
a mi padre. No lo consideres acoso, pero si le has impresionado, decide qué
harás. Es un tipo sensible, a pesar del trabajo que hace, y si le rechazas, te
dejará en paz. Es un caballero y jamás haría nada en contra de tu voluntad.
Tiene en cuenta mi opinión, porque sabe que jamás me equivoco.
— ¿Y
apruebas que tenga tantas novias y …
—Si él
es feliz yo soy feliz y Nika también.
—Pero si
tuviera alguna riña con la novia de turno, seguro que ustedes intervendrían
para impedirle que le cause pena ¿Verdad?
—No, mi
padre es mayorcito. Sabe arreglar sus asuntos.
Trago
saliva. Obvio que el padre es muy atractivo, a pesar del susto que tenía, ciega
no me había quedado. Pero con mi aspecto de pingüino empetrolado de hollín,
debí causar más pena que otra cosa. Claro, que estos tipos, sienten el mundo
distinto al resto. No deben saber lo que es el miedo, ni el dolor físico, y sí,
saben cómo causarlo. Las películas son un reflejo de la realidad, eso lo creo a
pie juntillas. Deben ser todos psicópatas, y sádicos, eso, casi seguro. Como
que también saben arreglar sus asuntos amorosos.
Me deja
enfrente de mi casa. Me saluda con la mano y parte, como un bólido.
Los
siguientes días, mi vida sigue como siempre. He ingresado en la Universidad
para estudiar programación, gracias a haber obtenido una beca por mis buenas
notas, y debo completar mis ingresos, consiguiendo un trabajo de medio tiempo,
el que, por ahora, es inexistente, que permitiría mejorar mi calidad de vida.
Desde
casa, mis padres, me envían dinero, el que pueden, para ayudarme. A los rusos,
no les he mencionado que tengo padres vivos, cuanto menos sepan de mi familia,
mejor, aunque si averiguar de ellos, fuera lo que tienen que hacer, sin duda no
tendrían ninguna dificultad para hallarlos. Mierda, bastante tenía yo, tratando
de sobreponerme al horror de esa maldita noche. No todos los días, una se ve
envuelta en un tiroteo y en secuestro que termina con el asesinato de los
captores a escasos centímetros de tu cuerpo, bañándote con su sangre tibia y
viscosa.
No
sabía, en ese entonces, el intenso escrutinio al que sería sometida mi
existencia y la de ellos. Todo, gracias a una discutible belleza, por mi
aspecto de cierta <<orfandad>> que fue la que, aparentemente,
sedujo al padre de Ania. Realmente, es un misterio lo que nos atrae del otro. Hay
gestos, timbres de voz, miradas, formas de suspirar, o de entonar ciertas
palabras o algo indefinido o un recuerdo del pasado, que transforma lo objetivo,
en una realidad, solo apreciada por el involucrado. También hay quienes caemos
a los pies del costado oscuro del otro, y nos enamoramos del lado equivocado,
es más antiguo que los piojos.
Si tengo
esta forma de pensar, es gracias a mi padre, que es un gran lector y me ha
sabido transmitir ciertas ideas, que me sitúan un poco por fuera del común de
ciertos milenials.
Mark nos
cita a las tres para salir a los quince días. Esta vez, he decidido negarme, ya
he tenido bastante, y por ahora quiero enfocarme en los estudios y esperar que
el miedo baje sus niveles. Tengo que confesar que camino por la calle con
aprehensión, giro la cabeza sobre mi hombro a cada paso, observo las caras y
gestos ajenos, con desconfianza. Los ruidos fuertes me sobresaltan con cierta
exageración y Nueva York, no es una ciudad muy silenciosa que digamos, así que,
en ese sentido, no la estoy pasando bien. Desde el mínimo piso del turbio
vecindario donde alquilo, todos los ruidos, que antes me dejaban indiferente,
ahora, cobran sentido, y si no consigo ubicar su procedencia y causa, le doy
vueltas, reproduciéndolo en mi cabeza, hasta que me quedo dormida, de puro
agotamiento.
Aprovecho
y cuando voy a casa, le pido pastillas para dormir a mi madre. Ella, no duerme
bien por las noches y se preocupa que yo tampoco lo haga. Pretexto estar
preocupada por exámenes, nada fuera de lo normal.
Una
tarde, tocan el timbre de la puerta. Un mensajero deja una caja a mi nombre. Mi
corazón golpea, como un martillo. Espero que no sea lo que usualmente, pone la
mafia en cajas: dedos, orejas, cabezas y ese tipo de cosas. Los días
posteriores al ataque, he barrido internet buscando noticias sobre la matanza
del bosque y no hay una sola. Solo el <<incidente>> en el
<<Makari>>. Es muy raro, aunque, si han hecho desaparecer los
cuerpos… El estanque, pienso con horror. Tal vez, los sumergen allí con peso en
los pies y…
Mis
manos tiemblan al abrir la caja. Es negra, la tapa con letras grabadas en
relieve, doradas, es de una marca de ropa, que suelen vestir los millonarios.
Sonrío. La ironía de una cabeza justo en esa caja. Tomo un cucharón y, tomando
envión con el mango, abro la tapa, arrojándola lejos. Hay papeles de seda
marfil tapando algo. Sigo escarbando con el cucharón y queda a la vista un
vestido doblado, al que tironeo y arrojo al suelo, para convencerme que es lo
que parece.
Lo tomo
y un precioso minivestido gris, satinado, con las medias a tono. Una división
interna en la caja para alojar el par de zapatos a tono. Una tarjeta escrita a
mano.
Sigo
temblando, nerviosa. <<Por los daños causados en su ropa, espero que sean
de su gusto. Si desea cambiarlos, solo tiene que ir al negocio y hacerlo. Si lo
que elija, fuera más costoso, que lo pongan en mi cuenta. Presente esta
tarjeta>>. Sus iniciales, Y.K.
¡Ay, qué
desastre! Estoy tentada de devolverlo, pero si se ofende, tal vez, se irrite y
no deseamos eso ¿Verdad?
Me lo
pruebo y parece hecho a medida. Vaya ojo que tiene el Zar. Debe ser cliente
habitual, para su harén, no puedo evitar pensar.
Eso fue,
lo que me hizo, al día siguiente, que no tenía clases, salir rumbo a la tienda
y devolver el costoso regalo. Me quedo sin aire, cuando me entero del precio.
Hay una cuenta a su nombre y decido escribirle una nota.
<<Le
agradezco su atención, pero lo que se me arruinó, no valía ni la décima parte
de lo que usted tan generosamente me obsequió, por eso, no puedo aceptarlo. De
todas formas, fue un episodio que podría haberle sucedido a otra persona. No
soy nada especial y es la manera en que me han enseñado a ir por esta vida.
Gracias, de nuevo. Blair D. >>.
Cuando
observo el gesto de las vendedoras, me siento abochornada. Sé que han evaluado
cómo voy vestida y siento el desdén pintado en sus caras, pero no me importa.
Me siento libre, no debo nada y prefiero que me deban, antes que al revés. Ese
es el mundo en el que he crecido.
Como
había adelantado Ania, la cosa no iría de acoso, aunque se parecía bastante. A
las dos noches, un enorme auto negro, seguramente blindado, estaba estacionado
frente a mi portal y el timbre sonando.
El
mismísimo Yuri Kovacic en persona, escoltado por los clones de su custodia,
estaba parado frente a mi puerta. Siento que sudo a pesar del frío. Miedo. Temo
su reacción eslava, son salvajes, eso cualquiera lo sabe, el cine lo refleja y
mis rodillas se aflojan.
Abro la
puerta y me quedo en la puerta.
Me hago
a un lado y antes que él, entran los clones que a los veinte segundos ya están
fuera. Es todo el tiempo que lleva recorrer mi piso, yendo despacio.
Cuando
Yuri ingresa, me siento terriblemente avergonzada por el contraste entre la
caja del gato donde vivo y la terrible mansión en la que él y su familia
habitan, con tanta naturalidad como respirar. Uno de los clones, lleva la
dichosa caja. Me encojo. Espero sus gritos, y no soporto que nadie me grite,
así que, esto puede salir mal, si me hace lo mismo que a sus hombres la noche
pasada.
Se
sienta en el único sillón y el clon deja la caja sobre la mesa del café.
—De
verdad, no quiero ofenderle, pero no puedo aceptar esto, señor Kovacic, es
demasiado…
—No debe
creer que merece menos ¿Quién le ha enseñado a desvalorizarse de esa manera? Deben
ser personas que no se aman lo suficiente.
Me
indigno y mis ojos se llenan de lágrimas. Mi madre.
— ¿Qué
sabe de mis padres? ¿Sabe de sus padecimientos? ¿Lo que me inculcaron para no
regalarme, para ser digna a mis ojos? Me enfurezco y avanzo dos pasos hacia él
que no se inmuta. Los clones hacen ademán de cortarme el paso, pero un gesto de
él, les detiene. Siento, que no tengo miedo, y tal vez, debería tenerlo.
Sonríe y
sacude la cabeza con paciencia.
—Hagamos
algo —me dice. Acompáñeme el sábado que viene, a una fiesta en casa de unos
amigos, necesitará algo de calidad para ponerse, es gente muy rica, yo también
lo soy, de ninguna manera podría faltarle el respeto, llevándole en jeans y
zapatillas.
En los
treinta metros cuadrados, no hay espacio para seguir negándome. Veo sus ojos,
que de glaciales, se tornaron cálidos y amistosos. Les ofrezco café. No sé si a
los clones se les incluye. Parece que no. Él, acepta.
Me hace
preguntas generales sobre estudios, le cuento que no consigo trabajo medio
tiempo y parece tomar nota de esto. Promete recomendarme con un conocido.
Espero que no tenga vinculación con alguna actividad delictiva y sea una tienda
de mascotas…Mira su reloj, lleno de pequeños relojes más pequeños y botones,
parecido al que usan los astronautas o eso dice la propaganda.
Cuando
se marchan, después de decirme que me avisará antes de pasar a recogerme, me
siento en el sillón, todavía tibio. Me parece mentira que en el cubículo, haya
estado un jefe de una asociación que no tiene límites y son crueles por
naturaleza y que me he involucrado, sin poder negarme. No tengo idea hasta
dónde querrá llegar, pero me lo imagino, y no necesito decir que transpiro del
terror que me inspira la situación. Trato de aferrarme a los dichos de su hija,
acerca de que no insistirá y siempre puedo negarme. Hasta ahora, no se ha respetado
mi decisión. Debería haberme negado a acudir a una fiesta en su compañía.
Medito acerca de lo que dijo de mis padres. Tal vez, sea cierto, y no me han
enseñado a darme el valor necesario, para sentirme suficientemente apreciada. Experimento
cierta irritación, porque, en el fondo, tiene algo de razón.
Jackie,
cuando le cuento lo del vestido, reacciona mal. Recrimina mi debilidad por
negarme a aceptarlo, así me hubieran volado los dientes delanteros, insiste.
Ahora, tendré precio, según ella y no hay dioses sobre la tierra que convenzan
al hombre que no soy como el resto, fácil de ser comprada, compensada y
descartada de mala y peligrosa forma; de la que no se vuelve. Mi amiga, ejerce
un beneficioso efecto sobre mí, me convence, pero ella, no sabe, solo lo
supone, cómo son estos tipos; el <<no>>, no figura en su
diccionario.
Aun así,
haciendo acopio de coraje, esta vez me acompaña a la lujosa tienda y, en mi
caso, por segunda vez. Las empleadas me reconocen. Esta vez, <<la
andrajosa>>, se ha hecho acompañar por una colega. Aceptan la vapuleada
caja, sin decir nada. En nota aparte, le informo a Yuri Kovacic, que lo siento,
que este sábado no podré acompañarle y que por esa razón, he decidido declinar
su invitación y su regalo. Un <<gracias y saludos>>, me parecen suficientes,
antes de mis iniciales B.D.
No nos
dan las piernas para salir huyendo del local.
Jackie
se ha quedado con la boca abierta cuando ha visto el precio de todo y está
asustada por mí. Yo también lo estoy.
—Ese
tipo no va a detenerse, para él, eres una presa y nada tan estimulante como la
mujer que le da batalla, dice para alentarme. A pesar de todo, la quiero,
tantos son los líos en los que nos hemos metido juntas, pero el tacto, no es
una de sus cualidades.
—Tal
vez, debieras regresar a tu casa por un tiempo, quizá se canse, se aburra y desaparezca. Pero ni ella misma lo cree.
—No voy
a meterles en problemas a mis padres —afirmo rotundamente.
Al dar
la vuelta a la esquina de mi casa, me quedo petrificada. Jackie me ha dejado
para irse a su piso, y estoy sola. El largo auto negro blindado, como un
tiburón, me está aguardando. Las empleadas de la tienda, son rápidas para el
informe al patrón. La puerta de acceso está bloqueada por los clones. Es muy
tarde para dar la vuelta y salir corriendo. Mierda.
Tratando
de mantener la calma que ha huido sin avisarme, me acerco al portal como si
fuera un día más.
Pero los
clones me lo impiden y me señalan el interior del automóvil.
Mis
piernas se dirigen obedientes, hacia las fauces, pero mi cerebro trabaja a mil
por hora. Estamos en el siglo XXI, nadie puede intimidar a ninguna mujer de
este modo.
Una voz
femenina me llama por mi nombre. Ania.
Entro en
la parte de atrás del auto y trato que la puerta siga abierta.
Se me
acerca y me da un beso en la mejilla.
— ¡Vaya,
esta vez sí que has enfurecido a Yuri! Se oye divertida. No está acostumbrado a
que le rechacen sus obsequios.
— ¿Te
mandó a ti, como mediadora? Mi voz tiembla un poco. Me estoy hartando del gato
y el ratón.
—Me ha
dicho que te haga entrar en <<razones>>. No habla muy bien el
idioma, y hace mil años que vive aquí.
— ¿Pero
qué edad tiene?
—Cuarenta
y tres. Todo un anciano, lo sé. Se casó joven con mi madre y ya ves, anda de
novia en novia, como un adolescente.
—Bueno,
tú misma me dijiste que no iba a acosarme y esto ya lo es. Así que, vete
advirtiéndole que le pondré una denuncia, si sigue atormentándome con la
maldita caja. No me debe nada, no quiero nada y olvídense que me han visto.
Me quedo
sin aire, el corazón me golpea como un pistón.
—Bueno,
lo del sábado, me anunció que a las ocho de la noche estará por acá. Sabes lo
que sucederá con tu denuncia, sonríe con perfidia, tiene a media ciudad,
comiendo de su mano, no sé si me explico.
La miro
con asombro, pensé que era distinta, que aceptaba el rol de la hija del Zar,
pero no que sus métodos le divirtieran. Compruebo, una vez más que me he
equivocado.
—Y lleva
puesto el vestido, Blair. Me empuja fuera del auto, cierra la puerta y me quedo
en medio de la vereda, sosteniendo la caja y una furia ciega ahogándome.
No puedo
creer en lo que se ha transformado un estúpido regalo de reparación, hasta que
me doy cuenta lo que simboliza. Delante de sus hombres, y de las empleadas de
la tienda, que una casi adolescente le rebote el regalo, erosionaría su poder,
y su prestigio, poniéndolo en jaque. En estos días, he aprendido más de los
adultos maduros y mafiosos, que en media vida. Esta conclusión, no ayuda. Por
el contrario, siento que estoy siendo transformada en una mujer objeto más, y
esa no es mi intención, sino que es una manera paradojal de desvalorizarme, tan
luego él, que cuestionó a los que me educaron.
Le
escribo una tarjeta, con este argumento que a mis ojos es el más inteligente. Hemos
intercambiado nuestros números con Ania y le saco una foto al texto
enviándosela a ella para que se la reenvíe a su padre. Doy por zanjada la
cuestión y, curiosamente, no recibo más respuestas, ni nadie que toque el
timbre de la puerta de mi casa. A la caja y su contenido, hago la concesión de
guardarlos en el fondo del placard y cuando pasan los días, casi me olvido del
asunto.
Cuando
llega el sábado, siento un creciente nerviosismo. Todo el día he esperado un
mensaje recordatorio de la cita a la fiesta y no hay ninguno, así que, por un
lado es un alivio y por otra, algo de decepción. Hubiera esperado que Yuri,
peleara por mi presencia, pero ha desaparecido de mi vida. Así de
contradictorias somos las mujeres. Cualquiera sabe esto.
El
lunes, se sacuden las redes y los portales de noticias, al parecer, una guerra
se ha desatado entre mafias y los cuerpos van y vienen entre un lado y otro de
la ciudad. El tiroteo que se armó en el club <<Makari>>, ha sido el
inicio, con el intento fallido del secuestro de la hija menor del Zar, de una
guerra que tiene un trasfondo que es objeto de especulación periodística.
Estiman que puede haber droga, armas, personas, toda una serie de negocios por
los que las mafias, periódicamente ajustan sus mecanismos de equilibrio, para
detentar el poder adquirido por medios como los que han ocurrido.
Ese debe
ser el motivo por el que Yuri Kovacic ha desaparecido de mi vida y espero, por
mi bien, que siga así.
De todas
formas, rastreo en las redes dedicadas a los personajes famosos y aparecen
fotos de ese sábado, en una fiesta de la colectividad, donde se le ve
espléndido en su smoking, y una mujer rubia altísima y con pinta de modelo,
colgada de su brazo, sonriente y confiada en sus artes. Al lado de ella, soy
una cuasi adolescente, desalineada y bella, no voy a negar lo evidente, porque
soy consciente del efecto que causo en muchos hombres, pero sin tanto arreglo.
Mark me
llama y por cuarta vez, me invita a que salgamos con las chicas a tomar algo
por mi barrio. Esta vez, acepto.
Mis
shorts son muy cortos, y tengo una especie de top de lana peluda negro y
lustroso, como una piel de gato. Decido cubrirme con un abrigo negro que compré
el año anterior, usado, pero de muy buena marca. Mis botas están bien, y me
apruebo, en líneas generales. Jackie, esta vez, será de la partida. Su
curvilínea figura está más que resaltada. Mi amiga luce confiada y segura. Mi
cabello oscuro estará suelto y antes de
salir, apago todas las luces, antes de perdernos en la noche.
Vamos a
tres clubes para nosotros, algo accesible y la música, y sobre todo la bebida,
circulan por todas partes, hasta en la calle.
Comienzo
con cerveza. Tres horas después, deambulamos por la calle, inestables y
ruidosos, como la mayoría con los que nos cruzamos, saludándonos como si nos
conociéramos.
En una
esquina se acaba de armar una gresca de proporciones. Nos sumamos a los
espectadores y estamos dando saltos, palmas y gritos de aliento para que esos
chicos se den una buena paliza. No falta los que filman.
Siento
un brazo alrededor de mi cintura y una voz que me advierte, imperiosamente, que,
<<ya es suficiente>> y que me despida. Lo peor de todo, es que
nadie parece darse cuenta, que otra vez, estoy siendo secuestrada, con la
diferencia que conozco al dueño del brazo, su voz, ahora su olor y el detalle
no menor, no opongo resistencia alguna.
El
interior del auto, se ha convertido ya, en un lugar harto conocido y
frecuentado por mí. El rostro de Yuri está ceñudo y no intenta disimular su
malhumor. Atrás quedó su modo de hombre encantador. Se mostrará tal cual es. Lo
siento por mí, lo poco que he disfrutado de la corta vida que me ha sido
otorgada, todo por tropezar con alguien que está seguro que le pertenezco y en
su mundo no caben otros parámetros. Toma aquello que le gusta. Fin de la
historia.
Al
final, rompo el silencio.
—Nadie
le ha enseñado, por lo que veo, que las mujeres, reitero lo de la nota, las
mujeres no somos un objeto, a menos que nos dediquemos a serlo y no es mi caso,
señor Kovacic. Ya se lo hice saber a su hija Ania y creí que había quedado
claro.
—Eres
muy mal educada, Blair y te haré aprender modales, te guste o no. Le he
entregado mucho dinero a este país, y pensé que alcanzaría para educar a las
chicas como tú, pero, por lo visto, nada es suficiente. Ya me lo hizo ver Nika,
que saldrías disparada, eres ese tipo de mujer. Y no quise escucharle porque,
soy de la vieja escuela.
El auto
se detuvo frente a un club más imponente que el Makari.
—Quiero
invitarte a cenar en mi nueva adquisición.
Me
condujo de la mano, suavemente, a la entrada.
Por
dentro, es lujoso sin disimulo. Diría que <<solo apto para
millonarios>>. Obviamente, nada que ver con los tugurios por los que
hemos andado, mis amigos y yo, una hora antes. Este, es un sitio de alto nivel,
y, para pocos.
El
sector VIP, es deslumbrante. La pista, que se observa abajo está abarrotada. <<Alexia>>,
es el nombre del lugar. Ni pregunto, imagino que será alguna de las novias de
mi acosador. Si sobrevivo, iré a la policía, me prometo.
Como si
me hubiera leído el pensamiento, su semblante se relaja y sonríe. Me sirve
champán en una copa de cristal que me parece fino. El hombre seductor, ha
regresado.
La
botella pronto se acaba y pide otra, con el firme propósito de emborracharme,
supongo, así que me niego a seguir bebiendo y quiero irme. Me levanto y me
tambaleo.
Se hace
la oscuridad y todo desaparece.
Esta
clase de escenas, parece de película, pero, mi historia, alguna vez fue así.
Despierto
en la habitación de la otra vez. Parece haber amanecido hace rato, miro la hora
en mi celular, me visto rápido, me pongo el abrigo y salgo corriendo de la
casa. Nadie me detiene y pronto, estoy en la ruta, haciendo dedo.
El
deportivo de Ania, se detiene a mi lado y la chica se ríe alegremente.
— ¡Te lo
advertí! Le hiciste enojar y ahora, ya no va a protegerte.
— ¿De
qué va a protegerme si yo no soy nadie? Grito.
—Eso es
lo que piensas. Ahora perteneces a los miembros de esta familia, por decirlo de
alguna manera, así que tendrás encima a los otros, nuestros enemigos, la
familia Bogdánov. Te han visto en compañía de mi padre, eres su <<novia>>
y ahora, mi querida, te has quedado en la intemperie, bajo la lluvia y sin
paraguas. Te deseo buena suerte.
Arranca
y sale volando, seguida por un par de camionetas blindadas, que me envuelven en
una nube de polvo.
Estoy
atrapada, entre dos fuegos. Una pesadilla que hace que mis intenciones de
acudir a la policía, parezcan anuncios de sopa en lata.
Ese
hombre infernal, me ha exhibido a propósito, para que me adhiera a él,
literalmente. Habiendo fracasado su intención de mostrarme el sábado junto a
él, lo de anoche, fue el plan <<B>>, más exitoso, ya que en el
enorme local habría al menos, más de trescientas personas, y más de la mitad,
nos vieron juntos.
Jackie
atiende el mar de lágrimas en el que me he convertido. Es de la idea de acudir
a casa de mis padres, pero quiero mantenerles lejos. No voy a permitir que los
energúmenos de uno u otro bando, les hagan daño. Yo ya estoy jodida, esa es la
verdad y no sé si ella ahora, también lo está. Pero pensamos que no, ya que no
han estado en contacto con los rusos de Kovacic.
NIKA
El nuevo
capricho de mi padre, se llama <<Blair>>. Es menor que nosotros,
eso termina de probarme que el viejo está loco. La chica se vio involucrada en
el tiroteo e incendio del Makari, y cuando él la vio, hecha un estropicio, después
de haber sido secuestrada por haberle confundido con Ania, mi hermana menor,
quedó impactado. Creo que tiene que ver con algo que pasó en la guerra de los
Balcanes. Cuando se enteró de lo sucedido,
entendió que debía liberarla, dejando un par de cuerpos en el trámite, como
casi todo lo que sucede cuando toma las riendas de algún asunto personalmente.
Confieso que es muy bella, demasiado. Si no fuera por él… Creo que le echaría
el guante sin problemas, pero Yuri, me mataría, literalmente. Ella, creo que
honestamente, hace lo peor que puede hacerle a mi padre cualquier mujer:
decirle que no. Eso es suficiente para transformarle en un depredador y, la
persecución, a la pobre le está quitando el sueño.
Como
consecuencia de lo sucedido en el club, se desata una guerra con los Bogdánov.
Era hora, pero nos tiramos con los cuerpos de un lado al otro del río,
perdiendo dinero en el medio, hasta que, volvamos a pactar una tregua, como ya
hemos hecho en el pasado.
Ignoramos
qué llevó a los Bogdánov a tratar de secuestrar a mi hermana. Cuando los dos
cabezas de familia se reúnan, espero que aclaren el asunto. Que yo sepa, Yuri,
jamás se metió con nadie de la familia de ellos. Es muy respetuoso en ese
aspecto, por eso, es inclemente si los otros violan nuestro acuerdo de respetar
a nuestras mujeres.
Después
de tanto enojo y rechazo, Blair ha huido esta mañana. Ania le encontró haciendo
autostop en la carretera, así que imagino que cuando mi padre lo sepa, le dará
un ataque cardíaco. Es fuerte como un roble, pero esa chica del demonio, le ha
vuelto loco. Tiene acceso a mujeres por cientos que estarían más que dichosas
de ser objeto de su atención, con más mundo y experiencia en todo sentido, y él
justo se encapricha con esta cría, o justamente, porque es todo lo contrario de
lo que tan bien conoce. Por ahora, está absorbido por las negociaciones que
está tratando de llevar a cabo con la otra familia y la ha descuidado. Creo que
sería mejor que, de una buena vez, Blair se rinda, y así Yuri, se tranquiliza,
la deja en paz, cuando ya no tenga el incentivo de la cacería.
Recibo
hace unos minutos el llamado de mi padre, y le informo de la <<novia
fugitiva>>. Escucho sus gruñidos, como si de una bestia encadenada se
tratara. Me designa encargado de hallarle y traerla de regreso al menos, hasta
que se reúna con Sergei Bogdánov y ver qué se traen entre manos.
Doy
vueltas, seguido por mis custodias, por los sitios que ella frecuenta, pero
parece haberse escondido. Averiguo que la universidad está en receso invernal,
pero ella está buscando empleo. Se me ocurre una idea salvadora.
Llamo a
uno de nuestros parientes, que posee un enorme taller de reparaciones de autos
y le cuento que es necesario que <<invente>> un puesto de trabajo
para Blair. Por supuesto, cuando se entera, que ella cuenta con la atención de
mi padre, se dispone a hacer su magia en la oficina. Ahora solo falta que
alguien en quien ella confíe, le informe del trabajo. Pienso otro poco y Mark,
surge del fondo de mi memoria. Su amigo, el chico que ha reparado los equipos
de audio del Makari. Me contacto con él, y parece querer ayudarla. Mi condición
es que no se entere que estoy detrás del asunto. Él, ingenuamente piensa que me
gusta y quiero ayudarle, y le dejo creer que es así. Quedamos en que él le
comentará que tiene un lugar donde trabaja un conocido y que necesitan una
empleada de medio tiempo. Allí, mi padre, podrá contactarla y disponer de ella,
poniéndola a salvo, o todo lo contrario.
YURI
La chica
que tengo sentada enfrente de mi sala, ha llegado justo en el momento propicio.
Tal vez, sea demasiado joven, pero tiene la edad que teníamos cuando nos
casamos con Alexia, aunque ahora maduran a los cuarenta. Parece empeñada en
hacerme enojar, rechazando mis atenciones. No conozco otra forma de conquistar
a una mujer como no sea con regalos, si son costosos, mejor. La confundieron
con mi hija, y que los Bogdánov, agradezcan el error, porque ya habría iniciado
un baño de sangre entre los suyos, si algo le sucedía a Ania. A ella no puedo
negarle nada y cuando me dice que le gusta la chica, me da ánimos para ir en su
persecución. Mi hija tiene una intuición como la que tenía su madre, cree que
no es interesada y que viviendo al día como parece vivir, es un caso raro que
no me ande atrás para sacarme lo de todas: dinero. Tengo la idea de reparar la
pérdida de su vestido barato, por algo sensual y de calidad y me lo ha
devuelto. Creo que no es un <<acting>>. Me tiene terror y está bien
que así sea, pero ni aun eso la convence de aceptar mi regalo y se niega a
acompañarme a una fiesta dando excusas tontas. Me hago acompañar por Sonya, que
ha gozado de mis favores, en el pasado, y ya ha echado a volar lo
suficientemente rica. Pero, nosotros, somos casi como un matrimonio de cuarenta
años, no hay chispa, ni curiosidad, todo lo que hubo se ha agotado y ambos los
sabemos, pero ella, desempeña su papel como siempre, muy convincente. Me cuenta
que ha instalado su propio negocio y está saliendo con un buen tipo. Me alegro
por ella.
Le
encargo a Nika que ubique a Blair, que luego, me haré cargo yo. Ocupado como
estoy en tratar de frenar esto con los Bogdánov, antes que alguien importante
salga dañado de nuestras familias. Eso sería un verdadero desastre. Ahora la
chica será centro de su interés y con eso, me intentará socavar, pero nadie va
a tocar nada que me pertenece. Y Blair es como si lo fuera. Mis ojos, no se han
posado en ella para quedarme con las ganas, precisamente. Les dejo en claro a
ellos esta situación, espero que alcance, antes que acordemos una nueva tregua.
Si algo le pasa a ella, deberé iniciar una guerra, como si de mi mujer se
tratara.
Comenzará
a trabajar para Antonov, es familia y el encargado de reparar nuestros autos,
hacer desaparecer cualquier huella de violencia de las carrocerías, entre otras
cosas. Tiene un desarmadero, en las afueras de la ciudad, donde desaparecen los
autos demasiado comprometidos. Si ella, por cualquier motivo, causara problemas, correría igual
destino que un auto.
BLAIR
Por
ahora, nada alarmante he visto en los alrededores de mi piso. Mark me ha
conseguido una entrevista en un taller que repara automóviles. El único
problema es que está ubicado en las afueras. Tendré que entrar a las dos de la
tarde, después de clases y saldré a las ocho de la noche, en invierno, con poca
luz, no es un tema que me agrade, pero es lo único que ha aparecido por ahora.
La tarea, parece sencilla, tener al día el stock de repuestos, atender a los
proveedores, y algunas tareas que no me han especificado todavía que entran en
el rubro <<varios>>.
Me paso
la tarde sentada en la oficina ubicada en el primer piso, desde donde se ve
todo lo que sucede en la planta baja, donde trabajan los mecánicos, veo gente
entrar y salir todo el tiempo, con el aire que ya me es familiar, el del clon y
creo que están vinculados con Yuri Kovacic. Recuerdo que él me prometió
ocuparse del asunto y al parecer, lo ha hecho. Tendré que hablar con Mark, no
sé en qué se ha metido gracias a Natalia, o tal vez la chica no tenga nada que
ver, pero deberá estar más que atento. Esta gente no bromea. Me consta.
Puedo
ver cómo a última hora traen un auto negro que conozco, en una de sus puertas,
están los típicos impactos de bala. Como las termitas, se trepan sobre la
unidad y en un soplo, la reducen, le quitan las partes dañadas y las reemplazan
por otras idénticas, incluyen placas nuevas. Trago saliva. No hay forma que
ellos tengan un negocio decente. Hasta una peluquería, les serviría para
cambiarle el look a los cadáveres que deben ir dejando por allí.
Aunque
puede parecer que me lo he tomado a broma, es mi reacción natural, cuando estoy
aterrada. Se me da por reír o bromear, en un intento desesperado de reducir la
tensión. Me doy cuenta de la dimensión del problema en el que estoy metida y no
sé cómo salir sin dañar a personas que me importan y que quiero.
En la
universidad, hemos vuelto a clases y trato de enfocarme lo que me queda de la
noche en los libros. Estoy bajando peligrosamente las calificaciones. La
distancia hasta el taller, se está notando. Llego a casa tarde y apenas tengo
energía para meterme bajo la ducha, calentar algo precocido en el microondas y
en la cama, los libros y mi computadora aterrizan sobre mi cara, cuando me
quedo dormida. Tendré que renunciar, a mi pesar. Mañana hablaré con el señor
Antonov.
Cuando
me retiro, después de cobrar lo que gané esas tres semanas, le veo de reojo,
hablando por teléfono. No creo ser el centro del Universo, pero no debo estar
descaminada, si pienso que habla de mí. Más problemas en puerta, suspiro,
desanimada. Pero, en este último mes y medio, he dado muestras que solo me
enfoco en mis asuntos y que no me interesa lo que suceda alrededor mío.
No sé
por qué me extraño cuando veo el dichoso auto negro estacionado delante de mi
edificio.
Yuri
Kovacic, ha estado esperándome. Eso solo puede significar una cosa: problemas.
Si tan
solo apareciera Jackie por el extremo de la calle… Pero eso no sucede.
Otra vez
estoy sentada a su lado en el asiento. El interior huele a cuero y a humo de
cigarrillos. Debe haber tenido una reunión antes, con alguien más, porque,
hasta donde sé, él no fuma.
— ¿Qué
ha sucedido con Antonov? Su voz es monótona, sin inflexiones y se ahorrado el
saludo. No hemos comenzado bien, precisamente.
Le
describo brevemente, los problemas con mis notas por la enorme demora en llegar
a casa, y de paso, le agradezco si él ha tenido algo que ver con el trabajo.
Pero fue cosa de Nika.
—Ya
hablaré con mi hijo, dice en tono irritado. Una chica tan joven, no puede estar
saliendo de ese sitio, sola, por la noche, después de trabajar. Se nota que no
es padre, su tono ahora parece una disculpa.
—Ha
querido ayudarme, sin duda.
—Pues
tiene que aprender a pensar más de una cosa por vez —su voz suena firme, como
si le tuviera a Nika sentado delante con la cabeza baja.
El auto
se dirige al centro de la ciudad. Se detiene frente a un restaurante de lujo.
Me da la mano para que me baje. Reparo que voy en jeans y zapatillas. Solo me
faltan los frenos en los dientes, la cola de caballo y pareceré una niña. Pero
a él, parece no importarle en absoluto. Tal vez ya haya perdido interés en mi
persona, me ilusiono, y me duele, a la vez. Esto es propio de nuestro sexo,
creo. Solo otra mujer, me entendería.
Me
conduce a un reservado del primer piso. Allí, no nos verá nadie y podría estar
desnuda, o muerta, que jamás se enteraría persona alguna. Me sirven algo
caliente para tomar y en ruso, pide el menú. Siempre se mueve en los mismos
círculos, intuyo. Él también ha de sentirse amenazado. Y me lanzo.
— ¿Nunca
tiene miedo, señor Kovacic?
—Yuri.
Asiento
con la cabeza.
—Viví
con miedo la primera mitad de mi vida, Blair. Mi nombre suena raro pronunciado
en su acento, como si tuviera una fuerza suplementaria en la última letra. Me
gusta.
—Huí de
mi casa a los quince años y crucé la frontera, cayendo en plena guerra de los
Balcanes, con los turcos, intentando masacrar a los pueblos. Así que los
próximos dos años los pasé escondiéndome de los ataques de ambos bandos. Aunque
Rusia apoyaba a esos países, no me sentía involucrado con ninguna de las
partes. Lo mío, era la supervivencia y tuve que ver cosas que nadie debería,
cosas que jamás se borrarán de mi cabeza, pero no podía darme el lujo de sentir
nada, si quería llegar a América, que era mi meta.
Nos
traen la cena.
—Espero
que no seas vegetariana —dice, señalando un gran trozo de carne cubierta por
salsa espesa que despide un aroma que hace que trague saliva y me dé cuenta que
estoy famélica. Ha comenzado a tutearme, pero no sé cómo detener eso, con la
boca llena.
De una
manera desesperada, me llevo la carne por delante. Hace días que llevaba
calentando alimentos en el microondas, le explico, justificando mi falta de
modales. No me daba el cuerpo para nada, después de volver de trabajar y tener
que estudiar, tampoco he dormido bien.
—La
verdad, no sé por qué le cuento esto último. Me siento avergonzada.
—Ahora
sé lo que debiera haberte regalado —me dedica una sonrisa, perfecta y blanca.
Comida, en vez de un estúpido vestido.
Asiento,
divertida, tragando entero.
—Mastica,
despacio, paladéala, si te quedas con hambre, pedimos más. Debieran verte mis
hijos. Ellos, tiran la comida sin saber lo que es no tener para comer. Parece
evocar recuerdos dolorosos, pero sacude la cabeza, llevándose los dedos a su
cabello y los frota una y otra vez.
Lo lleva
atado en una cola de caballo y luce una pequeña argolla de platino en una
oreja. Nada mal. Puede ser mi verdugo y yo, desarrollo un síndrome de
Estocolmo. O algo más, que es lo peor y más despreciable por mi parte.
No soy
virgen, que quede claro, pero solo a la manera torpe y desmañada que brinda la
parte trasera de los autos, con chicos de mi edad.
Cuando
es la hora del postre, él declina, pero yo me abalanzo sobre una copa que
chorrea chocolate, atacándola por varios flancos cuidando que no desborde, sin
perderme nada y relamiéndome después, sin disimulo. Observo con pánico, que
este último movimiento atrae su mirada y el brillo que hay en sus ojos,
advierto que aquí, no hay solidaridad, hay seducción y algo más que se me
escapa, por ahora, no logro ver claro qué es, si solo deseo o hambre, literalmente
hablando. Los asientos traseros, no hablan de esta clase de experiencia y
ningún padre, enseña a sus hijas a
interpretar el lenguaje que los ojos de un hombre.
Noto,
cómo me voy poniendo roja. Él, fascinado sin disimulo, observa el proceso, y eso
parece divertirle, cosa que a mí me abruma y hace que me sonroje aún más. Le
arrojaría el postre encima, si no fuera porque está demasiado rico, nunca antes
he saboreado algo tan exquisito y eso sí que arruinaría no solo su costoso
traje, sino mis últimos minutos en este mundo.
—Sé que
me sonrojo con facilidad —afirmo irritada—pero no se deje engañar, eso no es
debilidad. Por las noches, tengo pesadillas cuando sigo viendo los cuerpos de
los hombres salpicando todo de sangre por las balas, y mi corazón parece que
salta del pecho y tampoco me da vergüenza admitirlo. Soy, era, una persona
común y silvestre hasta que le he conocido y…
—Eso no
va a cambiar, así que, acostúmbrate, Blair. No suelo esperar mucho por una
mujer, pero, no lo eres aún y por eso, aguardo pacientemente, hasta que seas tú,
quien brinque a mi regazo.
—Ahora
le conozco hasta el perfume que usa —confieso. Sigo y ya no me detengo. Nunca
tuve un mafioso tan cerca y me dado cuenta que se hace una falsa idea de mi
persona. Seguramente, tampoco ha estado tan cerca de alguien tan común como soy
yo. Así que, sigamos nuestros caminos, y olvidemos que nos cruzamos y…
Su boca,
atrapa la mía, literalmente, y la devora, como si fuera el postre para el que
se ha reservado espacio. Me suelta bruscamente, sin ahondar. Jadeo, y estoy más
que nerviosa. <<La mosca en la tela>>, no sé por qué la imagen
aparece en mi mente.
—Voy a
contarte algo que hacía rato que no recordaba. De niño, tendría seis años, no
me gustaba que me cortaran el pelo y me arrastraban hasta el salón de Pieter.
Normalmente, tenía mucha clientela y esperábamos, mi padre y yo, sentado tieso
en las sillas de la sala de espera. Tenía revistas que eran una atracción para
mí, pero mi padre no me dejaba verlas porque había mujeres desnudas, y no eran
para un niño de mi edad. Un día, él pasó a cortarse el cabello, antes que yo,
así que, tomé una revista de la pila, leí un anuncio de una fragancia que
aseguraba que toda mujer caería a mis pies. Había una ilustración donde una
chica yacía despatarrada en el suelo, con gesto de arrobo, ante dos piernas de
hombre, vestido con un traje marrón que se veía muy elegante. Yo, por ese
entonces, estaba perdidamente enamorado de Sonya, una compañera de clases que
ni me registraba. Hasta que logré ahorrar para comprar la dichosa fragancia,
pasaron meses. Cuando por fin lo conseguí, me puse bastante y en el patio, me
acerqué a ver su efecto sobre ella. Intenté hablarle y ella se acercó, frunció
la nariz y me dijo que olía a pis de gato y salió corriendo. Fue tal la
humillación, que jamás he vuelto a una peluquería a cortarme el cabello y he
usado ese <<pis de gato>> hasta el presente. No sé si es mi dinero,
creo que sí, pero, me gusta pensar que es ese olor que ha hecho que todas
brinquen y que Sonya no entendía nada.
Le miro
fijo y mi corazón todavía galopa. No podré saber hasta dónde ha de llevarme
esta especie de persecución y huida.
—No
tengo edad para jugar el juego que usted se ha empeñado en llevar a cabo —trato
que mi voz suene firme.
—Eso,
déjalo por mi cuenta —afirma. Haré de ti una piedra preciosa y jamás te
dañaría, si eres leal conmigo.
—No me
gustan las amenazas —susurro. Creo que debería continuar con su vida así como era
y…
— ¿Por
qué no dejas decidir a mí?
— ¿Yo
también puedo hacerlo? Digo, decidir.
—Ponme a
prueba. Digamos, un mes. Déjame que te corteje, no me rechaces y te juro que
hará la diferencia en tu vida. Jamás volverás a ser la misma y no vas a querer
una existencia común. Vas a ir por más. Eso puedo asegurártelo.
—Chicas
de mi edad debe haber miles que aceptarían sin tanto rollo —le digo. No sé por
qué debo ser justamente yo.
—Porque
eres quien me ha atraído, así, con el lastimoso aspecto que tenías, la entereza
que demostraste después de vivir experiencias límites. Te aseguro que no muchas
hubieran estado de pie, tan enteras y tan pronto. Así, que me dije, que tienes
el toque que necesito. Además, detecto que tampoco te soy tan indiferente. Los
chicos de tu edad que has tratado, te han decepcionado en un sentido muy
especial, y me estoy refiriendo al sexo. Cuando sigas tu camino, te aseguro,
Blair, sabrás lo que deseas, cómo y con quién conseguirlo.
Parecía
haberse colado en mi mente. Las experiencias que he tenido, han sido
frustrantes y siempre me pregunté cómo sería hacerlo con alguien de
experiencia. Por suerte, está hablando de <<seguir mi camino>>, eso
significa que podría sobrevivir a él, después de todo. No sé si me importa
ahora, ser una más en su colección, o, que piensen que soy una trepadora que
estoy detrás de su dinero. Eso seré yo quien lo establezca.
—Si
aceptara, pondría una condición.
Enarca
las cejas, considerando si me dará la posibilidad, de establecer condiciones.
—No sé
si aceptaré condiciones, pero dímelas, y te diré.
—No
quiero su dinero. Nada suyo. Si no puedo costearme aquello que cree que
necesito, no me saque de mi piso. Usted se quita el hambre conmigo, y yo,
adquiero la experiencia que me hace falta.
—De
ninguna manera. Si te tomo, será para que vayas conmigo, adonde yo vaya, sin
importar lo que cueste. Me gusta hacer regalos costosos y que las mujeres los
luzcan para mí y para los demás, si yo lo decido. No saldré ni viajaré solo,
dejándote en esa… pareció buscar un término sin hallar algo que describiera mi
piso sin ofenderme, imagino.
—Ya
entendí.
—Además
te mudarás a un lugar decente, eso no está sujeto a discusión.
Mi vida,
ha dado una vuelta de campana. No sé cuánto ha de esperar mi respuesta. Yo
tampoco sé cuánto necesitaré para decidir si estoy dispuesta a darle un mes.
Quedamos en vernos en una semana. Mientras tanto, deberé buscar un piso, y de
cualquier manera, acepte o no, sin presiones, alquilará por un año entero,
donde yo desee.
Salimos
del restaurante y me sostiene por el codo, porque me siento algo mareada por lo
que he bebido.
Esta
vez, nos detenemos frente a un hotel de cinco estrellas, donde me hospedaré
hasta que encuentre vivienda. Me resisto y me arrastra hasta el último piso
donde tiene una suite permanente que me cederá el tiempo que necesite. Todo
sucede tan rápido, que no puedo pensar con claridad.
<<Tienes
precio>>, la voz de Jackie, resuena en mis oídos.
Cuando
me dejan, me ducho y con la misma ropa, me retiro del establecimiento con
precauciones, dirigiéndome a mi casa. Creo que no voy a aceptar ningún trato.
Es una locura. El tiempo que hablamos, solo se escuchó decir lo que él
necesitaba, lo que él esperaba y a cambio, lo que yo obtendría sería una
experiencia de resultado supuestamente <<beneficioso>>.
Me ha dado su número y no voy a esperar un
minuto más. Le digo que ni siquiera voy a considerar lo del mes. Le agradezco
lo que hubiera hecho por mí, pero no soy esa clase de mujer que él pretende que
sea. Le corto, sin darle tiempo a contestarme. Eso va a ponerle furioso. Estoy
cansada y ya no quiero seguir escapándome como un eterno conejo, si vuelve por
mí, lo consideraré acoso y Ania, me dejó en claro que él jamás lo haría.
Recurro
al nombre de su amada Ania, porque intuyo que jamás querría defraudarla. Parece
funcionar, porque Yuri Kovacic desaparece de mi vida.
El resto
del trimestre, transcurre lentamente. Rindo mis exámenes, mejoro las notas y
las pesadillas parecen remitir. Puedo salir a la calle, sin sentirme observada
y de a poco, recupero mi vida.
Durante
el verano, retorno a mi casa por unos días. Conozco a Daniel.
Tiene
cinco años más que yo y pienso que es un tipo alegre, inteligente y que tal
vez, no me decepcione en cierto rubro que tengo pendiente.
Pasan
dos meses y recién decidimos tener nuestra primera relación sexual.
Todavía
cierro los ojos, cuando recuerdo esa noche que me pareció ideal. La tormenta de
verano se abatía sobre la ciudad y me pareció de buen augurio, entregarme a sus
brazos.
Daniel,
resulta ser un hombre egoísta, que se reserva todo el placer para sí mismo,
pasa del mío y mira televisión, luego de saciarse, sin reparar que le observo,
ya vestida, apoyada en el vano de la puerta, con una fría indiferencia en mis
ojos. Me voy dando un portazo.
Vuelvo a
la ciudad, cuando inician las clases y me reencuentro con mis amigos.
Mark, me
mira extrañado de mis silencios y mi expresión triste. No tiene sentido que
disimule, y una noche, en un club, algo bebida, les describo mi lamentable
experiencia. Jackie, ha encontrado un novio que parece amarla y se le ve muy
contenta. Mis otras dos amigas, van de un ligue a otro y están acostumbradas a
los desengaños. Debo ser una niña estúpida y crédula.
Me puedo
mudar al fin, con una chica amiga de Natalia, Olga, que trabaja en un bar al
que ninguno quiere ir por razones que ignoro. Es tan barato el alquiler, que
cuando decido mudarme, averiguo porqué. Tiene una hijita de dos años, Sveta,
por Svetlana. Es un angelito precioso y rubio como su mamá. Nos hicimos amigas
casi de inmediato. Es muy reservada en cuanto a su pasado y respeto eso. Desde
el punto de vista financiero, ambas salimos beneficiadas. Así, transcurren casi
dos años. Conocí y me involucré con diferentes hombres, que solo fueron una
decepción detrás de otra. Decido terminar mi carrera en celibato y luego ver
hacia dónde rumbeo.
Últimamente,
Olga se notaba nerviosa e irritable. La niña había estado enferma y lo atribuí
a ese motivo. Dormíamos poco y mal. Nos turnábamos de noche, haciéndole baños
de vapor hasta que los espasmos laríngeos cesaban y podíamos dormir algunas
horas. Luego dejábamos al angelito dormido en su cuna, los cabellos rubios
pegados a la frente por la humedad del baño y respirando tranquila. Luego de
transcurridos un par de meses, los espasmos cesaron por completo. El médico le
había dicho que alrededor de esa edad, desaparecerían y eso pasó. Pero su
madre, continuaba alicaída y lo negaba todo, atribuyéndolo a las noches de mal
dormir, pero yo sabía que había más que eso.
Estaba a
un paso de graduarme, cuando sucedió. Ella estaba trabajando en el bar, cuando
unos hombres irrumpieron en nuestro piso. Le estaba dando de comer a Sveta,
cuando los clones brotaron en la pequeña cocina. De una bofetada me tiraron al
piso y la pequeña comenzó a llorar. Ellos se volvieron hacia ella y me levanté
como pude y les grité que se detuvieran. Se volvieron preguntando por la madre.
Les dije
que trabajado. Pero, al parecer, ya se habían dejado caer por el bar y, allí no
estaba. No supe qué contestar y eso pareció desatar su furia.
—La muy
zorra se ha quedado con algo que nos pertenece y será mejor que aparezca —me
señalaban con el dedo. Tenía una idea vaga al respecto.
Esa
noche, la esperé inútilmente; bañé y acosté a la niña.
Llamé a
Mark y le pedí que me diera el número de Natalia.
La chica
no tenía idea dónde pudiera estar su amiga. Le dije que averiguaría en el bar,
pero me rogó que ni se me ocurriera aparecerme por allí.
—No
entiendo por qué.
—Porque
es territorio de los Bogdánov, Blair.
Me quedé
de una pieza. De manera que los clones eran de ellos. Cargando a Sveta dormida,
me subí a un taxi.
En el club
donde trabajaba la madre, no la habían visto, aunque, obviamente, no me dejaron
entrar con una niña en brazos. Me tuve que conformar con la información que
ladraron, los clones de la puerta.
No sabía
qué hacer.
Volví al
piso, ya eran cerca de las tres de mañana. Me derrumbé en la cama, con Sveta
hecha un ovillo pegada a mi cuerpo. No tuve corazón, para dejarla en su cuna.
Sin saberlo, le acompañaba en su primera noche de huérfana.
Unos
golpes en la puerta, a eso de las seis, me sacaron bruscamente del sueño sopor
en el que había caído.
Una
agente de la policía preguntaba si era el domicilio de Olga Barnes. Cuando
afirmé, me dijo que les hiciera el favor
de acompañarle a reconocer un cuerpo hallado en los muelles.
Dejé a
la niña al cuidado de una vecina y les acompañé.
Claro
que era ella. Sin familia ubicable, ya sabía que Sveta iba a ser derivada a
<<Servicios Infantiles>> y a casas de acogida. El infierno
comenzaría para ella.
Me la
llevé, ni bien llegué a mi casa. Impactada por el orificio de bala en la frente
de Olga, apenas presté atención a mi pánico, me dirigí a la casa de la vecina,
y, como el rayo inconsciente en que me transformé, tomé un taxi hasta la casa
de Yuri.
Después
de cuatro años, no me importaba lo que podría decir, no me haría daño, y él era
el único con poder suficiente para evitar que Sveta acabara sus días en manos
vaya a saber de qué personas malévolas sin corazón.
Temblaba
cuando me abrieron la puerta. Un niño como de la misma edad que la niña estaba
espiando detrás de la asistente que me franqueó la entrada hasta un vestíbulo
cerrado herméticamente. Eso había cambiado desde la última vez que estuve. En
la entrada, los custodios me anunciaron y me dejaron llegar hasta allí. Reconocí
la fila de autos negros blindados. Al parecer, Yuri, estaba en casa ¿El niño,
sería hijo de alguien de la familia? Tal vez había una nueva dueña de casa.
Suspiré. No era eso lo que me preocupaba en estos momentos.
Me
condujeron hasta su estudio, que recordaba bastante bien. Pero la casa se veía
diferente. Más grande, no pude fijarme bien, porque ya le tenía de pie, detrás
del escritorio de caoba. Me aguardaba, se acordaba de mí. Le miré preparada
para recibir su desprecio y sus frases hirientes, pero cuatro años eran más que
suficientes, opinaba yo, para enfriar la cólera de un mafioso ruso.
—Antes
que diga nada, señor Kovacic…
Me
interrumpió con un gesto de su mano, altivo y con mirada feroz. Si, iba a
desquitarse. El rechazo y la humillación, mejor que empezara de una buena vez,
porque no pensaba irme hasta haber pedido su ayuda por la niña que ya en el
suelo, tironeaba de las orejas de un perro con cara de pocos amigos.
—
¡Sveta, déjalo! Lo estás haciendo enojar también…
—
¿Svetlana? Me miró con gesto de extrañeza. Lo siento, pero no es mía, si a
alguien debes reclamarle será a Nika que andaba medio loco por ti.
—Pero…No
es mía.
Me hizo
un gesto de que tomara asiento enfrente frente a su asiento.
Le hice
un resumen, incluyendo aquello que podría hacerle retroceder, al enterarse que
su madre trabajaba en un club propiedad de los Bogdánov, ahora que las cosas se
habían calmado por fin. Pero eso, no pareció importarle.
—Seguramente,
a la deuda ya la consideran saldada. Pero no entiendo para qué necesitas mi
intervención.
—Se ha
quedado sin familia, y quiero adoptarla, no tiene porqué ir a un hogar
sustituto, y entrar en el sistema, pero, siendo una estudiante, casi al final
de su carrera, sin trabajo fijo, becada, soltera, y pocas perspectivas
laborales actuales, a la vista…No me darán su custodia ni en cien años. Pensé
que usted podría tener a alguien conocido en la oficina de adopciones que…
Suspiró,
dejando escapar el aire, mezclándolo como un gruñido.
—Deja
ver qué puedo hacer.
—Le
agradezco cualquier cosa que pueda ayudarle. En cuanto tenga un sitio seguro,
le dejaré saber dónde me escondo.
Frunció
el ceño.
—
¿Escondida? ¿Acaso te has fugado?
Asentí
con la cabeza y me preparé para lo que quisiera decirme. Había sido una locura.
—No sé
por qué no me extraña que estés huyendo, Blair. Espera, no te vayas.
Dio la
vuelta al escritorio y salió de la habitación anunciando que iba a cambiarse.
Me fijé
y estaba en ropa de entrenamiento. Después recordé algo de que boxeaba y pude
ver que su camiseta estaba sudada en la espalda.
Al
cuarto de hora bajó impecable. Con su característico aroma, su traje caro,
negro, de tres piezas y la camisa blanca, que eran su uniforme. Jamás le había
visto de otra forma.
—Bueno,
chicas, vamos, nos dijo, sonriendo. Sus ojos acerados relampagueaban. Le había
dado motivos para embarcarse en alguna otra contienda, que tal vez, le hacía
sentirse satisfecho.
Se paró
en seco y me miró.
—Imagino
que no sabrás mucho de niños ¿Usa pañales, le has cambiado? Estaremos bastante
tiempo fuera, estas cosas tienden a ser largas ¿Ha comido? ¿Prefieres dejarle
aquí?
—No,
gracias, si no reconoce las caras y estamos mucho ausentes, tal vez llore, no
usa pañales, y ya le serví su desayuno esta mañana. Traigo algo en la mochila
de refuerzo, además. Para ella y para mí.
—Cierto,
me había olvidado lo que sueles comer—lanzó una risita maliciosa.
—Eso era
cuando pasaba hambre. La beca mejoró y…
—Tú
también, por lo que puedo apreciar —me dijo con ojos entrecerrados.
Pensé en
lo que podría llegar a costarme lo de Sveta, pero ya estaba decidido. Iba a
poder considerar que se había cobrado la pieza pendiente, aunque con cuatro
años más.
—Bueno,
gracias por el cumplido —le digo.
—Ya
podremos hablar —me dijo. Ahora, vamos rápido.
El
chofer, nos abrió la puerta trasera y los clones hicieron otro tanto en los
otros vehículos.
Nos
dirigimos al centro. La autopista estaba bastante despejada. Durante el
trayecto, hizo un par de llamadas. Habló en voz tan baja que apenas pude
escuchar algo.
En una
oficina de un lujoso estudio de abogados, me dejaron esperando mientras él,
entraba como por su casa. Saludaba a todo el mundo, y las expresiones de las
empleadas eran una colección de miradas ansiosas, por el premio mayor. Seguía
tan malditamente atractivo que no podía negarse que, aún sin dinero…Basta, me
ordené. <<Estamos aquí para resolver otras cuestiones>>.
Instintivamente, crucé las piernas, y observé a la pequeña Sveta que, sentada
en el suelo alfombrado jugaba con el conejo que era su favorito.
Estuve
esperando una hora, en la que me sirvieron café y galletas para la niña. Salió
al fin, acompañado por un hombre mayor, que sonrió al vernos.
Me hizo
pasar a su oficina.
—Señorita
Dixon, lo que usted plantea, es por demás irregular y no hay forma de violentar
el sistema, ya que sentaría un precedente imposible de sostener. Sería
atravesarlo de cabo a rabo de irregularidades y lo más seguro es que, al cabo
de unos meses, tenga usted a una asistente social, golpeando su puerta,
comprobando que todo es una mentira, sin solvencia, sin trabajo, sin
parentesco, sin pareja legal…
Me
derrumbé en mi asiento. Las lágrimas me tomaron por sorpresa. Me había
encariñado con esa niña al cabo de dos años, desde que nació y no era justo…
Buscaría trabajo, le prometí, cambiaría de barrio, de vivienda, y, cuando me
recibiera en un par de meses, podría aspirar a algo mejor…
—Solo
podría hacerse algo que le daría solvencia, vivienda, capacidad de sobra, para
mantener a la niña, un vínculo estable.
—No
entiendo —comencé a balbucear.
—Deberías
casarte, aunque sería una pequeña batalla legal, las condiciones serían
notablemente distintas —la voz de Yuri, me sacó del pantano que eran las
perspectivas de Sveta.
—No
entra en mis planes, y, no hay tiempo —me lamenté.
—Yuri,
déjanos solos que le explico —el abogado le miró fijo.
El otro
levantó los brazos en señal de entrega.
—El
señor Kovacic, ha ofrecido casarse con usted, a los fines de que le faciliten
la adopción legal. Con su solvencia, está más que asegurada. Deberían durar
algún tiempo, pero tendrá que firmar, si acepta un contrato pre-nupcial, ya
sabe, le protege a él de la codicia, no lo digo por usted, pero es una
condición que yo impuse para seguir siendo abogado suyo. Él estaba dispuesto a
efectivizar el trámite sin eso, pero tiene que pensar en sus hijos.
No
contesto nada. Estoy en shock.
—Pero
¿Por qué lo haría? Si ni me conoce.
—No es
lo que me ha dicho. Hace cuatro años, se vio implicada en un asunto que iba de
guerra entre bandas y quedaron pendientes ciertas cosas que él necesita cerrar,
me dijo.
—Pero él
seguirá siendo un hombre libre—impongo. No afectaremos para nada su vida. Será
un matrimonio de conveniencia y no tocaré nada de su dinero. Solo para el
sistema. Y le protegeré de la codicia ajena, al estar casado —sonreí en un
intento de hacer un chiste. Ya he dicho que el humor aflora, cuanto más
nerviosa me pongo ¿Seguro que no es una broma? ¿No habrá otra forma de arreglar
esto?
—Es
libre de hacer las consultas con quién desee, señorita Dixon. Estos días,
permanezca en la casa del señor Kovacic si quiere alejarse de las autoridades que
intentarán contactarla, en su piso, ya hallará notificaciones que deberemos
contestar, si acepta el arreglo.
No me
toma ni una hora decidirme.
Todo ha
sucedido tan rápido, que mi mente, incrédula, aún sigue dando vueltas.
Mirando
a Sveta que se ha metido en la boca mi celular, la veo vestida con un vestidito
burdo, de algodón blanco. Ha llorado muchas noches, llamando a su mamá. Eso,
hace que mi decisión sea más sencilla. Acepto el trato.
Los
detalles de cómo serán las cosas, nada me importan. Ni cuando viera desfilar al
que será mi marido, con modelos colgadas de su brazo, o guardando el revólver
en su cajón del escritorio. Eso que creí sencillo de asumir, resultó ser una
trampa que mi mente se tendía, engañándome. Claro que iba a importarme.
Ignoraba el peso que tiene el orgullo en muchos de mis impulsos. Los que
vendrían.
Sus
hijos, aunque no viven ya con él, están enterados de los motivos de la boda, y
parecen alegrarse. No puedo entenderlos. Una viajará de Sudáfrica, donde estaba
cerrando un trato con una compañía extractora de diamantes, para asistir a la
boda. El otro, algo más cerca, dejará a cargo de otros, por un par de noches,
los clubes en la ciudad. Mi padre, me conducirá hasta el altar. Ninguno de mis
padres, ha hecho más preguntas, después de enterarse de los motivos que me
guían. Guardan un silencio respetuoso y se reservan su opinión. Las cosas, ya
son lo suficientemente difíciles para su hija.
Mis
amigos, nada saben del plan, y parecen cohibidos en mi presencia. Tanto lujo,
los descoloca. Jackie es la única que está exultante por mi merecimiento, a sus
ojos.
La
ceremonia, es en la iglesia ortodoxa. Mierda, soy atea. Observo a Sveta que me
mira y sonríe. Por esa sonrisa, camino sobre brasas. Sigamos. Había firmado,
previamente, todos los contratos y restricciones que me pusieron por delante,
sin echarles un vistazo siquiera. Tal vez, sea para hacer trabajos forzosos en
alguna montaña de China, el humor acude para sostenerme en estos momentos de
tanto estrés.
Tal vez,
recapacito después, me han hecho propietaria de vaya a saber qué cosa y cuando
le echen el guante a Yuri Kovacic, seré yo, como su <<testaferra>>,
quien vaya a la cárcel. No me importa, siempre que Sveta ya tenga edad de
valerse por su cuenta. Solo impongo una condición. Que Yuri, se haga cargo de
su educación si yo muero. Es el único documento que firma. Ahora, puedo hacerlo
en paz, suspiro.
La
ceremonia civil es como tantas otras. Llevo una alianza de platino en el dedo y
un brillante de cuatro quilates, igualmente montado en platino. No quiso
escuchar mis protestas que reniego de las <<rocas>> como les llamo.
No las necesito y Sveta tampoco. Debe haber costado una fortuna, me quejo.
Yuri, pone los ojos en blanco y pasa al siguiente tópico.
La
fiesta y el vestido, son un despilfarro que me da vértigo. Más de cuatrocientas
personas. Esa es la sencilla boda que le pedí. Sigue ignorando mis peticiones.
Llevamos
a una niñera en nuestra luna de miel. No entiendo este despilfarro en algo
falso y sin sentido.
—Será,
quizá tu única boda. Así que, compórtate. Mis amigos y conocidos, no pueden
criticarme por ser tacaño, el sistema estará más que contento, y todavía tengo
un pendiente contigo.
Trago
saliva. Asiento. Ni me ha tocado, desde que dimos el <<sí>> delante
del sacerdote de bonete cuadrado y larga barba. Imponente, el hombre y muy
severo, se nota que se toma las cosas sagradas en serio. Conoce a Yuri y creo
que este es muy generoso en sus aportaciones. Como hablan en ruso, ignoro si
sabe del arreglo. Todo por esta pulguita vestida de tul blanco, que parece una
bailarina de caja de música, que me mira con sus ojos serios, pero confiados.
Otro abandono, le mataría.
Viajamos
a las islas griegas, en el Jet de Yuri, la niñera de marras y Sveta.
— ¿Quién
es el niño que vive en tu casa?
Me abrocho
el cinturón y recién puedo aquietarme después de tanto ajetreo.
—Es hijo
de Nika.
—No
sabía nada. Es precioso.
—Es su
hijo ¿Cómo podría ser feo? Responde ofendido.
— ¿Y la
madre?
Guarda
silencio. Tendré que acostumbrarme a sus no respuestas.
Llegamos
a la que después me entero, es una isla privada de una de las tantas sociedades
<<fantasma>> que posee, pero, como he dicho, mi capacidad de
reflexión es limitada y la que poseo, es para salir bien librada en el momento,
nada a mediano o largo plazo. Jackie me llama <<repentista>>, y
creo que eso es adecuado para describir una de mis cualidades, según se vea.
Imaginé
que la <<luna de miel>>, sería un desfile interminable de mujeres
en el camarote de mi flamante marido, pero exceptuando la tripulación de la
embarcación y el personal doméstico de la casa que se levanta en un promontorio
rocoso, digno de un águila, estamos solos.
Al caer
el sol, luego de bañar a Sveta, un emocionado placer del que no me privo, Yuri
envía por mí. Trago saliva.
Pero,
cuando dejo a la niña dormida en su cama, después de leer su cuento, bajo la
escalera excavada en la roca viva de uno de los muros de la mansión, me
encuentro una chimenea encendida, que me recuerda al fuego primitivo donde le
vi por primera vez, Yuri está sentado allí, con una copa de vino en la mano. Hay
otra esperándome en la mesa baja. Me desplomo en el sillón contiguo y le miro.
—Tengo
que agradecerte lo que has hecho por nosotras —le miro, aparentando una
serenidad de la que carezco.
—Por ti,
Blair, que no se te olvide. He tenido que hablar con Bogdánov dándole
explicaciones porque estaba al tanto de la niña y quería todo el paquete, para
cobrarse. No me gusta que me humillen. Allí entraste tú, y le dije que eras mi
prometida y que la madre era amiga tuya, que pensara alguna otra compensación.
Palidezco
¿Seré parte del trato con el otro?
—No me
habrás vendido a él ¿No? Contengo la respiración.
Imagino
que después de estar conmigo, me arrojaría a las fauces del otro zar y dejaría
de ver a Sveta. Terminaría mis días como una víctima de la trata de personas.
Nadie sabía dónde estaba y…
Chasqueó
sus dedos delante de mi nariz.
—Despierta,
mujer, que no hice nada de eso. Pero le cedí a cambio, una pequeña
participación en un club en las afueras de la ciudad. Agradece que tu amiga,
solo, ha robado lo suficiente, para escaparse con su hija. Claro, que tendría
que ser convincente con Sergei y terminar la farsa, casándome contigo, además
de la parte de la adopción. Esto es más complicado de lo que imaginas.
Estaremos a prueba un tiempo, solo como custodia y recién, si aprobamos las
evaluaciones, nos darán a Sveta en adopción. Después ya serás libre y podremos
divorciarnos. No menos de dos años.
Tengo
ante mí, un panorama que forma parte de los planes a mediano y largo plazo que
se imaginaría, cualquier ser reflexivo, pero yo no soy así, y mi
<<repentismo>> me ha llevado a este resultado desastroso.
Clavo
mis ojos en los suyos y no hallo nada. Un glaciar, sería más cálido. Mierda.
Me
dedica media sonrisa, partimos en el yate y fondeamos en pleno océano. Allí me
indica el camino al camarote principal. <<Tranquila, Blair, el entusiasmo
se le irá ni bien te posea. Se dará cuenta que no vales gran cosa como amante,
como ya lo sabes de antes, y, notará que ha pagado un precio demasiado alto y
eso va a enojarle, hasta que la próxima modelo acceda a la cubierta de este
enorme barco o la transportará hasta su rocosa guarida, donde tendrás que
resignarte a acomodarte donde él desee alojarlas>>. Lo importante, es dar
una imagen <<familiar>> cada vez que la asistente acuda al
domicilio conyugal. Un par de años, pueden transcurrir rápido.
No tengo
palabras para describir lo sucedido esa noche. Compruebo, una sucesión de
hombres en uno solo. El dulce y comprensivo, el paciente y cariñoso, el
agresivo que empuja mis límites, hasta el animal tutelar que embiste
furiosamente, que produce dolor, gruñe, rasca, muerde, apela a lo más primitivo
encogido y plegado dentro mío, el placer arrinconado, por generaciones de
mujeres pudorosas, desatando a la
compañera lasciva, voraz e insaciable que siempre supo que estaría a buen
recaudo, a salvo de su excesivo apetito y solo él demuestra que sabe pulsar las
cuerdas adecuadas para hacer vibrar ese maravilloso instrumento que se puesto
al servicio del ser humano: la sexualidad sin tapujos. Todo, fue desplegándose
gradualmente, con una maestría digna de una secuencia de pinturas eróticas.
Me he
quedado dormida, y cuando despierto, parezco una muñeca desarticulada. Bajo de
la alta cama con postes, que utilizó esta noche que acaba de transcurrir. En
mis muñecas, apenas se notan las marcas, y, trastabillando, insegura, me dirijo
a la amplia ducha.
En el
vestidor, encuentro ropa, unos shorts y un sweater. Bajo descalza y, famélica,
más que de costumbre busco la cocina, por el olor que, decepcionada, no siento
por ninguna parte. No hay nadie a la vista. Un nudo se me atraganta en la base
del cuello. La ha raptado para honrar el pacto entre dos mafiosos, me dice una
voz en mi interior. <<Tú has sido el pendiente y seguro que serás pasto
de los peces, antes de la cena>>, pienso sobrecogida.
Durante
la noche, el barco se ha movido y nos hemos acercado a la casa.
Me falta
el aire, creo que estoy por sufrir un ataque de pánico. Oigo unos gritos de
niño. Sveta. Me asomo, y la veo, corriendo por la angosta playa, huyendo de las
frías olas del otoño. Con ella, está la niñera, y Yuri hablando por su teléfono
satelital, en la cubierta, se le ve enojado, para variar. No usa el traje
negro, y creo que es capaz de despojarse de él. Levanta la cabeza y me mira
sonriendo, haciendo un gesto para que baje.
Afuera
hay viento y siento frío. Ordena a una asistente que me traiga algo de abrigo.
En mi mochila he metido una campera a los empujones, pero él tiene otros
planes. Me entero que ha hecho desaparecer mi ropa y no podré recuperarla a
menos que vaya a buscarla al fondo del mar, me anuncia. Es la única manera en
que aceptaré algo de regalo, concluye. Las personas a su servicio, reciben un
bono, una vez por año para adquirir ropa nueva de buena calidad y no necesitan
usar mi discutible guardarropa.
Me
sirven un desayuno digno de un hotel de lujo. Parece las fotos de las revistas
de viajes. El mar intensamente azul, una mesa bien servida, una niña que chilla
buscando arena con un balde para tapar un inagotable pozo que se vacía y se
vacía, como está en este momento, su aspirante a madre adoptiva.
Yuri,
observa fascinado, una vez más, mi voracidad. Creo que anoche gasté bastantes
calorías y estoy en peor estado que él, que luce limpio, inmaculado en jeans y
un sweater de trenzado irlandés y cuello smoking, su impecable y renegrido
cabello atado sin un mechón que cuelgue fuera de lugar.
Me hago
un nudo abrazándome con la campera puesta temblando por el frío y miro con
inquietud a la niña que juega ajena a mi mirada preocupada.
—Déjala
que sea feliz —me dice. Cuando visite su patria, tendrá que acostumbrarse al
intenso frío. Tiene que curtirse. Los míos, que son ambos estadounidenses, me
dieron su buen trajín de enfermedades allá en la madre patria. No salíamos del
médico. Fueron inviernos duros, sonríe.
Había
olvidado que Olga y su hija nacieron allá.
—Tiendo a olvidar que todo el personal de tus
bares y los de Bogdánov, por lo que veo, son oriundos de allá.
—Somos
una gran familia, pero enfrentados a muerte, muchos de nosotros, aunque
hablamos el mismo idioma y tenemos los mismos códigos de honor.
La niña, ya ha comenzado a aprender el ruso.
La niñera ha llegado de Moscú y tiene orden de hablarle solo en su lengua
materna. Yo me ocuparé de la inglesa.
Me
parece razonable.
— ¿Te
gustaría ir hasta tierra firme? Hay ruinas muy visitadas en verano, que me
gustaría enseñarte, ahora que casi no hay turistas.
—Claro,
respondo entusiasmada. Me pongo de pie y siento un tirón, en cierta parte del cuerpo.
Se me
acerca y me toma por la cintura, susurrándome al oído.
—Eso es
natural. Por lo general, no son músculos muy publicitados, —parece disfrutar su
ocurrencia. Aún no los he despertado a todos, pero cuando volvamos a casa,
habrás aprendido una lección de anatomía, que Rembrandt, palidecería de envidia
—emitió una de sus risitas burlonas. Camina despacio, y si no quieres hacerlo,
solo dímelo y nos quedaremos a bordo, y puedo asegurarte que hallaré la forma
de entretenerte sin que extrañes nada.
Caminamos
al embarcadero, cuando el barco está atracado.
Me dejo
caer en una poltrona de la galería, y me vuelvo a quedar dormida al sol. Siento
que me tapan con una delgada manta y escucho las exclamaciones de Sveta por las
gaviotas. Ahora, las señala, nombrándolas en ruso.
En la
ciudad, caminamos por las calles con bastante gente apurada haciendo compras.
Él insiste para que me compre un vestido parecido al gris que ha quedado en el
fondo de mi placard. No encuentro argumentos, y accedo a probármelo. Le adjunta
una pequeña campera de cuero forrada de Astrakán gris y unas botas cortas de
taco, al tono.
Se queda
observándome, tomando distancia. Imagino que ha hecho esto cientos de veces.
Transformar en muñecas, a mujeres comunes, que le acompañarán tanto como él lo
desee.
Debo
hacer el esfuerzo de poner mejor cara. Cuando esto acabe, será solo un borroso
recuerdo para mí, y nada para Yuri Kovacic, ocupado en enjoyar a su próxima
muñeca.
Se
detiene en una joyería exclusiva, como suponía, estaba incompleta y adquiere un
par de pequeños diamantes como llenos de humo, engarzados en platino. Rechazo
vehementemente el collar a juego, le digo que detesto los colgantes, collares,
todo adorno que cuelgue del cuello, sin otra función que la de verse convertido,
en un perchero de carne.
Nos
ensalzamos en una discusión sobre la diferencia entre las orejas y el cuello,
le digo que lo mío es visual, además, los collares se enfrían en invierno y dan
calor en verano. Prefiero las bufandas bien enrolladas y que no se enganchan
como los primeros, en la ropa de punto.
—No
utilizarás esos sweaters enormes que te he visto alguna vez —enfatiza.
—No
puedo ser la muñequita las veinticuatro horas del día. Soy real, de carne y
hueso y no aparento nada que no sea—me defiendo.
—Sé que
eres absolutamente real —sonríe con malicia— y bien carnal, puedo dar fe, pero
aparentabas ser algo así como una virginal estudiante y resultaste una fiera
insaciable recientemente.
Roja
hasta la raíz de mis pelos, le doy la espalda para que no me vea, y aparento abstraerme
en un escaparate.
Nos
sentamos, pasado el trance, en una terraza al aire libre, a tomar un café,
mientras el viento parece querer llevarse mi cabellera, a la que no puedo
sujetar.
—Cada
cosa que quiera comprarte ¿Va a ser una
lucha así? Me mira preocupado. Sus ojos, han perdido la calidad del acero y se
han tornado más azules, tiene el ceño fruncido. Tendré que recurrir a una
personal shopper, cuando regresemos, no tendré tiempo de ir contigo a comprar
ropa bajo coerción.
Le hago
un gesto con la mano, como espantando una mosca. Por el rabillo del ojo,
observo una reacción de los custodios que nos acompañan unos metros atrás.
Rápidamente, me toma por la muñeca y me arrastra hasta una callejuela angosta
fuera de la vista de todos, me aplasta contra la pared, siento su aliento que
hace volar algunos cabellos cuando me susurra con los dientes apretados.
—Me
perteneces, Blair, por si no estás enterada, y vas a complacerme, no me avergonzarás delante de
los demás y en privado… Ya veremos cómo he de castigar tu rebeldía y lo del
pastel de bodas que está pendiente. No creas que lo que has firmado al casarte,
pertenece a tus novelas eróticas y románticas que lees de vez en cuando. Esto
es real, tan real, que pronto vas a saberlo.
Temo esa
mirada, la frialdad del témpano que ha vuelto a instalarse en sus ojos.
Recuerdo a Olga. Vaya a saber si no comenzó así y terminó robando para poder
escapar. Un dulce comienzo, pero cuando las luces se apagan…
Esa
tarde, no me dirige más la palabra hasta la hora que las luces del puerto se
encienden y los restaurantes se preparan para atender a los pocos paseantes que
desafían el crudo clima que se avecina. De reojo su gesto es ceñudo, parece
ensimismado. Imagino que, ya debe haberse arrepentido del favor que me ha
hecho.
Nos
sentamos a cenar. Se nota que el lugar lo conoce muy bien así como el menú. El
dueño en persona viene a saludarle, me presenta como su esposa y el hombre se
inclina respetuosamente, dándome la bienvenida en un mal inglés.
—Elige
por mí, le pido, con la intención de suavizar las cosas. Pocas cosas como el
control, son tan apaciguadoras para Yuri.
Asiente,
satisfecho. Hacerse cargo de la situación, es más fuerte que él. Respira poder
y voluntad por cada poro. No olvido que estamos en sus manos, y que sigue
siendo un hombre libre, a pesar de la ceremonia, cosa que ignoro si es
recíproca y rige también para mí.
Con la
cena, las cosas se suavizaron un poco, y el vino terminó por relajarlos y hasta
arrancó alguna sonrisa del adusto ceño del hombre, contándole cosas de su corta
y sencilla vida, hasta que se tropezó con ellos y su mundo se puso del revés.
—No
tenías por qué hacerte cargo de Sveta —me dijo en cierto momento. Ahora, como
un yunque atado a tu tobillo, le tendrás de por vida. Las emociones arruinan
las vidas de muchas personas —reflexionó bebiendo otra copa. Pidió otra
botella.
—También
las rescatan —respondí irritada. Yo estaba destinada a quedarme en la ciudad
buscando trabajos mal remunerados, ahora, si no tienes problema, cuando me
gradúe, trataré de hacer algo importante, porque, como me has dicho más
temprano, lo que yo haga, repercute en tu imagen y en el respeto y temor que
infundes.
Él me
contempla, la boca apretada, los ojos fríos, evaluando mi argumento. Terminada
la cena, volvemos al puerto. Abordamos el yate, y decide pernoctar con la nave
fondeada en plena bahía.
En el
camarote principal, adonde me dirijo esa noche, no hay nadie. Solo una botella
de champán y una copa. Tal vez, el <<castigo>> prometido por mi
insubordinación sea dormir sola. Aunque le creo más imaginativo.
Paso de
la bebida. Llamé a Sveta que dormirá en la casa, me doy una ducha y me sumerjo
bajo el edredón. El viento sopla afuera y es el único sonido que percibo,
además del golpeteo de las olas. Me dispongo a dormir a pierna suelta, puede
ser que esta noche, se decida a seguir de largo y vuelva al puerto y dedicarse
a la juerga con algunas de las mujeres que, sumisas a su billetera, le den
menos dolor de cabeza que su esposa. Caigo en un profundo sueño.
Está
amaneciendo, cuando me despierto. Palpo el lado de la cama, que sigue vacía.
Escucho un gruñido sordo y un ruido de cadenas que se mueven, produciendo un
chirrido agudo. Más gruñidos. Me siento en la cama de golpe y, atado a una
argolla, fijada en una placa de metal en el piso, al lado de uno de los postes
de la cama, un oso de regular tamaño, se yergue en dos patas al verme. Pego un
grito, que lo único que logra es enfurecer al animal que pugna por soltarse. La
cama trepida peligrosamente. Sigo gritando, pero no parece haber nadie a bordo.
Siento deseos de aliviarme cuando me muevo, pero para ir al baño, debo pasar
por al lado del oso que no me pierde de vista y ahora se pasea, nervioso de un
lado para el otro. No tengo problemas en orinarle la cama a Yuri. Recuerdo algo
del oso y Rusia. Pero esto no ayuda ¿Lo habrá traído en la bodega? Comienzo a
reptar despacio hasta el borde contrario del enorme lecho, creo que hasta allí
la cadena no llega. Me pongo de pie, pegada al poste opuesto en diagonal donde
se halla el enorme animal. Me voy desplazando pegada a la pared, intento poner
un pie sobre la alfombra. El animal se mueve gruñendo y me quedo inmóvil. La
pierna que me sostiene, tiembla por la posición fija, me agarro del poste,
mientras la voy bajando despacio, hasta que ambas están apoyadas sobre el
mullido piso. Continúo deslizándome pegada al muro, me meto en el baño de un
salto y cierro la puerta. Me alivio y algo más, lo confieso. Mis intestinos se
han aflojado de miedo. Me sumerjo bajo la ducha. Ahora, a salir por mi ropa, me
ordeno. Pero compruebo, que la puerta del dormitorio y el pasillo que conducen
al vestidor, se cruzan con las zarpas del oso. No hay ropa a mi alcance, que no
pase por sus zarpas. Maldigo una y otra vez.
Vuelvo
al baño, el oso gira su cabeza, pero no hace ademán de seguirme.
Decido
romper la ventana del baño, aunque esté blindado, si lo hago con la suficiente
fuerza en el mismo sitio, podré saltar afuera. Hay un sillón nórdico de cuero y
acero que espero sea lo suficientemente duro como para arrojarlo una y otra vez
sobre la ventana que da al mar. Lo estrello, y como lo esperaba, rebota y casi
me golpea. Bien, seguiremos hasta debilitarlo en un punto. Si entran a
detenerme, ya veremos. Pero el silencio es completo, exceptuando algún gruñido
aislado del animal que se ha echado cortando el paso. Vuelvo a estrellarlo una
y otra vez, hasta que cuando estoy por abandonar, se abre un pequeño agujero y se
dibuja un astillado muy fino, como una tela
de araña, que se extiende de ese maravilloso centro. Continúo golpeando una y
otra vez, hasta que se desprende en un bloque que apenas deja pasar mi cuerpo.
El viento frío me azota y me quedo temblando, sudada por el esfuerzo.
Me
descuelgo con cuidado, apoyando mis pies en la cubierta. Creo que nadie me ha
oído ni visto. Me he cubierto con un toallón de baño, que pronto se vuela, en
un descuido. Pero ese, no parece ser el mayor de mis problemas. A mi alrededor,
solo hay más y más agua.
Me
deslizo aferrándome a la barandilla y voy deslizándome hasta llegar al puente,
al que da el dormitorio, lo rodeo y sigo. Jadeo. Llego al salón, también vacío.
Trato de deslizar el ventanal para meterme adentro pero está cerrado. No tengo
más sillones, así que continúo buscando un resquicio por dónde colarme adentro.
El portal de la cocina esta medio abierto y de un salto, me dejo caer sobre el
piso. Ahora, buscar ropa de abrigo y algo parecido a un arma. Me dirijo hacia
un gimnasio y lo único que hay es una bata de toalla que me pongo. Me queda enorme. Mis manos
desaparecen por las mangas largas y sobra por todos lados pero algo de calor me
dará. Regreso a la cocina, me atiborro de lo que encuentro, pongo comida de la
heladera en los bolsillos, revuelvo los cajones y encuentro un cuchillo filoso.
Me asomo por la borda y la lancha ligera ha desaparecido. Mis ojos se llenan de
lágrimas, pero no puedo darme el lujo de derrumbarme. No, ahora. Al menos, no
hasta haber matado a Yuri.
Me
dirijo a las partes del barco que no conozco, necesito una radio, por ejemplo,
para solicitar ayuda al puerto. Subo al puente, busco por todas partes y las
puertas están cerradas. Demoleré cada una si es necesario. Tomo agua de una
botella de primera marca, hasta terminarla. Comienzo por la primera, usando un
matafuegos, que logro levantar y rebota cayendo al piso. Salto para esquivarlo.
Esta parece ser madera de teka o algo duro, pruebo en la siguiente con el mismo
resultado. Desde donde está fondeado el yate, no se divisa la costa. Prenderle
fuego no es una opción, hasta que vieran el humo desde la costa, tendría que
arrojarme al agua, aunque, tal vez, haya un bote salvavidas, pero todo cerrado,
no veo bote por ninguna parte. Pistola de bengalas, busco y parece que han
guardado todo bajo llave. Vuelvo a intentar romper alguna puerta y logro que la
madera se raje en una de ellas, consigo
abrir un pequeño agujero, introduzco mi mano y abro desde adentro. Solo hay
estantes con provisiones. Continúo con la siguiente puerta, en un cuarto de
hora la he abierto y hay un pañol de herramientas. Busco algo más efectivo, que
el matafuego y un martillo de grandes proporciones que a duras penas logro
levantar, creo que podrá servirme, hasta que recuerdo al oso. La furia,
multiplica mi fuerza hasta hacerle alcanzar niveles insospechados, golpeando
las puertas restantes, hasta caer agotada. La tercera puerta, queda colgando de
los goznes y veo chalecos salvavidas y un bote inflable. Hay un mono naranja,
que reemplaza la incómoda bata. El mono, es igualmente de talla extra grande,
pero lo siento más cómodo y hasta sea impermeable.
Ahora a
inflar el bote. Después, creo recordar que se inflan cuando se arrojan al agua.
No estoy segura. Mi celular quedó en la mesa cerca del oso, y no hay señal, de
todos modos. Arrastro el bote, escaleras arriba y lo empujo por la cubierta hasta
que lo monto sobre la barandilla y le arrojo al agua. Sostengo la soga, para
que no escape, hay un par de remos y localizo una escalerilla, remolco el
remiso bote y pronto me hallo sentada en él, empuñando los remos. Me encuentro
tan agotada que apenas me quedan fuerzas para alejarme a merced de las olas,
hasta donde quieran llevarme. Lamento, no haber podido hacerle un agujero en el
casco, lo siento por el oso. Aunque… remando con enorme esfuerzo, descargo
martillazos en el casco, chorros de sudor se deslizan por mi cuerpo. Es de
fibra de vidrio o algo así, porque, increíblemente, logro perforar una capa,
que muestra un armazón por debajo, continúo golpeando, hasta que no puedo más.
Al menos el agua comienza a ingresar por allí. Puede escorarse, contemplo con
salvaje alegría, tardará horas, tal vez o nunca lo haga si son estancos, pero,
si se hundiera, les daré oportunidad de ocupar su tiempo buscándolo, que será
algo más provechoso que planear cómo <<castigar>> a una mujer
díscola.
No soy
la única que tendrá que aprender modales.
Empiezo
a ser llevada hacia alguna parte. Hubiera querido incendiarlo, pero no se me
ocurrió, prender el gas y la cara del oso se me aparece. No soy Yuri, pero,
descubro que me parezco bastante, si me empujan. Solo que no lo sabía. El sexo
no estuvo nada mal, la voz se cuela en mi mente. Asombroso. Basta. Es un
salvaje y un asesino.
YURI
La niña,
reclamaba a la tía Blair, mientras terminábamos de almorzar, con la niñera,
cuando tocamos tierra. Había liberado a la tripulación más temprano. Solo nos
acompañan tres de mis hombres. Le había comprado a Sveta, la muñeca de sus
sueños, y no dejaba que nadie le ayudara a remolcarla, y, de lo grande que era,
la llevaba, arrastrando sus pies por las calles. Así que decidí abordar mi
lancha rápida y volver al barco. Sonrío pensando en el despertar de Blair.
Endiablada mujer. Tan hermosa, que me hizo dudar, pero una horas quietecita, le
ayudarán a reflexionar sobre cómo debe comportarse una esposa dócil, digna de mi apellido. Además
siento deseos de ella, de volver a tenerla. Tengo planes para esta noche.
Imagino que, estará tan agradecida cuando la libere, que, después del enojo que
sé que vendrá, se me entregará, sumisa y dispuesta a complacerme. De solo
pensarlo, tengo en mi entrepierna algo que me es imposible de disimular.
Sonrío. Cargo a la niña y a la tremenda muñeca.
Nos
embarcamos en la lancha, suelto amarras y pongo proa a la
<<Intrépida>>.
Estamos
cerca, cuando observo que algo anda mal. Está levemente escorada. Cuando nos
acercamos, compruebo con horror, que tiene un rumbo, por el que el agua de mar
se ha estado colando. Trepo a cubierta, dejando a la niñera y a Sveta en la
lancha fondeada al pairo. Pronto, observo el caos, las puertas rotas, los
equipos desparramados por el suelo, corro hacia mi camarote y abro la puerta.
Iván ruge, irguiéndose furioso. Debe estar hambriento y asustado.
Lo tomo
de la cadena, lo conduzco a su jaula en la bodega, espero que tengamos tiempo
de sacarle. Le retiro el bozal, le sirvo su comida y le hablo suavemente, para
calmarle. Se ha vuelto bastante manso conmigo, que he dejado claro quién es el
que manda. Cuando regresemos, le prometo, voy a soltarlo en una reserva. Grito
el nombre de Blair, estoy comenzando a asustarme. Iván no es capaz de atacarla,
pero asustado…No hay un rastro de sangre, compruebo con alivio.
El
dormitorio está vacío, entro en el baño y observo la ventana con el vidrio roto
y estallado. Vuelvo a buscar por todos lados, el caos es total Ha destrozado lo
que encontró. Falta el bote inflable, me tropiezo con mi bata del gimnasio,
caída en suelo.
Me
dirijo al puente, abro la puerta con mi llave y por radio, solicito ayuda, así
como la búsqueda de mi esposa, a bordo de un bote inflable, del que doy las
señas y probable localización. Doy las coordenadas y exijo rapidez, por el
rumbo en el casco. Deberé explicar lo de Iván. Suspiro, pero, curiosamente, no
estoy furioso, como sería lo normal. La he llevado demasiado lejos. Siento que
la he asustado y que debe odiarme. Mi única carta, es Sveta.
Vuelvo a
la lancha, las llevo a la isla, a casa.
Instruyo a la niñera para que si Sveta despierta, le diga que la tía Blair fue
a comprar una muñeca aún más grande. Con el movimiento del mar, la niña se ha
quedado dormida después de toda una mañana de pasear, elegir juguetes y
almorzar al sol del otoño. Yo, deberé hallar a mi irascible esposa. Me temo,
que no podré librarme del escándalo que va a rodear el hecho, por demás
curioso. No podré atribuirle a Iván el destrozo de las puertas. Los peritos no
son tontos, y no es algo típico de los piratas, casi ausentes por estas
latitudes.
Me
dirijo, siguiendo la corriente que parece llevarme a la isla más cercana.
Atraco la lancha allí, es una isla pequeña, con escasos habitantes y no veo
bote inflable por ninguna parte. Comienzo a sentir una garra de miedo en mis
tripas. Más lejos, no hay nada habitado hasta… Me cuesta no entrar en pánico.
Averiguo si han visto a una mujer, y un bote, pero nadie ha visto nada.
Me
dirijo al barco. Es necesario que le busquen y la encuentran antes de la noche.
Llegan
los guardacostas y organizan la búsqueda. La policía me toma declaración.
Arreglan el traslado de Iván que insume sus buenas tres horas, es necesaria una
grúa para levantar la jaula y colocarlo en la cubierta del barco pesquero que
utilizan para la emergencia. Me aseguro que un veterinario le revise, y
personal de una ONG le alimente, le hidrate, haciéndome cargo de todo, incluso
de su traslado y la multa...
Me paseo
por la cubierta del barco que está por ser remolcado, cada vez más escorado y
yo, cada vez más aterrado, debo admitirlo. Me niego a abandonarlo y menos a
Blair. Siento que desconfían de mí y piensan que he tramado este desastre para
deshacerme de ella. Llamo a mis abogados y les describo la situación. Con suerte,
mañana a la noche, aterrizará el mejor. Me siento terrible, arrepentido, nunca
pensé que iba a terminar en esto. El barco, me importa muy poco, no quiero
perder a Blair quien seguro va a denunciarme y eso hará que pierda a Sveta, y
yo, la empujé a este acto desesperado.
Las
horas pasan y estoy deshecho. Estoy seguro que se ha ahogado. No me percaté de
lo que sentía por esta mujer, fuera de mi serie de mujeres perfectas. Con su
belleza natural, su bondad para hacer lo imposible por salvar a una inocente,
víctima del monstruoso mundo en el que me muevo.
Hace un
par de horas que sigo en la costa. Me comunico con mi casa y la niñera me dice
que Sveta protestó un poco, cuando no vio a tía Blair, pero se conformó con el
tema de la muñeca y ha vuelto a quedarse dormida después del baño y la cena.
La
patrulla costera regresa cuando oscurece. Mañana continuarán la búsqueda. Por
el régimen de la marea, solo era esa isla, la única en su derrotero, después
solo queda el mar abierto. Lo único que se me ocurre, es que le inspiro tanto
terror, y odio, que ha preferido lanzarse hacia aguas abiertas.
A las
cuatro de la mañana, un yate de gran calado, fondea en el puerto. Previamente,
han comunicado que han recogido a una mujer en un bote salvavidas, en estado de
shock y que han cambiado su rumbo para traerla a tierra firme para que le
hospitalicen.
Me
precipito al puerto, cuando la ambulancia llega. Por la planchada, suben los
paramédicos y bajan una camilla del que han suspendido un suero. No logro verla
y no hay espacio para mí dentro del móvil. Tomo un taxi y sigo al patrullero
rumbo al hospital más cercano.
Permanezco
cerca de una hora en la sala de espera, mientras la evalúan. Luego queda
internada en una habitación que logré que le den solo para ella.
Entro
despacio. La policía ya está a su lado, pero duerme, ausente de todo el revuelo
que hay a su alrededor.
Se le ve
tan pequeña, perdida en la cama… tengo un nudo en la garganta.
Salgo,
exigiendo hablar con el médico tratante.
—Está
deshidratada, alguna quemadura en el rostro, y físicamente exhausta.
Mentalmente está en shock. Ha debido entrar en pánico cuando se ha visto sola
en su barco con el oso. Me mira y un reproche mudo en sus ojos, me atraviesa.
—No
tengo idea cómo llegó Iván a soltarse —murmuro, cobardemente.
—Es
raro. Ya le tocará contestar las preguntas de la policía.
—
¿Cuándo despertará?
—La
sedamos así que, recién mañana, lo hará. Habrá que ver si recuerda algo de lo
que ha sucedido.
— ¿Hay
posibilidades que esté amnésica? No quiero que olvide. Me atreveré a ser el
monstruo que recuerde el resto de su vida.
—Eso no
lo sabremos, hasta que no despierte, tal vez, se sienta algo confusa, pero no
ha recibido ningún traumatismo en la cabeza, aparentemente. Es puro agotamiento
y deshidratación. Han sido varias horas en el mar.
Me quedo
toda la noche, acostado en una cama que para mí, han colocado en la habitación.
El hospital no es muy grande y preferiría que fuera algo mejor equipado. Aunque
imagino que, de haber sido necesario, le hubieran trasladado.
Al amanecer
despierta y cuando repara en mí, que estoy instalado a su lado, abre más los
ojos, con signos de terror que despiertan un torbellino de pitidos de las
máquinas a las que está conectada. Las enfermeras acuden corriendo y controlan
sus parámetros vitales, como les llaman.
Me hacen
salir de la habitación y hacen una revisión de su funcionamiento. Sé que su
reacción de puro terror, ha sido porque recuerda perfectamente, claro que lo
hace. La policía estará encantada de oírla, sobre todo, cuando reparen que
tiene a un conspicuo mafioso ruso servido en bandeja por su enfurecida esposa y
el intento de homicidio, será lo menos que me tiren por la cabeza. Pienso en
Samuel Bergson, mi abogado, volando hacia aquí. Le he dejado a Nika,
instrucciones para que no se mueva de la ciudad.
El
doctor de la víspera entra presuroso a la habitación. Paseo por el pasillo,
presa de la ansiedad. Al rato sale y me busca con la mirada. Me acerco.
—Su
esposa pregunta por usted.
Entro,
reticente y me acerco a la cama. Blair, sentada, pálida y conectada a varios
cables extiende los brazos a pesar de los dispositivos que tiene en un dedo y
en las venas de las manos. Me siento en la cama y me estrecha en un abrazo,
lleno de alivio. Su boca en mi oído susurra.
—Sigamos
fingiendo y apoya mi versión y si no nos sacas de esta a ambas, te hundo.
Su tono
frío me sorprende así como la firmeza de su voz.
Se
deshace en llanto, buscando mi abrazo y por momentos, yo también me convenzo
que es genuino. En ese momento, desconocía, que la noche de sexo, inédito para
ella y luego el estrés con Iván habían roto a una mujer y dejado otra en su
lugar.
Le
acaricio el cabello, pegado por el agua de mar y el sudor. Le beso la coronilla
y aspiro su olor salobre y algo se encoge dentro de mí.
—Por
suerte, se ha recuperado muy bien —afirma el doctor. Ahora necesita que le
lleve a casa y que descanse.
— ¿Dónde
está Sveta? Veo miedo en su mirada.
—Está en
casa con la niñera, Blair, tranquila. Está esperándote no sabes cómo.
Hace
ademán de levantarse, pero el doctor decide retenerle unas horas más. Antes de
la noche, si todo sigue así, le dará el alta.
—Necesita
descansar —insiste el médico. Ya hablará con la policía antes de retirarse.
La miro
antes de irme y sus ojos me fulminan en señal de advertencia, cuando dice
suavemente: <<Cuida bien a Sveta, dependemos de eso, no lo olvides>>.
El médico me mira extrañado y me veo envuelto en una serie de promesas,
incluso, le enviaré un video, antes de venir por ella.
Le
cuento al curioso galeno que ha perdido otros embarazos y que la niña es
nuestra última esperanza.
Asiente,
comprensivo. A sus ojos, soy un millonario loco que viaja en su yate con su
familia y un oso de mascota, además de su guardia personal.
Trato de
dulcificar mi mirada tanto como puedo, pero eso sé que no me es fácil, estoy
acostumbrado a evaluar todo, con la mirada del halcón, sin tregua y sin
esperanza.
Cuando
llego a la casa, Sveta viene corriendo gritando su nombre, pero le dije que tía
Blair vendrá esta noche, se ha caído al mar y la están cuidando en el hospital,
pero está bien. Y grabo un video donde está la niña, tapada por la enorme
muñeca, sucia de tanto ser arrastrada, y pidiendo por ella. Cuando vaya al
hospital, por mi mujer, le mostraré el video para que me crea, antes de iniciar
lo que imagino, será una guerra entre nosotros.
Sveta
corre un rato más por la playa, hasta caer rendida. La levanto y la llevo al
baño donde la deposito en el agua tibia para que la niñera la bañe. Ni aún allí
quiere abandonar a la dichosa muñeca, a la que sumerge, cosa que mal no le vendrá.
Me voy a
mi habitación, estoy molido. Me ducho, me cambio de ropa y espero que arribe
Bergson. Tiene para más de tres horas aún de vuelo. Quiero que cuando Blair
declare, él se halle presente.
Me quedo
dormido cuando mi teléfono suena. La voz de Sergei Bogdánov, del otro lado del
océano, me baja a tierra bruscamente.
— ¿Dónde
carajos te has metido, ladra?
—Estoy
en Grecia, Sergei.
— ¿Qué
mierda haces allí?
—Que yo
sepa, no somos socios y no tengo que darte explicaciones, sino que aún estoy
esperando qué diablos fue lo del secuestro de Ania, hace cuatro años. Así que,
si alguien tiene que dar explicaciones, ese eres tú.
—Sí, lo
de tu hija fue un malentendido. Recibí una mala información, que intentabas
apoderarte de cierta zona del puerto y eso me cabreó tanto que perdí los
papeles.
—Bueno,
eso, viniendo de tu parte, lo tomo como
una disculpa, gruño.
—No te
olvides que ambos partimos de las calles de Moscú, tal vez te has olvidado que
eras el niño que se cayó de su cunita de oro y llegaste después que yo.
—Me gané
mi lugar, Sergei, a fuerza de puños y robos, pero no me estás llamando para
recordar viejos tiempos.
—Tienes
razón. Te llamo porque han desembarcado los italianos en nuestra zona. Tal vez
te interese saber eso, de la mano de Feliciano Ambrozzi.
Me
incorporo de golpe apretando el puño que no sostiene el aparato y lanzo una
sarta de maldiciones en ruso.
—
¿Cuándo llegaron?
—Hace
tres días, uno de los nuestros me llamó y me dijo. Anoche, lo corroboré. Llamé
a tu hijo, pero me dijo que él no podía moverse y que tú querrías saberlo.
Asiento.
—Sí,
tiene razón. Estaré de regreso en un par de días y nos reunimos, Sergei. Si
estás de acuerdo, puedes citar al resto, ya sabes.
—Eso
mismo pensaba yo.
—Cuando
esté de vuelta, te aviso.
— ¿Me
dirás qué clase de negocios te ha llevado con los griegos?
—No son
negocios, no del todo. Estaba en mi jodida luna de miel.
—Vaya,
te felicito. Pero no se te oye muy feliz.
—No, mi
esposa, tuvo un encuentro con Iván y casi hundió mi barco. Lo destrozó. Te
cuento esto porque ella está hospitalizada, la policía metida en el medio, y
los del seguro al caer, así que espero poder arreglar todo antes de viajar.
—Vaya
mujer que te has echado, risotada.
—Creo,
que sigue valiendo la pena.
—No te
equivoques. Para nosotros, una mujer que trae problemas… ya sabes.
—Sí, y
sabré que hacer.
Cuelga,
riendo de buena gana.
Vuelvo
al hospital. Sentada en el hall, Blair aguarda por mí.
Firmó el
alta y la policía aceptó que declare mañana a primera hora en casa. Una
deferencia que destaco. Deben saber quién soy, a esta altura y querrán quitarse
un lío doméstico lo antes posible. Con los del seguro, la cosa, será más
complicada, para eso aguardo a Bergson.
Nos
vamos juntos y le ayudo a subir a la lancha. No hace preguntas. Le he enseñado
el video de Sveta, tal cual prometí. Asiente con la cabeza. Imagino que la
guerra irá de silencio, al menos hasta que explote.
Le han
recetado sedantes suaves antes de dormir y reposo.
Con el
rabillo del ojo, noto que sus manos tiemblan ligeramente. Tengo ganas de
abrazarle, pero me contengo, es capaz de arrancarme los ojos clavándome las
uñas, aunque las lleve tan cortas.
Cuando
llegamos a casa, se precipita escaleras arriba, y entra al cuarto de Sveta que
duerme aferrada a la gigantesca muñeca, más parecida a un monstruo después del
baño, su cabello pegado a la cabeza, y sin su vestido, enseña sus piernas
rígidas y los pies negros por el arrastre.
La
acaricia, los ojos húmedos. Por alguna razón no quiero perderme la escena. Algo
de lo que nunca fui testigo, a mis cuarenta y pico, no quiero dejar pasar un
reencuentro auténtico. Rodeado de tanta falsedad toda mi vida, esto es nuevo
para mí. Las palabras de Sergei resuenan en mis oídos <<caído de la
cunita de oro>>… Me retiro a mi habitación.
Ella,
sale despacio y se refugia en una habitación para huéspedes. No le culpo.
—Tienes
que comer, Blair. Pareces un espectro.
— ¿Por
qué será, no? Me mira con furia.
—Te
advertí que te castigaría, no lo olvides. Tal vez, estás demasiado influenciada
por las novelas que lees, donde el castigo es sexo y más sexo, pero, conmigo es
distinto. El sexo no es para castigar, es para dar placer y ayer, te ganaste a
Iván.
Me
enfrenta. Se ha servido un plato de pasta que calienta en el microondas que revuelve
sin ganas.
—Has
visto que puse en peligro a tu precioso Iván y si hubiera tenido tiempo, te
incendio el barco con oso y todo. Si lo que buscabas fue quebrarme y someterme
a tu modo, no vas a lograrlo, sabes que solo lo podrías hacer a través de
Sveta. Es todo lo que me importa y si estuvieras dispuesto a hacerlo, ya lo
habrías hecho. Pero, sé que en el fondo, la niña te cae bien y que has de
honrar la promesa de cuidarle, si a mí me sucediera algo. Así que más vale que
viva lo suficiente, para que no te complique la vida una niña de menos de tres
años. Además la versión que le di a la policía, puedo cambiarla en cualquier
momento, eso me quedó claro.
— ¿Ya
has hablado con ellos?
—Lo pedí
yo. Imaginé que tú y tu abogado querrían darme un libreto, pero gracias a un
apuesto oficial, Alexis Parkos, pude declarar esta mañana a las siete antes de
irme de alta.
Me tomo
los cabellos y los tiro hacia atrás, ignoro lo de <<apuesto>>. La
muy perra, sabe cómo encenderme, en todos los sentidos.
— ¿Qué
les dijiste, exactamente?
—Que el animal mordió o destrozó parte de su jaula y escapó,
arrastrando la cadena, que se enredó en uno de los postes de tu cama y el resto
es cómo logré escapar. Habrás podido apreciar, que Iván no es responsable de
nada. Todos los destrozos los hice yo solita.
Sacó pecho y lució su mejor sonrisa.
A pesar de mi enojo, estoy orgulloso de ella.
—Tiene bozal, y la cadena era suficientemente corta como
para haberte alcanzado —le digo, restándole importancia a su
<<acting>>.
—Sí, pero cuando despiertas y ves a un oso atado a un poste
de tu cama, no te pones a medir la distancia entre tú y él. No, de inmediato,
al menos—me contesta mirándome fríamente. Advierto un brillo feroz en su mirada
que nunca antes he percibido.
—Quería enseñarte modales, no causarte daño, Blair. Mi
abogado está al caer. Tal vez, deban revisar tu declaración. Y, si esto se
repite, el divorcio puede estar listo antes que la adopción. No soy insensible,
pero odio que intenten manipularme.
—Igual yo —afirma. Así que, si Sveta ha de ir a un hogar,
que así sea. El precio que exiges es demasiado alto, eres una especie de
enfermo del control y te da placer, doblegar a los otros. Pero eso, no va
conmigo. Serás responsable de lo que vaya a sucederle a Sveta, justo cuando me
ha dicho que…Se tapa la boca y se encierra en el baño y escucho el agua de la
ducha.
— ¿Qué demonios te ha dicho? Mi bramido, parece que va a
sacudir los vidrios que se han salvado.
—<<Tú eres mi tía, pero Yuri es mi amigo>>.
Siento que me falta algo de aire y me enfurezco, mentirosa.
Bergson, cree que cualquier cosa que digamos, no va a tapar
el hecho que en un yate, alguien tenía un oso en cautiverio. Saldrán las
organizaciones en defensa del animal y las que yo considero
<<chorradas>>, con la indignación de mi esposa e hija, cuando esta
se entera.
—En realidad, lo he rescatado de un laboratorio clandestino,
les explico. Estaba listo para ser intervenido y extraerle la bilis para
exportar a China, porque el producto que fabrican, posee muchas cualidades
medicinales, explico cuando al fin puedo aclararlo.
Obviamente, van a querer precisiones, la ubicación del
laboratorio, si he hecho la denuncia, y me veo obligado a desenmascarar a un ex
socio que tenía montado el negocio, en pleno bosque en Polonia. Ahora, tengo un
enemigo más. Así que, por un lado, detengo las acciones de las ONG y por el
otro, hay otra bala más que lleva mi nombre.
La causa
por qué no he dejado el caso y el oso en manos gubernamentales, es porque no
confío en ellos. Pero, eso tampoco puedo decirlo. No creo en ninguna
institución, esto es un hecho. He sido abandonado desde edad temprana en la
calle, cuando todo se arruinó y nadie movió un dedo para evitar que tantos de
nosotros, nos perdiéramos para siempre en el delito. No me victimizo, de no ser
por eso, estaría muerto. Y ahora, como si supiera mi estado interno, esta vil
mujer, me chantajea con Sveta para que no quede a merced del estado.
Llegamos
a un acuerdo sobre lo que se dirá y aunque la policía, tiene sus dudas, no
habiendo víctimas y mi esposa estaba tan ansiosa de verme, quedo libre de culpa
y cargo. Ahora es el seguro quien investigará la embarcación, a la que doy por
perdida. No están diseñadas para llevar osos, y esto no estaba incluido en la
póliza. Fin de esta luna de miel. Ahora terminemos de cerrar los acuerdos con Blair.
Eso será en casa, en América.
Ella
retorna a clases, sus últimos meses, antes de graduarse. Casi no nos vemos y es
mejor porque evitamos lastimarnos de más. Seguimos furiosos uno con la otra. He
aprendido que, mientras estemos juntos, deberé hablar con ella antes de
forzarle o imponerle conductas a las que reaccionará violentamente. Si hubiese
sido un miembro de la organización el que causara semejante caos, ya estaría
flotando en la bahía.
Me reúno
urgentemente con los Bogdánov, y dos familias más. Nika, se mantiene al margen
de las negociaciones, le prefiero al mando de los hombres en las calles y
regenteando los clubes.
Los
Ambrozzi, cuentan con apoyo político. Son miembros locales y la mayoría nacidos
aquí. Nosotros, seremos siempre considerados enemigos y extranjeros, por más
poder y dinero que dilapidemos apoyando a ciertos funcionarios. Nuestras bases
son endebles. Por eso, nos desarrollamos mejor en Europa. Pero a los veinte
años, cuando desembarqué en esta ciudad, me golpeó su grandiosidad, se
respiraba dinero, poder, personas con ansias de gastar y mostrar cuánto tenían,
sin avergonzarse de sus fortunas y menos de sus logros, así fueran de oscuros
orígenes, nadie renegaba de los dólares que amontonaba. Creí que había llegado
a un hogar.
Ahora,
deberemos defender de ellos, cada palmo ganado en las calles. Como sea.
Una
noche, volvimos de una fiesta algo ebrios y nos tendimos sobre la alfombra
frente a la chimenea. Comencé a contarle…
—Mi
esposa era mitad americana, mitad rusa. Ella me daría lo que necesitaba en
cuanto a contactos locales. Alexia. No había sido un loco amor, sino algo bien
calculado por ambos. Necesitábamos el uno de la otra y viceversa. Nuestra
sociedad funcionó estupendamente unos años, hasta que nos consolidamos, pero, se
hartó de mis modales rudos, de alguien criado en la calle, con poca paciencia,
mal genio y sin tacto alguno para manejar ciertas cuestiones que necesitaban
sutileza. Conoció a un americano rico, me pidió el divorcio y me cedió la
tenencia de mis dos hijos. Los veía, <<demasiado rusos>>. Ella, ha
muerto hace unos años.
La otra
parte de mi historia, surgió después, cuando susurré, en el oído de Blair, una noche que pude colarme en su
habitación y después de forcejear no poco, obligándola a escucharme.
Evoco la
escena, donde me veo, sentado a horcajadas sobre ella, apoyándome en mis
rodillas, para no asfixiarle, y, tomándole ambas muñecas aprisionadas entre mis
manos, me recordaba a un becerro, antes de ser marcado. Pero, fue la única
forma en que pude hacerme oír.
—Estoy
acostumbrado a escarmentar a hombres y mujeres, como se estilaba en mi casa, en
mi familia, con la que viví catorce años. Cuando murió mi abuelo, quedé
huérfano, en manos del inútil y cruel de mi padre. Tenía sus métodos para
castigarme y hasta el día que huí, creí que terminaría matándome, porque no era
exactamente como él. Tengo su impronta, he recibido parte de su refinada
crueldad y sé administrarla sin consecuencias serias para mí, pero sí para el
objeto de mi ira. No me estoy justificando, solo necesito que entiendas. Por
eso, creo haberte pedido que te alejaras de personas como yo. Y cuando te vi
llegar con la niña, recordé a una mujer serbia, con el cadáver de la hija, en
sus brazos amputados en las manos, vagando entre las ruinas de su casa, con la
vista extraviada, y se me presentó esa imagen que no olvidaré fácilmente, no
pude negarte ayuda. Además quiero que sepas, estoy orgulloso de lo que hiciste para
escapar de mi necesidad de control. No he conocido a ninguna mujer capaz de
hacer algo así. Tienes mi respeto. Pero, cuando nos otorguen la adopción, vete
lejos, Blair. Un hombre como yo, no te conviene, ya lo habrás notado. Así me
mate lo que te estoy diciendo, ponte a salvo, juro que no te buscaré.
Me
permite que la bese. Por lo que me dijo, ha terminado su carrera y quiere que
acuda a la ceremonia de graduación.
La
reconciliación, no me deja muy tranquilo. Temo su venganza. Había visto el
brillo feroz de sus ojos, y he aprendido a leer el rostro de las personas, y
pocas veces me equivoco.
Por eso,
prefiero, de entrada, caer en el cliché de vendar sus ojos. No quiero
sorpresas. Y si esto es más común que tomar un café en la vereda, que así sea.
Tardaré en disipar de mi mente el destrozo que llevó a cabo en mi barco y si
hubiera podido, me confesó, le habría prendido fuego con oso y todo. Esto
resuena en mi mente y, no tengo dudas, que hubiera sido capaz.
BLAIR
No tengo
idea de lo que él es capaz. Contrariamente a lo que pensaba, parecía estar
verdaderamente conmocionado por las circunstancias de mi desaparición,
hallazgo, hospitalización y posterior reencuentro, aunque frío y distante, por
lo cauteloso.
Los
inevitables costosos regalos, que acompañan cada reconciliación, esta vez no se
han hecho presentes, alarmándome más aún. Mantenía una saludable distancia
entre ambos. Trabajaba en sus oficinas del centro de la ciudad hasta tarde.
Habían surgido problemas con unos italianos recién llegados y estaba
permanentemente reunido con su antiguo enemigo Sergei Bogdánov y otras familias
más. Eso hacía que volviera a casa cerca de las cuatro de la mañana. Sabía que
no había otras mujeres. Olía a tabaco, pocas veces a alcohol y se le veía
preocupado y abstraído. Las horas restantes del día, las pasa boxeando con su
sparring, o en el saco de arena, ha jugado con Sveta y Sacha, el hijo de Nika
y, se ha refugiado en un hosco silencio.
Asiste a
la ceremonia de graduación y en todo momento, se comporta como un correcto y amante esposo.
Todo
eso, no oculta, sin embargo que lo que causé a bordo del <<Intrépida>>,
que está en reparaciones, no va a pasar al olvido. Eso y lo del corte del
pastel.
Sé que
cuando está observándome sin decir nada, está planeando su venganza.
La noche
que asistimos a una fiesta en casa de una de las familias de las que ahora
estamos tan cercanos, regresamos algo ebrios. Me hace confidencias de su
infancia, sus costumbres crueles aprendidas de un padre brutal y despiadado.
Pero, cuando quiere que tengamos sexo, me venda los ojos y ata las manos a mi
espalda. Me explica que no quiere caer en el cliché, sino que todavía no confía
en mí. Pasará mucho tiempo para que lo haga, agrega. Tanto como yo en él. Temo
despertar con una cobra a mi lado, le respondo y ríe, como si lo hubiese
considerado.
Me
siento muy estresada y sobre todo, cuando recibo un correo electrónico de
Alexis Parkos, advirtiéndome de ciertos antecedentes de mi esposo que manda por
adjunto a una cuenta de correo alternativo que tengo y con una contraseña a
prueba de hackers. Ahora, después de tantos años de estudio, sé cómo proteger
mi privacidad.
Abro un
expediente que estaba cerrado por ser menor de edad, donde se describe que
había estado en la cárcel y luego alojado, en un centro correccional, por haber
incendiado un cuartel de policía, junto con otros que asolaban robando en la
ciudad. Si no le detienen a tiempo, estaba por colgar a uno de los agentes de
un gancho de carnicero, suspendido sobre un corral con cerdos para que le
devoraran vivo.
Se me
hiela la sangre.
Pero,
siendo sincera ¿Qué esperaba? ¿Un filósofo, un profesor universitario?
El sexo
ha vuelto a ser lo fantástico que fue hasta que lo arruinamos, él por ser un
primate y yo por no querer ser manipulada como otra de sus
<<muñecas>>.
Una
tarde, me tiene sobre su regazo, leyendo, cuando me susurra que está al tanto
de mi relación epistolar con Alexis Parkos. Me quedo de piedra.
—No
tengo problemas que te escribas con él, Blair. Solo recuerda qué información
pones en sus manos. Dependemos de tu discreción, Sveta y yo.
— ¿Cómo
lo sabes?
—Porque
mi supervivencia se basa en la información de la que dispongo.
—No te
he traicionado, Yuri.
—Lo sé.
Si así hubiera sido… no ibas a escaparte esta vez de la reprimenda. Ríe.
—
¿Disfrutas infligiendo sufrimiento a las personas?
—No soy
un sádico. Alecciono para evitar que vuelvan a fallarme.
—Sabes
que no vas a doblegarme tan fácil —le respondo indignada.
—Cuento
con ello. No sabes cómo me pone eso.
Me lleva
en brazos al dormitorio.
YURI
Las cosas,
entre nosotros no mejoran, a pesar de lo que expresen nuestros cuerpos. Ellos,
tienen su propio lenguaje. Ahora, necesito tener la cabeza despejada para
enfocarme en las reuniones que mantenemos entre nosotros, en primera instancia,
para que al alcanzar un acuerdo, podamos salir a enfrentar a los italianos y lo
que se traen.
Cuando
me quedo solo en mi estudio, son las tres de la mañana. El silencio que hay en
mi casa, me hace sentir bien. La niña es bastante ruidosa y he perdido la
costumbre de ver niños, correteando a mi alrededor. Sacha, con su llegada,
parece estar más animado. El pobre, desde que su madre, nos ha abandonado, ha
estado algo alicaído.
Analizo
la cuestión del oso. Nadie sabe bien a qué se ha debido semejante escarmiento.
Comenzó en la fiesta de bodas, antes de nuestra luna de miel y las
discrepancias que hubo entre nosotros. Llegó la hora del corte del pastel, por
parte de los novios. En América, el momento en que las parejas empuñan el
cuchillo y juntos, dan el primer corte, es una parte fundamental de la
ceremonia. Al parecer, las mujeres, dan mucha importancia a esto, así como el
de arrojar el ramo.
Cuando
Blair, está buscándome para cortar el dichoso pastel, no me encuentra. Se
dirige a mi oficina y mi puerta está cerrada. Delante, montan guardia mis
custodios que tienen orden de no interrumpirnos. Estamos todos los jefes
reunidos. Pensamos que las fiestas de boda al estilo americano, son para las
mujeres, y nos escabullimos a proseguir con nuestras planificaciones. Ha venido
Roxie, una de las chicas de uno de los clubes, que nos sirve licor y cigarros a
todos.
Cuando
ella descubre que estamos en mi estudio, intenta abrir la puerta para
convocarme a cortar el jodido pastel. Pero mis guardias se lo impiden. En ese
momento, la puerta se abre y sale Roxie con la bandeja llena de vasos vacíos.
Debe haber escuchado nuestras discusiones en ruso, el humo, alguna risotada, y,
Roxie… es Roxie. No tiene restricción alguna para meterse donde quiera, es un
soporte de Nika, sus oídos en todas partes, en los locales adonde le destine.
Blair
les avisó que nos esperaban para cortar el pastel y los custodios le dijeron
que lo sentían, pero tenían orden de no interrumpir.
Furiosa,
de genio rápido como es, se dirigió al salón de la fiesta y cuando se hizo el
silencio para el corte, tomó el cuchillo, y de un tajo partió el pastel,
levantando los brazos y sosteniendo el cuchillo en alto, como si de un hacha se
tratara. Acabo de ingresar al recinto y me quedo de hielo, al verle, blandir el
arma, triunfante, sola. En su mano es un arma, no un utensilio de cocina.
Jadea, nerviosa, desafiante, paseando su mirada por todos los presentes que
prorrumpen en vítores, luego que hace un corte limpio sin dudarlo.
Me
acerco y con disimulo, le tomo la mano y se la aprieto tanto, que suelta el
cuchillo haciendo un gesto de dolor.
Sonriendo,
para disimular, le susurro con los dientes apretados en su pequeña oreja:
<<esto no quedará así, mi amor>>.
Parece
no entender que un jefe no puede ser desobedecido en público por su esposa, ni
desautorizado por nadie. Necesitaré aplicarme con ella, si no quiero ser el
hazmerreír de mi gente a manos de una mujer casi niña, recién salida de la
preparatoria o algo más, aunque no duda en arriesgarse si siente sobre sí, el
mínimo control.
Me
levanto del sillón y es tan tarde, que me encamino directo a mi dormitorio,
apenas abro la puerta del de ella. Toda la ropa de cama está en el suelo y se
halla, hecha un ovillo, me acerco para cubrirle, pero, pega un salto, dando un
grito ahogado de terror. Ha estado soñando con el oso. Me siento en la cama,
tomo su cabeza entre mis manos, y le acaricio el alborotado cabello. Beso sus
párpados cerrados y están húmedos. Ha llorado en sueños. Creo que formo parte
de sus pesadillas. Continúo acariciándola, susurrando palabras en mi idioma que
ella no entiende y así está bien. No me interesa caer en la categoría de
cursilería en la que podría situarme, si entendiera lo que le digo.
Ojalá,
alguien se hubiera comprometido conmigo para salvarme de las calles, como ella
está haciendo con Sveta.
Me
retiro despacio, cerrando la puerta.
No puedo
dormir. Los italianos son una amenaza para nosotros, y debemos reforzar la
custodia en todos nuestros emprendimientos, clubes y hoteles principalmente. No
quiero que se repita nuevamente la escena del club donde estaba Blair, la noche
que fue secuestrada. Parece que han transcurrido cien años. Enciendo uno de mis
puros y apenas he dado dos caladas, mi puerta se abre y su silueta se recorta
en la entrada.
Enciendo
la luz, quiero ver que no lleva nada en sus manos, con lo que pueda acabar
conmigo.
Tiene
los ojos muy abiertos y respira suavemente. Se acerca lentamente, a la cama que
compartimos al principio.
Me
levanto y la guío hasta su sitio. Se recuesta y reclina la cabeza sobre la
almohada. Sola, parece no sentirse a gusto o a salvo.
Lentamente
me acerco y le abrazo. Se refugia bajo mi axila y hunde su nariz entre mis
costillas.
—Espero
que no intentes morderme —murmuro.
Se ríe
suavemente y me hace con su índice un gesto de negación. Saca su cabeza y me
susurra: <<solo si quieres que lo haga>>.
—Sí,
pero no allí —le digo, guiándola hacia el sitio, donde necesito que pruebe sus
dientes. Despacio, pequeña, suave —le indico. No te entusiasmes.
Ella
comienza a apretar y jadea.
— ¡No
puedo parar, quiero apretar más!
Le
aparto la cabeza, mientras puedo maniobrar.
— ¡No,
mi querida, no! ¿Acaso quieres dejarme inutilizado?
—Quiero
devorarte, Yuri.
Es cambiante y ahora parece apasionada. La
toco y compruebo que no miente. Realmente me necesita y está excitada. Hago lo
posible para que me ruegue por ello. Llora, suplica, indica dónde me quiere en
ese preciso momento. La hago esperar, mientras exploro otros puntos sensibles,
que parece desconocer y le ponen frenética y más dispuesta aún. Las lágrimas
caen a su pesar, y está irritada porque me observa sonreír. Me clava sus pequeñas
uñas en la espalda, hincando sus talones en mis glúteos y me impone su ritmo,
pero me desentiendo.
—Ahora,
vamos a ordenar esto, Blair. Dije, ahora, preciosa.
Aparta
sus cabellos de su cara, enrojecida, brillante por las lágrimas, un destello de
odio en sus ojos me advierten que algo va a intentar. Le tomo de ambas muñecas
por las dudas y asalto su boca, mordiéndole el labio inferior, sintiendo el
gusto a herrumbre de su sangre. Se zafa un segundo y me abofetea. Allí casi
pierdo el control y le tomo como un salvaje, llevándole hasta donde no quiere
ir, luego de contemplar ese espectáculo digno de una pintura renacentista,
profundizo mi contacto en su interior, hasta que yo también la persigo, en esa
competencia, en que se ha transformado nuestro acoplamiento. Termino, dándole
suaves besos en su cuello y detrás de las orejas, parece apreciar mi tregua. Mi
lengua hace el resto, y se desata otra vez. Nunca sigo este orden de maniobras,
pero, con Blair, he perdido el rumbo. Vuelve a encenderse.
NIKA
Mi ex novia,
ha dejado a nuestro hijo Sasha a mi cuidado. Tengo dudas sobre mi paternidad y
mando hacer el estudio genético correspondiente. Es hijo mío. He pretendido
ignorar su parecido, sus ojos, el color, el pelo, es idéntico a mí cuando tenía
su edad. Mi mujer, ha huido, sabiamente. Mi padre, cuando se entera que tengo
dudas sobre mi paternidad, quiere ir por ella y liquidarla, sea cual sea el
resultado, pero, por una vez, me impongo e impido que la rastree y la haga
desaparecer en el Hudson.
En esos
días, Blair Dixon, aparece de la nada, después de cuatro años. Viene con una
niña de la edad de Sasha. Por lo que dice, es hija de una amiga que compartía
el alquiler con ella y ha aparecido muerta. Sabemos que a manos de una de las
pandillas locales, por robar algo de sustancias para reventa. Blair, está
empeñada en adoptarla y busca ayuda en Yuri.
No creo
que mi padre mueva un dedo para ayudarle, después que desapareció, pero este
hombre, nunca dejará de sorprenderme. Se ha guardado estos años, el recuerdo de
la joven que quería llevar a su cama. Ahora, pienso, que ha sido mucho más que
eso. Entre nosotros, los sentimientos ni se mencionan, por eso, si ha sufrido,
lo ha sabido disimular tan bien, que nadie lo ha notado. Ahora que le observo
más cuidadosamente, le veo concentrado escudriñando el rostro de Blair, el
minucioso estudio que lleva a cabo del cuerpo de ella, ponderando los cambios
operados, su aspecto, sus ademanes, gestos faciales, miradas, timbre de voz. No
hay duda, ha cambiado. Luce más segura, aplomada y no se intimida fácilmente,
aunque su pecho sube y baja más rápido de lo que ella seguramente quisiera.
La bomba
nos cae, cuando Yuri anuncia que deberán casarse, por consejo de Bergson. Le
hacen firmar contrato prenupcial, confidencialidad, y una serie más de
cláusulas que la chica ni lee, según supe después. Solo tenía en su mente el
deseo de adoptar a la niña. Veo la determinación en sus ojos, está dispuesta a
caminar sobre las brasas. Mi padre es el sendero de brasas. No envidio su
posición.
Los
problemas entre ellos, surgen antes de la boda, y durante su transcurso. Le ha
desafiado delante de todos los invitados, cortando ella sola el pastel. Cierro
los ojos, es tan bella, no quisiera verla convertida en un despojo
sanguinolento después que mi padre acabe con ella. Yuri, parece seguirle el
juego, pero los que le conocemos bien, captamos la palidez de furia, sus
mandíbulas apretadas, las fosas de su nariz dilatadas. Temo su venganza. Para
colmo, de viaje de bodas parten a la isla en Grecia, allí no podré interceder
por ella, aunque mi padre, nunca ha sido misericordioso, ni siquiera con
aquellos que quiere.
Me entero
del incidente del barco y del oso, cuando los llamados cruzan el océano,
solicitando asistencia legal por parte de Yuri.
Realmente,
admiro a Blair, ha causado sus buenos destrozos en la nave y esta, casi termina
hundiéndose con el animal a bordo.
Me temo,
que esto no ha terminado. Si es una escalada entre mi padre y ella, poco
podremos hacer.
Ahora,
él parece ocupado con los malditos italianos que han llegado a nuestro
territorio. Tendrá que postergar la venganza. El barco era su niña mimada, y no
lo perdonará, por más que en un par de meses, esté reconstruido a nuevo. En el
interín, trae a Blair a la casa, parece un espectro de la bella mujer que viajó
a su luna de miel. Por lo que me entero, tiene pesadillas, duermen en cuartos
separados, se rehúyen y procurar hablar lo menos posible.
Al
menos, Sveta, parece estar feliz de haber vuelto y ver a Sasha. Se han
extrañado y eso que se han separado apenas tres semanas. Blair, ha estado
hospitalizada, luego ha debido prestar declaración en la policía, mi padre ha
tenido que reubicar a Iván, el oso, al que ha salvado de los chinos y sus
extracciones de bilis, para sus medicinas. El seguro, se ha lavado las manos,
como era de prever y mi padre, no demuestra estar molesto por todos los
contratiempos. Parece haberse afectado porque ella estuvo desaparecida en alta
mar y eso le ha transformado. O, al menos eso espero.
YURI
Blair,
golpea la puerta de mi estudio y asoma su cabeza.
Me pide
permiso para ir a bailar con sus amigos y la única condición que le impongo es
que solo vaya a cualquiera de los clubes que poseo, en barrios selectos.
Parece
haberse sosegado un poco y hablamos lo indispensable. Esta no es la mujer que
elegí, pero por ahora, es lo que ha quedado del shock por el encuentro con Iván
y pienso que salir con sus amigos, le hará bien.
Ni
siquiera objeto el minivestido que se ha puesto para la ocasión ni el abismal
escote, que me dan ganas de arrancárselo y tirarla sobre la mesada de la cocina
y hacerle lo que yo quiera.
A
regañadientes, acepta mi tarjeta y sé que está buscando trabajo. Eso ya lo
veremos.
Cuando
son las tres de la mañana, no he podido concentrarme en mi trabajo y aprieto
mis mandíbulas, como si quisiera triturar algo.
Salgo en
mi auto y llevo solo un custodio.
Está en
<<Transfer>>, mi última adquisición, la más lujosa.
Apenas
entro, la veo en la pista de baile. Me captura el cuerpo apresado por la música
y los movimientos que le imprime. Tiene los ojos cerrados y parece ausente del
imbécil con el que está bailando que está extasiado por sus pechos que se
mueven y me lleno de furia.
Subo la
escalera y sigo por el pasillo hasta la puerta del despacho de Nika.
Este se
levanta se un salto, como sorprendido por un intruso. Tengo un presentimiento.
Doy la
vuelta al escritorio de mi hijo y miro las pantallas que tiene abiertas en ese
momento. Mi temor se hace realidad. Sigue a Blair por toda la pista con un
peligroso primer plano. La furia se apodera de mí, una vez más.
NIKA
Esa
noche, el <<Transfer>>, está que explota de gente. La ubicación que
encontró Yuri, ha demostrado ser un éxito, su olfato infalible, una vez más,
detectó que a los ricos a veces, no les gusta trasladarse lejos y prefieren
tener un club selecto cerca de sus casas. No ha reparado en gastos y estoy
seguro, que hemos de recuperar la inversión.
Me
entero por el de seguridad de la puerta que Blair está con sus amigos y doy la
orden que los monitoreen y no la pierdan de vista a los del sector de control
por video.
Igualmente,
procedo a hacer lo mismo. Los italianos estás siendo un hueso difícil de roer y
no queremos sorpresas.
La chica
está con varios amigos, al único que conozco es a Mark y hay otros dos, uno de
ellos no le quita los ojos de encima y hago un plano más cercano de ellos dos,
cuando salen a la pista.
Quedo
atrapado, sin desearlo realmente, por la mujer que está contonéandose en la
pista, ajena al tipo que intenta acercársele, por todos los medios, y decirle
algo al oído. Su belleza y sensualidad son increíbles. Eclipsa a todas las
mujeres que están a su alrededor. No puedo creer que mi padre le haya dejado
salir así vestida. Seguramente, se ha cambiado de camino hacia aquí. Reparo en
sus caderas y el escote y ya no puedo con eso. Es explosiva, una mujer de
infierno. Me muerdo los labios, y evoco el olor de su pelo…
Mi
padre, como un tigre, ha rodeado mi escritorio. No soy lo suficientemente
rápido para desplazar la cámara, cuando la noche, se cierra sobre mí.
Cuando
abro los ojos, estoy tendido sobre el sillón de mi oficina. Un dolor en mi
mandíbula pulsa, extendiéndose hacia mis sienes.
—Ponte
esto, Yuri, me arroja una bolsa con hielo.
Se
sienta en una silla a mi lado y aproxima su rostro a mi oído.
—Que no
se te olvide, de quién es esta mujer —me advierte. La próxima, no seré tan
contemplativo. Permanece lejos de ella, Nika.
Se
levanta y se va cerrando la puerta suavemente.
Pasa
cerca del grupo de Blair, sin que reparen en él. Esquiva la pista donde su
mujer, sigue los dictados de ese cuerpo suyo, y se retira del local.
Me
refriego la mandíbula dolorida. Tendré un hematoma de proporciones, pero he
tenido suerte. Por un momento, he olvidado que, Yuri no tiene contemplaciones
con nadie, ni hace concesiones, así como en su momento, nadie las tuvo con él.
Creció en un mundo en que los errores, son la diferencia entre la vida y la
muerte y las posesiones no se negocian.
En casa,
tendré que evitar a Blair como la peste. No desconozco que hay un contrato que
expira en poco más de un año. Tal vez, entonces, tenga una chance. Puedo
esperar. Conmigo puede despertar tranquila, que no encontrará a ningún oso
atado cerca de su cama.
BLAIR
Llego a
las cinco de la mañana, me han traído, obviamente en la limo, donde repartimos,
los despojos de los amigos de Mark. Jackie ha vomitado en el baño y me ofrecí a
quedarme con ella, pero se niega.
—No
hagas enojar a tu ruso —me dice, entre arcadas.
Pero
sigo los instintos de mi corazón. Despacho el vehículo y les digo que informen
a mi marido que me quedaré esa noche con Jackie. No voy a fallarle a mi amiga.
Los
clones informan al patrón.
—Listo,
le digo, pero Jackie está dormida cruzada en su cama. Le quito los zapatos, me
cercioro que respire y le cubro con una manta.
Antes
del amanecer, golpean la puerta.
Yuri,
entra con una bolsa y dos recipientes con café.
—Vas a
necesitar esto, me dice —tendiéndome la bolsa y los cafés.
Me doy
una ducha y me cambio con la ropa que me ha traído. Le doy un beso en la
mejilla. No se ha enojado y eso me gusta.
Pero él,
me toma de la nuca y aplasta su boca contra la mía, forzando la entrada. Lo
hacemos sobre el piso del pequeño salón del piso de Jackie que duerme en su
cuarto, y luego nos bebemos el café y hago tostadas.
En
total, no ha dicho ni diez palabras. Bebe su café y no me quita los ojos de
encima.
Esta, se
revuelve con un quejido apagado. Me acerco a su lado y despierta.
—Ay,
amiga —me susurra con voz apagada—he bebido como un cosaco, maldita sea, mi
cabeza.
—No
deberías hablar mal de los cosacos, niña. La voz de Yuri resuena en el silencio
del piso, algo ronca.
Ella,
abre los ojos desorbitados.
—
¡Mierda, Blair! ¿Por qué no me avisaste que el ruso estaba aquí? Parece
indignada —susurra, mientras se levanta y a duras penas llega hasta el baño. Se
oye el ruido de la ducha. Revuelvo en sus cajones, buscando su ropa interior, que
en el apuro se ha olvidado de llevarlas al baño. Me agradece con un gruñido.
Le preparo
un café bien cargado y sale al rato.
—No sé
si se conocen —les digo, haciendo las presentaciones.
Ella no
le quita la vista de encima, cauta. Su habitual locuacidad ha desaparecido por
la resaca y el temor que le inspira la corpulencia intimidatoria de mi marido.
Sonrío con malicia.
La
llevamos a casa, para que almuerce con nosotros.
Yuri, me
sorprende. Parece haberse dado cuenta que necesito a mis afectos cerca de mí y
que, desde que regresamos de la <<luna de miel>>, no me había visto
con ellos.
Aprovecho
la placidez del momento para anunciar que estoy buscando trabajo. El silencio
desciende con la pesadez del plomo. Yuri, interrumpe la trayectoria de su
tenedor y me clava sus ojos de halcón.
Jackie
se encoge en su asiento. Por ser domingo, los niños comen con nosotros, Nika
parece haberse peleado con alguien. Se sienta en el extremo opuesto de la mesa,
casi sin saludar. Tiene el pelo revuelto y parece que en club las cosas, no
deben andar bien.
— ¿Qué
paso? Le pregunto señalando la mandíbula.
Levanta
los ojos del plato, del mismo tono azul que su padre y sonríe.
—Hice
algo que no debía, Blair.
—Tuviste
suerte —le digo riendo— a mí me fue peor que a ti.
A su
pesar, sonríe y el clima se distiende.
—En casa
me han enseñado que comer enojado es malo para la digestión—observo.
Hasta el
ceño fruncido de Yuri se ha distendido.
—Nunca
hablas de tu familia —me dice.
—Son
personas buenas y sencillas, que han trabajado toda la vida y siguen. Mi padre,
que ha sido profesor de Humanidades, ahora trabaja en un taller mecánico.
Siempre le ha gustado y me ha enseñado algunas cosas. Yuri, entorna los ojos y
parece relacionar lo que relato con algo del pasado reciente. Mi madre, trabaja
en una ferretería industrial y conoce el inventario como el dueño —sonrío.
Corría y jugaba con herramientas cuando era pequeña y a los seis años, había
aprendido todos los nombres y los modelos de las existencias.
Jackie
resopla, poniendo los ojos en blanco.
—Todavía
me acuerdo cuando <<reparabas>> cosas y después explotaban.
Su
relato parece divertir a Yuri quien pide detalles. Sin saberlo, mi amiga
Jackie, está brindando cierta clase de información de primera mano, que puede
hundirme cada vez más, en abismos insondables, aunque ella lo ignore para
entonces. Su aprobación, su sonrisa encantadora y el brillo de sus ojos azules,
parece alentarla a seguir excavando en recuerdos infantiles, pero,
potencialmente peligrosos para su amiga. Trato de enviarle algunas señales,
pero es inútil, ya está embarcada en la clase de Química.
…Y no
contenta con eso, se dirigió a los baños y lo puso en un desagüe. No quieran
saber qué sucedió con las cloacas…
—
¡Estamos en la mesa— le recuerdo, levantando las cejas y advirtiéndole.
Debe
durarle la resaca de anoche —imagino. Tengo deseos de estrangularle, pero
después recuerdo que está bastante sola, desde que me he mudado.
YURI
Mi hija
Ania, llegará en breve de Sudáfrica para mi cumpleaños. Es el primer año que
festejaré casado con la mujer más joven y problemática con la que he estado. Ha
dado vuelta mi vida, en ciertos aspectos. Tengo más preocupaciones ahora, que
antes de vivir bajo el mismo techo. Con las mujeres que he tenido, sin
compromiso alguno, me he desentendido de su seguridad, y bienestar, excepto
algunas pocas que me han importado un poco más.
Blair,
me pide autorización para que su amiga Jackie se instale un par de meses en
casa, está deprimida y bebe demasiado. Se han criado juntas, y ella le ha
dejado para mudarse conmigo. Espero no arrepentirme de decirle que sí. Mira a
Nika con ojos de deseo y eso, puede ser algo bueno.
Después
de almorzar, las chicas irán a un centro comercial al que les he insistido a
que acudan para poder tener aquí en casa, una reunión con los jefes de las
familias, y con algunos miembros de mi entorno cercano. No ha habido tiempo de
organizar nada en otro sitio. Nika participará, pero, el resto, no conviene que
sean vistos por mi mujer ni su amiga. Llevarán a ambos niños con ellas y dos de
mis hombres.
Blair,
acepta que, para una tarde de domingo, no es lo que la mayoría de las parejas
hacen, pero, sabe que se ha casado con alguien que no va a sentarse a su lado a
ver una película y a comer palomitas, o a llevar a Sveta y Sacha al parque,
para disfrutar viéndolos trepar a los juegos. Hay problemas con los italianos.
Las calles nos alertan de posibles ataques y advierto a los custodios de esa
posibilidad. A último momento, decido agregar un hombre más. Puede ser que la
guerra con ellos, sea una posibilidad más cercana de lo que pensamos. Para mi
cumpleaños, que es dentro de una semana, quisiera tener el tema encaminado y
las acciones definidas. No quiere aceptar mi tarjeta ni va a comprar nada,
porque dice que no necesita nada. Jamás he conocido a nadie de su edad que no
se tiente y que gaste menos que ella, en cosas superfluas.
Cuando
se han marchado, comienzan a llegar los autos. Todos, de alguna manera, o la
mayoría de ellos, estarán invitados a mi fiesta de cumpleaños, pero acudirán
con sus esposas y los temas de negocios se podrán hacer como siempre en esos
eventos, en mi estudio, aunque espero que esta vez, salga mejor que el día del
pastel de boda.
BLAIR
—No sé
qué podría regalar a un hombre como Yuri Kovacic. Tiene todo y más de lo que
nadie puede soñar en este mundo. Será, si todo sale bien, el primero y
penúltimo cumpleaños que celebrará estando casado conmigo, así que me gustaría
regalarle algo que perdure, que le recuerde este par de años, en los que aceptó
salvar a una pequeña de pasar a manos del estado. Hasta ahora, las visitas y
los informes de la asistente social, han sido favorables para Sveta. Ha crecido
mucho, y se ha socializado tanto, que se nota en su lenguaje, en la manera de
comportarse y Sacha ha ayudado mucho en esto, sin saberlo.
— ¿Te
has decidido por algo? Jackie está cansada de caminar y estar rodeada de tanta
gente, empieza a molestarle. A cada rato, gira la cabeza, y, de reojo, observa
a los custodios a varios metros, detrás de nosotros. Esto la pone incómoda, le
digo que, al principio, que a mí también me pasaba lo mismo, pero no le ayuda a
sentirse mejor.
Decidimos
tomarnos un café en la vereda.
—No sé
qué comprarle —afirmo finalmente derrotada. Encima, sería con su propio dinero.
Quería que fuera algo especial, y nada, no se me ocurre nada.
—Yo te
puedo dar una idea —me dice con gesto de astucia. Pero es bastante lejos de la
ciudad. Es en las afueras, hay una feria y un grupo de artesanos conocidos que
tienes que ver las maravillas que crean. A los niños les va a encantar y
todavía no cierran.
Cuando
subimos al auto, Jackie, le indica al chofer hacia dónde dirigirse.
Cuando
llegamos, hay bastante gente, pese a la hora próxima al cierre. Tendremos que
apurarnos.
Damos
vuelta, con los niños tomados de la mano. Apenas queda tiempo para llegar al
stand donde ella quiere llevarme.
Veo que
ha dado en el clavo. El artesano, es un hombre de unos sesenta años, con un
delantal de cuero y manos ajadas. Vende relojes de arena, pero por encargo. Así
que le doy una seña, para fabricar uno, que comience a verter su arena que
terminará de pasar en menos de dos años. No sé cómo va a lograrlo, pero por el
precio, algo elevado, creo que sabe. La madera es de excelente calidad y la va
a labrar de tal modo que terminará rematada en una cúpula en cebolla como algunos
edificios típicos rusos, asentados sobre las bases planas del mismo material. Cuando
el último grano de arena termine de pasar, por el desfiladero de vidrio, si
todo sale bien, habrá coincidido con la finalización del trámite de adopción de
la que será nuestra hija, e indicará el fin de nuestro contrato matrimonial,
cuando me otorguen la adopción de Sveta.
Todavía
queda algo de tiempo para adquirir un par de juguetes de madera para ambos
niños, esos llamados <<didácticos>>. Regresamos cerca de la hora
del baño y la cena de ambos.
Cuando
llegamos, Yuri y Nika están sentados en sendos sillones en el estudio de mi
marido. Se nota que han tenido reunión con sus socios, por la cantidad de
colillas de cigarrillos, vasos con resto de licor, olor a humo y a encierro.
Los
niños entusiasmados entran corriendo con los juguetes y no quieren irse a bañar
hasta no jugar con ellos.
La
niñera tiene lo suyo e intervengo para que saluden a ambos hombres y accedan a
subir a bañarse y a cenar arriba, con la promesa de que después de eso, podrán
armar una ciudad, con los diferentes bloques de colores.
—Estás
haciendo una terrible concesión por esa niña —susurra Jackie mirando para todos
lados. Yo no habría podido hacerlo.
—Puedo
asegurarte que desde que estoy con Yuri, no me aburrido un solo instante
—afirmo.
—Pero
deberías tener otra clase de compensaciones —objeta pesarosa y preocupada.
Nadie puede negar que el hombre, <<está como un tren>>, pero eso no
compensa algunas cosas que ya sabes… Me gustaría recuperar a mi amiga sin daño
de ningún tipo, al final de este tiempo. Y ese hombre intimida todo el tiempo,
no sé, me da la impresión, que no va a dejarte que te marches, concluido el
acuerdo. Se ha apropiado de ti de una manera que ni te das cuenta. Eso, amiga,
es egoísmo, posesión y control.
Estamos
instaladas en el jardín a oscuras, fumando.
—Te
mentiría si te dijera que a veces, espero lo peor de él, pero todavía no lo ha
mostrado —le confieso. He aprendido a conocerle y a acomodarme a su humor, para
obtener ciertas cosas. Eso no voy a discutirlo, tengo que aguardar, a veces, el
momento preciso para lograr lo que quiero, pero me ha dado una experiencia en
el trato con los demás que ni en cien vidas y…no hablemos en lo material, he
aprendido todos los placeres que pueden darse los seres humanos, en ese aspecto
y sé que no extrañaré nada, cuando me vaya. He observado de cerca a las
personas que parecen tenerlo todo y para siempre, y te puedo asegurar que no
les envidio.
—Y no
voy a preguntarte en el plano íntimo para no ser indiscreta.
—Pero te
mueres por saber.
—Sí, la
verdad es que sí. He indagado un poco y no hay mucho que no se sepa de sus
andanzas amorosas. Las mujeres parecen ser material descartable, para él, si
quieres que te lo defina crudamente.
—Ya lo
sé. Eso es algo de lo que jamás habla—le digo. Confieso que a veces me enoja,
cuando recibe ciertos llamados que hacen que se encierre en su estudio y no
creo que sean sus socios de negocios.
—Al
menos, te cuidarás para no contagiarte nada o quedar embarazada.
—En ese
aspecto, soy obsesiva —confieso.
—La otra
cosa que he observado, y no te he agradecido aún, que me permitas instalarme un
tiempo aquí, bueno, como te decía —baja aún más la voz— el bombón de Nika, no
te pierde pisada, cuando puede, claro está. Creo que le gustas y mucho.
Le miro
azorada.
—Ni se
te ocurra mencionar esto, por favor Jackie. Mientras dure el contrato, Yuri,
sería capaz de matarle si me pone una mano encima. Luego, me entregará con
gusto y alivio, no lo dudo. Pero, por favor, no hagas ni una broma al respecto,
sino te tendré que pedir que te marches. No pondría en peligro a Nika por
alguna estupidez tuya.
— ¡Ah!
Bueno, por lo menos, no estás tan ciega como pensaba y te has dado cuenta.
—Exageras,
me aprecia, tal vez, por lo que hago para que Sacha, la pase bien. Sin madre y
con un padre todo el día afuera, el pobre, me anda atrás como un perrito y
Sveta ayuda muchísimo. Ese niño, necesita cariño y le doy todo el que puedo. Su
padre lo tuvo, poco, pero algo recibió, en cambio, su abuelo…No puedes
imaginarte lo que ha padecido, por lo poco que ha contado. En su espalda y
pecho, tiene multitud de tatuajes, son por su cultura, ya sabes que significan:
logros, pero Yuri, ha intentado cubrir las marcas con ellos, las cicatrices de
las terribles palizas que su padre le daba y, luego, sus peleas en las calles
de Moscú. Imagínate.
—No,
gracias —confiesa Jackie. Pero, además, creo que te has enamorado un poco de
él.
—No lo
creo—le digo. Sé que me casado con el demonio y solo puedo esperar lo peor.
— ¿Acaso
te golpea?
—Nunca.
Eso no entra en su cabeza. Lo considera de cobardes. Pero, ya sabes, tiene
formas de hacer que una tiemble todo el día esperando su venganza.
—Un
psicópata, amiga. Hermoso, encantador, con una sonrisa deslumbrante, pero ni en
mis pesadillas, le daría la espalda durmiendo a su lado, Jackie se estremece.
—Mañana
llega Ania, su hija, tenemos que madrugar porque llega en el primer vuelo. Iré
a ducharme y me acostaré temprano. Si fueras sabia, harías otro tanto.
—Te
sigo, no porque tenga sueño, pero sola aquí no me quedo.
Los ojos
y oídos de Yuri, se retiran de su escondite, sin que nos demos cuenta.
YURI
Escucho
la grabación que ha hecho mi hombre apostado en las sombras. Jackie es una
vulgar chismosa, típico de la mujer sin sexo del bueno. Blair, esconde mucho y
es cautelosa, pero es de una pieza, entera, sin dobleces. No quiere admitirlo,
pero la entrega que hace de su cuerpo, me indica algo que ni ella misma se
atreve a confesarse. No pensé que tuviera tanta certeza que saldrá dañada,
después de terminado el contrato, y me duele que me tema tanto, aunque, por
otro lado, hace bien. No me ha visto enfurecido y espero que jamás lo haga y
tenga que pasar por ello.
Me daré
una ducha después de golpear el saco de arena un buen rato. El demonio, como
ella me considera, puede tentarse y no quiero que sufra, si esta noche lo
libero y me desahogo con ella. A pesar mío, me he enamorado de esta maldita
mujer a la que tendré que dejar marchar, para que viva libre, Jackie, no es tan
estúpida como quiere hacer creer>>.
BLAIR
Ania me
abraza cuando sale del control del aeropuerto. Ha cambiado y está hermosa se la
ve, autosuficiente. Sus valijas, parecen no tener fin.
Yuri está en su oficina del edificio de su
empresa y no ha podido venir a recibirle.
Un gesto
de decepción, cruza por su rostro, pero se rehace enseguida. Debe estar acostumbrada
a vivir sin su padre.
Nos
ponemos al día, desde el aeropuerto hasta la casa.
Abraza a
su sobrino y queda prendada del niño, de cabello negro y ojos azules que le
miran serio, tomado de la mano de Sveta. Esta, es otra historia que le cuento
de manera atropellada.
—Así
que, papá al final te consiguió —ríe triunfante. Te lo dije la primera vez que
vine para la boda y te lo repito ahora.
Pero le
dura poco la alegría, cuando se entera del contrato entre nosotros para la
adopción de Sveta.
—Lo
lamento, de veras. Has hecho llegar nueva vida a esta casa, tu amiga es
chispeante y peligrosa, me advierte pocas horas después de llegar, aunque
parecen congeniar ni bien se conocen.
No sé de
nadie a quien Jackie le caiga mal, si exceptúo a Yuri…
Al día
siguiente, después del reencuentro de padre e hija, voy con Yuri a la ciudad a
comprarme un vestido, obviamente, para el festejo y obligada, ya que desde que
estamos juntos, me ha hecho comprar docenas de ellos, que tengo sin usar. Pero
le da la excusa para hacer que adquiera lencería, que no durará, entre sus
manos, grandes, ásperas y ávidas por arrancar, cualquier cosa que se interponga
entre nuestros cuerpos. Tal vez sea, un secreto poder que aún conservo, para
lograr ciertas cosas, como lo que voy a tratar con él, la cuestión de mi
trabajo, por ejemplo. La llegada de Ania, quizá ayude.
YURI
—No soy
un cavernícola—me defiendo. Puedes trabajar, pero no en cualquier pocilga y
desde abajo, soportando un baboso que quiera ponerte sus manos encima, solo
porque es tu jefe. Conozco gente…
—Cuando
me marche, ya nada les impedirá echarme a la calle a patadas, Yuri. Trata de
entender eso.
Estamos
en un restaurante carísimo y muy lujoso almorzando, después de hacer las
compras y contratar el servicio de catering para su fiesta.
—Déjame
ayudarte, y te aseguro, que nadie se animará a echarte. No sabes la clase de
convencimiento que puedo ejercer.
—Ni
quiero enterarme, solo deja que lo intente por mis propios méritos y esfuerzo.
Por favor, es importante para mí.
Finalmente
accede a regañadientes, pero, recibe una llamada de su oficina y debemos
interrumpir y postergar el tema por este día. Comenzaré a buscar y a enviar
currículum.
Por fin,
después de un par de días de intenso trajín, han instalado una enorme carpa en
el centro del parque, y allí se distribuyen las mesas y las sillas para algo
así como trescientas personas. La comida se ha traído en varios camiones y todo
está bajo la supervisión de un chef de renombre y su equipo de unas cuarenta
personas que incluye baristas y meseros. La música es especial ya que ha
contratado una orquesta y una pista que hará las veces de club nocturno, con
iluminadores, reflectoristas y sonidistas.
Los
niños no paran de meterse por todos lados y hay que contratar un par de
ayudantes para la niñera, para no perderles de vista. Los clones están más
alertas que nunca por las crecientes versiones y alertas de los temibles e
intrigantes italianos. Un servicio de Valet Parking, será lo más operativo y
Yuri, decide reforzar la vigilancia. Sumada la propia, a la de sus socios, hay
un pequeño ejército, rondando por toda la casa, pasando revista y haciendo
turnos de guardia, comunicándose por los puños, como en las películas del
género. Mentiría si negara estar nerviosa. Deseo que todo salga bien, por Yuri.
Ha trabajado mucho para esto, como sea
lo que esto signifique y pueda interpretarse.
Comienzan
a llegar, un desfile de smokings, trajes de fiesta y joyas por cientos de miles
de dólares. Conozco a sus socios y sus esposas, las legítimas. A las mujeres a
las que hay que traer a estos eventos.
Estamos
de pie, uno al lado de la otra, saludando a los invitados. A los regalos no los
he visto. Parece haber una sorpresa de unos cuantos de ellos, que no dejan de
hacerse gestos de complicidad. Los niños parecen decepcionados, al no haber
papeles para rasgar ni sorpresas, como en sus propios cumpleaños. Sveta está
preocupada porque teme que cuando cumpla tres años, nadie le regale nada y me
cuesta convencerla de lo contrario.
Por fin
se inicia la cena.
Los
mozos desfilan portando bandejas con multitud de platos y variedad de manjares
selectos, rociados con buenos vinos y mejor champán.
Traen
los carros con los postres al final, antes de la torta. La expectativa crece.
Los ojos de Yuri, relucen.
Le dan
palmadas en sus hombros, le prometen que van a cumplirle su deseo, pero debe
ser paciente.
Se
inicia el baile y estamos algo así como dos horas en la pista, hasta caer
agotados.
A las
cuatro de la mañana, llega un camión grúa. Ante los preparativos, imagino que
son capaces de regalarle un deportivo.
Los
fuegos artificiales, sirven de marco, se han apagado las luces del jardín y se
han encendido unas farolas a ras del pasto, como un escenario, cuando la grúa
se pone en funcionamiento y descarga una gran caja negra como de dos metros de
alto.
Todos
nos hallamos alrededor de la gran caja que tiene un enorme moño rojo en lo que
sería la tapa.
En medio
del estruendo de los artificios y la banda de música que arremete con un tema
explosivo y sensual, la tapa sale expulsada hacia arriba y los cuatro lados de
la caja caen hacia los costados.
Una
explosiva mujer desnuda, con el cuerpo cubierto de pintura dorada sale de su
interior.
— ¡Es
Diana Carpenter! El griterío se propaga como el fuego. Las curvas perfectas de
su cuerpo, brillan, iluminadas por los reflectores y ahora, hacen
foco en la mujer que desciende, ayudada por un par de hombres que hacen de
escalera humana, para que ella, con sus stilettos dorados, pise sus espaldas,
hasta tocar el suelo.
Me
entero que la mujer más sexy de la ciudad, la más cara, está aquí, como su
regalo de cumpleaños, de acuerdo a los deseos de mi marido.
Retrocedo,
sin que nadie preste atención.
Reparo
que Yuri, es tapado literalmente por sus socios y desaparece de mi vista, y le
arrastran hasta ella.
<<Estoy
de más>>, pienso. Que cumpla su deseo, pero yo, también cumpliré el mío.
Mi corazón, parece querer saltar fuera de mi pecho.
Camino
sin demostrar contrariedad, hacia la casa, lentamente, llevo una copa de
champagne en la mano.
Entro en
la casa, subo a mi vestidor y rápidamente, dejo a mano un jean, una remera y zapatillas que me pondré
cuando pueda. Pongo el resto de ropa en mi mochila. Me dirijo al cuarto de Sveta
que duerme sin registrar el estruendo que nos rodea. Ni las niñeras están a la
vista. Mejor.
La tomo
en brazos, luego de preparar su mochila.
Bajo a
la cochera, me cruzo con los clones que patrullan, pero, con la copa en la mano
no me cuesta caminar como una ebria. Coloco a Sveta en el asiento de atrás de
un todoterreno. Por suerte hay salidas de emergencia. <<Yuri, has pensado
en todo>>.
No me
cuesta trabajo acceder al generador y trajino un poco con él, como mi padre me
ha enseñado, hasta dejarlo inservible.
Voy al
panel de luces que alimenta la casa y el jardín. Destrozo la instalación y la
oscuridad, se hace presente.
Corro
hacia el vehículo, y me subo, abriendo el portón de salida, de forma manual.
Meto la primera y Sveta y yo, nos perdemos en la noche. Lástima que no podré
asistir al caos y la confusión que dejo atrás. Tienen suerte, que, por segunda
vez, no he aguardado a que ingresen en la gran carpa de nuevo para incendiarla
con todos adentro. Siempre dispongo de poco tiempo.
Y sí, pequeña, he arruinado todo y deberé
dejarte en manos extrañas, pero todo tiene un límite. No soy esa clase de mujer
complaciente que mira para otro lado cuando le ponen los cuernos. Los pactos
hay que honrarlos.
Sveta no
se ha despertado, he traído una manta y no hace frío en esta época.
Enfilo
para el sur. He ido juntando dinero, de cada cambio, de regalos costosos, que
me ha hecho Yuri, por cosas de menor valor y me he guardado la diferencia, he
ido vendiendo de joyas de mucho valor
sin que lo note. Hay suficiente, para que vivamos bastante tiempo, hasta ver
cómo van nuestras finanzas. Conseguiré empleo en algún pueblo pequeño y hasta,
si logro algo de ayuda, podré cambiarle el nombre a Sveta y nadie podrá
encontrarnos jamás.
Al poco
tiempo, hago una parada y dirijo el vehículo hacia unos matorrales. Tomo la
linterna, unos alicates y algo más que puedo necesitar y desactivo el GPS.
Subo
corriendo y pongo en marcha el motor.
Manejo
toda la noche. He cambiado de dirección varias veces y hasta he retornado hacia
atrás, por la autopista, he transitado por caminos rurales, hasta detenerme a
la salida de un pueblo, casi una ciudad. Vendo bastante mal la camioneta, aun
cuando me he ocupado de tener una credencial que me hace propietaria, nunca la
he usado ya que a todas partes voy con chofer, pero el truhán a cargo, parece
<<olfatear>> mi situación, ya que no es habitual que una mujer y
una niña dormida vendan un todoterreno, a primera hora de la mañana. No me
importa lo que sospeche. Elijo una van familiar gris plata, igual a miles de
ellas que circulan por todo el país. Una marca que, Ralph, mi padre, aprobaría.
De paso, agradezco en voz alta a Ralph Dixon, por haberme enseñado lo que sé de
generadores, motores y marcas de automóviles.
—No
podrás conocerle aún, Sveta, susurro. Las lágrimas corren por mis mejillas.
Porque, lo he arruinado, por orgullo, si, después de todo, es un hombre libre y
nunca ha dejado de serlo y la diferencia entre nosotros, es lo que me indignó
¿Sabes? Si a mí me regalaran un hombre para mi cumpleaños, hubiera quedado
tendido atravesado por una bala, pequeña, no lo dudes. Para las mujeres, la ley
es igual, pero se aplica de manera distinta. Basta de mensajes machistas o
dignos de mujeres doblegadas y victimizadas. Si tienes suerte, te tocará un
chico que te respete, te diga la verdad y hasta pueda enamorarse de ti. No sé
por qué pienso en Sacha. Sonrío. Parezco una vieja casamentera. Mientras trato
de ponerme a salvo de la ira del abuelo de Sacha. Contra él, se estrellan mis
sueños.
Nos
detenemos en una estación de servicio. Sveta está despierta. Le cuento que
vamos de día de campo, por un tiempo y acepta encantada. Tiene un carácter
afable y solo necesita que le mimen.
Devora
el desayuno, que a mí me cuesta tragar, por un nudo que se ha instalado en la
base de mi garganta y al que le cuesta aflojarse. Sveta se distrae mirando los
dibujitos que he colocado en el celular desechable que he comprado. Lamento
haber tirado el otro cuando recién salimos de la casa.
Manejo
hasta el mediodía y ya no puedo más de sueño.
Ninguna
distancia me parece suficientemente lejos para detenernos a dormir.
Veo un
motel, y me registro con nombre falso. Por suerte, no lo corroboran.
Pongo la
televisión, mientras me doy una ducha. Luego le toca a Sveta que no deja de
preguntar por qué Sacha no ha venido con nosotras y le digo que ha amanecido
muy resfriado y que tal vez le dejen; algún día.
Estoy
tentada de llamar a Jackie, pero sería lo último que haría. Imagino que, a
estas horas, está en su casa de regreso, angustiada por lo que ha sucedido
anoche y esperando saber de nosotras. Pero es lista, no va a esperar que yo me
comunique durante un tiempo, hasta que todo se calme. A estas horas, también
imagino a Yuri, barriendo las cámaras de vigilancia y descubriendo que me he
fugado con el todoterreno. Conseguirá las cámaras viales, y las de peaje, eso
estoy segura. Si le conozco bien, sé que moverá cielo y tierra para
localizarnos. Me estremece pensar así.
Decido
viajar de noche, así que duermo lo que se puede durante el día, hasta que me
sienta un poco más segura. Ya hemos salido del estado y no me alcanza. Es lo
que cualquiera haría.
Me
derrumbo en la cama de otro motel. Sveta también luce algo cansada. Cuando me
despierto, la llevo a unos juegos y allí nos quedamos hasta la hora de cenar.
Partimos sin mirar atrás.
He
recorrido más de tres mil kilómetros. Entro en un pueblo encantador y allí
decido parar en un hotel y tentar suerte. El asunto de los documentos, es lo
que más me preocupa. Si contactara a Ralph, seguro que los guiaría hasta él si
es que ya no le han contactado. Tal vez, le hable por un desechable para
alertarle, pero cambio de idea, por otra mejor. Llamo a un amigo suyo, Lou
Simpson. Le explico brevemente la situación y le recomiendo máxima discreción,
pero que le transmita eso a Ralph. Veré la manera de llamarle por el tema de
identidades.
Lou,
como ex policía, se hace cargo de mi situación enseguida. No creo que se venda.
Me conoce desde que era una cría.
Llamo a
mi padre esa noche. Está intranquilo. Ya contactaron con ellos. Yuri se
presentó en persona, me cuenta. Le dijo que está dispuesto a perdonarme porque
sus amigos se pasaron, pero no le creo. Es demasiado el daño a su orgullo y
prestigio en la organización que he infligido. Merezco, a sus ojos, un castigo
ejemplar.
Mi padre
se está poniendo senil, cuando dice: <<ese hombre en verdad te quiere,
Blair>>.
—No le
conoces y no sabes quién es, papá —protesto desesperada. A menos que alguno de
sus esbirros esté con él en casa, amenazándole, pero no me parece. Creo que me
daría cuenta. Papá parece estar tranquilo; creo que le alcanza con saber que
sigo estando viva.
—No
estoy senil —adivina mi pensamiento. Sé que es un verdadero hijo de
puta—afirma. Pero le has ganado la más dura de las batallas, has doblegado su
orgullo, por lo menos es lo que parece. Además, está metido en una guerra que
se ha desatado hace tres días con los italianos. No creo que tenga mucho tiempo
de acordarse de tu actitud tan digna y de la que tan orgulloso me siento. Ya
sabía que te vendría bien saber algo de mecánica, oigo su risa.
—Tengo
que dejarte, papá. No sé qué haré con las identidades ya sabes.
—Lou, se
ha comprometido con alguno de sus contactos de los viejos tiempos. Por suerte,
no todos los delincuentes están en prisión y todavía quedan personas que hacen
trabajos decentes. Por el dinero no te preocupes. Tu marido nos dejó un montón
porque, me dijo que lo usemos para ayudarte, no tiene rastreador, me advirtió.
Eso por si decides no regresar, me dijo. No quiere que tú o Sveta la pasen mal.
Así que, ahí tienes una prueba de lo que siente.
—Papá—le
digo con voz cansada—es un psicópata, no le creas, miente como respira, siempre
está tramando algo y quizá esté más cerca de lo que supongo. No escuches nada
de lo que te diga, ni en su sonrisa ni las miradas dolidas, que va a dedicarles
a mamá y a ti. Yo sé de lo que hablo. Está todo el tiempo seduciendo. Nunca lo
olvides. Ese dinero debe tener forma de poder ser rastreado, no lo uses.
Guárdalo, y trata de pagar de tus ahorros las credenciales. Te lo devolveré. Te
enviaré una dirección postal para que envíes todo cuando estén listas.
Hemos
seguido viaje, después de eso. Cambié de idea, y al final me dirigí al norte y
al oeste. Cambié el auto por un utilitario azul y ahora estoy por arribar a
Montana.
Llegadas
a un pueblo de montaña, alquilo un departamento muy pequeño, que da a un
paisaje agreste y duramente salvaje
Hace dos
días que Jenny y Cindy Sullivan, madre e hija, como ahora nos llamamos, están
haciendo fila en una escuela para niños de tres años. Su primera experiencia
escolar. Su cumpleaños, no fue con los regalos que le prometí, pero la muñeca
vestida de esquiadora que le compré, parece dejarla conforme.
Consigo
trabajo en una librería que tiene un café adjunto que trabaja mucho y obtengo
muy buenas propinas por mi aspecto, ya que sirviendo soy bastante torpe, pero
para mirar mi trasero, los hombres del pueblo, disputan las mesas, cuando en su
vida, habían pisado el lugar. La dueña, Sally Connors, está feliz, con su nueva
adquisición: yo.
Hasta
donde los chismes me llegan, soy una madre soltera, muy callada, simpática, que
envía a su pequeña hijita a la escuela maternal de la ciudad y poco más.
Sveta,
ahora, me llama <<mamá>>. En su pequeña boca, me suena muy dulce.
He
tenido que vender el diamante que me regaló Yuri. No sabía lo que llevaba en el
dedo. La alianza también desaparece. Mis ojos se llenan de humedad y por las
noches, he llegado a extrañar, su salvaje presencia y su calor en mi cama.
Luego,
recuerdo la traición, el regalo de sus socios, fieles a sus deseos, así que eso
despeja cualquier duda que tuviera acerca de su sinceridad.
Nunca
dejó de anhelar regalarse a Diana Carpenter. Pues, ya cumplió su sueño.
Analizo
los míos. No estoy lista a dos meses de haber huido, para iniciar ninguna
relación con otro hombre por más guapo, sexy o rico o lo que sea.
En un
rincón de mi mente, sé que lo que viví con él, en la intimidad va a costar
igualarlo. Un amante así, no se conoce todos los días. No creo que abunden y
menos por estos parajes algo rudos. Hombres que conozcan los
<<tempos>> de la mujer que tienen en sus brazos, no hay muchos.
Yuri, ha aprendido de cada mujer un trozo de la feminidad, de la difícil
lección de pulsar los botones adecuados y conoce las respuestas de los dóndes,
cómos y cuándos. Sabe de la infinita paciencia que a veces es necesaria y se
dedica solo a esperar, eso, no le molesta, sino que lo disfruta, sus ojos
fijos, atento a cada una de mis respuestas a sus estímulos, para saber cuándo
subirse a la calesita del placer y elegir el animal adecuado para llegar bien
alto y acompañado.
YURI
Cuando
descubro que Blair ha escapado con Sveta, me ahogo por la furia. Estrello mi
puño contra la bolsa de arena, sin vendaje alguno, sin protección y me
fracturo. No contento con eso, con mi otro puño golpeo un disco de las pesas y
me hago un corte que necesita cinco puntos.
La
fiesta de mi cumpleaños, terminó en penumbras, mientras que, se esparció como
reguero de pólvora, la noticia del estropicio eléctrico, y, que la que lo había ocasionado, no era otra, que mi celosa
mujer. Fue la comidilla de la fiesta, mi atroz pesadilla, que terminó con esa
noche para el olvido. Los responsables del regalo, no sabían qué decir. Se
ofrecieron a mediar con ella, y ofrecerle las disculpas del caso.
Lo que
no les dije, es que había escapado, llevándose a Sveta y poco más. Ni dinero,
ni joyas de la caja fuerte que compartía con Nika y ella. Solo en ella, hay más
de un millón de dólares para emergencias. Era cierto, nunca había querido ni
necesitado nada de mí, solo un apellido que darle a la niña, hasta el divorcio.
Genial.
Con un vendaje en una mano y una férula en la otra, parezco una momia. Llamo al
mejor. Alguien diferente, fuera de nuestro entorno. Capaz de hallar una aguja
en un pajar. Ted Waltz, es un tipo legal, capaz, ha trabajado para las fuerzas
especiales y está condecorado, pero dado de baja por haber noqueado a su jefe. Ha
trabajado para mí, hallando a otra clase de prófugos, a verdaderas ratas, a las
que me he dado el gusto, de matar con mis propias manos.
En una
semana, ha ubicado a la familia de Blair, y, en persona, he llevado dinero
marcado, que ellos no han tocado. Chica inteligente. Pincha el teléfono de
Jackie, Mark y hasta el de Nika. Sí, el de mi propio hijo. No sé qué es capaz
de hacer estando desesperada, como debe estar. Sacha, no ha dejado de llorar
pidiendo por Sveta y ya no sabemos cómo conformarlo. Ania, me sermonea, me
culpa, y pospone su partida cuando observa que su padre, no solo está furibundo,
sino dolido y culpable. Jamás hubiera tocado a Diane Carpenter, teniendo a
Blair.
Ted se
mueve rápido y vale cada dólar de oro que me cobra. Ha localizado el
todoterreno, que ha sido adquirido por otra persona. Tenía el GPS roto. Por lo
que cuenta, la forma de expresarse, comienzo a detectar que forma parte del
club de admiradores de mi esposa. Le maldigo en voz baja. En todo este tiempo,
se ha hecho admirar y amar en secreto por más de uno —reconozco a mi pesar. Y
el único que no supo cuidarla fue el que la tuvo: yo. Me odio por eso. Lo de la
chica Carpenter, ha sido un deseo antiguo y ya caducado y sin embargo, mis
estúpidos socios, lo creían vigente.
Mientras
tanto, los italianos, avanzan sobre otras zonas. Organizo tal cacería de
alimañas que las calles vuelven a parecer las de los treintas. No hay noche que
no ultimemos a uno de ellos. Intentan un acercamiento, pero no estoy dispuesto
a dividir un territorio ya de por sí complejo, con ellos. Hasta interviene el
mismísimo alcalde para tratar de pararme los pies. Esa noche un capo de los
menores, tiene el coraje de balear mi auto, donde me traslado a uno de los
clubes, le perseguimos y cuando le tengo enfrente, es tal la furia que se ha
apoderado de mí en estos tiempos, que tomando un cuchillo, lo abro en canal y
le arrojo desangrándose, sobre la escalera de una iglesia. Al día siguiente,
los titulares, me aplastan, <<Guerra de Zares>>, frases tales como
<<división de territorios, drogas, lavado de dinero>> condimentan
los artículos donde el morbo de los ciudadanos, encuentran motivos para entretener
sus opacas vidas, mientras yo soy el que, cada noche, en una enorme casa
silenciosa, casi vacía, se enfrenta con su propio infierno.
Una
situación así, en otra pareja, una normal, hubiera merecido una conversación,
antes de adoptar alguna decisión. Pero la nuestra, fue de todo, menos normal y
ella no tuvo dudas que me llevé a la Carpenter derecho a nuestra cama para
saciarme con ella. Tengo pésima fama entre las mujeres y ahora, me toca pagar,
en mi hora más dichosa, cuando soy absolutamente fiel.
Sobre mi
mesa de luz, reposa el reloj de arena, que insensible, se desgrana cada día, recordándome que cada vez falta
menos para que el estado nos apruebe, como padres de Sveta y luego ella se
libere de mí. Observo hasta el detalle de las cúpulas de cebolla como algunos
edificios de mi maldita ciudad, para que nunca olvide de dónde vengo, de paso.
Y la arena, es el testigo, el tiempo hecho materia, implacable. Lo traslado a
mi estudio. No quiero que sea lo primera que vea cuando despierte cada mañana,
cuando logro dormir.
Mi
acción contra el capo, trae consecuencias. Comienzan a atacar algunos de
nuestros negocios que vienen en barco, y tenemos que reforzar las guardias.
Hace dos semanas, que a Ted Waltz, parece habérselo tragado la tierra>>.
BLAIR
El
trabajo en el café y librería, ahora es al revés y Sally ha debido invertir el
cartel, y ampliar el local para colocar más mesas. Ha conseguido que varias
editoriales, le consideren un sitio alternativo para las presentaciones y
firmas de nuevos lanzamientos editoriales.
Hasta ha
contratado un diseñador para mi uniforme, algo inédito, dada la sencilla
apariencia del lugar. Pero junto con el logotipo de la <<S>> de
Sally, ha salido de sus bocetos una verdadera pieza de vestuario, casi único.
En tonos
de gris y berenjena, ha diseñado una pollera tubo, un poco más arriba de la
rodilla, una blusa gris, con profundo escote cerrado en pico, y una chaquetita
corta de terciopelo a tono con la pollera, tiene ciertas reminiscencias
victorianas. Se complementan, con unas medias, gris humo, y unas réplicas de
las botas cortas acordonadas, con taco y punta aguzada, típica de las modelos
de Toulouse-Lautrec. Todo muy ceñido a mi cuerpo, y la pollera tiene un
profundo tajo al costado que muestra el encaje en que rematan mis medias.
Los
puntos fuertes de los libros de Sally son las novelas victorianas y la
ambientación del nuevo local, parece una taberna del siglo XIX, solo falta Jack
el destripador. Pero mi cuerpo, vende, asegura, exultante. Me ha aumentado el
sueldo y se ve obligada a contratar a alguien más.
Se lee
menos de lo que se consume de café, porque ese es mi pequeño reino, donde
ahora, mucho más ducha, sirvo con soltura, moviéndome entre las mesas y
esquivando alguna equívoca mano, pero no hay cómo hacerlo, de las miradas
lascivas.
Hace
cosa de una semana, han venido algunas caras nuevas. Imagino que de otros
pueblos vecinos, a ver a la extraña mujer curvilínea, escapada de <<White
Chapel>>.
Hay un
hombre que suele sentarse al fondo, ajeno a todo. Es muy apuesto, pero no
parece tener ese aspecto lobuno de los demás. Pide siempre su café doble con
crema después de cenar algo ligero. Ahora, Sally ha cubierto el rubro de
<<comidas rápidas>>. Se queda una hora casi todas las noches y lee,
o aparenta hacerlo, el mismo libro, que ha comprado el primer día que llegó.
Sonríe levemente cuando le atiendo, tiene un tono de voz sosegado y grave. No
parece querer entablar conversación, con gran alivio de mi parte.
Sally, a
quien nada se le escapa, asegura que el tipo, como un gavilán anda volándome en
cautos círculos, rondándome pero con cuidado, para no asustarme, me dice.
—No
quiero nada de complicaciones, Sally —insisto por décima vez en cuatro días.
Una
tarde, al volver cargando las compras del supermercado y Sveta de una mano, me
ayuda a cargar las bolsas hasta mi casa que queda dos pisos por escalera.
Le
invito a tomar café, pero, declina la invitación y decido no insistir.
Durante
otra semana, al ser una pequeña ciudad, nos tropezamos casualmente en el banco,
la farmacia, y la sala de espera del pediatra, en el hospital. Sveta ha pescado
un buen resfriado, no está acostumbrada a tanto frío. Está pegada a mi regazo y
hunde su cabeza bajo uno de mis brazos, como buscando refugio.
Él entra
al recinto, acompañando a un hombre algo más joven, que cojea de una pierna. Le
acompaña hasta que queda en manos de los doctores y se sienta a esperar. Recién
entonces, parece reparar en mi presencia.
Sveta
está muy molesta y le sueno la pequeña nariz a cada rato, la fiebre le provoca
bastante decaimiento.
— ¿Es su
hija? Me pregunta.
—Sí. Se
llama Jenny y está muy resfriada.
Jenny
saca la cabeza de donde la había escondido y pregunta:
—
¿Conoces a Sacha?
Me quedo
helada. Ella no entiende la situación que estamos viviendo hace tres meses y no
sabe si la casa de Yuri, queda a la vuelta de la esquina. Solo sabe que nos
hemos mudado a otro sitio, pero no me parece que se dé cuenta de otros cambios
notables, excepto la desaparición de las personas de su entorno, por las que
pregunta incansablemente. Las dibuja frenéticamente y la maestra está atenta.
Yo, trato de crear una imagen de mi familia que ha quedado en New York, y la
mujer, parece aceptar la historia, así como el efecto del cambio sobre la niña.
—No
conozco a Sacha —le contesta afablemente ¿Quién es? Tal vez pueda conocerlo de
alguna parte, me guiña un ojo, dando a entender que solo le sigue la corriente.
—Es el
hijo de Nika, y lo extraño.
— ¿Quién
es Nika?
Quiero
que nos llamen, ya. No puedo salir corriendo. He pasado toda la noche dándole
baños de agua fresca para bajar la temperatura, pero, tal vez necesite
antibióticos y no me iré de allí, no importa cuántas horas deba esperar y
cuántas cosas cuente Sveta. Él apenas escucha sus respuestas, atento a su
compañero accidentado. Parecen ser operarios de alguna de las tantas obras
viales, por el aspecto rudo, sus botines de seguridad, sus cascos. Aunque,
parece integrar la planta de directivos ya que sus manos, me fijo, son bastante
tersas, y no presentan en aspecto ajado que tenían las manos de mi papá,
después de tanto tiempo de sacar grasa con solvente.
Me
entero que se llama Marcus Bonet, y que está de paso, contratado en una de las
compañías pavimentadoras.
Ahora, han
pasado casi seis meses y parece que Yuri no va a buscarnos más, o eso es lo que
prefiero pensar.
Marcus
me espera a la salida de mi trabajo, porque no quiere que vuelva sola de noche.
En invierno oscurece bastante más temprano y a veces, se queda a cenar.
Una
noche, Sveta ya está dormida en su cama, tocan el timbre de mi casa. Es Marcus
que trae dos cervezas y le invito a pasar. No quiero seguir, porque sé que va a
marcharse y estoy harta de perder personas por mi camino. Así que, cuando
intenta avanzar, le impido seguir adelante.
—Parece
que estuvieras escapando de algo o de alguien —me lanza directo, clavando sus
ojos en mi cara.
Estoy
ahogándome por contarle algo. Pero, no me animo y trato de negar todo. Me toma
de la barbilla, la levanta y me obliga a mirarlo. No puedo sostener su mirada
por más tiempo. Vivir como una prófuga es, al mismo tiempo atravesar un páramo
de soledad eterna, que parece que no se va a acabar jamás y deberé huir hasta
el final de mi última respiración en este mundo. Y está Sveta. No puede
seguirme, sin amigos, sin afectos fijos, algo que le dé cierta estabilidad en
su vida, la seguridad que sé que ambas necesitamos. Algo se quiebra en mi
interior.
—No
puedo confiar en ti, no te conozco, Marcus, lo siento.
—Déjame
adivinar, entonces, como un juego.
— ¿Para
qué?
—Porque
me doy cuenta que necesitas confiar en alguien. Hace bastante que estás huyendo
y…
— ¿Qué
te hace pensar eso? Trato de sonreír y ganar tiempo.
Porque
destilas miedo, Cindy. Miras sobre tu hombro y ya ni te das cuenta de que lo
haces.
—Bueno,
debe ser porque soy forastera. Me río y esta noche de mi boca, no sale una sola
palabra.
YURI
Recibo
el llamado de Ted Waltz a las tres semanas de comenzar su rastreo. Ha vuelto al
pueblo de Blair, y ha dado con un amigo del padre que es ex policía y no le
costó nada sembrar la amenaza de un escándalo que le haría perder la pensión,
el tipo canta como un tenor.
Me envía
fotografías de mi mujer y la niña. Percibo que tiene dudas, pero no alcanzo a
darme cuenta, qué pudo haber pasado entre ellos, hasta que creo que el imbécil,
otro más, se ha enamorado de mi esposa. No quiere entregármela, para que le
asesine o algo peor, una muerte lenta, dolorosa y humillante. Aprieto los puños
con ganas de ir detrás de él, y dispararle, pero no me dice desde dónde me
llama.
Mi voz
suena desesperada, intento convencerle que nadie le hará daño a Blair, que no
es su culpa, que quiero que recupere la vida que tenía a mi lado, no entro en
los detalles de nuestro contrato. Pero no sueno convincente. Dentro de mi
mente, estoy furioso todavía y no decido qué haré, si logro recuperarlas. Me he
enamorado yo también y hace rato, cuando estaba en el hospital, más
precisamente, pero eso no será obstáculo para que descargue mi escarmiento
sobre ella, porque así he aprendido a hacerlo.
Le noto
cauteloso y me da cada vez más rabia. He vuelto a fumar. No paro en casa, ceno
en algún club, me cuesta dormir, no puedo seguir viviendo sin ella, es la más
jodida de las verdades.
Le
recuerdo nuestro arreglo y sabe que puedo arruinarle. Aun así, se arriesga y me
pide garantías que nadie ha de lastimarla. No sé qué pueda hacer para
convencerle.
La ola
de violencia que he desatado contra los italianos, parece haberse calmado y por ese lado, sigo
adoptando precauciones, pero me ocupo más de saber que ella esté bien. No
quiero que este tipo se aproveche de su vulnerabilidad y le ponga una mano
encima. Mi infierno se ahonda.
Me corta
la comunicación y permanezco en la oscuridad de mi habitación. Maldigo en voz
alta. Blair suele tener ese efecto sobre los hombres, pierden la objetividad y
sus límites, perdidos cuando los mira un par de veces o pueden asomarse al
infierno de su cuerpo, una mujer con aspecto de niña que a sus diez y ocho,
puso mi puto mundo de espaldas, para treparse encima y proclamar sin darse
cuenta que, cuando estuviera lista, sería mi dueña absoluta. Decido dejar de
fumar, pensar con claridad qué puedo hacer para que Ted Waltz desista de
quedarse con ella. Sé que eso de jugar a la casita, no forma parte de su
perfil, pero, temo que necesite probarla, antes de darse cuenta, paladearla, para
luego darse cuenta, que se siente prisionero de una niña de tres años, y una
eterna prófuga.
BLAIR
Esta
noche, cuando Marcus se ha marchado, le he notado extraño, taciturno. Imagino que
será porque tiene que trasladarse a otro emplazamiento, así lo ha manifestado y
parece sentir tener que hacerlo. Duda. Pero, no puedo atarme a nadie, ni
alentarle a quedarse porque, tal vez, las que debamos seguir nuestro camino,
somos nosotras. A veces, siento que quiere decirme algo y a último momento, se
echa atrás y creo saber qué es: es un hombre casado. Así de simple. Como yo,
salvando las distancias, claro está. No creo que su esposa, en caso de tener
una, le busque para asesinarle.
La
próxima vez que nos vemos, en el bar de Sally, aprovechando una pausa en el
trajín, le pregunto directamente.
Acusa el
golpe y creo que sí lo es. Está casado.
— ¿Y tú?
¿Qué me dices? ¿Tienes alguien a quien has abandonado? Me espeta.
Yo
pregunté primero.
—No
tengo a nadie esperando por mí, te lo aseguro.
Decido
creerle.
—Yo…
creí tener a alguien, un hombre difícil, pero pensé que podría con él. No es un
hombre cualquiera, me inspira temor, pero también me enamoré de él, como una
idiota. Me ha hecho, según su gusto, a su medida, no puedo explicarme mejor. Sé
cuál es mi lugar a su lado, no intento entrometerme en sus negocios, siempre
está trabajando y respeto eso, y cuando me brinda su tiempo, sencillamente me
doy cuenta que recupero el aire que me falta cuando no le veo. Pero eso, puede
terminar destruyéndome, no creo que entiendas.
—Un
poco. Parece algo como una pareja tóxica. <<Muero, si estoy lejos, muero
si estoy cerca>>.
—Bueno,
esa es…fue nuestra toxicidad y añoro esa sensación de esperar a que llegue, sin
saber cómo ni cuándo lo hará, si querrá verme o si se reunirá hasta las tantas
con sus socios, es como vivir en el borde del abismo de manera permanente y no
puedo vivir sin eso. Ya sé, suena enfermo, tienes razón, pero es una enfermedad
que ha dado sentido a mis días con él, sabiendo que están contados, además…
— ¿Está
enfermo?
—No, es
que… cuando al fin se canse de mí, puedo terminar muerta, de la peor manera o
quizá decida seguir y… No sé por qué te estoy contando esto.
Me
levanto de la silla que he ocupado por un rato y decido irme a casa temprano.
No me siento bien.
Se
apresura a levantarse de un salto y se coloca junto a mí cuando salgo del
local.
Y allí
comienza el infierno. Una ráfaga de balas, estalla a nuestro alrededor,
haciendo saltar fragmentos de pared, vidrios que se clavan en forma de
pinchazos en mis brazos y en el cuello, caigo al suelo, o él me ha derribado.
Me cubre con su cuerpo y saca una pistola que ignoraba que llevaba y repele el
ataque. Nos arrastramos al interior del local donde los clientes, que no eran
muchos a esa hora, se han refugiado debajo de las mesas. Lo veo ir hacia uno de
los escaparates y sigue disparando, mientras solicita ayuda.
Al rato
se oye una explosión de algo que es arrojado dentro del bar, que me deja
aturdida y completamente sorda.
Otros
disparos, parecen venir de atrás y tomándome del brazo, me arrastra a la parte
trasera del lugar. Salimos a un callejón, una camioneta nos espera y salimos
disparados hasta mi piso donde están Sveta y la señora que la cuida unas horas.
Tomo a la niña en mis brazos, le arrojo algo de dinero a la despavorida mujer.
Ha debido oír el estruendo y no duda un segundo en desaparecer. Apenas hago
tiempo para tomar algo de abrigo para la niña y salimos arrastrándonos.
El
hombre que cojeaba es quien maneja y enfilamos hacia no sé dónde. Estoy mareada
y creo que del miedo, voy a vomitar.
A las
pocas horas, podemos considerarnos fuera del alcance de quienes hayan querido
matarme.
No creo
que sea Yuri. No es típico de él, por más furia que tenga. Los meses que han
pasado, debería ser un tiempo más que suficiente para enfriarse, pero no para
él.
No
protesto cuando dos días después llegamos a New York. Acepto la derrota, llena
de una fría comprensión. Marcus, o como sea que se llame, trabaja para Yuri, lo
ha hecho todo el tiempo y me toca hacer frente a lo que ha pasado. Solo pido
que lo que sea que haya planeado, no sea frente a Sveta.
Entramos
en la mansión y Yuri está en la puerta, de pie, con semblante grave, sus ojos
fríos observando estacionar a Marcus o Ted Waltz, como me entero después que es
su verdadero nombre.
Está
herido, ha sido rozado por una bala en un brazo, pero lo lleva bien. El hombre
cojo, que no es tal, formó parte de su estrategia para poder ingresar al
hospital con una excusa, trabaja para él. Yo tengo el cuello vendado y ambos
brazos.
Me
detengo, de pie junto al vehículo.
Yuri
baja las escaleras y me abraza, sin decir nada. Sveta, a los gritos sale
buscando a Sacha.
Al
menos, me deja bañarme, ponerme algo de ropa limpia y bajar a su estudio, lo
hago sin golpear antes.
Ted,
está sentado enfrente del escritorio y están analizando el tema de los
italianos. Al parecer, no quedan dudas que han sido ellos.
— ¿Por
qué no te has quedado acostada descansando? Yuri me evalúa y noto que parece
impresionado. Llama a Ralph, querrá saber de ustedes —me dice. Así lo hago,
dócilmente.
Ania me
abraza y parece haberse preocupado por nosotras, así como Jackie quien parece
aliviada y mis amigos me miran sin comentar nada, cuando nos reunimos, días
después.
Hasta la
noche, que Nika entra a bañarse y cambiarse para ir a los clubes, ignoraba que
estaba de regreso.
Me
abraza cuando me ve, y me suelta enseguida. Advierto la mirada glacial de Yuri,
sobre lo que considera suyo.
—Es la
respuesta por el capo, suelta Nika. Espero que consideren saldado el asunto.
—No,
Nika. Muerto por muerto —afirma su padre. Es la guerra, de nuevo. Esta noche
nos reuniremos aquí. O ellos o nosotros.
Sveta
cae rendida, pero feliz.
— ¿No
soy Jenny ahora? Pregunta con el ceño fruncido.
Sonrío y
le acaricio el pelo.
—No,
querida, eres Sveta. Eso no puede robártelo nadie.
Cenamos
a solas con Yuri. Ha despachado fríamente a Ted Waltz, vaya a saber qué ha
pasado entre ellos, aunque creo adivinarlo. He estado a punto de cruzar el
límite con él y no me arrepiento, pero de alguna forma, Yuri lo sabe y me mira
serio y no dice nada.
Hasta
que terminada la cena, me acompaña al dormitorio.
Me
acuesto en la cama, con una camiseta que me llega hasta la rodilla, me hago un
ovillo y solo espero, casi sin respirar, cómo ha de manifestar su ira.
Se
sienta en la cama, reconozco su perfume, respira agitado y tiene el ceño
fruncido. Sus ojos tan azules, parecen turbios o debe ser la luz. Los párpados
me pesan y por más esfuerzos que hago, no puedo mantenerlos abiertos.
—Tendrás
que contarlo algún día, pequeña—susurra. Me acaricia la mejilla con el pulgar,
ya no podrás seguir ocultándolo. Las personas honestas, van a saber con qué
clase de monstruo has estado casada y eso no podemos permitirlo ¿Verdad?
— ¿Vas a
cortar mi lengua? ¿A matarme? Las palabras salen trastabillando de mi boca. Me
ha drogado.
Apaga la
luz y cierra la puerta, detrás de sí.
—Veremos,
Blair. Pero, esta noche, quiero estar seguro que no vas a huir de nuevo—murmura.
YURI
Corrió a
abrazarse a Nika, y a mí, ni siquiera se dignó mirarme, y la entiendo, Waltz,
me dijo que le inspiro terror y su maldita vocación de soldado, para proteger,
hizo que ahora, tenga, su mirada invisible en mi nuca. La advertencia que me
hizo, antes de partir, la tengo en cuenta, no soy imbécil. Si algo le pasa, iré
a buscarte, donde te encuentres. Y es un hombre de palabra. Antes de tocarla se
debe haber atado las manos, y quiso estar seguro que no correría riesgo
inmediato si me la traía de regreso. Pero, no sabe si he decidido dañarle
ahora, o en algún momento.
Sé
porque no me abrazó, porque me cree capaz de soltarle un escorpión en el
escote, si lo intenta. Así de enfermo me cree.
Esta
vez, Tampoco vamos a arreglarlo con regalos costosos o viajes.
Suspiro.
He llegado a mi oficina, hora de ponerme la máscara.
Ese día
se incubó el sangriento plan y la escalada de violencia entre familias que
sumió a la ciudad en un baño sangriento, como en décadas que se creían
superadas.
Ambos
bandos, recibieron cuantiosos daños, pero la mayoría eran solo cuerpos.
Fácilmente reemplazables. Las calles están llenas de aspirantes a gangsters, la
falta de dinero de dinero fácil era algo por lo que matar vale la pena, en
muchas cabezas medio freídas por las drogas.
Pero,
los rusos detestamos a los latinos, a los negros y a los italianos. Para
nosotros, un hombre de verdad, debe ser reclutado entre los nuestros, o
cualquier eslavo, hasta aceptamos magiares, ¿Por qué no? Excepto en el caso de
Waltz, de origen germano, le elegí porque nacido en América, su acento, de
haber sido uno de los nuestros, le hubiera delatado; si Blair le escuchaba
hablar, hubiera vuelto a huir.
Otra vez,
ese nombre, me ronda. No quisiera tener que matarle, porque puede serme útil en
un futuro, pero, sé que estará cerca de mi mujer. No se ha quedado tranquilo, y
encontrará la manera de decirle que cualquier cosa, puede contar con él. Por
eso, apenas sí se despidió de ella, se le notaba avergonzado de haberla
traicionado. Vuelvo a concentrarme en los negocios.
Esa
noche, Yuri entró en el dormitorio en puntillas, se metió en la ducha y salió
con la toalla enrollada en la cintura. Encendió la luz de su lado, graduándola
apenas, para no despertarla.
Blair
estaba dormida de costado, y apenas frunció el ceño cuando la oscuridad cedió
solo un poco. Estaba tan hermosa…La niña que había conocido una vez, se había
transformado en una espléndida mujer y era suya. Cuando el plazo venciera, ya
vería.
Me he
dado cuenta lo que la he echado de menos. Estos seis meses, han sido
jodidamente agónicos. No he tocado a ninguna mujer, ni lo he deseado. Esta
maldita me ha hecho algo que creo saber qué es: no podía conocer de qué se
alimentaba, qué es lo que la movía hasta ahora. Pero ya lo acabo de ver, lo he
resuelto. Ha sido Sveta la que ha hecho que haga todo lo que ha hecho, es el
amor que siente por esa niña.
Las
mujeres, la mayoría, tienen una fuente de alimento que les es común: las
ilusiones. Les privas de ellas, y es como irlas matando de hambre lentamente.
Después, vienen las fantasías, los sentimientos, los deseos. Las más fuertes,
se alimentan de ambición. Esas, eran las que solían durarme más. No estoy
acostumbrado a estar con una mujer cuyo principal alimento es el amor, el más
puro, por un ser indefenso.
Es tan
desinteresada que ni precio tiene. No tengo con qué comprar su atención.
Me
preocupa que no he sido ni sea capaz de ponerle a salvo de mis enemigos y menos
del principal: yo mismo. A veces, es tanto el hambre que tengo de ella, que me
da miedo de aquello de lo que soy capaz de hacer.
Esta
noche, aprovecho que se ha despertado para que hablemos.
Le
cuento lo que he descubierto, acerca de qué se alimenta, conozco su secreto. Y
agrego que su orgullo, no es un componente menor de sus impulsos, que es lo que
le hace hacer cosas que después lamentamos ambos. Yo, el primero que soy quien
inicia el escarmiento y sufro por lo que sé que sentirá ella, pero debo hacerlo.
Me mira sin comprender.
—No
entiendo de dónde sale la obligación de castigar —me dice.
—Porque
he sido castigado y repito lo que aprendí. Soy un tipo roto por dentro,
quebrado y cruel, por necesidad, y ya es tarde para remendar lo que se ha
esparcido en pedazos de malas acciones desperdigadas aquí y allá, esos trozos
no pueden juntarse más, Blair. No me justifico, quiero ser entendido. He
aprendido a reprimir impulsos que para otros son normales como el afecto y la
contención. Solo entiendo de venganzas, castigos, represalias y guerra, siempre
lo mismo. A mi lado, no encontrarás otra cosa, pero quiero decirte que la noche
de mi cumpleaños, no toqué a la Carpenter. Después que todo pasó, repararon el
generador, ella llamó a mi puerta y le arrojé más dinero del que había cobrado
por su tiempo, para que se marchara. No puedo pretender que me creas, Nika la
vio cuando se iba, bastante ofendida, por cierto. Nunca pensé que te irías para
desaparecer y cometí errores imperdonables por la furia que sentía. Desaté una
guerra evitable con los italianos que ha costado muchas vidas, ensangrenté mis
manos con ellos, pensando que así me calmaría, pero cada día estaba peor y era
por tu ausencia. Cuando Waltz al fin te encontró, dudó, porque le dijiste que
me temías y no es para menos. Acababa de abrir en canal a un tipo en un
depósito del puerto, sin mancharme el traje y luego llegué aquí y me bañé para
sentarme a cenar con Nika y Sacha, como si nada pasara. No tengo límites y no
sé cómo he de seguir contigo. Si lo deseas, podemos vivir aquí para la
asistente social, y no te verás obligada a compartir mi cama, hasta que se
cumpla el plazo.
Se gira
y me echa los brazos al cuello, sepultando su cara en mi pecho. La abrazo
deseando que todo esto no hubiera sucedido, que yo fuera un tipo común, no un
ser despreciable sediento de sangre, orgullo y otras bajezas sin nombre.
—Espera,
no he terminado.
No dice
nada y atenta, aguarda.
—Cuando
supe cuál era tu debilidad, hace un par de días, pensé en conservarte a mi lado
si tuvieras tu propio hijo, nuestro, reemplazando la píldora, por unas
exactamente iguales, pero sin hormonas dentro. Quiero mostrarte al monstruo
completo. Jamás dañaría a Sveta, aprendí
a querer a la maldita niña que se ha metido dentro del corazón helado de Sacha.
Tengo planes para ellos, sonrío. Nika, me ha prometido que tratará que se
cumplan, cuando yo ya no esté. Aunque esta sea la vida que le podemos ofrecer,
lujos y dinero a montones, pero poca seguridad y casi nada de libertad.
—
¿Depende de los otros, que seamos libres? Blair, me mira, con ojos grandes y
limpios. Ahora, completamente despierta.
—Me temo
que así es. Si no son los italianos, será la mafia de Detroit, los albanos o
cualquiera que quiera disputar lo que hemos logrado. Siempre será así.
Continúa
abrazada, en la misma posición y susurra: <<eres un maldito demente, que
nunca sé cuándo decidirá arrojar mi cuerpo al río y aquí me ves, como un
náufrago, echándote de menos y sabiendo que eres como un precipicio, inestable
y sin embargo me sigo quedando. Para que lo sepas, Waltz, me ofreció ayuda,
cuando veníamos hacia aquí. Ponernos, a Sveta y a mí, en un avión a cualquier
país con documentos en orden y otros nombres, para empezar de cero y rechacé su
oferta y decidí volver a verte, porque sí, porque me siento bien, excepto
cuando despierto al lado de un oso, yo quiero despertar a tu lado, Yuri. Quiero
curar las heridas de adentro de esa bestia que eres>>.
Por
segunda vez, intentamos irnos de luna de miel, cuatro días, a un sitio remoto,
desconocido, casi fuera del mapa, de manera anónima. Que la ciudad arda, en
nuestra ausencia.
NIKA
Claro
que la ciudad ardió, se sumergió durante dos noches en un mar de fuego cruzado
y destrucción. Los socios de mi padre, comenzaban a hartarse de sus ausencias,
ya lo estaba durante las reuniones, donde apenas participaba, solo para dar la
orden de destruir determinado objetivo, esos seis meses, fue como un fantasma,
una mala copia de sí mismo. Hablamos con Ania, gracias a este <<penoso
asunto>>, como le denominaría mi padre, el cínico, nos habíamos vuelto a
acercar con ella. Me acompañaba a los clubes y comenzó a hacerse cargo de uno
de ellos.
Hice
contacto también, con Ted Waltz, a espaldas de Yuri. Si llegaba a enterarse,
nos hubiera matado a los dos. Nos reunimos en uno de mis locales, en mi
despacho.
Me
confesó lo que sentía por Blair, prometió mantenerse alejado, por su bien, el
de ella, pero quería que supiera que había amenazado a mi padre, si le
provocaba cualquier daño, así fuera invisible, vendría por él.
Durante
los meses que la trató, necesitó averiguar ciertas cosas, porque observaba una
mujer temerosa y con profundas heridas emocionales.
Y
conoció al ser luminoso, generoso y cálido que es Blair, de la que todos
quedamos prendados, con solo dedicarnos una mirada de sus ojos limpios y sin
malicia alguna, pero que la furia hace que se transforme cuando cree amenazada algunas de las cosas en las que
cree firmemente. La lealtad, es una de ellas. Creo que es capaz de matar y
morir por ello, y la libertad. Valores que ha transmitido a Sveta, que ha
crecido en casa todos estos años, que se ha transformado en una fierecilla
rebelde, indomable, que muere por mi hijo y que cada vez que la miro, recuerdo
a la pequeña temerosa que entró en brazos de una joven y bella Blair.
EPÍLOGO
Luego de
cumplidas las visitas del servicio social, otorgan la adopción de Sveta a Yuri
y Blair.
Vuelven
del edificio, con la documentación probatoria. El sol está por hundirse en el
horizonte y el cielo, tiene tonos naranjas.
Yuri, abre
una botella de champán y sirve dos copas.
—Eres
libre, Blair. La mira con una mirada fría, inexpresiva, pero su pulso se
acelera.
—
¿Cuándo quieres que nos vayamos? Ella apenas susurra, posando la copa sobre el
escritorio.
—
¿Quieres la verdad?
—Sí, por
favor.
—Nunca.
La voz, sale ronca. Pero él no se mueve.
Ella
rodea el escritorio y le echa los brazos al cuello.
Yuri le
toma por la espalda y la pega a su cuerpo, para que sienta hasta dónde piensa
llevarla, si ella lo permite.
Antes de
cargarla en sus brazos, da la vuelta el reloj de arena. Y apagando la luz, se
dirigen al dormitorio.
Por el
resquicio de la ventana, unos prismáticos, le brindan la imagen a Ted Waltz,
con todo detalle. Baja las lentes, agacha la cabeza y un quejido, como de
animal herido, brota de su pecho.