sábado, 10 de mayo de 2014

EN ALGUN RINCON DEL CIELO


Nos consideramos buscadores, no de la "verdad", ya que no seríamos tan pretenciosos, buscadores por que en realidad, esperamos NO ENCONTRAR NUNCA. Lo que nos apasiona es el hecho de buscar. En nuestro caso, sentir que encontramos, sería una gran decepción.
Lo que ahora nos ocupa en estas últimas entradas son las creencias y sus abordajes.
Encontramos un muy interesante capítulo sobre "La construcción de Jesús", que nos aporta, una vez más Michel Onfray en su "Manual de Ateología".
Sostiene que Jesús existió como lo han hecho Ulises y Zaratustra.
Con este prometedor primer pensamiento, nos da un panorama del tiempo histórico en que se habría desarrollado el accionar de tan notable personaje.
Personaje del que (no es el único que así lo piensa) sería responsable Pablo de Tarso. Para algún autor que hemos leído, (Berger y Pauwels en su célebre obra "La Rebelión de los Brujos), Pablo, habría sido el primer "relacionista público" del que se tenga memoria. Fue quien a través de sus viajes inició la mayor campaña de publicidad de que se tenga noticia.
En los tiempos históricos donde se sitúa a Jesús, surgieron, según Onfray una multitud de "profetas" y similares que contaron con miles de seguidores (disgresión aparte: palabra que nos trae violentamente a nuestra época de redes sociales).
Así da un breve resumen de las andanzas de Teúdas, el cual andaría por las orillas del Jordán. Para el autor, Teúdas sería el "étimo" de Jesús. (étimo: palabra verdadera). El tal Teúdas, se creía Josué, el profeta de las salvaciones anunciadas, sus seguidores (cuatro mil) pretendían derribar el poder romano, provenían de Egipto y estaban decididos a luchar a muerte. Pretendían separar las aguas de un río por medio de la palabra, permitiendo de esta forma que sus tropas pasaran y derribaran al Imperio colonizador. Por supuesto que Teúdas fue decapitado por los soldados romanos.
En el año 45, Jacobo y Simón, hijos de Judas, el de Galilea, iniciaron como su padre en el 6 otra insurrección, la cual también fracasó y fueron crucificados.
En el 66, el nieto de esta familia dadora de idealistas, Menahem, inició otra rebelión dando origen a la guerra judía, que culminó en el 77 con la destrucción de Jerusalén.
Es este siglo I, el que da paso a multitud de mecías, vaticinadores y anunciadores de nuevas épocas. Hubo quien pretendió derribar los muros de la ciudad de Jerusalén para permitir irrumpir a los sublevados. En todos estos casos, los intentos terminaron violentamente y de la misma forma para los insurrectos: la muerte.
Es en estos tiempos que se multiplicaron los intentos judíos para sacudirse el yugo romano. Su única arma parece haber sido el discurso milenarista, profético, anunciador, rodeado de un halo de misticismo. Apostaron por este heroico medio del discurso, ya que no hubieran podido hacerlo por la vía militar, en la que los romanos, conformaron muchos de los principios de la Ciencia Militar y la Estrategia hasta en tiempos actuales.
Onfray describe estos intentos como "batallas perdidas de antemano", y el motor de la fe en el líder.
En realidad, a Jesús no le fue diferente. Acabó como todos ellos.
Lo "salvó" Pablo. Lo salvó de correr la misma suerte que los antes nombrados, que carecieron de tan esforzado propalador.
Para el autor, Jesús representa también el rechazo judío a la dominación romana. Posee una carga simbólica desde su propio nombre: Jesús: "Dios salva, ha salvado y salvará".....
Propone que "la aventura ya está escrita en algún rincón del cielo"...
Jesús "concentra en su nombre la aspiración mesiánica de su época"....