Notable y conocido es el hecho que no todos enfrentamos la noche por venir con la misma disposición. Así como hay quienes apenas posan su cabeza en la almohada y ya se entregan a su mundo personal de sueños, hay quienes, lamentablemente bastantes,que temen el momento en que han de quedarse a oscuras, en silencio. Esperando, al acecho, si digna aparecerse, el duende del sueño. Con el tiempo, ha habido muchas noches de dar vueltas y más vueltas en la cama, han aprendido a temer ese instante, ese click del interruptor de la luz, que, si bien "interrumpe" la luz, conecta con la oscuridad y la expectación ansiosa de un dormir incierto.
Libros enteros han sido dedicados al tema, y el acto del dormir ha sido desde la antiguedad, un misterio.
Si bien se conoce mucho más del tema, de la estructura y organización del sueño normal, de los mecanismos cerebrales que determinan la vigilia y el sueño, las incógnitas persisten.
Habría verdaderas "organizaciones neuronales" facilitadoras del despertar y otras agrupaciones diferentes y de localización también diferente en el cerebro, encargadas de inducir al sueño.
Ninguna de estas agrupaciones constituyen un centro único y están dispersas por todo el encéfalo.
Además, los tan mentados neurotransmisores, como la Serotonina (un mediador indirecto del sueño), han sido protagonistas de múltiples investigaciones.
Las anomalías del sueño, sobre todo si se prolongan en el tiempo, conllevan perturbaciones en la esfera psicológica que incluyen la irritabilidad, respuestas lentas reflejas y una sensación de "agobio" subjetivo extremo durante la vigilia siguiente a una noche de mal dormir. Los problemas cotidianos parecen agigantarse en aquellas noches que han sido de sueño fragmentado, despertares frecuentes, y seguidas de conciliación de sueño dificultoso.
Casi invariablemente, los despertares que acompañan las "malas noches" podrían denominarse "pesados", cargados de un subjetivismo que incluye los malos presagios, o los temores de duras y problemáticas jornadas...
Durante las noches "en blanco", muchos le dan carta blanca a la mente para que ésta se expanda notablemente en busca de acontecimientos pasados o futuros a los cuales "anclarse" para así, asegurarse una noche de las peores. De chicos ya aprendimos que con la noche todo parece más amenazador, como atados al sueño primitivo de la caverna. Nuestros fantasmas y nuestras creaciones mentales se hayan a sus anchas, mientras buscamos la posición más cómoda en la cama revuelta...
Atentos a los ruidos, ya sea los externos de la calle (motores, bocinas, ladridos etc), del espacio que rodee el lugar donde dormimos, o "internos" ya sea la respiración de quien duerma a nuestro lado, o algún aparato electrónico, como el reloj digital, ni hablar del televisor encendido, pueden transformarse en una auténtica "pesadilla" más real que cualquiera de las verdaderas pesadillas que podemos experimentar, las que no nos parecen tan malas, por que eso significa, que al menos en su transcurso, estábamos dormidos.
Se ha comprobado que dormir facilita el aprendizaje, y la capacidad de memoria.
Incluso, en experimentación animal se ha probado que el dormir, durante el desarrollo temprano aumenta las conexiones cerebrales.
Se han hecho experimentos con voluntarios privados del sueño (Randy Gardner y su trabajo práctico para la escuela, tratando de no dormir durante once días).
En estas experiencias, los síntomas que fueron surgiendo a lo largo de los días, fueron desde la mencionada irritabilidad, las náuseas, y los trastornos de memoria, entre otros a las alucinaciones. A los cinco días sin dormir, la sintomatología observada podría equipararse con la de la enfermedad de Alzheimer: alucinaciones, paranoia, desorientación...
Todavía la Ciencia no ha podido determinar, sin embargo, por qué necesitamos dormir ya que lo asombroso es que el cerebro jamás descansa, paradójicamente, el cerebro parece estar más activo durante el sueño. Es durante la etapa de sueño profundo (REM), en que el órgano consume menos energía, pero al decir de los científicos "no descansa"....
Tampoco se sabe, cuántas horas son necesarias para tener un buen funcionamiento ya que hay variaciones individuales. Cada persona, parece tener su "propio ritmo".
Algunos dicen que si al despertarse, se siente la necesidad de seguir durmiendo algo más, ese lapso habría que agregárselo a lo ya dormido para conocer cuánto es el tiempo requerido por cada uno y en cada situación.
Otros creen que una siesta corta y una noche larga sería acercarse al comportamiento natural del sueño en los humanos. Nuevamente, nos preguntamos ¿Qué consideran corto o largo? Nos remitimos a la famosa anécdota de Napoleón y sus diez minutos de "siesta" después de la cual aparentaba estar renovado y lúcido, a pesar de Waterloo. En lo que coinciden los científicos es que, al pasar treinta minutos sin poder conciliar el sueño, habría que levantarse, hacer alguna actividad liviana y volver a intentarlo. Permanecer acostados sólo aumentará el stress.
Incluso, en experimentación animal se ha probado que el dormir, durante el desarrollo temprano aumenta las conexiones cerebrales.
Se han hecho experimentos con voluntarios privados del sueño (Randy Gardner y su trabajo práctico para la escuela, tratando de no dormir durante once días).
En estas experiencias, los síntomas que fueron surgiendo a lo largo de los días, fueron desde la mencionada irritabilidad, las náuseas, y los trastornos de memoria, entre otros a las alucinaciones. A los cinco días sin dormir, la sintomatología observada podría equipararse con la de la enfermedad de Alzheimer: alucinaciones, paranoia, desorientación...
Todavía la Ciencia no ha podido determinar, sin embargo, por qué necesitamos dormir ya que lo asombroso es que el cerebro jamás descansa, paradójicamente, el cerebro parece estar más activo durante el sueño. Es durante la etapa de sueño profundo (REM), en que el órgano consume menos energía, pero al decir de los científicos "no descansa"....
Tampoco se sabe, cuántas horas son necesarias para tener un buen funcionamiento ya que hay variaciones individuales. Cada persona, parece tener su "propio ritmo".
Algunos dicen que si al despertarse, se siente la necesidad de seguir durmiendo algo más, ese lapso habría que agregárselo a lo ya dormido para conocer cuánto es el tiempo requerido por cada uno y en cada situación.
Otros creen que una siesta corta y una noche larga sería acercarse al comportamiento natural del sueño en los humanos. Nuevamente, nos preguntamos ¿Qué consideran corto o largo? Nos remitimos a la famosa anécdota de Napoleón y sus diez minutos de "siesta" después de la cual aparentaba estar renovado y lúcido, a pesar de Waterloo. En lo que coinciden los científicos es que, al pasar treinta minutos sin poder conciliar el sueño, habría que levantarse, hacer alguna actividad liviana y volver a intentarlo. Permanecer acostados sólo aumentará el stress.
Hilosdepiedra.