Buscando entre los numerosos apuntes que hemos hecho a lo largo de este camino nuestro de la exploración y acercamiento con el Budismo Zen, es que hemos encontrado algunos pensamientos (conceptos: fuera), que nos sirven y nos han servido, como lo que son: simples y valiosas herramientas para esto que es el transitar de cada día, el de conservar la capacidad de captar intuitivamente algo que a la mente común se le escapa. No olvidamos: "el dedo que apunta la luna, no es la luna"..."Sólo son estatuas, y arrojaba al fuego al Buda"... "No es el viento ni la bandera los que se agitan, es nuestra mente"...y otras similares.
Continuando con algo del sufrimiento, decir que éste comienza como parte de la evolución humana, nos parece acertado, aunque no fácil de constatar. Aparentemente hubo una forma de conciencia que se desarrolló como parte de las exigencias evolutivas y con la finalidad "todopoderosa" de sobrevivir, esta forma de conciencia, se erigió en dueña "absoluta", denominada conciencia "objetiva", y allí fue cuando el hombre se perdió a si mismo.. Así que percibe la realidad como objeto, y su comportamiento de aquí en más se orientará a lo objetivo exclusivamente.
Sus exigencias vitales "subjetivas", debieron ceder ante la realidad objetiva.
Está claro lo que nos cuesta "hacer por hacer", sin objeto, o peor aún, no hacer y atender a eso, sólo permanecer.
Parece que sin un objetivo definido, la vida nuestra carece de sentido.
El Zen propone ponerse al unísono con esa otra forma de conciencia, con otra forma de sus ser subjetivo, que no tiene su raíz en el tan mentado "Yo", sino en el Ser, esa naturaleza difusa, que nos permite acceder a ella muy de vez en cuando, paradójicamente cuando perdemos de vista ese "Yo", que todo lo comanda y supervisa.
El Zen afirmará que la naturaleza de esa realidad objetiva es "ilusoria", lo cual no quiere decir que es imaginaria e inexistente. Ilusoria en cuanto bajo la aparente promesa de una satisfacción inmediata, solo nos revelará más sufrimiento y decepción.
Apunta, el Zen a ver el "ser auténtico".
Hemos atendido estas cuestiones anteriormente, y eso no impide refrescar nuevamente, el acceso a estas experiencias.
La perspectiva objetiva de la vida asienta en ese Yo, del cual ha brotado el principio de identidad. Obviamente que lo opuesto, no implica perderse en la bruma de la ensoñación estéril.
Aunque sí el hecho de saber que cuando nos identificamos pura y exclusivamente con lo externo, dando por hecho que eso es la única realidad digna de ser captada, habremos adquirido por un lado una visión totalmente fija y "cristalizada" de esa realidad. Y por otro, nos someteremos, de hecho a lo que debe considerarse como real, cercenando la posibilidad de acceder a lo impalpable, enriquecedor, a la sensación de completitud.
Una visión estrecha en la que está decidido qué es lo que importa y qué no para el ser humano.
Aquello que quede por fuera de esa realidad objetiva, será lo que no pueda ser constatado o insertado en esa especie de cuadrícula en que hemos transformado nuestro mundo, quedando, fuera de nuestro alcance.
Todo girará en adelante alrededor de ese Yo que hemos aprendido a fijar, moviéndose la conciencia sólo entre opuestos, dando por "hecho" aquello que ya ha sido constatado.
Esta visión del mundo, en relación al Yo fijo, es la que ha permitido el surgimiento del aquí y allí, antes y después, arriba y abajo. Como consecuencia directa, el espacio y el tiempo han surgido ordenando ese mundo natural que tiene al Yo fijador como referente y que corresponde a la manera en la que la vida se ha hecho consciente en el Yo.
La otra cara, sería responderse a la pregunta ¿Qué pasaría si ese Yo se esfuma?, ¿Cómo se contemplaría la realidad sin ese Yo? ¿Quién soy Yo?, ésta última la más difícil de responder. El Koan por excelencia.
La otra forma que propone el Zen de captar la realidad está por fuera de lo constatable, pertenece a una forma previa de conciencia, la única hábil para captar la realidad.
Esa es la forma propuesta, la del tan mentado "salto al vacío" propuesto por el Zen. Captar un mundo cuyo ser de sujeto, por un instante no coincida con el ser del Yo.
El occidental sostiene: "desde el momento en que no exista ese Yo, ya no existe realidad alguna que estimar o tomar en serio"..
El oriental por otro lado: "sólo cuando se esfume el Yo y la realidad implicada en él, se libera el verdadero ser del hombre y florece la auténtica realidad y podrá brotar el auténtico y verdadero yo".
Hemos desarrollado un afán de perdurabilidad que se da de frente con la precariedad y lo cambiante de la vida. Hemos tratado de "construir" una realidad inmutable y sólo parece que la inestabilidad es la regla.
Definimos como existencia satisfactoria cuando podemos ponernos a salvo en una sociedad sin riesgos ni amenaza alguna. Nos oponemos a que esto se modifique, nos horroriza comprobar cuán vulnerables somos. Nos transformamos en las víctimas de un mundo ficticio al que nos empeñamos en llamar real, que ni nos ofrece seguridad, que no es perdurable, ni es estable. ¿Cómo lograr estabilidad de la mente cuando nos empeñamos en hacer de la ficción una realidad? ¿Es verdad que las cosas dependen de nosotros tal y como nos empeñamos en creer? ¿Es la medicina actual la que tiene las respuestas a nuestra ansiedad por perdurar? ¿ O la ciencia? ¿De dónde nos viene la soberbia de pretender el dominio de todo?...¿Acaso hemos creído que éramos "señores" de lo creado y amos de la naturaleza? ¡Qué vil engaño ha sido ese!
Interiormente ¿cómo no vamos a estar insatisfechos si permanentemente estamos tratando de adaptarnos a todas las ficciones que nos hemos fabricado y que a cada paso nos queda demostrado que nada de lo planeado se cumple, ni nos asegura satisfacción? ¿Acaso no sabemos que solo formamos parte de un engranaje al que hemos alimentado y alimentamos en forma consciente y entusiasta?
Por ahora finalizamos, que lejos de interpretar nuestros sufrimientos como síntomas de errores cometidos, lo siguiente es sacrificar la libertad en aras de una vida sin estridencias, sin espacio para lo trascendente...cuando nada sirva, habremos de pegar la vuelta hacia adentro, buscando nuevos caminos.