Nuestra opinión, lógicamente es discutible. Los libros son para "vivirlos". Que queden las señales de nuestro paso por sus hojas. Para eso son. Un soporte, una herramienta, al que hay que subrayar, resaltar con color, si cuadra, o llenar de anotaciones marginales, o en contratapa.
La mayoría de los libros que hemos conservado y considerados como
"sagrados" están llenos de datos, de búsquedas en diccionarios de
significados y anotados con bolígrafo, lápiz o marcador. Una y otra vez
volvemos a ellos y siempre descubrimos algo que se nos pasó por alto las veces
anteriores. Los textos siguen legibles, a pesar de todo...
Es útil redondear las citas bibliográficas que nos interesan a fin de
facilitar su visualización y posterior búsqueda.
También, hemos "destripado" libros no tan bien encuadernados,
a los que se les han ido soltando sus hojas y cuando la cinta adhesiva dejó de
funcionar, ahí decidimos conservarlos en bolsas de nylon.
Hubo el caso que los hemos enviado a encuadernar nuevamente, sin
demasiado costo, otros, que enviamos a anillar cuando las tapas
blandas así lo permitieron. En todo caso, siguieron prestando asistencia y
servicio. Ha habido libros que hemos comprado por segunda vez cuando
"nuestro original" estaba ya irrecuperable por haber sido transitado
hasta el cansancio.
Por principio desconfiamos de aquellas bibliotecas que tienen los libros
"impecables", apenas tocados, agrupados por tamaño, color o tema...
No estamos justificando nuestro desorden pero casi...
Hubo ocasiones en que hemos forrado libros, siempre cuando han sido
préstamos, o nos abstenemos de escribirlos, obviamente cuando pertenecen a la
biblioteca y sufrimos por no poder hacerlo. Exponemos lo que hacemos con los
libros de los que somos propietarios. Esos han sido hechos para el disfrute. El
disfrute, para nosotros, incluye los dibujitos, cuando nos quedamos pensando,
las flechas para la conexión de temas, números de páginas donde encontramos datos
o frases para re-leer.
El olor del papel del libro, del que tanto se ha hablado, por ahora es
insustituible. Todavía no hay soporte electrónico que almacene el aroma del
libro recién comprado. Sería, para nosotros, como abrir un archivo en la
computadora que se llamara "Aroma de Café" y que mágicamente se
expanda por la habitación...
Antiguamente, no pocos ejemplares venían con sus hojas
"pegadas" y había que recurrir al cortapapeles, en caso de tener uno,
o simplemente al cuchillo. Así quedaba el amigo con su perfil
"desplumado". Hemos tirado libros, bien apilados para ser aprovechado
por alguien, como sea. También regalamos libros, montones de ellos que
nada podrían darnos, o que ya habían dado todo de sí. Hemos vuelto a comprar,
arrepentidos, alguno que regalamos o tiramos en un impulso.
De la infancia, tenemos los mejores libros, amarillos a más no poder.
Rotos y deslomados porque hemos leído aquellos que nos han
fascinado, hasta catorce veces ...
Los de la primera infancia, los que tenían las hojas pegadas por restos de comida , y garabatos, esos ya no existen...
Tuvimos también, los libros escolares, a los que era un placer
"despellejar", despojarlos de esa especie de cubierta protectora transparente.
Quedaban luego, con sus tapas "fláccidas", viniendo, después, la
segunda etapa, la del desprendimiento en bloque de los capítulos. Eso era algo
espontáneo e imparable. El fin del ciclo escolar nos sorprendía en una
situación bastante precaria si necesitábamos volver atrás... Creemos que aquí
comenzó éste, nuestro hábito destructor, que nos fue acercando, sin darnos
cuenta a ser más que "consumidores" de libros, depredadores.... ya
que, como éstos, el destrozar, fue para nutrirnos....Hilosdepiedra.