Mirtha Lischetti figura
encabezando este trabajo denominado “Naturaleza y Cultura”.
Es necesario contar con
la materialidad del cuerpo y con los límites biológicos que para toda vida
humana, tanto de la especie como del individuo suponen la enfermedad, la
decrepitud y la muerte. También es necesario entender las capacidades humanas
como características de la especie, devenidas en el proceso evolutivo, pero es
aquí donde la naturaleza social del hombre se entreteje con su originaria
naturaleza animal.
En efecto, el hombre es
un animal con atributos únicos: El ser completamente erecto, con una espina
dorsal de doble curvatura, barbilla prominente, pies arqueados, que sirven para
andar, son, entre otras, características estructurales propias; pero
fundamentalmente es su cerebro (no sólo mucho mayor sino, sobre todo, funcionalmente más elaborado
que el de cualquier otro animal, de donde derivan la mayoría de sus
características específicas y exclusivamente humanas. Y es la evolución seguida
por el cerebro de los homínidos lo que nos permitirá descubrir en qué momento
de este proceso las leyes biológicas resultarán insuficientes ya para completar
su explicación (Sirkin).
En el primer estadio de
la evolución, dominan, únicas leyes de la biología, pero en una segunda etapa,
cerebro, manos y órganos vocales se articularán en el despliegue de una nueva
realidad surgida con el hombre: la de la vida social, el trabajo y la
comunicación simbólica. Durante esta segunda etapa, los cambios biológicos se
producen bajo la creciente influencia del trabajo y de los intercambios
verbales que esta praxis produce. El hombre crea una nueva dimensión entre él y
la naturaleza, para adaptarse a ella transformándola y esta actuación es necesariamente
social. La dimensión social pasa a ser así condición de su propia supervivencia
biológica, y presiona selectivamente en la dirección de los cambios más
favorables para asegurar su adaptación y su reproducción.
El hombre se
independiza de los cambios biológicos para quedar de manera exclusiva bajo las
leyes de la sociedad y de la historia. En los últimos milenios las
particularidades biológicas de la especie no se han modificado, o las
modificaciones han sido tan pequeñas que no han repercutido en las condiciones
de la vida social. A partir de un determinado momento, las transformaciones
producidas y acumuladas por el hombre en el curso de la historia, ya no se
fijan por la acción de la herencia biológica, sino bajo la forma de fenómenos
externos de la cultura, que se transmiten de generación en generación merced a una
capacidad exclusiva del hombre: EL LENGUAJE SIMBOLICO.
Cada sujeto aprende a
convertirse en hombre. Para vivir en sociedad, no le basta con lo que la
naturaleza le dio al nacer, debe asimilar además lo que la humanidad ha
alcanzado en el curso de su desarrollo histórico. El hombre crea y produce,
despliega, a diferencia del animal, una acción transformadora.
Transforma el medio en
el que vive, de acuerdo a sus necesidades: crea objetos capaces de satisfacerlo
y crea medios para producir estos objetos. En este proceso se modifica a sí
mismo y a los demás hombres. Crea relaciones sociales y las transforma,
produciendo modos de actividad específicos, conocimientos, valores y normas,
et.
Cada generación
comienza a vivir en un mundo de objetos y fenómenos creados por las
generaciones precedentes, las que le transmiten este mundo de significados y
objetos culturales, cuya asimilación le permiten adquirir aptitudes y
propiedades específicamente humanas.
Pero esta asimilación
depende a su vez de una premisa biológica: el cerebro humano. Lo cual no
significa que el psiquismo esté “contenido” en el cerebro, ni que pueda
identificarse actividad “psíquica” con actividad nerviosa superior. La
actividad nerviosa superior es el sustrato material que, en interacción con la
sociedad y la cultura, hace posible ese mundo de imágenes, ideas, anhelos,
sentimientos, actitudes, etc. que se denomina psiquismo….
El cerebro responde a
una ley biológica de la especie (genéticamente heredado), pero tiene la
capacidad de producir situaciones de carácter funcional (conexiones neuronales
estables), que se establecen según las experiencias que el sujeto va realizando
en y con el medio social, durante su proceso de asimilación a la cultura.