miércoles, 9 de abril de 2014

LA LLAVE DE LA JAULA


Ninguno peor que los "conversos" o los que pudieron "salirse de puta" y ser como la Madama del cuento La Tigra de Horacio Convertini.
Como "experta", le alcanzaba una mirada para "calar" a las nuevas "reclutas". De entrada, nomás, veían la plata que habían costado. "El que paga manda"...
Cuando junto con otras tres "Paraguayitas brutas" traídas del otro lado del río, conoció a la que apodarían "La Tigra", supo que con ella iba a ser distinto, iba a ser difícil "domesticarla".
Sin embargo, como dice el refrán, "Al mejor cazador se le escapa la liebre", y la Madama, decidió desoír la voz de la experiencia. La chica, de entrada, ni el nombre, la vista fija en el piso.
El hacerla desnudar, una humillación, más que los golpes e insultos que después vendrían, formó parte de su estrategia para ablandarla, pero tampoco dió resultado. Muda.
Así, entre golpe y golpe, brota el aullido de la cautiva, como una Tigra recién capturada.
Ni las amenazas de abandonarla en la selva, ni el agorero " o ésto  o que te preñe tu viejo o un chacarero bruto", hicieron mella en el duro cuero de La Tigra.
No se hicieron esperar las quejas de los clientes, los que salían habiendo probado sus zarpas. 
Ni el acostarla boca abajo, atada como un cuero para curtir, sobre un elástico de cama, azotándola hasta despellejarla, surtió el menor efecto. Ni una disculpa de su parte, ¡ Con lo que había costado!...
Cuando arribó el camionero de Brasil, el que empezó a encerrarse con ella cada vez más seguido, hasta hacerse fijo, con el que La Tigra se reía, hizo parecer que la cosa iba a encarrilarse. 
Pero la Madama no era tonta, si lo fuera, no habría llegado hasta allí, así es que se pone alerta cuando el camionero, un día se retira antes de finalizar su turno. 
Eso, y el descubrir la huída de la Tigra por la ventana enrejada, con los barrotes apenas separados para dejar "escurrir" su magro cuerpo, sólo le tomó unos instantes.
Allí, en una sucesión rápida de cuadros, nos describe el intento de la fuga en el camión que gira y esquiva....
Lo último que le escupe en la cara a la Madama, es su nombre.
Comentario sobre un cuento de Horacio Convertini.

La magnitud y el peso del cuento, sedimentan despacio.
Después de leerla un par de veces, la historia hace como un anzuelo y se clava en la carne de este lector.
La tragedia se va desplegando lentamente como un telón de escenario. Tragedia que estuvo siempre al acecho de La Tigra, incluso antes de ser apodada así.
No percibimos diferencias entre la red que captura, el dardo con sedantes, la entrega por plata o la promesa de una vida mejor.
Todas, son las llaves de la jaula.
O para encerrar dentro, o para dejar salir.
No interesa si en la Europa del Este o en plena selva paraguaya.
En este caso, la selva, el escenario de la historia, nos parece el mejor recurso para el "ablande", mejor que los golpes. Su presencia ominosa, es una promesa de aislamiento permanente, que sólo acabará cuando la "vida" se diluya empalmando con una muerte anónima, o en el mejor de los casos, con una vejez de Madama.  
Hilosdepiedra.