martes, 8 de abril de 2014

LA FIGURA DEL ENEMIGO


Es un trabajo arduo el que espera a todo aquel que anhele cambiar su actitud hacia el conflicto con los otros desde "su lugar". Si nos miramos, tal vez veamos que hemos quedado "atrapados" en la consideración, la valoración, el concepto con los que hemos también "atrapado" a nuestro enemigo. Sin darnos cuenta, ambos estamos como "frizados", como si de un fotograma se tratara. Por decirlo de otra manera, hemos "recortado" su silueta, esa que incluye todo lo malo, detestable y digno de ser rechazado. 
Hay quienes creen, que es posible trabajar este tema de tal modo, que, haciendo una profunda introspecciòn,  llegue el momento de sea posible encontrar nuestra parte más oscura en el psiquismo de nuestro enemigo. 
A simple vista puede parecer que nada en común tenemos con él, es más, nos parece obvio, harto evidente, que somos tan absolutamente diferentes que pareciera  que este otro, estuviera constituido por una sustancia especial,  que le es propia a los de su especie. Sólo de él, y de los que como él, podemos agrupar en el conjunto al que hemos de denominar "nuestros enemigos". Sin embargo, a poco que buceemos, que oigamos esa, la voz interior, comprobaremos que, en muchos aspectos, somos o por lo menos podemos llegar a ser tan capaces de indignidades como él. No nos gusta la frase "Fabricamos al enemigo con las partes negadas a nuestro propio yo". También fabricamos a los "supremos virtuosos", con las partes que son incómodas para llevar, sobre todo por la culpa que nos genera su no cumplimiento.
Nos diremos: hay cosas que jamás haríamos, y se nos ocurren hechos realmente aberrantes más propios de monstruos, que de humanos....Ese es un pensamiento por lo demás común, y nos parece válido. Por otra parte, comparar al monstruo con el santo no debería exaltar más a uno por el hecho de negar al otro. Simplemente, pensamos que ambos son caras de la misma moneda. Como la luz y la oscuridad, el día y a noche.
Nos permitimos la mirada del que puede ver ambas realidades. ¿Porqué, nos sustraemos de participar? ¿Porqué no decidirnos  a "militar" en alguna de las dos caras? ¿Acaso somos mejores, distintos o peores que los santos y los monstruos? 
Pensamos que, tal vez, ambos casos, sean los extremos de un arco. Como una visión maniquea del asunto. La mayoría de las personas, compartimos aspectos de ambos. En general, conformaríamos un espectro de grises. 
Nuestra opinión es que no solo expulsamos hacia afuera en  la figura del enemigo todo lo que nos parece repulsivo: envidia, crueldad, sadismo etc, sino que, en cierta forma también alojamos en el "bueno" el exceso de cualidades: amor indiscriminado por el prójimo, caridad absoluta y desinterés, compasión omnipresente, capacidad infinita de perdonar etc...
Es como si designáramos, se nos ocurre, a un líder, un "depositario" de virtudes "extremas". 
La otra cara de nuestra particular moneda. 
Nosotros, los grises, cargamos con ambos aspectos mezclados. Vamos transitando nuestra jornada, y cada momento puede encontrarnos más cerca del monstruo o del santo, según podamos.
Dicen que poniendo afuera lo malo, nos reconocemos "más buenos" y nos sentimos mejor. Puede ser. 
También, creemos que poniendo afuera lo "muy bueno", nos sentimos más humanos. Nuestras debilidades ya no nos hacen sentir culpables. Desarrollamos una tolerancia con nosotros mismos que nos produce alivio. 
Esto nos parece ser merecedor de observación: A la hora de considerar el caso de los niños  a los que  les hemos exigido, virtudes y logros, que jamás se pudieron comprobar en ésta, nuestra biografía del adulto exigente. No hacemos más que reflejar el modelo, para que el niño cargue con las dos sombras: la oscura y la luminosa...
Hilosdepiedra.