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Lo Siniestro siempre es lo incomprensible, lo increíble, lo sobrecogedor. Cuando comienza a aparecer un elemento divino, empezamos a experimentar miedo.....
Así comienza este libro de Daniel Hecht, el cual aún, no sabemos, aunque intuimos, puede ser atrapante para los amantes del thriller. Si bien la historia transcurre antes de la era de los teléfonos celulares y la tecnología actual incluyendo el desarrollo de la web, el hecho que el protagonista tenga que salir a buscar una cabina telefónica por ahora, no nos incomoda. Es más, le agrega el toque de ansiedad necesaria que habíamos perdido, ya que la demora no es un obstáculo en la literatura moderna. A menos que deliberadamente la conexión o el móvil estén apagados, dañados u otras cuestiones.
Esto, nos parece, va a ser un ingrediente importante de la fórmula para mantener el suspenso.
El protagonista, que ingresa más tarde en la trama, padece el síndrome de Tourette.
Como es habitual en el síndrome, desde niño sufre la aparición de los síntomas, desde los siete años, precisamente. Es a partir de esa edad en que es medicado con Haloperidol. Destaca el papel de su padre, a quien detestó, hasta que con el tiempo descubrió que el riguroso entrenamiento para tratar de sofrenar los vórtices mentales, la arrolladora catarata de ideas, los impulsos premonitorios...fueron tal vez, lo que impidió cierta cantidad de sufrimiento extra. Los tics motores fueron acompañantes precoces de su padecimiento lo que sabido es para casos similares, podemos imaginar lo difícil que habrán sido esos primeros años,etapa escolar incluida.
Llegados hasta aquí, asistimos a una decisión de Paulie (nadie le dice Paul en la familia) cuando a los veintiocho años se comienza a plantear: ¿Quién soy realmente? ¿ La persona que se desenvuelve diariamente gracias a la medicación? ¿Si no tomara nada, cómo sería? En realidad, la idea es, mejor dicho: ¿Qué sentiría?, ¿Cómo vería el mundo?, ¿Cómo me vería en un mundo sin Haloperidol?, ¿Cómo experimentaría el vivir cada día ?....La cuestión de la liberación de ese yugo invisible que siente, encarnado en su toma diaria del neuroléptico, la necesidad profunda de tomar contacto con un Paul real, con su mundo real....ronda por su cabeza, no de una forma obsesiva, nos parece, sino como un deseo que cualquiera podría tener ante lo desconocido, ante una experiencia que imaginamos reveladora y auténtica.
Es así, que tomada la decisión, abandonada la medicación en casa, deja a su mujer de entonces y parte para instalarse en una cabaña que le presta un amigo...Atento a sus síntomas, los primeros pocos días transcurren sin novedad, hasta que la medicación hace paulatino abandono del torrente sanguíneo, sus conexiones neuronales, los niveles de Dopamina se alteran y comienzan progresivamente a asaltarle, lo que nosotros llamamos "ideas locas", compulsivas, así es que "tiene" que subirse a su auto para buscar un teléfono para llamar a su mujer ya que la imagen terrible y sangrienta de ella le persigue de forma incansable. Luego aparecen los tics, las palabras intempestivas....
El desafío es preguntarse ¿qué sucederá hoy, cuando trate de salir con el auto hasta la carretera?.
Ya en ruta, en una curva, en el marco de un paisaje absolutamente desolado, observa desbarrancada una camioneta. Detiene el auto y se acerca. En su interior, observa un anciano inmóvil, con la cara ensangrentada, medio aplastado por una carga de leña que con el despiste se deslizó hacia el interior de la cabina.... intenta abrir la puerta del vehículo, forcejea con el hombre que sin sentido y un peso apreciable de 90 kg, se transforma en una tarea titánica, para llevarlo hacia la banquina desde el barranco donde se halla el vehículo. Con el forcejeo, el hombre comienza a recuperar el sentido, y aquí brota de la boca de Paulie: ¡Hola encanto, estás bien?.... luchando para impedir que se repita, da una palmada al aire, ¡Eh, encanto!.... Hola, encanto- dijo, tratando de pensar.
A esta altura, el hombre forcejeaba desesperado, medio confuso, aún pero con gran fortaleza, logra encajarle un puñetazo, que le lastima la nariz y le hace sangrar profusamente.
Termina, incorporándose con gran dificultad y logra que otro providencial vehículo, a quien hace gestos desesperados, se detenga y le deje subir, al grito de : ¡Socorro, ayúdeme!...
Paulie, cuando llega el patrullero, termina detenido al creerle borracho, luego en el hospital....
Esto que ha sucedido hace diez años, vuelve como una bruma una y otra vez. Como un mal y persistente recuerdo. Obviamente que ha vuelto a tomar el Haloperidol.
Tiene una nueva mujer a quien ama profundamente, está sin trabajo y así transcurren sus días. Su mujer, en vano trata que salte en paracaídas, deporte que ella practica. ¿Para qué, piensa Paul? ¿Acaso no vivo en un peligro constante?....
Una llamada salvadora parece querer rescatarlo de su frustrante búsqueda laboral.
Carpintero de oficio, debe ir a una casona perteneciente a su tía, en la que han entrado ladrones y que se halla deshabitada hace años.....
Hilosdepiedra.
De: Al borde del Abismo. De: Daniel Hecht.
Esto, nos parece, va a ser un ingrediente importante de la fórmula para mantener el suspenso.
El protagonista, que ingresa más tarde en la trama, padece el síndrome de Tourette.
Como es habitual en el síndrome, desde niño sufre la aparición de los síntomas, desde los siete años, precisamente. Es a partir de esa edad en que es medicado con Haloperidol. Destaca el papel de su padre, a quien detestó, hasta que con el tiempo descubrió que el riguroso entrenamiento para tratar de sofrenar los vórtices mentales, la arrolladora catarata de ideas, los impulsos premonitorios...fueron tal vez, lo que impidió cierta cantidad de sufrimiento extra. Los tics motores fueron acompañantes precoces de su padecimiento lo que sabido es para casos similares, podemos imaginar lo difícil que habrán sido esos primeros años,etapa escolar incluida.
Llegados hasta aquí, asistimos a una decisión de Paulie (nadie le dice Paul en la familia) cuando a los veintiocho años se comienza a plantear: ¿Quién soy realmente? ¿ La persona que se desenvuelve diariamente gracias a la medicación? ¿Si no tomara nada, cómo sería? En realidad, la idea es, mejor dicho: ¿Qué sentiría?, ¿Cómo vería el mundo?, ¿Cómo me vería en un mundo sin Haloperidol?, ¿Cómo experimentaría el vivir cada día ?....La cuestión de la liberación de ese yugo invisible que siente, encarnado en su toma diaria del neuroléptico, la necesidad profunda de tomar contacto con un Paul real, con su mundo real....ronda por su cabeza, no de una forma obsesiva, nos parece, sino como un deseo que cualquiera podría tener ante lo desconocido, ante una experiencia que imaginamos reveladora y auténtica.
Es así, que tomada la decisión, abandonada la medicación en casa, deja a su mujer de entonces y parte para instalarse en una cabaña que le presta un amigo...Atento a sus síntomas, los primeros pocos días transcurren sin novedad, hasta que la medicación hace paulatino abandono del torrente sanguíneo, sus conexiones neuronales, los niveles de Dopamina se alteran y comienzan progresivamente a asaltarle, lo que nosotros llamamos "ideas locas", compulsivas, así es que "tiene" que subirse a su auto para buscar un teléfono para llamar a su mujer ya que la imagen terrible y sangrienta de ella le persigue de forma incansable. Luego aparecen los tics, las palabras intempestivas....
El desafío es preguntarse ¿qué sucederá hoy, cuando trate de salir con el auto hasta la carretera?.
Ya en ruta, en una curva, en el marco de un paisaje absolutamente desolado, observa desbarrancada una camioneta. Detiene el auto y se acerca. En su interior, observa un anciano inmóvil, con la cara ensangrentada, medio aplastado por una carga de leña que con el despiste se deslizó hacia el interior de la cabina.... intenta abrir la puerta del vehículo, forcejea con el hombre que sin sentido y un peso apreciable de 90 kg, se transforma en una tarea titánica, para llevarlo hacia la banquina desde el barranco donde se halla el vehículo. Con el forcejeo, el hombre comienza a recuperar el sentido, y aquí brota de la boca de Paulie: ¡Hola encanto, estás bien?.... luchando para impedir que se repita, da una palmada al aire, ¡Eh, encanto!.... Hola, encanto- dijo, tratando de pensar.
A esta altura, el hombre forcejeaba desesperado, medio confuso, aún pero con gran fortaleza, logra encajarle un puñetazo, que le lastima la nariz y le hace sangrar profusamente.
Termina, incorporándose con gran dificultad y logra que otro providencial vehículo, a quien hace gestos desesperados, se detenga y le deje subir, al grito de : ¡Socorro, ayúdeme!...
Paulie, cuando llega el patrullero, termina detenido al creerle borracho, luego en el hospital....
Esto que ha sucedido hace diez años, vuelve como una bruma una y otra vez. Como un mal y persistente recuerdo. Obviamente que ha vuelto a tomar el Haloperidol.
Tiene una nueva mujer a quien ama profundamente, está sin trabajo y así transcurren sus días. Su mujer, en vano trata que salte en paracaídas, deporte que ella practica. ¿Para qué, piensa Paul? ¿Acaso no vivo en un peligro constante?....
Una llamada salvadora parece querer rescatarlo de su frustrante búsqueda laboral.
Carpintero de oficio, debe ir a una casona perteneciente a su tía, en la que han entrado ladrones y que se halla deshabitada hace años.....
Hilosdepiedra.
De: Al borde del Abismo. De: Daniel Hecht.