domingo, 8 de junio de 2014

SIMIESCAS REFLEXIONES



En entradas previas, ya vimos como la flexibilidad, la llamada "conducta no estereotipada", fue la llave que aseguró el éxito, en cuanto a ser quien llegara al final del árbol filogenético, de esa criatura de reciente aparición: el Homo Sapiens.
Todas sus adquisiciones, ya mencionadas, le sirvieron para lograr llegar a la meta, sin saberlo y colocarlo en la Pole Position de la carrera evolutiva.
Queda claro, que los rasgos que le dieron esta supremacía actuaron como conjunto: la alimentación, el tipo de locomoción, así sus características sexuales. Entre los primates actuales, solo la especie humana presenta una sexualidad continua, ya que entre los antropomorfos, las hembras son receptivas sólo en el momento de la ovulación (estro).
El mayor desarrollo de su cerebro a expensas del lóbulo frontal, hizo el resto. Hubo de resignar fuerza muscular y velocidad en aras de su bipedestación, su agudeza olfativa ya vimos que le cedió el lugar a la calidad de la visión estereocópica de profundidad, relieve y apreciación de distancias.
Según Issac, de todas las características sociales humanas, la de compartir el alimento es la que mayores consecuencias ha traído para la supervivencia de la especie.
Leakey, ha sido quien consignó el consenso acerca de que la primera división del trabajo fue de índole sexual: las hembras recolectaban semillas, huevos, animales pequeños, mientras los varones adultos comenzaron recolectando carroña, transformándose en cazadores, ya avanzado el proceso de hominización.
Lovejoy, puntualizó que dado el gran volumen cefálico de los bípedos, las crías nacían muy inmaduras a fin de atravesar un canal de parto estrecho, como lo es la pelvis humana. Esto, produjo una especie sumamente dependiente e indefensa, como es la nuestra, la que necesitó en principio, de su madre y de todo el grupo social que ayudara en su crianza.
Estos autores, puntualizan la importancia de la solidaridad grupal para la supervivencia de los cachorros de la especie.
En cuanto a la costumbre de compartir el alimento, se cree que los varones, al volver de la cacería se habrían encontrado que ya el alimento era compartido por madres y hermanos. De este modo, se haría extensivo, luego a la pareja sexual y sus crías.
Habría que delimitar, aunque sea superficialmente, qué cosa determinó que el humano fuera, un ser capaz de generar una cultura.
Algunos puntos serían el uso y confección de artefactos, la capacidad reflexiva y el tipo de estructura social del grupo.
Recientemente, se ha postulado que la "autoconciencia" sería una pauta para plantear incluida con las anteriores.
Esto que pareciera sencillo, no lo es. Se han hecho investigaciones, como el test del espejo. Se ha manchado con pintura blanca la frente de un gran mono. Al ver reflejada su imagen, detecta la mancha y comienza a frotarse, mirándose los dedos para comprobar si allí hay restos de pintura. Algunos señalan que esto implica cierto grado de conciencia de sí, cierto indicio de reflexión. Para otros, nada de esto significa más que eso, que el mono se intenta quitar lo blanco.
Hay quienes sostienen que siempre hay un grado de "registro" de sí mismo, aunque más no sea al estimar si su peso será soportado por la rama. Evaluar el grado de autoreflexión que ostenta el humano cuando evalúa su estado de ánimo por ejemplo, o algún otro sentimiento, y tratar de extrapolarlo al pariente, hasta el momento parece pertenecer aún, al terreno de las conjeturas.