Maestro, la gente piensa más en la política que en su economía, más en lo que dicen los líderes que en lo que dice su razón, más en lo que dicen las religiones que en lo que dice su corazón. ¿Qué está mal en el hombre? Hijo, el hombre es un proyecto inconcluso. Cuando se estaba construyendo, llegó a la encrucijada en que debió decidir, le dio miedo, y decidió quedarse como estaba.
Maestro, en todas nuestras acciones impera el miedo, la inseguridad. Aunque estemos adelantados en el estudio del zen y seamos más conscientes que el resto de las personas, nos sucede lo mismo. ¿Tiene que ser así? Hijo, tiene que ser así. La seguridad total no existe y todo el zen se reduce a manejar la inseguridad. la paz interior depende del grado de inseguridad que eres capaz de manejar.
Maestro, esta mañana me dijeron que vivir es coleccionar momentos, buenos y malos. ¿Es así? Hijo, si quieres verlo así no está mal, pero te aconsejaría que mejor la vieras como una secuencia de pequeñas confianzas en lugar de momentos. Al salir de tu casa, confías en que nada te pasará. Al hablar con tu socio, confías en que no te traicionará. Vivir es la suma de confianzas, todas pequeñas pero significativas.
Maestro, ayer en el ómnibus venía una mujer bailando y contorsionándose en su asiento al compás de la música. Parecía una loca y todos la mirábamos sin decir nada. ¿Es que se puede no tener verguenza? Hijo, tú deberías tener verguenza de tu observación y pregunta. Por lo que me dices, esa mujer era el único ser feliz en ese ómnibus; todos los demás eran palos secos preocupados de sus pequeñas cosas y del qué dirán los demás.