Este libro extraño que mencionáramos, describe a la llama con sus ojos dirigidos a las estrellas, como avisando u observando algo. En uno de los relatos míticos, fue el anuncio del diluvio (entrada anterior).
La figura de la llama, en la mitología andina, cobra valor cuando el autor profundiza en los estudios de ciertas constelaciones estelares.
En su búsqueda, halla a la llama definida como la sombra oscura delimitada por las estrellas que conforman la constelación de las Pléyades. Así, la que denomina "Llama Celeste" es la nube negra que se extiende desde la estrella Epsilón Escorpión de la cola de la constelación occidental de Escorpión al sur de las estrellas Alfa y Beta de la constelación occidental de Centauro. Se conocen como "Los ojos de la llama Alfa Centauro y Hadar". La silueta de la llama, es descrita como una nube de polvo estelar negro sobre el brillo de fondo de la Vía Láctea.
La llama se ponía por el Oeste, mirando al Este.
¿Qué significa la observación en sí?. El autor de "El Misterio de los Incas", William Sullivan, demostró que de la misma manera que otros campesinos de la antiguedad, sus homólogos de los Andes, necesitaron fijar su tiempo para iniciar la siembra de los cultivos con los que asegurarían su supervivencia en las terrazas andinas por ellos inventadas.
Para ello, necesitaron disponer de un calendario. El solsticio (sol que se pone), época de inicio, debía marcarse con la mayor exactitud posible.
Notaron así que determinar esto es difícil a simple vista. Los observadores andinos, notaron que una estrella puede ser un indicador "indirecto" fiable del comienzo del solsticio. Las Pléyades, tal vez, podrían constituir este indicador. En su recorrido celestial, las estrellas mencionadas, van alejándose del sol, se hacen visibles antes de su salida y en una época determinada del año, hasta que la luz solar impide su visibilidad.
En sucesivas mañanas, las estrellas permanecerán más tiempo y se verán cada vez más temprano. El primer día en que logran observarse se denomina "Salida heliacal". Esto fue utilizado para fijar un calendario solar que les permitiera inferir el solsticio.
Sullivan hace mención a que en la actualidad los campesinos en los Andes todavía salen hacia las montañas antes del amanecer en el mes de junio para observar las Pléyades. Al observar una estrella en particular y determinar que sale cuatro días antes del solsticio de junio, puede haber sido un punto de referencia a tener en cuenta.
La teoría de Sullivan apunta a que el mito de la Llama Celeste mirando al Este, se relaciona con la salida heliacal referida a algún objeto que mira la llama que se pone al Oeste. Los campesinos de habla quechua, continúan haciéndolo.
El autor, no obstante estas observaciones, subió su apuesta.
Al definir las "Huacas" como los lugares sagrados (entrada anterior), investigó que, a partir del Templo del Sol de Cuzco, éste pudo ser tal vez el epicentro de donde habrían partido entre 40 y 42 líneas imaginarias que se extienden en todas direcciones. Cada línea, rayo o "seque", funcionaría como un calendario que cruzando montañas y valles, cruzando estas "Huacas" o santuarios. Cada Seque tendría entre 7 y 9 huacas completando un total de 328. Así, a cada marca se le asignaba un día para su propiciación. Los 37 días que faltan para completar los 365 días del año, se correlacionan con la cantidad de días en que no podían observarse Las Pléyades.
Esto es solo un comienzo que el autor emprende para desarrollar su teoría que los mitos andinos en realidad, tienen un sustento astronómico definido y que sobrevivió a pesar del esfuerzo de la Colonización por extirpar los mitos, pero esto forma parte de otras historias.