Nos preguntamos, ¿qué podría haber de interesante en rastrear el fantasma de una famosa bolerista misteriosamente muerta "suicidada" en la Habana de los cincuenta?
No tendría mucho si no hubiese ido la historia de la mano de Leonardo Padura y su personaje el ahora ex policía Mario Conde, el Conde.
Así en su obra, "La Neblina del Ayer", nos guía por las calles de una Habana hoy desaparecida.
Tuvimos la gran fortuna de poder visitar la Isla de Cuba y leer este libro nos inserta de nuevo en el marco de contradicciones que experimentamos al recorrer sus calles.
La historia de los venidos a menos luego de la Revolución y que por distintas razones no se fueron de la isla. Las penurias de la última crisis.
Los barrios que no conocimos, marginales, no aptos para turistas ni policías, forman parte de ésta, la historia de hoy. Los antros por donde el Conde tratará de encontrar los fantasmas que conocieron a esa otra, la cantante, Violeta del Río. Terribles realidades para quienes saborearon la locura de los cabarets, las luces, el champagne, las mujeres de lujo de alquiler, las interminables noches habaneras de la mano de los Lanskys de este mundo y los hoteles-casino suntuosos. Empresarios que fueron a blanquear el dinero mafioso desde la orilla vecina y que pudieron sacarlo blanqueado, justo a tiempo y escurrirse desapareciendo. En su lugar quedaron las fachadas, hoy en ruinas de los cabarets, los hoy ancianos que sobrevivieron a sus oficios de prostitutas, madamas, periodistas y que estuvieron allí para ver rotos sus sueños, sus esperanzas, al serles arrebatadas sus vidas de noctámbulos, a la sombra del delito. Violeta del Río ya no podría contarlo.
Lo paradójico y es tal vez lo que nos conmueve de esta historia es asistir también hoy, a los fantasmas de la Revolución. esos que militaron, los que la abrazaron con convicción y también a los que no se cuestionaron demasiado y simplemente trataron de seguir con sus vidas, acaso en el fondo, esperando algo mejor que lo que les deparaba el tiempo de Batista. Sin embargo y al igual que los otros, éstos también han sido decepcionados, han visto rotos sus sueños, sus esperanzas. En un mundo de privaciones permanentes que sin embargo afrontaron con valentía y decisión porque les dijeron "que iba a ser necesario para recuperar la dignidad perdida". Hoy ven que ninguna dignidad se recuperó, que la droga campea entre los nuevos niños y jóvenes sin esperanza alguna, que las prostitutas actuales, las jineteras, como les llaman, en vez de frecuentar los cabarets o los prostíbulos, entran en los hoteles cinco estrellas del brazo del turista gordo y sudoroso que llevará a las escuálidas casi adolescentes a saciarse el hambre en los lujosos restaurantes. Esto no pertenece al libro. Esto es experiencia pura personal, sin relatos, sin discursos interminables. Eso sí, la mayoría de ellas tienen estudios superiores.
Como el Conde y sus amigos de la infancia, éstos que fueron los niños de la Revolución, son los fantasmas que como el ex policía, buscan a los otros, los fantasmas de antaño, en el fondo de las botellas de ron y si hay suerte, paladeando un buen cigarro.