A través de los numerosos capítulos de la serie, vamos observando el efecto liberador que la muerte próxima tiene sobre el protagonista, un oscuro profesor de química de una no menos "intrascendente" escuela secundaria de un pueblo. En efecto, luego de enfrentar el diagnóstico de un cáncer en etapa avanzada, sin muchos recursos a su mano, ve esfumarse no solo lo que le queda por vivir a punto de cumplir 50 años, sino la posibilidad del disfrute de una hija por nacer.
Entre otras cosas, el costoso tratamiento, la necesidad de dejar a su familia en una posición económica más sólida, hacen que se transforme en fabricante de drogas, de primara calidad gracias a sus conocimientos de química. Van a ser precisos dos asesinatos, uno por su propia mano, algo impensado hasta entonces. La necesidad de desligarse de los cadáveres, y un espiral descendente por la que ha de deslizarse, entrando en contacto con el mundo de los narcotraficantes, adictos, y toda clase de seres marginales que deambulan por las calles sin esperanza otra que no sea conseguir la próxima dosis.
¿De dónde sale la decisión de emprender este camino, de hacerle frente a personas que antes le hubiesen puesto en fuga?
Ese impulso que le hace defender a un hijo discapacitado de la burla y la agresión de una pandilla.
Empieza a "paladear" los resultados de un afán reivindicatorio, un intento cierto de equilibrar tanta injusticia, abuso y crueldad cotidianos.
Lo hace más extremo, el no tener más nada que perder. Ya está más del "otro lado", sobre todo después de las sesiones de quimio.
Su deterioro físico, las náuseas y vómitos, su debilidad progresiva, no serán obstáculo para tomar en sus manos lo que queda de "su" destino. Empuñar las riendas del tiempo muy escaso que aún tiene, para emparejar la situación de la desfavorable economía familiar.
Transmite una energía liberadora, esa, la de la muerte próxima.
Ya no tiene más ataduras que su inventiva para llevar a cabo esta forma de negocio, donde el dinero rápido es lo único que cuenta. Ya no puede depositar un tiempo que no tiene en un futuro, o echar mano de las esperanzas que todos tenemos.
El profesor ya está más allá de toda esperanza, de toda redención, de toda confianza en un futuro mejor.
¿Es necesario, uno se pregunta, llegar a este extremo, a esta experiencia terminal para encontrar el coraje, para hallar lo que sea que nos permita dar el gran salto en el vacío?.
Al menos, pareciera ser esa la instancia del protagonista. Los valores que cultivó toda su vida, su empeño en el estudio, en el trabajo, la dedicación que le puso a estar andando "por la buena senda", no parece ser la respuesta adecuada para solucionar la situación vital en la que se encuentra.
Surgen otras preguntas: ¿Qué debería suceder para arrollar nuestros principios que creímos más o menos sólidos? ¿Qué prueba más oscura se encuentra a la vuelta del camino? ¿Esta es la sombra de la que tanto hemos comentado de los estudios de Jung?, ¿Nuestro lado oscuro sólo está agazapado, esperando la oportunidad para desplegarse, para manifestarse en todo su horror?
Pensamos que, de no mediar circunstancias tan penosas como las del profesor Walter White, ninguno de nosotros va a enterarse nunca de lo que somos capaces. Tal vez, un día tendremos que averiguar cuál es el precio de la libertad sin frenos.
Hilosdepiedra.