sábado, 7 de febrero de 2015

UN INTOCABLE





Encontramos esta lectura en "Las enseñanzas de Xu Yun, Nube Vacía".
En la India ha existido siempre un sistema de castas. Hay una clase sacerdotal, una clase guerrera, comerciante y una clase de trabajadores, y, muy por debajo, una casta de de intocables o marginados de la sociedad.
Una persona permanece en la casta que nace, sin derecho alguno a promoción. No puede avanzar de trabajo en trabajo, sin considerar su talento ni lo inteligente que sea. Menos aún, alternar con personas de otras castas. Actualmente el sistema no es tan rígido, aunque en los tiempos de Buda sí lo eran.
Las reglas eran inviolables.
Aunque él no las seguía, a pesar de haber nacido príncipe, no discriminaba a los que habían nacido en una casta más baja. La mayoría había nacido en condición inferior ya que los príncipes no abundaban. No estaba influido por la ocupación o la posición social de nadie. Poseía el "Ojo del Dicernimiento". No había trampa engañosa que le hiciera caer en la falsedad. Solo tenía que mirar a una persona para ver cómo era de santa. No hay muchos que tengan este don.
Cerca de Shravasti, vivía un marginado llamado Sunita, tan bajo en su condición social, que no se le permitía trabajar para ganarse la vida. Era un intocable. Nadie se atrevía a romper las reglas de casta y contratarle.
Así que Sunita se ganaba el dinero para comer recogiendo flores en el basurero. Cada día, iba al basurero del pueblo y hurgaba entre los ramos de flores secas. Buscaba una flor ocasional que inexplicablemente lograba seguir fresca mientras todas las demás estaban marchitas. Disponía las flores frescas en un ramo que vendía a la gente por el camino.
Poca gente en el pueblo de Shravasti era más pobre que Sunita. A pesar de su pobreza, sin embargo, Sunita, luego de haber escuchado la prédica de Buda, se iluminó.
Un día en una procesión, el Buda pasó por el camino cercano al basurero donde hurgaba Sunita. Al ver acercarse a la procesión, Sunita se escondió detrás de una piedra. Pero el Buda ya le había visto y, con su "Ojo de Dicernimiento" lo reconoció como un ser iluminado.
-¡Hola!, le dijo al hombre agazapado. Por favor, levántate y déjame que te vea.
Avergonzado, Sunita se puso de pie lentamente, haciendo una reverencia con la cabeza y sus manos juntas en señal de oración ante su cara.
¿Por qué te escondías?, preguntó el Buda.
-Bendito, dijo Sunita, no quería que mi vista ofendiera a sus ojos. Soy indigno de su mirada.
Muchas de las personas que acompañaban al Buda estuvieron de acuerdo. Tiraron de su manga, intentando que se alejara del marginado. 
-Está sucio, le dijeron. Solo es un recogedor de basura, ¡un intocable!.
¿Lo es? dijo el Buda, mientras avanzaba a través de la basura para poner el brazo derecho alrededor del hombro de Sunita. ¡Mirad!, lo he tocado, y sigue vivo.
Entonces el Buda le preguntó a Sunita, "Buen Señor, si no tiene demasiado cariño a esta labor, ¿le puedo persuadir de que venga conmigo para ayudarme en mi ministerio?. Puedo utilizar un buen trabajador como usted".
Con lágrimas corriendo por su cara, Sunita aceptó. Y se dice que durante el resto de su vida, de acuerdo con los deseos del Buda, Sunita siempre permaneció muy pegado a él, donde el Buda pudiera alargar la mano y tocarlo.