miércoles, 4 de febrero de 2015

LA ROCA EN EL RIO




Cuando analizamos las herramientas que se proponen para desplegar la conciencia, sin la interferencia de los pensamientos cuyo contenido es propuesto por nuestra actividad mental, podemos proponer diferentes recursos a la hora de meditar  y que algunos fueron mencionados en la entrada anterior. 
De todas formas, y retomando el ejemplo del elemento al que nos abrazaríamos para flotar en un río caudaloso, diferenciamos la roca que solitaria se yergue en la mitad de la corriente, que nos brinda una tregua, un alivio y nos hace sentirnos "momentáneamente" seguros. Con la roca sabemos de entrada, que no hemos de seguir aferrados a ella, si queremos llegar a la orilla. La roca es sólo una escala pasajera que nos permitirá juntar fuerzas para continuar la travesía del cruce. Lo mismo sucede con los recursos que usamos para aquietar la mente. Si nos aferramos a ellos, van a transformarse en la roca. Van a impedirnos llegar a la orilla si no los soltamos. Lo más sólido, a veces es lo que más obstaculiza. La fragilidad nos impulsa a seguir avanzando porque sabemos que duraremos poco si nos empeñamos en mantenernos aferrados a ellos o pretendemos que son permanentes. 
Cuando comprobamos que los pensamientos van espaciándose, que por momentos se ausentan, allí no necesitamos de los recursos. Allí es cuando quedamos librados al espacio y las posibilidades infinitas de la conciencia.