lunes, 16 de febrero de 2015

LA MUERTE DEL QUINTO SOL




Según Michel Jouvet, de quien algo comentamos con respecto al sueño, autor de "criterios de la muerte cerebral", entre otros ítems de su interés, plantea que el acto de soñar ha estado presente desde los albores del ser humano sobre el planeta. ¿Manifestación del alma humana?. ¿Alma que vagabundea por la noche?. ¿Dioses y demonios que visitan al hombre dormido y al que le conceden sus revelaciones?.
Según Spencer y Malinowski, el sueño conforma la creencia básica presente en todas las civilizaciones acerca del alma, los dioses y los demonios y que dieron origen a las religiones.
Ponen de ejemplo los sueños de Jacob, de los Magos y la Huida de Egipto, los sueños proféticos de José, el terror del faraón, agregaríamos. Continúan enumerando los autores, el sueño del Profeta Mahoma viajando sobre su famosa yegua Al-Borak.
Los santos que "construyeron" su diálogo con Dios en base a sus sueños, Francisco de Asís, Don Bosco, San Bruno etc.
En estas latitudes, y desconociendo a ciencia cierta su origen, es sugestiva la Profecía del Imperio Inca.
Según algunas teorías, Viracocha Inca, de alguna forma supo que el Imperio Inca duraría solo cinco generaciones antes de ser destruido. Esta profecía fue guardada celosamente y se conservó en las manos del Inca reinante, quien antes de morir, la transmitía a su sucesor. Así Huayna Capac supo que el Pachacuti (fin de una era), estaba cerca. El iba a ser el último emperador.
Cuando el tiempo "hubiera agotado su fuerza", el Quinto Sol moriría, como lo habían hecho los cuatro soles precedentes en diferentes eras.
Hemos mencionado previamente las ceremonias y sacrificios de niños que se llevaron a cabo para lograr más tiempo.
Todo fue inútil. Viracocha (el creador) envió su respuesta: envió a los españoles.
Así no es sorprendente, que al enterarse del desembarco de estos hombres blancos y barbudos, no tuvieran dudas que se trataba de los emisarios del mismísimo Viracocha.
Así el Emperador Inca supo que sus días llegaban al final. Había sabido por su padre (el cuarto emperador) que él sería quien recibiría el golpe de gracia. Entregó el imperio dócilmente sin resistencia. Sólo cumplía la profecía que se había gestado cinco generaciones antes.
Como lo expresa Sullivan, "la guerra contra el Tiempo se había perdido".