Dhiravamsa! Pocos han entendido el accionar de la mente como él.
Presa de los deseos, la mente nos lleva por aquellos lugares comunes que recorremos día tras día. Hasta que un día, la vemos. Se nos muestra con sus contenidos, descubre como opera, vemos los deseos constantes que fabrica para entretenernos sufriendo por no verlos cumplidos y así un sinfín de tareas que nos propone con el fin de no estar ociosos, de estar entretenidos, activos, siempre detrás de algo.
Cuando somos quienes proponen, la mente se alarma: ¿estar quieta?, ¡jamás!. Echa mano a cuanto problema puede crearnos, con tal de que estemos preocupados, corriendo detrás de soluciones que apaciguen la ansiedad por recuperar una tranquilidad que, ahora vemos, fue ficticia.
No nos impulsa ningún deseo animista. Esto de darle una entidad a la mente como si fuera independiente, es solo con el propósito de quitarle una de sus muchas máscaras.
Cuando la entendemos, vemos lo que ha acumulado en conocimientos, experiencias y demás atributos, también nos es posible, verla desnuda, temblando, sin deseo alguno. Siguiendo el ritmo de la respiración, observando cómo prepara y "amasa" el próximo pensamiento. El Maestro destaca que la mente "rica" como la llama, "no se entretiene con lo que posee: cosas materiales, inteligencia, conocimientos etc".
La mente rica, presta atención a entender lo que sucede. Su fin no son los deseos, su fin es entender. Enfocada en la observación y no en la acumulación. Esta clase de mente, detecta el deseo ni bien surge y evita que "se instale en las profundidades". Esto es posible porque al estar atenta, la mente es consciente y no es engañada.
Sólo quince minutos diarios, en silencio interior, solo observando, sentados, las condiciones y estados mentales, serán necesarios para comprender algo. Sin esperar ningún resultado. Solo estando allí.