martes, 14 de abril de 2015

EL FELINO INTERIOR





Fácil de leer y hasta de captar, las historias de monjes y Maestros nos atraen. Nos gustan más las historias de los animales, de gatos que tratan de cazar ratones. El vano intento de atraparlos por parte de gatos ágiles, al acecho y que finalmente son descartados. Obviamente que el que los atrapa es el somnoliento, gordo y lento gato. Tan lento y dormilón que pronto dejó de ser registrado por los ratones. Ese fue el error fatal. En cuanto se hizo invisible, se tornó letal.
Así es el Zen, está aparentemente inmóvil, invisible, como un gato lento. Cuanto más quieto y atento más certero.
La actividad propia de nuestra mente, como los gatos que inútilmente perseguían a los ratones, es la fuente misma de nuestro desasosiego. Los ratones (pensamientos) andan por todos lados, como así los gatos fracasados (nuestra mente ordinaria).
Una vez que hayamos introducido en nuestra casa al gato quieto (mente meditativa), estaremos alerta, los pensamientos sabrán que algo nuevo ha llegado para quedarse. Necesitaremos durante el curso del día, de la quietud y del silencio reparador, aunque no tendremos que esforzarnos por buscar el rincón adecuado para que el gato lento pueda obrar. Aún en medio del ruido seremos capaces de llamar y convocar al felino interior.