A propósito de los cambios y al no temor de enfrentar cosas nuevas, que publicó un sitio que seguimos por Tweeter, se nos ocurrió publicar la imagen de un águila volando y en su garra un pollo muerto, pelado y congelado, obtenido de un comercio. Lo titulamos como "Koan del día". No vimos la relación entre texto e imagen, por eso nos pareció un excelente "práctica" meditacional.
Nos parece el Koan ideal ya que no guardan relación "lógica" que surja aplicada a los cambios vitales, a primera vista.
Eso fue al principio. Luego surgió, para el pollo, la broma macabra de "aceptar" su propia muerte, como algo favorable y positivo y, que, para poder volar, el requisito era que debía morir primero.
El águila, no renunció a su "estilo" depredador (para algo tiene las garras), pero su cambio debió ser, sin duda, aceptar un pollo muerto y ya pelado de un negocio, como presa válida.
Surge, luego, que en la vida, las cosas "solo suceden". El pollo no planeó morir, ser capturado por el águila y para ésta, que se trataría de una presa muerta, ya pelada y congelada.
Que el pollo no planeara morir, es bastante seguro. De nosotros, ¿Quién lo hace? ¿Quién lo piensa como una posibilidad cierta cada vez que nos despertamos, como aconsejan en el Tibet?.
Tal ejercicio, ¿qué logrará?. Que, aunque nos consideremos un águila, (en determinados momentos de la vida podemos serlo), siempre habrá un pollo enganchado en nuestra garra que nos recuerde, también, nuestra precaria y efímera existencia.