sábado, 6 de diciembre de 2014

LA MENTE LABERINTO




Cuando hemos topado con un laberinto, nos hemos visto obligados a entrar en él, internándonos hasta hallar la salida, o hemos caminado apenas unos pasos y hemos vuelto por el mismo camino sin arriesgarnos, o hemos pasado de largo sin prestarle atención. Así la mente enfoca los problemas. Cuando nos dedicamos a hallar una respuesta específica, le damos vuelta, como un cubo mágico al problema. El hallar una solución pasa a ser el centro de nuestra atención, reflexión y desvelo. Cualquier momento será bueno para volver y repasar o dar vuelta las diferentes alternativas. 
Esto no debería suceder cuando nos sentamos a meditar. Ese debería ser el momento en que le ofrecemos una tregua a la mente. No seguir persiguiendo la respuesta, ni buscar la solución, por tentador que sea el momento. Es "el momento" de ser libres, es el momento en que elegimos sacudirnos la preocupación. En que lo pendiente quedará por un momento, suspendido. Veremos la mente vacía, tanto como podamos, de ideas parásitas, de ideas "relámpago". También nos sorprenderemos pensando y dando vueltas alrededor de nuestro "tema estrella". Dejarlo que pase de largo. Ese momento es realmente nuestro. Nadie más que nosotros será el centro, pero no el nosotros del espejo, de la persona que cotidianamente resuelve y persigue cosas. No. Ese nosotros tal como es cuando lo soltamos, le dejamos ir y le liberamos del compromiso y la obligación de resolver. Ese nosotros que no le debe rendir cuantas a nadie, que no debe demostrar qué es o qué tiene o qué puede lograr si se esfuerza los suficiente. Ese momento es para eso. Para estar ahí, asistiendo a una mente sin esfuerzos y que serena, nos devuelva el equilibrio perdido.