Para los conquistadores fue un motivo de preocupación enfrentarse con esta creencia fuertemente arraigada en la mente de los pobladores de los Andes.
Cada vez que nacían gemelos de sexo masculino, creían que uno de ellos era hijo del rayo. Ambos padres tenían que someterse a un suplicio expiatorio ya que también se creía que eran el fruto de la violación o el adulterio. Esto era una amenaza de caos para la comunidad agrícola.
También el tema de enfocar como fruto del adulterio el nacimiento de gemelos, era una manera de introducir el tema de la sexualidad en la comunidad.
Durante cinco días ambos padres, debían permanecer tumbados de costado en el suelo de su casa, al cabo de ello, debían girar de lado y permanecer otros cinco días en dicha posición, al tiempo que ayunaban. Estos diez días era una manera de obligar a ambos padres a adoptar actitud de animal, a gatas y sobre el suelo.
Esto iba acompañado por la caza de un venado, por parte de los parientes de la pareja, y allí se rompía el ayuno para comer la carne del animal. Encaminarse luego en procesión, donde el padre de las criaturas se cubría con el cuero y los cuernos del venado. Ritual éste, que duraba veinte días, manteniéndose las hogueras encendidas durante esas noches.
La necesidad de legitimar a los gemelos era darles un baño en agua helada.
La comunidad explicaba que el niño "de más" era hijo del relámpago y no de un padre adúltero, estableciéndose así la legitimidad de este vástago. Seguramente por la muerte de algún antepasado por un rayo.
La pareja igualmente debía abstenerse de mantener relaciones sexuales un año entero.
El ciervo sacrificial sugiere que dicho animal representaba la culpabilidad sexual, ocupando el lugar del violador o del adúltero. Era una ceremonia de exorcismo.
estas figuras del ciervo, el poder del relámpago, la culpa y su expiación quedaron consignados en un libro maya, EL CUCEB, de contenido oracular de fines del siglo XVI.
En él, la sequía era la calamidad con la que la comunidad era castigada por su pecado de adulterio, el dios ofendido era el del relámpago, ligado a la lluvia y la sequía era la manifestación de su ira.
Cuando en el cielo aparecía una nube de tormenta era señal que la ira del dios se había aplacado.
¿Porqué elegían al ciervo como figura expiatoria precisamente?. Se considera posible ya que la cierva pare dos cervatillos, planteando la posible doble paternidad. Esto vale para todas las variedades de ciervo andino.
Los primeros cazadores del altiplano se referían peyorativamente al hombre-ciervo a aquel que carecía de moderación sexual, al que no sabían cultivar las plantas, un hombre que no sabía guardar su semilla suponía una regresión y debía ser expulsado de la comunidad. Estas creencias pertenecen a un pasado andino muy remoto, al más antiguo estadio cultural, al cazador-recolector.