Hace poco, tuvimos oportunidad de escuchar a Thich Nhat Hanh, exponiendo la necesidad de frenar la carrera de los pensamientos a través de la inspiración y expiración conscientes.
Como un caballos desbocado, muchas veces nuestra mente sale disparada en medio de la meditación más elaborada que podríamos darnos, de modo que sin tregua, tratamos de recomenzar una y otra vez, en la vana tarea de estabilizarla, centrarla y tranquilizarla.
Estamos a veces, tan abrumados con las situaciones que nos tocan atravesar, que esas sesiones son muy poco fructíferas y terminamos nuestra postura, levantándonos tipo resorte y muy contrariados.
Una vez más tenemos la sensación que el caballo ganó.
Esta turbulencia mental, en apariencia, tiene poco y nada que ofrecernos. Menos aún, pensamos, tendrán los esfuerzos por aquietarla. Sólo conllevará más frustración.
Es así, como estamos incorporando el torbellino mental a nuestra sesión de meditación. Algo así como, hacete amigo de tu enemigo....
Los pensamientos locos, de por sí, creemos que tienen una carga energética muy importante. Más aún, estamos acostumbrados a ser domesticados por nuestro caballo interior a lo largo de nuestra vida. Encontramos "natural" el ser desvastados por todo tipo y velocidad de pensamientos locos que surgen a la "velocidad del rayo".
En las últimas sesiones, estamos permitiéndonos "observar" el fotograma de pensamientos que, como una ráfaga o un latigazos de imágenes se suceden sin cesar. Hemos incorporado, como "mechada", la "visualización" de una luz blanca a través de una ventana, cegadora y en apariencia vacía, los pensamientos posteriores tienden a ralentizarse. Pero, nuestra mente-caballo, tiene aún muchos recursos a su disposición para imponerse: así que empezamos a oír sonidos de pensamientos sin imagen. Resuena la voz de "el azul para las letras es mejor", "podría comprar un nuevo zafu para meditar" y cosas así.
Así, la recomendación de Tich Nhat Hanh, vuelve a cobrar todo el valor de la experiencia cuando nos concentramos en la inspiración-expiración. Nuestro cable que conecta con nuestro propio centro interior. Nuestra íntima conexión. Seguir con atención el progreso y expansión de nuestro abdomen, la extension hacia el pecho, la manera de contener ese aliento hasta que por fin expiramos desde los hombros y siguiendo el camino inverso, contraemos los músculos abdominales con suavidad para expulsar el aire de las bases pulmonares. El siguiente será un nuevo ciclo pero esta vez de inspiración expiración suaves sin sonido audible. Después de unos minutos veamos cómo está la mente. Hay momentos en que la visualización de un horizonte donde se tocan el mar y el cielo vacíos es un motivo que rinde como la ventana abierta y la luz blanca y deslumbrante, como una rampa hacia una mente sosegada y en paz. Consideremos que a veces, será suficiente no escuchar el relincho conocido ni el galope de los pensamientos por un buen rato. Este habrá sido el comienzo de la doma cotidiana.