Un ex-alumno de un curso de meditación Zen llamó muy angustiado pidiendo por su instructor.
-¡No logro concentrarme en la meditación!, se lamentó cuando fue atendido. Parece que todo lo que he aprendido y practicado se ha esfumado. Bastó salir del recinto del monasterio y la magia se esfumó.....
La voz del instructor sonó pausada, calma y absolutamente comprensiva.
-"El señor de la guerra, de visita en cierto monasterio, fue testigo de la crisis de cierto monje, quien preso de la desesperación se quejaba de lo mismo que tú.
Así que le pidió permiso al Maestro, para "instruir" al joven monje.
El sr. de la guerra llenó su taza de té hasta el borde y se la dio cuidadosamente al novicio: "Toma esta taza de té, ordenó, y sin derramar una sola gota llévala alrededor de toda la periferia de este patio.
Cuando el novicio tomó la taza, el sr. de la guerra ordenó a sus arqueros: "¡Seguidle! Si derrama una sola gota, ¡disparadle!. Los arqueros tensaron sus arcos y comenzaron a caminar detrás del novicio que, durante los veinte minutos siguientes, aprendió a concentrarse".
El instructor continuó: - "no hay substituto para la determinación. La iluminación es un asunto serio. Nunca se puede alcanzar con una actitud despreocupada o negligente. Debes estar determinado a tener éxito y ser firme en tu determinación".
-"Aunque parezca mentira, tener éxito en meditación, tiene los mismos requerimientos que el ser sospechoso de un crimen; una persona tiene que tener motivo, unos medios y oportunidad. No es suficiente con cumplir una o dos condiciones para ser considerado un criminal sospechoso. Deben cumplirse los tres: motivo, medios y oportunidad.
Dicho esto cortó la comunicación.