miércoles, 6 de agosto de 2014

ZEN: EL GATO Y LA ESMERALDA


Todas las herramientas en las que podemos apoyarnos, para  captar nuestra esencia, son sólo eso. Así, las conferencias del Buda o las del Maestro que fuere, los libros acerca del Zen, los koans, las discusiones acerca del Budismo etc, pasarán de largo, sin el za-zen (permanecer sentados). 
Seremos, sostiene Taisen Deshimaru, como gatos jugando con  una piedra preciosa. El permanecer sentados, "retirando los puntales", en los que nos hemos afirmado, nos permitirá "descubrir el armazón".
Lo otro son cuentos, frases destinadas a hacernos despertar que serán vanas si no nos permitimos experimentar el silencio, la mente quieta, la respiración pausada, en za-zen...
En lengua japonesa, la vida del cuerpo y la vida del espíritu, son designados con las palabras  sei-mei. Abarcan todo. La realidad de cada uno, que es contemplada por el médico oriental, como un conjunto.
La fatiga física se repara con reposo. "Cuando el espíritu está claro y apacible se quiere trabajar". Si el espíritu está agitado, ansioso, el ser está dividido y  se fatiga profundamente.
El yoga, la actividad física, acompañar las estaciones, ese sería el sendero a seguir, de una vida natural. Sencillez y simplicidad en la alimentación, colaboran en el fortalecimiento del sei-mei.
El Ki, es más que vitalidad y energía. Es el conjunto de actividad, concentración e impulso. Estas cualidades son el conjunto que caracterizan al ser creativo.
Deshimaru sostiene que el za-zen es preparar el cuerpo y el espíritu, a través de una vía sencilla, logrando así, obtener un sei-mei fuerte.
No es necesario respirar continuamente durante el za-zen. La respiración se va alargando, de tal modo, que no serán más de tres respiraciones por minuto, cuando se profundice la relajación y el alerta a los movimientos de la mente.
Entrenarse en el za-zen es conocer el dolor en profundidad, aceptándolo. Occidente, al sentir del autor, rehúye el sufrimiento y el dolor, haciéndose más vulnerable a estas condiciones naturales a todo  ser humano.
En todo momento, la mente mantiene el sufrimiento en pie. Ella se encargará de traer al za-zen las heridas al amor propio y cuanto está a su mano para dispersar la atención del momento a momento. Si adecuadamente relegamos estos pensamientos, otra vez retornará la conciencia apacible.
El Dojo (recinto para hacer za-zen) es el área ideal de silencio y relajación adecuado, producto de la atmósfera que se crea en estos espacios de práctica. Cada uno tendremos que explorar el espacio que esté a nuestra disposición y experimentar en estos recintos. Otros, tal vez, puedan o prefieran hacer za-zen en espacios abiertos... Sobre una gran piedra...