Nos topamos con esta breve reseña, reflexión para esta realidad.
"Los verdaderos enemigos de los Incas, antes del arribo de los colonizadores, fue el pueblo Chanca. Pueblo que se creía descendiente del Puma, establecidos en lo que fue el antiguo Estado de Huari. En ocasiones llevaban cabezas de este felino sobre las suyas.
Las trenzas numerosas era su habitual peinado, según se los describe (L. McIntyre). La pintura de guerra, bermellón, era obtenida a partir de minas de mercurio de cercanías.
Consideraron a los Incas como arribistas.
Cuando los señores de la guerra del pueblo Chanca fueron acercándose al Cuzco, exigieron su rendición "para no manchar sus lanzas con sangre inca"...
Los Incas vivieron rodeados de enemigos, como sucedía en todas las tribus andinas. Aún antes de su llegada, la guerra era endémica de estas regiones.
Cuando el imperio Inca se consolida, el lamento de los campesinos parece haber sido que los Incas tenían sólo capitanes y ningún señor. Esto podría sugerir una creciente tensión entre los militares y los campesinos".
Termina el comentario diciendo, "al parecer, la gente está harta de guerras, pero más harta de los guerreros".
Parece que estos temas, son reiterativos en casi todas las historias de los pueblos. Tenemos la sensación que así como todo es cíclico, aunque no lo veamos, todo llega a su fin. El final, la extinción, está en la esencia de todo, incluso en aquello que creíamos eterno, permanente o duradero. No podemos saber si la verdad triunfa. Creemos, eso sí, que la mentira es una cosa y vivir engañados es otra bastante diferente. Hilosdepiedra.