Habíamos visto en la última entrada, que la guerra en el territorio andino, hace su aparición aproximadamente alrededor del año 600 d.C. y a raíz de una prolongada sequía. Pueblos que habían vivido pacíficamente y habían crecido como fruto del mutuo intercambio se transformaron en adversarios.
Se menciona a Huari, un Imperio en los andes centrales de Perú, el cual hubo de seguir su rumbo en solitario luego de su rivalidad con el centro ceremonial de Tiahuanaco.
En Huari, a diferencia de Tiahuanaco que según se muestra en su cerámica, continuó estableciendo un ideario religioso basado en la representación de entidades sobrenaturales, se generó una cerámica basada en los retratos de los señores de Huari, gobernantes de turno. Asimismo, en Huari, se centró la economía exclusivamente en la comercialización de artículos de lujo: obsidiana, lapizlázuli, conchas del Spondylus de Ecuador etc. Se desarrolla así una nueva clase social con una mentalidad diferente: la de la imposición de la fuerza como método para expandir su cultura y satisfacer sus necesidades. Se distingue por una elite gobernante, principalmente secular donde es costumbre la ostentación de poder y la intimidación para su cotidiano ejercicio. Así en la cerámica, aparecen los diseños de cabezas cortadas, como trofeo a cargo de un "sacrificador". Este personaje en otros restos cerámicos, conduce de una soga una llama de huesos de piernas y brazos desarticulados.
Esto mismo se ha visto en Pucará, ciudad rival también de Tiahuanaco, en cercanías del lago Titicaca, donde en su cerámica se observa también al sacrificador, conduciendo una llama y un bastón en la mano derecha. Otras veces, el sacrificador lleva un collar de cabezas pequeñas alrededor del cuello. La representación de esta imagen para Anita Cook, los pueblos de Pucará se identificaban con pastores nómadas.
El origen del conflicto entre Pucará y Tiahuanaco, esta vez, sería a diferencia con Huari, la falta de apoyo de Pucará para difundir una civilización agrícola ganadera. Los dirigentes de Tiahuanaco advirtieron el peligro de la competencia entre campesinos y pastores.
Así, la clase guerrera andina se ha formado a expensas de los pastores nómadas, quienes sacrificaban llamas como parte de rituales propiciatorios. El dominio de sus armas como la bola y la honda, así como un estrecho contacto con la sangre de los animales sacrificados, los hizo muy aptos para la guerra.
El punto clave de la expansión de Huari a expensas del comercio de artículos de lujo, hizo además que los pastores y sus caravanas de llamas, se beneficiaran de este tráfico comercial.
Así surge la teoría que la utilización de los pastores nómadas para crear un Estado secular (Sullivan), fue favorecida como clase social, resucitando un "ethos pastoral" (conducta o personalidad), promoviendo para ello una nueva religión, basada en el terror y la intimidación.
Hay pruebas del culto de los trofeos de cabezas en Huari y en la periferia de sus dominios. Esto parece haber tenido la función de mensaje: "quien se enfrente con Huari, y pierda, será sacrificado ritualmente. Desollado con una hoja de obsidiana", exactamente como se le hacía a las llamas destinadas al sacrificio.