domingo, 30 de septiembre de 2018

EL CAZADOR MODERNO


Otro costado de las comparaciones, lo constituye el mundo de las estadísticas, las propagandas y los anuncios publicitarios. Nadie se salva de integrar alguna cifra. Hay una tendencia a mostrar todo, a comparar casi todo. A pesar de uno. Pocas cosas pertenecen a la esfera privada. Cuántos seguidores en redes sociales, el número de publicaciones, las cifras de venta de un libro, los ingresos anuales, miles de datos que ignoramos y pretendemos seguir así. Aunque inútil resistirse. Tarde o temprano recibe uno la notificación de los nuevos seguidores. Como si fuera vital saber quiénes son o qué hacen aquellos desconocidos que seguirán siéndolo. Debería ser opcional el recibir determinados datos que agregan nada y quitan menos. 
Es al autor a quien podría interesarle lo que vende y que se sepa, si la escala de ventas le favorece y que todo el mundo se entere que está entre los "top five" y por cuántas semanas se ha mantenido en esa posición.
No todos poseen la mentalidad competitiva, o sus intereses pasan por la superación de los oponentes o de sí mismos, que viene a ser casi lo mismo. 
Como a veces dicen en Zen, algunos lo hacen por hacerlo sin ninguna finalidad ulterior. 
Sólo escriben, cocinan, cantan. 
Eso ya de por sí es lo que gratifica.
Con humor, se dice, "no vivo de ésto, si no....estaría en problemas".
Hay quienes permanecen indiferentes a la avalancha de promociones y ofertas que ha transformado a parte de la sociedad en "cazadores modernos". Personas que viven al acecho de ofertas de vacaciones, vuelos relámpagos y todo tipo de mercancías en base a la frenética comparación de tarifas y precios, esperando la ocasión de mostrar el "trofeo", la ganga, la pieza cobrada. Puede que sean resabios abortivos de nuestras ancestrales cacerías o jornadas de pesca en la red. Valga la alegoría.

sábado, 29 de septiembre de 2018

EL MONO IMAGINARIO


Hace unos días, a raíz de una película que mencioné acá, (Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando), leí algunos comentarios relacionados con el realizador, los que le comparan con Almodóvar en unos sitios, en otros, aluden a su condición de discípulo, etc. etc.
En el curso de una entrevista, el escritor y músico que exponía, describió cómo un autor famoso ya fallecido, comparó en su último libro, a Ernesto Sábato, definiéndolo como "el Dovstoieski de Santos Lugares". Nos intriga si hay una ponderación oculta o un refinado y malintencionado comentario debajo de la pulida comparación. Esperamos con ansias, conseguir el voluminoso libro y sacar nuestras conclusiones. En el curso de los siglos, las comparaciones se vienen aplicando a todo. Desde estilos de pintura, que permitió agrupar a los pintores por escuelas, a los directores de cine, a los escritores por el género cultivado y si hacen acordar o no a los precursores o descollantes de cada disciplina. Nadie se ha mantenido a salvo de las comparaciones, ni cocineros, ni psicoanalistas, ni diseñadores de moda, ni actores, ni científicos, ni políticos, ni reyes y mucho menos los dioses.
De este lado del río nos expresamos maliciosamente de alguna personalidad: "puede ser la hermana pobre de fulana, o el hermano feo de tal. O el fulano de tal del subdesarrollo".
La famosa frase "las comparaciones son odiosas", sólo sirve para descorrer el telón de la comparación inminente, la que ha de exponerse a continuación, una vez que con esta frase se asegura el interés del auditorio de manera exponencial. Práctica ésta de una hipocresía monumental.
La tendencia universal a la comparación, es una propiedad cognitiva ancestralmente diseñada, gracias a la cual, el cerebro nos informa de las similitudes o diferencias en el proceso de identificación de una amenaza, y cuyo objetivo primitivo y no tanto, es la supervivencia.
Lo que uno describe aquí, es una observación consciente de lo que hacemos cada vez que incurrimos en este hábito.
Más profundamente, también caemos víctimas de nuestras comparaciones internas. Aquellas que nos hacen sufrir de verdad. Son situaciones en las que nos situamos cuando apreciamos nuestro valer que cae mermado inexorablemente ante los pies de otro  ser cercano o conocido. Cuanto más cercano, mayor la intensidad del sufrimiento autoinflingido. 
Ser conscientes de estas situaciones y estar atentos al accionar de nuestra mente, sabiendo que los amenazados son el yo y la autoestima, facilita un poco las cosas:
Nuestra hermana se transforma en rival porque tiene una pareja que la lleva a dar la vuelta al mundo (metáfora) y su relación está pasando por su mejor momento. 
Tomamos distancia de nuestra mejor amigo porque su hijo es un triunfador en toda actividad de la vida que encara y todo parece destinado a mejorar su estatus. 
Podemos seguir indefinidamente.
La comparación es válida y extensiva a todo lo material, casa, auto, actividades laborales (promociones ajenas que consideramos inmerecidas), remuneración, experiencias placenteras etc.
Ser conscientes de los sentimientos que se generan, no necesariamente nos transforma en personas ruines, mezquinas o como quiera que las denominemos. Es un guión al cual nos apegamos el día a día, llegando a transformar nuestras relaciones en verdaderas fuentes de desdicha. Sin apenas darnos cuentas podemos aislarnos, para evitarnos el dolor de presenciar el bienestar del otro.
El lamento es el portavoz universal de todas las situaciones descritas u otras similares.
En realidad, lo malo no es comparar, lo perjudicial para uno es el lamento. Éste, es el lenguaje universal que sin darnos cuenta,  va empañando nuestros momentos de disfrute, aquellos momentos que podrían ser placenteros y que se oscurecen y consigue sumergirnos en la más profunda amargura y resentimiento.
Sepamos que va a costar mucho, en principio, alegrarnos sinceramente por el éxito ajeno, sobre todo si nuestra situación personal es penosa o desventajosa a nuestro parecer. 
Seamos conscientes que la alegría por el reconocimiento de los demás va a ser sencillo si están menos favorecidos en otros aspectos de la vida. Si alguien consigue un triunfo de cualquier índole va a cosechar elogios más sinceros, si camina sostenido por unas muletas por alguna malformación. 
Enfocarnos en nuestros propios asuntos, con mayor concentración, sin mirar tanto para los costados, hará que progresivamente vayamos perdiendo atención sobre el accionar ajeno. 
Estaremos ocupados en nuestros propios logros, por modestos que éstos sean.
Tal vez, fijarnos metas sencillas de complejidad creciente, nos ayude a superar nuestra incomodidad toda vez que nos sintamos tentados a"medirnos" con los otros.
La envidia y la aprobación ajena serán en definitiva nuestra recompensa.
Saber que cuanto más sensibles seamos a la mirada del otro, más pendiente estemos de esos ojos, más exigencias nos pondremos, más necesidad de demostración sentiremos y terminaremos transformándonos en un mono imaginario que tiene que mostrar sus habilidades para conseguir su comida.








viernes, 28 de septiembre de 2018

EL ZEN ESCONDIDO


DANZA BUTOH CON AGUA NARANJA

Una vez encontrado ese indefinible estado de la mente zen, estará presente mientras haya consciencia. Puede estar presente, en plena discusión, a pesar de la ira, en medio del festejo más intenso, o en el tranquilo diálogo con un amigo.
Presente, ese silencio de fondo, que no tiene ningún atributo que pueda ser limitado por el lenguaje.
No es posible, aún para los Maestros Zen, prescindir de ciertos conceptos. Esto nos incomoda, pero también aceptamos que la inercia mental puede ser un peligro que aceche. Es tal el repudio por la polaridad que uno se abstiene de toda opinión, por temor a caer en el común. Cómo será resbaladizo el zen, que seguramente éste comportamiento puede desembocar en apego. 
Por eso, la marcha del Zen es el caminar por la cuerda. Es estar atento a los pensamientos que inducen a la acción. Es saber que cada vez que miramos algo, consecuentemente, pensamos algo de lo que miramos. 
Si estamos haciendo algo, ser conscientes cada vez que nuestros pensamientos escapan y nos trasladan a otra parte.
Volvamos a tirar de ellos hasta situarlos en ese momento.
No olvidemos que nuestra paz interna, es fruto de trabajo. Habrá quienes dicen que lo que es esfuerzo es violencia y no sirve.
En nuestra experiencia, hay momentos vitales de intensa borrasca interna que sin trabajo, sin esfuerzo, sin intento, no será posible reasumir el estar presente. 
Hay momentos que nada puede hacerse, abandonarse, es permitirse, no es decaer. 
Todo fluctúa, cambia y hasta la sensación de no cambio, es distinta el día por día. 
Nadie puede enseñarnos cómo obrar con certeza. A lo sumo puede aproximarse, la experiencia personal es absolutamente intransferible. Por eso será apreciado que respetemos las manifestaciones ajenas ante situaciones difíciles. Cada uno atraviesa como mejor puede. O simplemente como puede. 
Evitaremos enjuiciar abiertamente. ¿Quién sabe qué podríamos sentir, hacer o decir en situación similar?.
Lo más sencillo es hablar del accionar ajeno.
Ponerse en los zapatos del otro es un sabio comienzo. Hilosdepiedra.


jueves, 27 de septiembre de 2018

MI RESPUESTA PARA LA AMANTE


EL RAPTO DE EUROPA (Original de Felix Vallotton)

Para la Sra. sin nombre, la que a sí misma gusta de llamarse "la otra" o "la amante".
Me complace contestar su carta que publiqué ayer, agradeciéndole que, sin querer seguramente, me haya puesto en contacto con obras a las que quizá Ud. conozca, sobre todo si es o ha sido afecta al cine.
Desde lo literario, puede Ud. sentirse satisfecha ya que ha logrado que un lector, en este caso también autor del blog, quiera exponer  otras narraciones olvidadas y a las que hoy decidí otorgarles un breve espacio.
Por otro lado, puedo disentir y decidir no plegarme a la convicción que le agregó especial condimento a su historia de amor  y es aquel pretendido secreto en especial en lo que a la esposa de su amante se refiere. No creo que en veinte años y siendo casi vecinos, como Ud. menciona, esta mujer haya permanecido ignorante del asunto. Además  este tipo de historias es como el agua, siempre se abre paso por donde puede hasta que algo aflora por alguna parte. Esto no es para inquietarla, de ningún modo. Intuyo que Ud. ha debido plantearse esto mismo.
Pasando a las historias encontradas hasta ahora, constituyen la antítesis de su narración. Una película de 1965, "La Vieja Dama Indigna" es emblemática: después de muchos años de desempeño como esposa y madre abnegada, a los setenta años, una mujer decide empezar a disfrutar de la vida según le parece. Se siente libre de las ataduras de ambas condiciones y si las describo como tales,  es porque el realizador así lo planteó para el ánimo de su heroína. 
Hay variantes del mismo tema como "Yo amo a Shirley Valentine", mujeres que a cierta altura de su vida desarman las mordazas de la morsa por la que han vivido aprisionadas y por cierto son historias difíciles, bellas y entrañables.
La otra película, de 2015 es "Elvira, te daría mi vida, pero la estoy usando", en este caso, es a partir de una decisión ajena, como es la de un marido que sale una noche a comprar cigarrillos y no vuelve más,  que se despliega esta obra.
Me gustaría recordar ahora, algún argumento similar al suyo, tan valientemente escrito para el diseño de su vida, sin los costados sórdidos o injuriosos tan comunes en esos planteos. En general, me parece que los rioplatenses simpatizamos más con las Difuntas Correa, Filomenas Marturano y otra heroínas inclinadas sobre la pileta de lavar la ropa que sobre el hombre o la mujer dormidos después del amor furtivo. 
HILOSDEPIEDRA. 


miércoles, 26 de septiembre de 2018

UNA VIEJA EGOÍSTA

EL TEMPLO DE LA TANGUERA

Estimado Sr/a Hilosdepiedra. Ud. verá si sigue leyendo.
Me jubilé de Profesora de Literatura en una escuela secundaria en la localidad de Belgrano, Buenos Aires, Argentina. Tengo 82 años.  No voy a hacer la típica novena del jubilado promedio argentino, así que no espere que hable del precio de los remedios.
Tengo un nutrido grupo de amigas, jubiladas como yo, y más o menos con los mismos ingresos, que con el tiempo han seguido un derrotero distinto, que no critico. Verá, se han refugiado en la vida de sus hijos y nietos, lo que les va recortando el cultivo de otros intereses. Será por eso que las frecuento cada vez menos. Soy lo que podría definirse como una "vieja egoísta".
Nunca me casé y fuí como quien dice "la otra". Así que ni soñar con pensión de ningún marido. Amantes menos que concubinas, no tenemos casi ninguna protección. Como quien dice, aprendimos a vivir a la intemperie. No voy a polemizar ahora sobre otro pendiente y vacío legal, sobre todo para muchas concubinas que conozco de mi edad con una vida en común de treinta o más años con el mismo hombre y que han tenido que irse de la casa que habitaban sólo por el hecho de no estar casadas y quedaron virtualmente en la calle. Dije que no iba a transitar por ahí. 
No lamento nada. Viví un gran amor atravesando momentos difíciles de robar porque para colmo éramos casi vecinos. Cada una de las tres hijas que tuve con él fueron motivo de gran alegría me atrevo a decir que para ambos. Nunca les oculté su origen y desde el vamos sentí que era afortunada porque lo tomaron con naturalidad, como supongo hacen los niños cuando no les transfieren cargas emocionales innecesarias. Siempre supieron que no iban a recibir sobrantes de amor. Su tiempo con papá iba a ser distinto al de cualquier otro amigo o compañero de la infancia. En general fue más pleno y con ganas. Si acaso fueran sobras, serían de muy buena calidad porque jamás presenciaron tirantez indiferencia, hastío o irritación de un papá que llegara cansado del trabajo. 
Siempre me resistí a definir la nuestra como una "familia paralela", así que sigo considerándome "la otra", su amante. Eso, en mis tiempos, me parecía muy excitante, y aún me lo parece. Fíjese Ud. que estuvimos juntos un poco más de veinte años. Después que él murió nunca  pensé en nadie más que no fuera yo. Me fuí de viaje, dejé a mis hijas adolescentes con una amiga y estuve un mes en Europa. Había ahorrado con la ayuda de él y fuí a los lugares a los que nunca pudimos ir juntos. Eso me hizo sentir inconmensurablemente feliz. Algunas amigas, las que han retornado como viudas a París, Londres, Venecia etc, ya recorridos en pareja,  no han podido evitar chocar de frente con la nostalgia, la tristeza y la añoranza en medio del vacío del ausente. Sensaciones que no me interesa experimentar.
Me niego a frecuentar los Clubes para la Tercera Edad,  concurrir a  Cursos de tejido, cerámica, talleres literarios, Clubes de lectura y actividades por el estilo. Eso incluye a la iglesia, aunque fui bastante amiga del Padre Baltasar que en sus días usaba un péndulo para armonizar a las personas y de acompañante de una amiga, me transformé en la suya, sin segundas lecturas, le pido.  Era una persona muy mayor así que al poco tiempo lo trasladaron y se ha retirado como yo. No me resulta sencillo llegar hasta la localidad de Montes. Le escribí un par de veces sin respuesta. Jamás tomamos lo nuestro como una confesión en lo que a su oficio se refiere. Sucede que ambos compartimos una pasión desenfrenada por las novelas negras y los hombres de ojos azules.
Tampoco me refugio en mis recuerdos. Hice un pacto conmigo, tengo un reloj de arena de esos de cinco minutos y cuando terminó de pasar el último grano, dejo las evocaciones de lado. Creo que sirven para controlar el hervor del huevo, algo así. No soy amiga de los crucigramas, soy una persona que se aburre con facilidad de las cosas que se repiten. Con mi amor nunca sabía cuándo iba a poder venir, no planeábamos nada simplemente porque no había nada que planear. Cuando sabía que se iba de vacaciones, se las ingeniaba para ubicarme cerca y nuestros encuentros furtivos eran simplemente mágicos. Sin saberlo, su esposa ha salido con los dos y mentiría si alguna vez lamenté no ser la titular del equipo. Ha habido, confieso, toqueteos furtivos, situaciones que le entusiasmaban especialmente,  y que a mí me divertían enormemente. Jamás hubiera querido que dejara su casa y su familia. Hubiera sido muy rutinario y seguro habría habido roces, daños y conflictos de ambos lados. 
No tengo otros familiares cercanos, salvo mis hijas y nietos pero no los cargo con la obligación de la visita culposa. He sido joven y sé cuánto molesta ir de  peregrinación a la casa de alguien que nos parece tan viejo que nos sentiríamos más cerca de un marciano. 
No poseo ninguna planta, ni mascota. Así puedo quedarme en cama cuando llueve sin la obligación de sacar al perro aunque se caiga el cielo. He conseguido una de esas camas gigantes que aparecen en el cine y puse un espejo enfrente y me arreglo el pelo antes de dormir sin maquillaje, sin joyas y sin camisón, no sea que muera durmiendo y me encuentren con sábanas viejas o zurcidas. No veo mucha TV. porque me aburre. Y he renunciado a quejarme.
De a poco, he ido vaciando mi casa de todo recuerdo y adornos. Uso, eso sí, la loza inglesa de mi madre para todos los días, para mi disfrute visual. Jamás guardé nada para homenajear a otros. He puesto las mejores toallas para sentirme agasajada. 
Me ha quedado grabada una anécdota que le atribuyen a una actriz y cantante argentina llamada Tita Merello. Cuando estaba en una racha de las malas, como decimos acá, no sé si será cierto, descorchaba una botella de champán, para seguir tratándose bien aún en momentos duros, supongo. Como si hubiese sido alguien que cultivó hasta el final eso de "a tu enemigo no le des el gusto de verte llorar". HILOSDEPIEDRA.

martes, 25 de septiembre de 2018

CÓMO SOLTAR EL LORO DEL HOMBRO

HOMBRE EN LA OSCURIDAD

Si en verdad, alguien piensa que necesita la respuesta escondida en esta metáfora, que no siga leyendo, acá no hay ninguna instrucción de cómo sacudirse al loro del hombro.
No he vivido, que yo sepa, en otra época diferente a la que vivo, así que no sé si antes las personas necesitaban tanta orientación sobre todas las cuestiones de la vida. Desde lo cotidiano hasta lo más profundo. Todo lo que se le ocurra a uno tiene su "persona que orienta". No es que no se necesiten expertos, pero no hay objeto, pensamiento, convicción, vínculo etc. que no cuente con numerosos tutoriales, opinadores, expertos y encuestadores Así que lo más común es leer, cómo...y a continuación el Gurú que sabe más que uno, siempre, está ahí, dispuesto a orientarnos, para ayudarnos a conseguir el logro, para concretar el deseo, para pautar nuestra vida hora por hora, cuestión de sacar el máximo provecho posible.
Este mundo se ha transformado en un sitio más inseguro que la selva de Sherwood. Nadie es capaz de transitar su vida sin tener su terapeuta, su acompañante emocional, su coacher, su entrenador personal, su experto encaramado en la cabecera de la cama que guía sus pasos vacilantes, aún antes que suene el despertador. Es como un retorno a la infancia eterna. Antes de llegar a la ducha, habremos recibido algún instructivo de cómo iniciar una jornada positiva, con actitud, una rutina de rápidos ejercicios, una combinación de desayuno, asanas y meditación.
Imaginamos (por lo de no haber vivido antes, del comienzo), que esto viene de lo más oscuro de nuestras incertidumbres, así los emperadores tenían augures, otros funcionarios, sus brujos, sus videntes, su interpretador de señales y vísceras, ya más acá, asesores de imagen con vestuario, de gestos, discursos y una larga lista de guías varias, lugares que es obligatorio visitar, frecuentar, dependiendo del objetivo a lograr. 
Así hemos ido resignando nuestra responsabilidad a los brujos modernos hemos ido cediendo terreno, dejando en manos ajenas nuestras decisiones personales, nuestra creatividad, evitando atravesar las peores emociones, huyendo de nuestras oscuridades, sin valor para el insomnio, sin coraje para el tormento del remordimiento, ya que contamos con la palabra, el argumenta que mágicamente nos rescatará de un sitio tan espantoso que no queremos verlo a menos que sea a través de alguna serie televisiva. Si todo esto falla, a mano tenemos los químicos, terreno que no disputaremos. No somos quienes para desalentar un recurso que puede aliviar ciertas patologías específicas. 
No me imagino aconsejando a nadie sobre nada. Tal vez  la cumbre donde se sitúa el experto, es vulnerable. Esa cumbre empezará a temblar cuando su universo personal sea sacudido por cualquier evento y se derrumbe. Se verá reducido a parecerse a uno más de sus angustiados consultantes/clientes. Puede ser que por su misma condición de experto "en vida", en el arte de "ser feliz", tendrá recursos que sí nos muestre que está mejor pertrechado para afrontar, para ser un resiliente, que hará que pensemos: "en verdad domina el arte del sufrimiento, del dolor, del miedo, de la ansiedad" o de lo que sea.
Tal vez sea un prejuicio de nuestra parte. Nos sentimos capaces de  darnos cuenta. Sin necesidad de recurrir a un curso de "cómo reconocer nuestros errores, aprendiendo en el proceso". HILOSDEPIEDRA

miércoles, 8 de agosto de 2018

ASÍ CUALQUIERA CAMINA A LA SOMBRA DEL MAESTRO


No desmerezco los méritos de la Comunidad del Monasterio. Cuando decidí partir, no pude evitar sentirme un desertor. 
De allí en adelante sería un forastero, tanto en el mundo al que decidí retornar, como en el refugio que me brindó la Sangha todos estos años, como si decidía volver detrás de sus muros protectores. Desde que me ordené, no tuve que ocuparme del ingreso de dinero, ni de las actividades relacionadas con la supervivencia.
Cuando daba mis conferencias y escuchaba las tribulaciones ajenas, sentía una enorme compasión. Creía entender la angustia de aquellos que habían perdido su trabajo, o estaban sin él, buscando lo que fuera sin hallarlo.
Cerradas las puertas, apagadas las cámaras, silenciado cuanto se había registrado en video, me dirigía al refectorio, por así llamarle y comía en silencio. Frugalmente, es cierto, no está bien visto un monje excedido de peso, le quita sobriedad. Eso es lo último que queremos.
A pesar de eso, experimentaba la falsedad de mi discurso. Había consolado, sí, tal vez. Había brindado una herramienta con la que combatir el sufrimiento psicológico que el estar sin trabajo conlleva, pero en realidad, no había podido acercarme más que desde el discurso. Esa es la verdad. Ya sé, no hace falta saber lo que es tener hijos para....Por eso, jamás crucé esa línea. En mis conferencias, jamás aludí a la situación. Renuncié a ponerme en lugar de otro ya que no hallé en mis ocho años de monje, una sola oración, una palabra, algo que pudiera transmitir, que tuviera el sentido, el tronco común, eso que pudiera compartir desde el mismo lugar con el aflijido. 
Cerraba la puerta de mi celda por las noches, sabiendo que tenía por delante horas de sueño sólo interrumpidos por la oración y la meditación. Nunca ese sagrado silencio fue atravesado por el llanto de un bebé enfermo. Jamás sufrí el menor desvelo al ver pasar las horas y mi hija sin llegar.
Sabía que al día siguiente me sentaría a tomar mi magro desayuno. El que nunca me había faltado. 
Si bien mis sandalias necesitaban un cambio, le daba largas antes de dirigirme al hermano ecónomo para que me proveyera un nuevo par.
Mis dudas doctrinarias, que las tuve, fueron atendidas por mi guía espiritual. Debo reconocer que en ese sentido no me dejó dormir a la intemperie. Los mondos que practicaba con mis tribulaciones, tenían el efecto de un bálsamo. Pronto me sentía listo para abordar el próximo avión y llevar el consuelo de la palabra allá donde me designaran.
Ahora le quito horas al sueño para escribir ésto que posiblemente nadie lea. Ya no hay cámaras encendidas ni auditorio expectante. Hace varias horas que estoy junto con otros, cortando una ruta. El dinero que recibo del gobierno no me alcanza. Si tan solo hubiera cambiado las sandalias antes de irme.... Hilosdepiedra.


martes, 24 de julio de 2018

EL NÒMADA MODERNO



Segùn la regiòn, nòmade o nòmada, aquellos que por cualquier motivo, desde temprano, se han visto expuestos al desplazamiento constante. Nòmadas modernos, los que viven desplazàndose sin causa cultural que lo imponga.
Desde temprana edad ha cambiado numerosas veces de escuela, de casa, de barrio, de paìs, de amigos.
En mi observaciòn y como casi todo, èsto puede originar personas con sedentarismo reactivo extremo, que impedirà o dificultarà el futuro alejamiento del ùltimo hogar familiar y otros seres que a lo largo de sus vidas y por sus propias razones, continuaràn los caminos trazados por sus padres. Seràn aquellos que buscan continuamente excusas solo para continuar yèndose. Algunos psicòlogos recomiendan dar estabilidad a los niños, brindarles referencias seguras, màs o menos una sòlida continuidad en sus paisajes y por eso desalientan tanta mudanza.
Al nòmada, ser forzado a proporcionar ese marco a sus propios hijos es una de las cosas que màs le cuestan. Se nos pide un renunciamiento muy duro de llevar a cabo y que conlleva mucho dominio del impulso ancestral de salir corriendo.
El cosquilleo en las plantas de los pies, a veces se refugia en la idea de aunque sea, retornar en una especie de agreste peregrinaciòn a ciertas casas de la infancia, a ciertos paisajes, que no hace sino mitigar levemente nuestras ansias de seguir, seguir siempre.
La angustia del retorno desde otros paìses y el temor de no poder volver a salir, o el fantasear con tocar tierra solo para continuar rumbo a otros destinos, es un sìntoma comùn que experimenta el nòmada moderno. 
¿Còmo lleguè a saber que soy una especie de nòmada?, fàcil: habìa alquilado un departamento en Boston, donde iba a permanecer tres semanas. Nunca habìa estado antes. Al hacer la conexiòn, perdì el aviòn en la escala previa, lo que me demorò hasta conseguir otro vuelo ese mismo dìa. La valija habìa sido despachada en el aviòn perdido, asì que en el Logan estuve dando mis vueltas hasta que pude hallar el sitio para retirarla. Tenìa cierto apuro por llegar porque querìa evitar que se hiciera de noche al salir por comida en un vecindario desconocido, pero igualmente, antes llamè a mi familia y les comuniquè que habìa llegado bien, que iba al sùper y despuès...a casa. Hilosdepiedra.

viernes, 22 de junio de 2018

GUSANOS INTERMEDIOS



 Salta, Argentina

En general, tenemos màs o menos profundamente arraigada la idea de nuestra importancia y "centralidad". Hemos leìdo acerca de ello, del lugar que originalmente, muchos de nosotros ocupamos en el hogar de nuestros padres. Ese girar de los otros, alrededor de nuestras comidas, horarios, vacunas, salud, escolaridad, bienestar en general.
A la hora de considerarnos transitorios, sin importancia en lo absoluto, nos cuesta terriblemente, apartarnos de ese protagonismo.
Un ciudadano romano cualquiera, ¿no habrà sido su centro? Sus problemas, ¿no habràn ocupado la totalidad de su mente?.
Vale lo mismo para un celta, un egipcio, un indio, o quien haya sido y estado.
Hoy, en cualquier excavaciòn arqueològica, pueden verse los diferentes estratos. Miles de años, tal vez, compactados en diferentes niveles en una fosa rectangular de escasos metros a veces. Allì, en cualquiera de ellos, se halla nuestro ciudadano romano, o griego, o etrusco, o quien haya soñado alguna noche o haya sufrido desvelo por un amor o un miedo incontrolables, ante justamente eso, aquello que no podemos controlar. Y en ese nivel que el tiempo le adjudicò, actuaron los gusanos, las moscas primero, el viento, la lluvia que se llevaron o amontonaron su carne, sus huesos, sus desvelos, la ceniza de los muros de su casa, sus alimentos, su vajilla de ceràmica polìcroma, sus monedas. Que tal vez hoy, vayan a ser etiquetados y guardados en un cajòn para posterior verificaciòn, anàlisis, comparaciòn etc. 
Por eso, empezar a considerarnos pertenecientes a cierto nivel que mañana pueda ser excavado, clasificado, y eventualmente expuesto en una vitrina con un cartel al pie, quite hierro, como dicen en España, a las tamañas magnitudes de nuestros miedos y desvelos, ese mundo, nanomundo, que hemos creado, o en el que hemos venido a morar rodèandonos de lo efìmero, como el romano, el egipcio, el etrusco y el celta, y que sostenemos, al que nos aferramos y apostamos todo a su permanencia. ¿Podremos imaginar,  el sitio que ocuparà en la fosa de algùn futuro?. ¿Podremos imaginar còmo se veràn nuestros logros en la vitrina?¿què dirà el cartel?. Podrìa ser: Nivel xxxxx..... segùn teorìa estratigràfica de Edward C. Harris, artefactos encontrados en esquina Noroeste de cuadrìcula MF restos carbonizados de de un techo..... parcialmente conservadas por derrumbe...... Hilosdepiedra.


jueves, 31 de mayo de 2018

UNA TREGUA LLAMADA BELLEZA


Hoy, es un dìa lluvioso, no sòlo afuera.
Hoy, las malas noticias abruman y, como el agua, se filtran por donde pueden.
Hoy, sin huir, miremos algo de belleza.
Como una tregua.
Una imagen que apacigue tanto tumulto interno.
Que disipe, aunque por un instante, la preocupaciòn de la incertidumbre constante.
Olvidar una vida llena de miedos.
Al servicio del miedo.
Por uno y por aquellos a quienes amamos, el miedo omnipresente.
Ese miedo que no calman ni los quìmicos.
O las pràcticas de autoconvencimiento.
Leìmos a Kodo Sawaki.
A los ochenta años, dejò de temer. 
Ya no estaba pendiente de sì mismo.
Pendiente de sus propios conflictos vitales, sus problemas, su micromundo.
Como estamos casi todos.
Cuando sentimos que siempre tenemos algo que perder.
Ese es el asunto nuclear: saber, creer o sentir, que tenemos algo que perder.
Èso y sòlo èso,  es la creaciòn de todos los miedos. 
No voy a ahondar, no ahora, no hoy, hoy que llueve.
Hoy voy a adentrarme en algo bello.
Hoy la belleza va a ayudar a serenar mi escenario.
Mañana, si lo hay para mì, podrè investigar si el uso del "mala", (especie de rosario tibetano para recitaciòn de mantras), contribuye a aplacar la mente turbulenta, el mono interno que salta de rama en rama. 
Eso es mañana, no existe.
Lo de recièn ya es pasado.
Vuelvo a la belleza como el mantra de hoy.
HILOSDEPIEDRA.

lunes, 28 de mayo de 2018

ZEN A LA KODO SAWAKI




Kodo Sawaki, considerò a los que podrìamos llamar enemigos, a los seres que le mantenìan alerta, para no equivocarse, aquellos que le dañaban de palabra esparciendo falsos rumores, eran los que le advertìan que podìa transformarse en eso, convertir el veneno en medicina.
Recomendamos una obra suya, "El Zen es la mayor patraña de todos los tiempos". Estas lìneas  daràn una idea de su enfoque: "Cuando sigas la vìa del Buda, no lo hagas para impresionar a los demàs. No hagas de ello un negocio. Practica el budismo como un ladròn: ni siquiera tu esposa o tus hijos deben saber nada de ello.
Es mejor que hagas zazen con discreciòn, como si fuera algo realmente prohibido".
Solo estos pàrrafos exponen con sencillez su actitud ante la vida y el Zen que a ella incorporò. Paz de espìritu, que uno puede practicar dentro y fuera de las tormentas vitales. Sin perseguir esta mentada paz. Sabiendo que en esta Paz de Espìritu se unen el sosiego y desasosiego mental. Sin pretensiones de Gran Buda Iluminado. Reconocer cual es la tarea de cada uno, llevarla a cabo. Fuera juicios y comparaciones. Generalmente ocupamos un espacio enorme en la mente con comparaciones, juicios de valores, añoranzas de diversa ìndole. Si nos sorprendemos hacièndolo, reconocerlo, estamos de nuevo en los hàbitos de siempre. Sin culpa. Sin esfuerzo por redirigir nuestro rumbo, sin propòsitos heroicos de enmienda. Se reduce a estar atentos, cada vez que retomamos nuestros hàbitos. 
Kodo supo que el budismo aleja a la gente cuando se despliega como encerrona filosòfica,  comparàndolo con saborear una comida en vez de atascarse en el anàlisis nutricional. 
"Dedicarse a la pràctica es algo diferente a reflexionar sobre la pràctica". 



jueves, 22 de marzo de 2018

HERMANOS DE SANGRE



¿Quièn habrìa de meterse en su cabeza de perro?.
Lo habìan mandado a reeducaciòn, despuès de intentar triturar al diminuto caniche de una vecina, y morderla a ella cuando tratò de poner a salvo a la miniatura. 
-¡Y lo logrò! ¡vaya si lo logrò!. Tanta la griterìa que armò, que ahì mismo, cuando al fin pude derribarla, justo se detuvo el auto y bajò el tipo con el paraguas y me lo partiò en el lomo. 
-¡Nada! Para que sepa, ¡no sentì na-da!.
-Los pitbull tenemos huesos fuertes, somos aguantadores y lo que es muy importante, esos ojos amarillos que imponen tanto respeto cuando los clavamos fijo, como los colmillos.
-Lo que no entiendo es que a mi dueño le gusta mi caràcter fiero. Es màs, me seleccionò por eso. De la camada fuì el que antes empezò a morder a sus hermanos y eso pareciò encantarle ni bien me viò. A mi padre lo usaban para pelear, en el campo. Tenìa el lomo como el miò, asì de fuerte, no tan liso, el de èl estaba cubierto de cicatrices de distintos tonos de rosa y gris con algunos frunces. 
-Tampoco entiendo porquè siento esas ansias. La sangre metàlica y salada, su olor me enardece y hace que me aloque, como dice mi dueño con satisfacciòn. 
-Y siempre me quedo con las ganas de seguir. Los gatos. Las pocas veces que alguno ha intentado cruzar el jardìn, queda un revuelto de pelo, huesos, y sangre. Y eso va para las palomas, y el jardinero que un dìa me tirò una patada, y sentì la pantorrilla del tipo, gomosa, eso me excitò màs. Se moldeaba y se retorcìa entre mis dientes, como si tuviera vida propia. Me costò largarlo. Esa vez, me cosieron en el veterinario, porque el hombre se defendiò con una tijera de podar. A èl tambièn tuvieron que coserlo.  A su olor lo tengo en mi memoria. Làstima que no ha vuelto màs. Le mordisqueè el mango de la tijera, cuando la costura me pinchaba. Algo parecido al dolor.
-Cuando empiece a sacarlo a caminar y lo canse, le dè de comer y le enseñe quièn es el alfa, se le van a ir las ganas de morder.
Reeducaciòn. 
Atado, fijo, o apenas aflojarle. Rienda corte. Tiròn. Voz firme. Vuelta a empezar.
-Este tipo cree que va a poder conmigo. Ya escuchè que no habrà otra. Me llevaràn al veterinario y me castraràn, y si en seis meses no me tranquilizo...
-La chica del maldito caniche se cansò de pasar frente al portòn de reja. Ahì aprendì a ver el color rojo. Dicen que los perros no distinguimos bien los colores. Eso porque no han sentido la furia que sentì cada vez que olìa el miedo y el sudor del asqueroso matojo de rulos del infeliz. 
El dìa que alguien por descuido (?) dejò abierto el portòn...  
-Conmigo no valen las distracciones. Mi atenciòn, mi vigilancia es natural. Es un estado permanente de tensiòn que siento en cada uno de mis mùsculos, los que logran que mis orejas cortadas giren un poco, que mis mandìbulas se mantengan apretadas,a veces tiemblo, como si me estuviera preparando para una pelea que no llega. 
-Sòlo yo sè lo que es estar encerrado, acosado por una urgencia,  sin poder salir y los olores provocàndome continuamente.
Dìa y noche. A veces sueño que salto las paredes de los costados y me echo al cuello del doberman del vecino que lo deja afuera para que cuide la casa. Me da risa solo de pensar lo que le harìa a su àngel guardiàn. O la pared del fondo y hago que el labrador que tienen me conozca a fondo. Pero ese no tiene gracia. Es de los que se entrega sin pelear. Cualquiera se da cuenta. 
El otro dìa pasò caminando el tipo del paraguas. Me cansè de rebotar de una pared a otra, ladràndoles a èl y a una vieja flaca que lo acompañaba. Cara de bruja. La harìa trizas, ni duda, pero, no me queda claro lo que dijo. ¿A quièn hay que reeducar?.
La vieja se reìa y decìa:
-¡Què lindo que es!. ¡Còmo me gustarìa que se enfrente con un mastìn napolitano y ver què pasa!. Hilos de Piedra.





domingo, 18 de marzo de 2018

EL TRIUNFO DE LOS BUENOS


Si bien en lìneas generales, el relato es fiel al argumento de la pelìcula, los personajes, sus nombres y oficios, excepto el protagonista, son ficticios, y no pertenecen al guiòn de la misma. Ficciòn dentro de otra ficciòn dentro de otra ficciòn...........

El nuevo desempleado, uno màs para cobrar el seguro de desempleo, habìa visto una pelìcula francesa empezada, asì que sin tìtulo ni elenco. El argumento giraba alrededor de un grupo de personas que por una razòn u otra se hallaban fuera del sistema, sucesivos despojos del naufragio laboral. El azar hizo el resto y lo que primitivamente fue un espacio abierto con soportales de concreto, se transformò en una ciudad subterrànea, en la que los objetos acumulados delineaban funcionales cubìculos.  Cada noche clasificaban lo que encontraban tirado en las calles durante el dìa. En ese mundo en penumbras se fabricaban toda clase de artefactos. La mayorìa habìa desempeñado un oficio allà arriba, cuando habìan sido visibles y registrados.   
A partir del despido, en aquel inmenso sòtano urbano, conformaron una gran familia subterrànea, en la que aùn aquellos que no estaban muy cuerdos y que carecìan de debido registro de existencia previa, tenìan su lugar y ocupaciòn. Aportaban lo suyo, la mùsica que podìa tocar Bartok, con algùn instrumento arrojado por la marea de la mudanza apresurada, la sopa que le torcìa el brazo al invierno,  gracias a la creatividad de Madame, ex encargada de un modesto restaurante aplastado por la topadora inmobiliaria del perìmetro de Parìs, la trampa de Pascal, que ponìa fin al ruido de las carreras de ratas en las noches de insomnio. Lo mejor era cuando llegaba "La Hora del Capìtulo", pomposo tìtulo que ellos habìan puesto a la lectura del libro favorito. El antiguo, el Decano, leìa cada noche gracias a los faroles que habìa recuperado Hammett (una de las guitarras del grupo Metallica) ex empleado de una metalurgia ahora cerrada. Al libro en cuestiòn le faltaban partes, tal vez en eso radicara la fascinaciòn que ejercìa, participando quienes querìan  llenar los huecos argumentales. Las historia, de esta forma tomaba un curso insospechado. No era extraño que en La Impura, de Guy Des Cars, el favorito en aquella època, en vez del aceite de chalmoogra para la lepra, Chandal hallara el agua de un manantial dormido y se curara, cuando Smila, la pequeña cantante, tomaba a su cargo el relato, quedàndose dormida a continuaciòn, como un gato, enrollada en su historia. Si el que retomaba era Tesla, el mago de los cien inventos, el que doblaba alambres y componìa objetos rotos y deshechados, la impura, perdìa dos de sus dedos por la lepra antes de hallar el agua de Smila. Tal vez fuera el reflejo de sus dedos perdidos en la màquina, lo que motivò que allì se estableciera el sendero argumental del mago. Rellenaban con sus propias historias las partes faltantes y se establecìa una competencia para seleccionar las mejores. Era cuestiòn de tiempo, suponemos, para que arribara un psicòlogo para completar el cìrculo de interpretaciones biogràficas y otras no tanto. Algunos fragmentos eran insostenibles en el hilo argumental de la obra. Pero nadie iba a negarles el derecho a intervenir a Marat y Carlota, la pareja demencial, cuyos derroteros con los faltantes eran francamente geniales. En sus vacilantes escenarios verbales, Chantal, la protagonista, la bella leprosa, firmaba contrato con una marca de moda diseñada exclusivamente para ella y sus mutilaciones, segùn Carlota. Marat, asentìa por lo general, hacièndole gestos de rebanar su cuello. El de Chantal.
Cierto dìa, todos habìan cobrado un propòsito alternativo al de recolectores cotidianos, cambia el ritmo del filme: el protagonista, el reciente desempleado, se embarca en una investigaciòn por fraude y estafa al estado, por parte de una empresa perteneciente a un fabricante de armas. Dicho sea de paso, la fàbrica donde trabajaba y en la que por accidente se entera de una siniestra trama que requiere de las habilidades de su nuevo equipo. Surge la necesidad de elaborar un plan que incluye tender cables, instalar micròfonos ocultos, grabar conversaciones, intervenir telèfonos, acceder a viviendas disfrazados de ejecutivos con trajes italianos y conseguir un par de camiones desvencijados. Lo màs difìcil fueron los trajes italianos. El robo no tenìa cabida en la soterrada comunidad. Debìan tomar prestado dichas prendas entrando por los fondos de una tienda de alquiler de ropa. Despuès de muchas vicisitudes, el bien triunfaba. Ante una asombrada cùpula policial y judicial se desenmascaraba el fraude y llegaba el final feliz, aquel donde triunfa la justicia y se reconoce el valor de cada individuo, sin importar de dònde viene, ni  què hace. Se abren los estrechos brazos del sistema que habìa hecho oìdos sordos a sus carencias.
Lo màs disparatado de todo el argumento, no fueron los aportes de Carlota y Marat. Lo fantàstico, lo que hace que la pelìcula casi parezca de ciencia ficciòn, es que el cìnico refugio construido por la estructura policial, polìtica, empresarial y judicial, cayera aplastada por el peso insobornable de la verdad y la justicia. De otra forma: que triunfaran los buenos. Hilos de Piedra.


sábado, 17 de marzo de 2018

LA LAGUNA COMPARTIDA



Estimado Sr. Martin:
Tal vez no nos recuerde. Estuvimos en Salta hace un par de temporadas y Ud. se ofreciò a hacernos de guìa, cuando nos recogiò en el aeropuerto. 
Habìamos estado varias veces en Salta y Jujuy, pero era la primera vez que ìbamos a pasar la noche fuera de la ciudad, en plena montaña. Pernoctarìamos en Iruya, un pueblito literalmente medio colgado desde un balcòn de la montaña, sobre el rìo de ese nombre. Renombrados amaneceres,  mentados por otros viajeros.
"Asì que Ud. nos pasò a buscar por el hotel a la madrugada", irìamos sin prisas recorriendo los lugares que màs nos gustan y detenièndonos a tomar fotos donde se pudiera detener con seguridad, evitando curvas y tramos muy angostos. Almorzar donde nos gustara, en fin, nada pautado de antemano y sin màs pasajeros que nosotros, nos encantò verlo aparecer a bordo de una camioneta 4x4.
Pudimos asì bajarnos para "pescar" un grupo de guanacos o una pareja de còndores allà en lo muy alto planeando, planeando ser sostenidos por las corrientes del viento, allì nos contò que el macho del còndor, si la hembra muere, se suicida plegando las alas y estrellàndose en la tierra. 
Màs adelante, intentè correr hacia mi marido para evitar que se internara entre los arbustos espinosos, por las vìboras y me apunè. Fueron unos segundos de una sensaciòn de muerte,  lleguè a pensar que ustedes dos, iban a poder dejar mi cadàver en alguna cueva; en un segundo pasò esta idea, la que me gustò mucho, pero este otro tema.
Llegamos hasta Iruya, donde pasamos la noche, de forma muy precaria, en ese momento no estaba preparado para el turismo, no era Purmamarca o Tilcara, asì que los hoteles, exceptuando el Iruya eran todos de modesto perfil. Habìamos intentado conocer la iglesia, pero el servicio habìa terminado, el cura habìa cerrado la puerta con llave y se habìa esfumado. Nos quedò, entonces, caminar por callecitas en pendiente, cruzàndonos con burros salvajes que deambulaban por todas partes y en los que nadie reparaba, si se nos exceptuaba . En una hora habìamos dado dos veces la vuelta en redondo, juntando màs hambre que frìo. Las posibilidades de comer no fueron mejores, si uno querìa obviar la carne de llama, la perspectiva era arroz blanco y el huevo duro que pedì, quedaron debièndolo. 
Al dìa siguiente, con mucho frìo partimos para Salta despuès de desayunar. A la hora del almuerzo, llegamos a Tilcara, donde  nos llevò al hotel y restaurante del Automòvil Club, que a su juicio era de muy alta calidad. El lugar era precioso. El menù especial, superaba con creces nuestros hàbitos gastronòmicos y nuestra intenciòn de pagar bastante por un almuerzo en ruta. Deseàbamos comer algo sencillo y econòmico cerca de la ruta. Por ese motivo, empezamos a descender a pie la ligera cuesta que desde la Hosterìa del ACA, nos permitìa abordar la camioneta.
Esto es lo ùltimo que recordamos ambos.
Tres dìas despuès, mientras cenàbamos en Aires Caseros en Salta capital, nos dimos cuenta que ambos, mi marido y yo, habìamos olvidado todo desde la dichosa cuesta. No podìamos recordar dònde habìamos almorzado, ni què habìamos comido y menos algùn detalle del camino de regreso a la ciudad. 
Al principio, lo tomamos a broma. Tenìamos en claro ese dato: el recuerdo desapareciò en el mismo sitio y al mismo tiempo. Bromeàbamos porque en principio comentamos que no notàbamos faltas: ni òrganos, ni dinero ni equipaje, sòlo los recuerdos. Ausentes y sin dejar rastro alguno. Lo extraño era que ambos compartìmos la experiencia, estaba casi descartada entonces, la posibilidad de un accidente vascular cerebral.
Mi marido se molestaba porque yo insistìa en tono de broma, que habìamos sido "abducidos". Habìamos estado hablado de OVNIS  con Ud. cuando volvìamos de Cachi unos dìas antes, y nos comentò lo frecuente que era verlos. Que de no ser Parque Nacional, patrullado dìa y noche, donde se prohibìa el acampe, lograr pernoctar allì era garantìa casi segura de avistar luces y formas raras. Pero serpientes y patrullas eran motivos suficientes para aceptar su palabra.
La cuestiòn es que no hubo forma de recordar què habìa pasado en Tilcara. 
Al tercer dìa de esta "laguna compartida", propuse en el "Aires", recuperar el recuerdo perdido con este ejercicio: "Imaginemos un plato de tallarines. Ahora empiezo a tirar del extremo de uno de ellos, desenrollàndolo, como el hilo de Ariadna que nos va a llevar a"...y de pronto, empecè a "ver" el sitio, el bar de la ruta, donde  entramos para almorzar. Con una nitidez asombrosa, de la nada misma, surgiò la escena: habìamos elegido una mesa para dos cerca de la puerta. El frìo era notable.
Asì que, cuando Ud. desde el fondo del local, nos hizo  gestos con la mano para que nos acercàramos, acudimos dòciles. Con una inclinaciòn teatral, nos presentò una enorme chimenea encendida y nos sentamos en la mesa de enfrente, la màs cercana, sintiendo la caricia del calor paulatino. Placer de los placeres.  Màs tarde nos sirvieron fideos y pollo. No tomamos alcohol, el agua mineral y la ensalada de frutas completò el menù. 
Otras personas habìan empezado a ocupar las mesas vecinas. 
Fue en ese instante, cuando la trayectoria invisible del tallarìn-guìa imaginario, me llevò a una conclusiòn. Narcosis!!! le dije a mi marido. "Fue eso! El fuego!, debemos habernos instalado tan cerca que hemos inspirado monòxico de carbono y esa fue la amnesia que nos acometiò despuès!". 
No hemos podido comprobar mi teorìa.
Me hubiera gustado que "Ud., Sr. Martìn, fuera el brujo, como su abuela", que curaba a la gente, nos dijo durante el trayecto y les "veìa" las enfermedades a travès de la orina que les hacìa llevar en un frasco transparente colocàndolo delante de un trozo de àlamo blanco. "Este mètodo, me parece que lo practican en Mèxico tambièn", le habìa dicho yo. 
Igual que el Don Juan, el brujo de Castaneda,  ella habìa traspasado su poder, cuando llegò su hora, a un tìo suyo. Este hombre, falleciò poco despuès y su abuela sorprendentemente dijo lo mismo que Don Juan: lo matò el exceso de poder. Cuando alguien no es suficientemente fuerte es lo que pasa, nos dijo Ud. Simplemente muere. Hilos de Piedra.



viernes, 16 de marzo de 2018

UN MICRO A LA ETERNIDAD



Ilustraciòn de Marius van Dokkum, quien, en nuestra opiniòn es uno de los mejores ilustradores con ancianos. Recomendamos ver su pàgina.

Sr. Hilos de Piedra: segùn supe, Ud. requerìa historias cortas para publicar en su blog asì que le hago llegar èsta que por lo demàs es verìdica. Sucediò en un viaje que mi mamà y mi suegra hicieron en micro a Camboriù, Brasil. Como Ud. sabrà, es un viaje muy largo y cansador. Màs de veinte horas insume el trayecto, asì que , como es lògico, conforme el tiempo pasa, el tedio, el sueño y la desatenciòn van en aumento. Mi mamà toda su vida fue fanàtica de la radio y se llevò su pequeña portàtil con una provisiòn de pilas de repuesto. Una vez agotada la conversaciòn con mi suegra, que ha sido mujer de pocas palabras, tratò de localizar alguna emisora de su gusto. Asì fueron transcurriendo las horas, las paradas para ir al baño, tomar un cafè, comer algo o simplemente estirar las piernas. En una de las tantas, mi mamà se olviò la radio encendida en el portaequipajes.
Cuando subieron todos, cerca ya de la frontera con Brasil, medio amodorrados, el chofer puso en marcha el motor y se empezò a escuchar la voz suave de un locutor que los guiaba en un rezo desde el fondo del coche. Por los parlantes salìa su voz modulando, "en el nombre del padre, y del hijo..." y asì empezò la letanìa de un rosario, "santa marìa....madre de dios..." de a poco, el micro entero acompañò a coro el rosario, somnolientos pero voluntariosos rezos por kilòmetros y kilòmetros. Mi mamà, empezò a buscar su amada radio, poco amiga como ha sido de la religiòn, y cuando por fin la encuentra, se diò cuenta que habiendo quedado encendido en la emisora que estaba transmitiendo el programa del rosario, el aparato se habìa abocado al parlante del micro y era la responsable del fervor colectivo, valga la metàfora. Lentamente empezò a retirar la radio, hasta que el sonido fue inaudible y  lo màs discretamente que pudo, se sentò y cambiò el dial. Silencio. Rojas y muertas de risa, cuando le contò en susurros a mi suegra, lloraban por esa especie de mal entendido, sofocàndose y parecièndose a dos colegialas tardìas en plena travesura. Los demàs pasajeros, nunca se enteraron del asunto y el chofer siguiò poniendo canciones de moda a continuaciòn de la piadosa convocatoria.
Desde fuera, y haciendo una escena para una pelìcula, hubiera colocado el micro,  continuando su eterno viaje, tomado desde una curva, en perspectiva y dando FIN al corto. Atentamente, Patricia de Beccar.

martes, 13 de febrero de 2018

DERECHOS DE AUTOR


Una serie española, Mar de Plàstico, (que nos parece muy buena), ha completado la idea que tenìamos de los guiones. Contar una historia, hacerla creìble, no debe ser cosa sencilla. 
Construir fragmentos biogràfìcos, hacerlos converger desde lo remoto, menos que menos. Recrear condiciones que ponen de manifiesto lo complicado/conflictivo de la convivencia forzada entre distintos grupos ètnicos, sin cargar demasiado las tintas, debe poner a prueba la capacidad de mantener un delicado equilibrio.
La historia que consideramos real, la de todos los tiempos, desde el principio de los principios, hasta lo cotidiano que sale en la TV, tambièn es el resultado de guiones. Infinitos y simultàneos guiones,  ideas de aquellos que se han hecho cargo y siguen,  "construyendo" la realidad que atraviesa el planeta continuamente. No solo significa que sea una copia del mundo Orwelliano, si no que todos nos consideramos guionistas de las realidades que constituyen nuestras biografìas individuales, o por lo menos es lo que creemos. 
En lo macro, los guionistas (manipuladores, ¿filòsofos, fundadores religiosos, lìderes polìticos etc? ) son los que hacen/hicieron participar en su obra, al enorme colectivo anònimo e involuntario de turno al que se le otorga/otorgò el derecho a pensar que  no solo ES (presente aùn en tiempo pasado), el protagonista de la historia, si no tambièn su autor. Lo que sobra, aquellos retazos de los que podemos disponer los "nadies", son los restos de la realidad  creada, con los que vamos construyendo dìa a dìa la que consideramos nuestra jornada, y en el mejor de los casos, la concreciòn de algùn sueño. Habrà que ver si lo que consideramos nuestro sueño, ya no fue soñado por otro, para que lo actuemos. Hilosdepiedra.

martes, 6 de febrero de 2018

A SOÑAR CON BRAHMA


Habìa soñado toda su vida. Como todos. Sus sueños a veces, eran tan absolutamente reales que daba miedo. Habìa soñado lo mismo de chica, siempre lo mismo: Un perro ovejero alemàn que le mordìa el brazo, sin dolor, sin lastimarla, pero que le impedìa seguir caminando al lado de su madre que se alejaba, sorda a sus gritos. 
Con su madre y una tìa separada de ellas por barcas blancas, fondeadas en un muelle invisible y no la veìan ni la escuchaban y ella sabìa que era muy chica. Festival freudiano.
Con el tiempo, fue teniendo sueños premonitorios: La muerte de su padre, cayèndose por la escalera de su casa. La de un magistrado de la Naciòn, abocado a una investigaciòn de importantes consecuencias, "La Investigaciòn", soñò que era asesinado, apenas  el dìa anterior al hecho, aùn sin resolverse. Eso le provocò cierta culpa. Pero, ¿què podìa haber hecho?. ¿Avisarle que iban a matarlo?. ¿Debiò haberle dado entidad, habida cuenta de lo de su padre?. A los quince habìa soñado que su padre se caìa y morìa. En secreto, sintiò alivio. No se llevaba nada bien con el viejo. Tenìa treinta cuando se enterò que habìa caìdo, y por las dudas, escribimos que sabemos que residìa en ese entonces a 800 km de la capital. Sòlo por las dudas.
El dìa que naciò su primer hijo, iba huyendo en un auto por los emiratos àrabes,  justo despuès de esconder un rifle debajo de los almohadones de un sillòn, a los que acomodò  para que el arma no se notara, se despertò  sintiendo algo caliente entre sus muslos. Se habìa roto la bolsa y el sueño.
Y siguieron sus sueños de viajes, interminables, tan asombrosamente concretos, llenos de ruidos, colores, personas desconocidas que los poblaban, que llevò el tema hasta la consulta con su psiquiatra. Èste le restò  importancia, rotundo, pese a la abrumadora simbologìa que tenìan algunos. Habìa adquirido cierta experiencia para interpretarlos y no por eso abandonaba el asombro toda cada vez que le era permitido acceder a la secuencia, los aconteceres, los curiosos escenarios, desde la Boca, Boston, Latinoamèrica indefinida, la conferencia de un chamàn en Tijuana etc. A veces habìa estado en esos lugares, y volvìa, sabiendo que era su segunda visita, otras, tanto el lugar como los personajes le eran desconocidos. Hasta ella adquirìa diferentes apariencias, a veces joven, a veces delgada, a veces exuberante, a veces totalmente invisible, sòlo un testigo, cuando  tres jòvenes que parecìan hombres, altìsimos y delgados la guiaban y ella pensaba que eran àngeles, otras un oso polar precedido de un oso color canela y que habia sido un panda.
El psiquiatra le decìa que el tiempo y el espacio se funden, desaparecen. A veces volvìa a su antiguo trabajo, con enormes cantidades de pendientes, o al colegio, con exàmenes para los que no habìa estudiado.
Y, como no, como otras mujeres, soñaba con ex amantes, o proyectos frustros de ello, esos eran asiduos visitantes u hombres detestados, aunque no tanto, segùn se enterò soñando, al final, eran los mejores. Sin dudas, sus màs secretos sueños que ni al psiquiatra contaba. Si èl preferìa no saber, mejor que mejor. Ademàs, el significado estaba a la vista.
Cuando leyò que cierta corriente filosòfìca sostiene que el hombre es soñado por Brahma y que de allì obtiene su existencia,  tuvo cierta alegrìa. Es cuestiòn de coincidir, se dijo, "tal vez, si Brahma sueña conmigo, un dìa nos crucemos". Es cuestiòn de proponèrselo. Hilosdepiedra.

martes, 23 de enero de 2018

LA BAÑERA DE NERÒN


Dìa en que el mal llamado hemisferio derecho tiene el poder. Es el dìa en que las letras se invierten con màs facilidad, campeando la dislexia.
Dìa en el que uno observa coincidencias de todo tipo, aùn en aquellas cosas banales y carentes de toda trascendencia, pero que comunmente no se observan, aunque igual sucedan.
Dìas, en fin, en que uno oye voces internas que no conforman un brote de ninguna entidad psiquiàtrica, entièndase bien. Voces que surgen, disparando ideas, frases, palabras sueltas. Voces que alguna vez nos instaron a acercarnos a una màquina en un casino susurrando: "jugà en èsta" y ganamos. Voces que un dìa, estando de viaje,  brotaron, cuando pensè en mi abuela: "làstima que no la vaya a ver màs". La abuela gozaba de muy buena salud, pero al volver de ese viaje me enterè que habìa muerto sorpresivamente. "Ya lo sabìa", dije sin darme cuenta de lo asombroso que pudiera parecer el asunto. 
Vaya a saber còmo funciona este misterioso engranaje, que compone el cerebro las ideas, la memoria, las percepciones, la conciencia y vaya uno a saber què otras cosas, como la energìa, los neurotransmisores, la cuàntica, las hipòtesis de Einstein, la uniòn de tiempo y espacio, o su desapariciòn, su fusiòn o lo que sea que pueda ser,  y todo a lo que se le echa mano para simbolizar un atolladero que le brinda la oportunidad a màs de uno de apostarle a diferentes teorìas, ser entrevistado, dar conferencias, grabar videos y escribir libros
No sè què signifiquen estos fenòmenos, mientras me duchaba, pensè en la bañera de Neròn en el Vaticano, y las voces: "donde los personajes pontificios,  a la luz de la luna, reproducen los baños de Neròn".
Lejos estoy de interpretar o sostener lo premonitorio de las impertinencias. Hilosdepiedra.

martes, 9 de enero de 2018

LA FRAGILIDAD DEL CABALLO VERDE


Hace un tiempo me explicaron que los "caballos" tenemos que tener ciertas marcas de celulares a prueba de golpes. Asimilo el tèrmino caballo a torpeza, brutalidad, fuerza desmedida, sin intenciòn despectiva, ya que la delicadeza que pueden llegar a demostrar, me deja atràs, indudablemente. 
Por la vida los caballos vamos con temor a romper algo, quebrar algo irreparable o tener que pagar algo que no tenemos para poder salir de ciertos lugares.
Atropellado, me describìa mi padre, cuando llevaba por delante paredes y puertas que se interponìan cuando pasaba corriendo.
En casa de un amigo, sus padres atesoraban un enorme jarròn chino montado sobre un pie de madera, justo donde terminaba la alfombra de dibujos, ante un espejo que ocupaba toda la pared. Este conjunto, era motivo de zozobra toda vez que tenìa que acercarme al sector. Obviamente, su padre, temible persona, nos habìa advertido el peligro que entrañaba rozar siquiera tan esperpèntica porcelana. Detesto los adornos chinos.
En Murano, en una fàbrica de cristal, la que tiene un enorme caballo de vidrio verde en la entrada, experimentè genuina ansiedad, temor a derribarlo, perder el equilibrio cuando pasamos por el flanco del bello y portentoso animal. Ni que decir cuando subimos angostas escaleras y en salas abarrotadas de gente se hallaban expuestas las exquisiteces vìtreas, de contornos ondulados, a veces imprecisos, siempre fràgiles. 
Constituyò un alivio poder salir a la calle, a salvo de reclamos imaginarios. Una pequeña tacita con su plato ciento cincuenta euros, tenìa el valor de intimidarme. 
En los museos, las estatuas de màrmol a disposiciòn de un resbalòn, de un irme empujado por otro descuidado, sobre el cuerpo inmaculado de alguna ninfa, hacièndola pedazos, los guardias barriendo, despuès de tomar fotografìas para el seguro,  la policìa, etc. Imagino toda clase de cosas que hacen que en lo posible me mantenga a prudente distancia para contemplar las esculturas, perfecciòn increìble.
Este temor se extiende a todo lo fràgil de la vida, bebès, pequeños animales, todo aquello que me hace sentir inconmensurablemente torpe y que con mis propios hijos me ha traìdo gran sufrimiento hasta que podìa depositarlos en la cuna. a salvo de un padre inquieto, ansioso, temeroso.
No he tratado este tema en terapia. Sencillamente creo que porque en un punto, cuando empecè a estar atento, gracias a la meditaciòn, empecè a poner atenciòn y no me atrapè màs los dedos con las puertas, ni recibì golpes en la cabeza al incorporarme con una ventana abierta, o la manija de la puerta del freezer, y por lo general, me dispongo a realizar tareas fìsicas en atenciòn plena, empuño el martillo, y me digo, mis dedos estàn acà, este es el enchufe que està conectado,  atenciòn, estàs descalzo etc.
No implica ausencia absoluta de percances pero he disminuido mi nùmero de caìdas y resbalones.
Las baldosas que sobresalen o faltan, por ahora siguen siendo la màs frecuente causa de sobresalto. 
Si persiste el temor a destrozar algo, si, seguro. Solo que ahora atiendo, pareciera que entro en otro estado de conciencia cuando me aproximo a la fragilidad. Hilosdepiedra.