viernes, 19 de septiembre de 2014

LA AZOTEA DE AMERICA




Al decir de F. Kirbus, Bolivia, se presenta como un crisol donde se han desarrollado y mezclado culturas, las cuales sorprenden aún hoy por el grado de desarrollo tecnológico adquirido, sobretodo cuando se hace referencia al trabajo de la piedra.
No se sabe con certeza qué impulsó a estos pueblos a realizar tamaño esfuerzo, con la escasez de oxígeno y lo rudimentarias que serían sus herramientas, como elementos básicos que componen cualquier obra megalítica o no que se encuentra en la región andina.
Hasta ahora, Tiahuanaco es el máximo exponente de dicho esfuerzo.
Las construcciones conocidas como "chullpas" de Sillustani, población a orillas del Titicaca (Oeste), son especie de torres cilíndricas cuya finalidad sería sepulcral, se encuentran talladas con gran destreza. Hay infinidad de estas chullpas en toda la región de la cuenca del Titicaca: Arcu Puncu al sur de Puno, Viscachani donde se hallan por cientos de estas estructuras líticas que desafían las tumbas megalíticas europeas (dólmenes).
Arthur Posnansky, en 1924 postuló que Tiahuanaco tendría cerca de cuarenta mil años, escandalizando a los investigadores de su época que habían fechado en once mil seiscientos años la edad de las ruinas. Sin embargo, nadie pudo refutarle por carecer de pruebas tanto en uno como en  otro sentido. Mucho menos, pueden decir hoy, quiénes fueron sus constructores ni los motivos que originaron su existencia.
Hemos destinado otros espacios en este blog a las diferentes especulaciones acerca de la antiguedad de las ruinas.
Algunas de las teorías acercan a Tiahuanaco a la categoría de santuario, ya que se sostiene que el nivel de las aguas del Titicaca habrían puesto en jaque a los pueblos primitivos, como resultado de un verdadero diluvio, inundando la casi totalidad de los campos de dicha área con lo que la amenaza de hambruna era más que real. De modo que luego de hipotéticas plegarias a los dioses, las aguas milagrosamente habrían comenzado a descender. Quizá Tiahuanaco sea un signo de gratitud por el milagro. 
Kirbus, redondea su hipótesis, cuando dice que "el más poderoso motor que impulsa al hombre a ejecutar las obras más colosales es el miedo".