Antonio Damasio, Doctor en Psiquiatría y Neurología (Lisboa Medical School), apostó al papel desempeñado por las emociones y fue quien las relacionó con el campo de las Neurociencias.
Sostiene que las emociones, lejos del desteñido rol que tienen y que han tenido, como antítesis de lo racional, son, por el contrario, indispensables para la tarea racional humana.
Da por tierra con la teoría que sostiene que el cerebro está poco menos que "al servicio del cerebro", así como nuestras emociones no sirven solo acopladas al equipo de supervivencia con que estamos dotados.
Lo más asombroso, es que postula que las mejores decisiones son aquellas que se toman con un mínimo de emociones, incluso, las decisiones jamás son tomadas en ausencia de emociones.
Obviamente que esto es producto de la observación y estudio de pacientes con daño cerebral y problemas en la toma de decisiones, entre otros aspectos considerados (fue investigador en neurología en la Universidad de Iowa), dirigió el Centro de Investigación de mal de Alzheimer de la misma universidad.
Define a la emoción como la "primera respuesta ante un estímulo dado".
La consecuencia de esta experiencia, es lo que denominamos sentimiento. Este aparece cuando la primera ha sido experimentada.
Lo que nosotros interpretamos de la emoción experimentada ese es el sentimiento. Abarca el mismo, una parte física o corporal y otra mental, ambas ligadas a lo emocional.
Dice el investigador que un atributo de la emoción es su automatismo. Aunque los seres humanos también desarrollamos un sistema de toma de decisiones basado en la reflexión, o sea en la razón.
Aún razonando, no nos alejaremos mucho de las emociones.
El Dr. Damasio piensa que las consecuencias que surgen de cualquier decisión, sería la causa de esta omnipresencia de la emoción para cualquier definición que nos pida la existencia.
Así también las emociones estarán en el "backstage", al momento de evaluar el resultado de cada decisión a tomar.
Siempre tendremos en cuenta, que las emociones pueden no ser buenas consejeras, de allí la importancia de estimular un equilibrio, (como si fuera sencillo), entre la razón y lo emocional.
Ese proceso, el de actuar sin la excesiva presión de las emociones, cuando se intuye que "si cedemos, nos vamos a equivocar", es lo que los budistas llaman ecuanimidad.
Nadie dijo, una vez más, que sería fácil.