Hasta no hace mucho y aún después de varios años de práctica en la meditación, me acostumbré a hacerlo en una habitación ordenada, silenciosa, en penumbras o absoluta oscuridad, (hábito que aún conservo, pero por otros motivos que tal vez explique en otro momento).
Hoy, en Zazen, surgieron los opuestos. Luz/oscuridad; ruido/silencio etc.
Trascender fue lo que se inscribió en mi consciencia.
Y continuó desplegándose: trascender es, de alguna forma, dejar algo atrás. Eso es, apegarse a un punto de referencia. No hay atrás así como no hay adelante.
Si ambiciono el orden, acondicionando los objetos (formas) tales como zapatos bien alineados, luz tenue o ausente etc., estoy apegándome a una idea. La idea del orden.
Si por el contrario, desordeno intencionalmente los objetos, introduzco ruidos ex profeso etc. estoy apegándome a la idea de logro, sumado esto a una intención de obtener silencio interno. Lograr meditar, obtener el silencio interno "a pesar de". Lo único que se obtendrá es una resistencia al desorden, caos y ruido y generar el deseo de retornar al silencio, orden y quietud externos.
De modo que ni trascender, ni permanecer en uno u otro polo.
Sin deseo de logro, porque no hay devenir en la meditación: no hay situación a la cual llegar.
La unión de ambos extremos el caos y el orden, captando que ambos son producto de construcciones mentales, observando cómo se diluyen, sin que ninguno cobre entidad, ni valor, ni cualidad alguna, que sólo son relativos ya que ambos, como todo par de opuestos tienen en sí un origen un transcurrir y un final, será lo más cerca de lo absoluto que habremos llegado ahora. Hilosdepiedra.
"El que sabe", el "Tiempo y lo Sin Tiempo, pierden su tensión de opuestos: ya no son dos cosas distintas una de otra". Imágenes y Símbolos, Mircea Eliade.