Desde que ayer surgió la "unión de los opuestos", volvimos.
Admitimos que debimos haber re-instalado, sin notarlo, el diálogo interno.
Porque así, de la "nada" misma, brotó la "necesidad" de hallar o comprobar la existencia de un tercer elemento en todo par de opuestos. Un tercer elemento aglutinante, unificador, un factor común. Cualquier par de "aparentes" opuestos, por necesidad tienen un elemento que los resume, un elemento en común y que comparten sin saberlo. De allí que en esencia, están constituidos de lo mismo.
Tomemos por ejemplo, el par Amor-Odio, ¿podría ser la pasión ese aglutinante?; El Día-Noche, ¿acaso la luz?; La Bondad-Maldad, el Cielo-Infierno, ¿Es acaso imprescindible hacer el ejercicio intelectual para que el elemento entre en juego y se manifieste en cada par de opuestos? ¿O alcanza simplemente con permanecer observando cómo la mente se esfuerza en la búsqueda de conceptos, ideas y más factores comunes a todas sus operaciones? ¿No alcanza con todo lo que hay que idear simplemente para sobrevivir en el mundo "real"?.
Por eso ayer, nos pareció de utilidad emplear el término "valor".
Valor como sinónimo de valía. ¿Realmente es algo valioso hallar el tercer elemento unificador como ejercicio en todo par de opuestos?.
Alcanza con unos pocos, nos impresiona como para justamente ser conscientes del "valor" que tienen los opuestos. Un valor relativo, formado por una construcción mental elaborada por y para que la mente se entretenga.
Así, sin que busque nada, su turbulencia cede, una sensación de "centrismo" se va apoderando de uno, aquel que renuncia a la idea, a lo elaborado, a la definición, ve, contempla los opuestos y siente la maravilla de la contradicción aparente, ambos opuestos tienen un mismo corazón que late al unísono, uno sólo debería observar y escuchar ése, su único latido. Hilosdepiedra.