martes, 9 de agosto de 2016

EL MITO Y LA MEDITACIÓN



Al decir de Mircea Eliade, la función del mito, además de referir un suceso en un Tiempo Sagrado, es situar al que participe en el ritual del mito, en un Tiempo fuera del tiempo profano, donde se sitúa su existencia cotidiana, tema al que nos referimos en entradas previas.
El mito tiene como requisito, el tener que ser compartido sólo en estaciones adecuadas, sacras, de noche, acompañado de rituales especiales. Es la única forma efectiva de revivir el mito, esto es, hacerlo eficiente en cuanto "sacar" del tiempo profano al participante.
Sólo por el hecho de escucharlo, de narrarlo, el tiempo profano queda abolido, al menos simbólicamente.
El hombre, es proyectado hacia el Gran Tiempo, rompiendo durante un instante, la duración, de "su" propio tiempo, el rutinario, el finito, el carente finalmente, de sentido alguno de trascendencia.
En la actualidad, pocas son las veces en que uno pueda participar de una experiencia semejante, al no pertenecer a ninguna sociedad que cultive el mito. Por lo menos, no lo hemos advertido. Casi nunca se ha permitido que olvidemos la así llamada "situación histórica", requisito indispensable para ingresar en la experiencia mítica. Renunciar a la "situación histórica", significaría sustraerse del soporte habitual de lo condicionado, vale decir, de las instrucciones recibidas provenientes de las pautas culturales en las que cada uno de nosotros se halla inmerso, o sumergido, según se aprecie.
Se nos revela, que tal vez la práctica de la meditación sea una forma de ser sustraídos de nuestro tiempo profano, de trascender lo cotidiano y la identificación que hacemos con lo que nos rodea, lo ilusorio, en definitiva ante lo infinito, lo incondicionado, territorios éste, si se nos permite "definirlo", donde toda identificación con lo impermanente, lo transitorio, lo ilusorio, el "yo" incluido, se esfuma.
Tal vez, no se ajuste a la re-creación mítica, en forma estricta. Pero no vemos algo más cercano a nuestra experiencia, dada nuestra proveniencia cultural, que la herramienta en la que puede transformarse la meditación profunda, transformándonos a la vez, cada vez que re-creemos la experiencia.
Asimismo, no habrá rituales previos o posteriores a su práctica, habituales en los mitos, pero lo que sí observamos que tienen ambos en común, el mito y la meditación es la transformación que se produce en el que actúa, en el que participa en su práctica.
En ambos, llegará el momento en el cual, quien practique, verá su ciclo profano tocando a su fin, como un círculo que va a cerrarse. Esto, puede ser la finalidad de repetir tanto uno como otra, rito y meditación: otorgarle al participante el don de experimentar que al ser menos que un soplo, menos que una hoja en la corriente de agua, pronto va a re-incorporarse a su sitio de origen, a una región donde no haya ni tiempo, espacio u obligación alguna de continuar desplegando su insignificante biografía. Hilosdepiedra.