Caminar por cualquier lugar, aunque sea habitual y de pronto el destello del descubrimiento, hace que se vuelva mágica.
¿Qué es lo que la vuelve mágica a algo tan banal y sin significado especial? Justamente eso. La magia es, intento acercarme a ella rodeándola, sin definirla, el instante que, fuera del tiempo, aún del lugar y de la conciencia de un "yo", surge una revelación que implica un sentido de trascendencia único e irrepetible. Cuando lo evoque, habrá perdido su esencia, y si como ahora, intento describir "el fenómeno", sé que lo estoy deformando sin que haya poseído forma alguna, pero lo estoy ciñiendo al molde de la palabra escrita.
Ésto fue así: observemos el mundo que nos rodea. En cuanto surge la idea detrás de lo percibido, se esfuma la perfección de ese actuar.
Una percepción es un registro en el que participa cualquiera de los sentidos. Observarlo sin nada que se parezca a una idea, hace que la experiencia sea completa. En cuanto dejamos que lo percibido empiece a cobrar "forma de idea", que ésta se vaya desplegando, se recorte, se ensamble, se articule, lo que sea, en forma de pensamiento, asociación, emoción, proyecto, recuerdo o cualquier operación mental, ese instante fugaz no inscrito en el tiempo ni en el espacio, esa revelación, se esfumará inexorablemente.
En el instante en el que demos cabida a la idea, habremos circunscrito, delineado lo observado. De por sí la operación intelectual es fragmentadora, así opera y por eso es incompleta. Observar sin pensar, es una experiencia totalizadora, lo más parecido a algo sin tiempo, sin espacio, sin un pensador que piensa. En esa observación "seremos", observador y observado dejará de ser un par de algos para ser uno con el Todo. Hilosdepiedra.