martes, 17 de mayo de 2016

HUELLAS EN LA ARENA



Así es nuestro paso por la vida. Pisamos la arena, y cuando apenas hemos retirado el pie, ésta ya se ha esfumado.
Será por eso, tal vez,  nuestra naturaleza hace que nos apeguemos a todo aquello que nos da sensación de eternidad, de permanencia.
Nos detenemos contemplando obras de arte de cientos de años, monumentos ciclópeos aparentemente incólumes e inmunes al paso del tiempo. 
No percibimos que tanto sus autores, como nuestros ojos que contemplan son tan fugaces como los ojos de miles que nos han precedido en la tarea del asombro y del arrobamiento por lo que pensamos permanente.
Como si de un deseo de "contagiarnos" de esa fugaz eternidad, se tratara.
Amigos y seguidores de lo permanente cuando nuestro sino, nuestra condición natural es la impermanencia.
Somos como el fuego que parece permanecer encendido y cada uno, en realidad, somos como sus llamas, brotan nuevas y se esfuman.
Aquí es donde tiene cabida la comprensión de "vivir el instante" en cada segundo que transcurre, perdiéndonos de vista, sin el protagonismo permanente que nos damos en la historia que hemos tejido como biografía. Es en ese momento, cuando dejamos de ser "sí mismos", donde se resuelve la tarea de llegar al fin sin ansiedad.