En su libro "El Océano Interior", Guía para la meditación Zen, Dokusho Villalba, sostiene que nuestra conciencia, por la que el mundo es consciente a través nuestro, no es nuestra.
Solo que a través de ella y su naturaleza de iluminarlo todo, somos capaces de captar la realidad que es lo que es a cada momento.
Considera que puede ser que no hayamos llegado a este punto, en nuestra evolución, pero a pesar de ello, la realidad seguirá siendo lo que es a pesar de no verlo y menos aún de aceptarlo. Breve comentario de su artículo de la revista "Cuerpomente", Abril Año 2000.
En un punto somos conscientes que no somos propietarios de absolutamente nada: ni de nuestro cuerpo, ni de nuestra conciencia, ni de nuestra vida, ni del resultado de las decisiones con incierto resultado que tomamos en cada momento, y mucho menos del tiempo que hemos de estar aquí.
Nuestro cuerpo puede ir perdiendo partes por el camino de la vida que seguiremos "sintiendo" que en nada se ha menoscabado nuestro sentido de los "mi", "yo" "me" etc.
Obviamente que no vamos a iniciar cada frase con: "Lo que queda de mí piensa...". En cierta forma, aún seguimos con la idea de considerarnos un todo, al completo.
Pero, hemos experimentado que al perder en nuestro cuerpo, no podemos considerarnos dueños de él ya que no disponemos de la capacidad de conservarlo entero y sin cambios. Vemos que muy lejos de eso, el cuerpo sigue un camino genético o epigenéticamente planeado o ha sido víctima de diferentes episodios vitales que han afectado su integridad, de manera autónoma e inexorable. Sin embargo, seguimos refiriéndonos a "yo" sin dudar siquiera que en ese cuerpo reside.
Menos dueños somos del tiempo que dispondremos para habitar este cuerpo.
De modo que meditando sobre esta falta de posesión genuina, iniciamos sin sentir, un camino de desapego que nos permita, tal vez, aceptar los cambios inevitables con digna sobriedad, seamos quién seamos, o quién creemos ser.
Somos los "pasajeros" de la vida que recibimos y como pasajeros en el trayecto, atravesaremos paisajes de todo tipo.
Estas reflexiones también sirven para ser conscientes que tampoco somos propietarios de las decisiones ajenas, ni de las emociones, sentimientos y demás agregados mentales de un otro, que como nosotros está atravesando su propia trama vital.
Por todo esto, viene bien, a veces, acordarnos de las Antiguas Doctrinas, que aseguran que somos el sueño de un SOÑADOR, y agregamos, que tal vez, nuestra realidad cotidiana es una de sus pesadillas. Favorece el retroceso de ese ego que ha construido nuestra realidad, incluyéndonos, sin el cual, vemos que es posible seguir y recordar que podemos ser solo una ficción que termina cuando el sueño de ese SOÑADOR concluya y continúe soñando sin volver a incluirnos jamás.
Hilosdepiedra.