miércoles, 22 de junio de 2016

EL LOBO DEL CONURBANO: CORTANDO PUENTES



Hasta hace nada, considerábamos a la rutina y los quehaceres cotidianos como un obstáculo para ser meditativos. A lo sumo lográbamos una atención lo más completa posible en cada acción. Hasta allí llegábamos. Luego enfocábamos con fastidio la rutina al tener que interrumpir la lectura, la meditación o cualquier otra acción que consideráramos creativa.
Al estar haciendo otra de las labores cotidianas ineludibles, nos surgió de golpe esta sencilla comparación que nos descorrió un velo sobre nuestras anteriores convicciones, las del obstáculo y el fastidio.
A la Vía Láctea uno puede considerarla como lo que aparenta ser a la luz de los estudios recientes, una galaxia o conglomerado de estrellas entre las cuales el sol y su sistema planetario son un componente más de la misma.
Tiene forma de espiral y entre las rocas se distribuye el hidrógeno. Sus elementos centrales son los más antiguos y en sus brazos espiralados se hallan los elementos de más reciente formación.
La forma "alternativa" de considerarla, puede ser, por ejemplo, iluminada por la luz del Mito Andino. Estos pueblos pre-hispánicos, consideraron a la Vía Láctea un "Ñan", un camino.
Este camino era seguido por los dioses y los muertos para llegar al mundo de los vivos. Así considerada, la Vía Láctea se transformó en un puente.
Bernabé Cobo transcribe una creencia ancestral: "Un gran río cruza el centro del cielo, al que llaman El Gran Cinturón Blanco, que desde abajo llamamos Vía Láctea". (W. Sullivan). También la denominaron "Sendero Fantasma".
También podemos, de manera convencional, definir una creencia como una ocurrencia tardía, una codificación ritual de una información económicamente útil derivada de la observación de la naturaleza y no susceptible de investigación científica.
En anteriores entradas hemos considerado el tema de la Vía Láctea, la constelación de la Llama y hemos coincidido con Sullivan, en que el Mito Andino debería ser considerado como un holograma. Cualquier parte de la imagen tridimensional, al descomponerla "es" la imagen completa, cada parte conteniendo al todo. Esto significaría que no puede comprenderse el Mito Andino si se sitúa por fuera de su referente astronómico. Así el camino de arriba, hacia la Vía Láctea es a través del solsticio de junio y el camino de abajo lo es tomando por el solsticio de diciembre. Los muertos deben cruzar el río turbulento para llegar abajo, guiados por un perro negro, donde habitan los antepasados. Los malos no consiguen cruzar. Restos de perros sacrificados se han hallado en las tumbas. El Padre Arriaga intentó erradicar la práctica de criar perros negros para dar cumplimiento a este proceso mítico-religioso, que incluía su posterior sacrificio con propósitos funerarios. El momento de salvarse la barrera entre éste y el otro mundo, era el amanecer del solsticio de diciembre. El tiempo quedaba suspendido en el horizonte. (Ver entradas antiguas sobre el perro negro y La llama celeste, en base a la obra del astrónomo William Sullivan). 
Lo anterior no significa que nuestra única alternativa sea el pensamiento mágico como defensa ante el "obstáculo" de la rutina y las obligaciones, o el refugio en mitos ancestrales. Es una guía por la que mantener la mente abierta a todo aquello que se presente, y que puede transformar todas estas rutinas en sucesos únicos e irrepetibles, como cruzar un puente para cortarlo después. Hilosdepiedra.