El misterio que significó captar la "diferencia" entre el ver y el mirar, aludidos por Don Juan y por cualquier Maestro de meditación, se "develó" (cómo si no), a través de lo experimentado.
Pensando en que todo empieza por lo leído, por el sentido que van tomando las palabras, hasta que desaparecen y dejan paso a los símbolos, estaba acodada mirando el toldo amarillo del vecino.
Esos símbolos, nos conducirán del mirar al ver.
Las palabras que componen los textos, las miramos y tratamos de darle sentido "racional", vale decir, fragmentado y adecuado a lo leído, estrictamente.
Paulatinamente, lo leído desaparece (como el hielo en agua hirviendo), para darle paso a los símbolos.
El toldo que empezó a descorrer el vecino, como seguramente hace todos los días soleados, fue el símbolo, se descorrió para que dejara de mirarlo y empezara a verlo. Se "corría" para que entrara la luz, como si se hubiese descorrido para mi conciencia que en ese momento, y no en otro, por fin, lo vio.
Y todo cobró sentido. Hasta lo que había estado a la sombra.
Luego, como dicen los Maestros, el toldo siguió siendo el mismo toldo de lona amarilla que miro todos los días.
Esta experiencia, es la que origina, seguramente, la "otra mirada" a la que se refiere el Lobo del Conurbano en sus diálogos de medio alcance.