martes, 23 de enero de 2018

LA BAÑERA DE NERÒN


Dìa en que el mal llamado hemisferio derecho tiene el poder. Es el dìa en que las letras se invierten con màs facilidad, campeando la dislexia.
Dìa en el que uno observa coincidencias de todo tipo, aùn en aquellas cosas banales y carentes de toda trascendencia, pero que comunmente no se observan, aunque igual sucedan.
Dìas, en fin, en que uno oye voces internas que no conforman un brote de ninguna entidad psiquiàtrica, entièndase bien. Voces que surgen, disparando ideas, frases, palabras sueltas. Voces que alguna vez nos instaron a acercarnos a una màquina en un casino susurrando: "jugà en èsta" y ganamos. Voces que un dìa, estando de viaje,  brotaron, cuando pensè en mi abuela: "làstima que no la vaya a ver màs". La abuela gozaba de muy buena salud, pero al volver de ese viaje me enterè que habìa muerto sorpresivamente. "Ya lo sabìa", dije sin darme cuenta de lo asombroso que pudiera parecer el asunto. 
Vaya a saber còmo funciona este misterioso engranaje, que compone el cerebro las ideas, la memoria, las percepciones, la conciencia y vaya uno a saber què otras cosas, como la energìa, los neurotransmisores, la cuàntica, las hipòtesis de Einstein, la uniòn de tiempo y espacio, o su desapariciòn, su fusiòn o lo que sea que pueda ser,  y todo a lo que se le echa mano para simbolizar un atolladero que le brinda la oportunidad a màs de uno de apostarle a diferentes teorìas, ser entrevistado, dar conferencias, grabar videos y escribir libros
No sè què signifiquen estos fenòmenos, mientras me duchaba, pensè en la bañera de Neròn en el Vaticano, y las voces: "donde los personajes pontificios,  a la luz de la luna, reproducen los baños de Neròn".
Lejos estoy de interpretar o sostener lo premonitorio de las impertinencias. Hilosdepiedra.

martes, 9 de enero de 2018

LA FRAGILIDAD DEL CABALLO VERDE


Hace un tiempo me explicaron que los "caballos" tenemos que tener ciertas marcas de celulares a prueba de golpes. Asimilo el tèrmino caballo a torpeza, brutalidad, fuerza desmedida, sin intenciòn despectiva, ya que la delicadeza que pueden llegar a demostrar, me deja atràs, indudablemente. 
Por la vida los caballos vamos con temor a romper algo, quebrar algo irreparable o tener que pagar algo que no tenemos para poder salir de ciertos lugares.
Atropellado, me describìa mi padre, cuando llevaba por delante paredes y puertas que se interponìan cuando pasaba corriendo.
En casa de un amigo, sus padres atesoraban un enorme jarròn chino montado sobre un pie de madera, justo donde terminaba la alfombra de dibujos, ante un espejo que ocupaba toda la pared. Este conjunto, era motivo de zozobra toda vez que tenìa que acercarme al sector. Obviamente, su padre, temible persona, nos habìa advertido el peligro que entrañaba rozar siquiera tan esperpèntica porcelana. Detesto los adornos chinos.
En Murano, en una fàbrica de cristal, la que tiene un enorme caballo de vidrio verde en la entrada, experimentè genuina ansiedad, temor a derribarlo, perder el equilibrio cuando pasamos por el flanco del bello y portentoso animal. Ni que decir cuando subimos angostas escaleras y en salas abarrotadas de gente se hallaban expuestas las exquisiteces vìtreas, de contornos ondulados, a veces imprecisos, siempre fràgiles. 
Constituyò un alivio poder salir a la calle, a salvo de reclamos imaginarios. Una pequeña tacita con su plato ciento cincuenta euros, tenìa el valor de intimidarme. 
En los museos, las estatuas de màrmol a disposiciòn de un resbalòn, de un irme empujado por otro descuidado, sobre el cuerpo inmaculado de alguna ninfa, hacièndola pedazos, los guardias barriendo, despuès de tomar fotografìas para el seguro,  la policìa, etc. Imagino toda clase de cosas que hacen que en lo posible me mantenga a prudente distancia para contemplar las esculturas, perfecciòn increìble.
Este temor se extiende a todo lo fràgil de la vida, bebès, pequeños animales, todo aquello que me hace sentir inconmensurablemente torpe y que con mis propios hijos me ha traìdo gran sufrimiento hasta que podìa depositarlos en la cuna. a salvo de un padre inquieto, ansioso, temeroso.
No he tratado este tema en terapia. Sencillamente creo que porque en un punto, cuando empecè a estar atento, gracias a la meditaciòn, empecè a poner atenciòn y no me atrapè màs los dedos con las puertas, ni recibì golpes en la cabeza al incorporarme con una ventana abierta, o la manija de la puerta del freezer, y por lo general, me dispongo a realizar tareas fìsicas en atenciòn plena, empuño el martillo, y me digo, mis dedos estàn acà, este es el enchufe que està conectado,  atenciòn, estàs descalzo etc.
No implica ausencia absoluta de percances pero he disminuido mi nùmero de caìdas y resbalones.
Las baldosas que sobresalen o faltan, por ahora siguen siendo la màs frecuente causa de sobresalto. 
Si persiste el temor a destrozar algo, si, seguro. Solo que ahora atiendo, pareciera que entro en otro estado de conciencia cuando me aproximo a la fragilidad. Hilosdepiedra.