En Villa Ballester, un barrio del conurbano, vive una pareja. ambos jubilados. Él, deambulando por las calles, ha "hecho migas" con un pequeño gato atigrado, gris oscuro de fondo y rayas negras. Cuando lo ve venir, el animal se pone panza arriba esperando ser rascado.
Ella, amante del silencio y los lugares tranquilos, meditaba hace unos días en su casa, en el patio, donde su mente no funcionaba nada bien, lo cual era su logro, sin querer.
Estando sola en el patio haciendo lo mejor que sabía no hacer, escuchó a sus espaldas un persistente maullido. Cuando giró la cabeza, vio al gato atigrado encima del tejado de una especie de tambucho para guardar escobas, latas de pintura y eso. El pelo revuelto y un ojo semicerrado. Estado lamentable.
Es el gato de Alejandro, pensó. Sabido que ella no iba a acercarse a un gato ni con el pensamiento tal el rechazo de siempre por estos animales, dio por terminada su meditación y se encerró en casa.
El animal continuó maullando, como quejándose. Incluso parecía decir una y otra vez: ¡Me ahogo!, ¡me ahogo!....
Al anochecer, cuando volvió el marido, la mujer le cuenta y él fue a ver al patio.Y allí estaba. Lo acarició, el bicho se giró y se puso panza arriba pero estaba "sentido". Buscó carne del freezer, la calentó en el microondas y se la dio. Hambriento el bicho, la devoró en un instante. Luego agua y levantándolo lo llevó a la cochera para que pasara la noche allí.
El gato cuando se vio solo, empezó a rasguñar el vidrio de la ventana para entrar, insistente, determinado.
Ellos no querían mascotas. Con una perra a quien un gato había vaciado un ojo, habían tenido de sobra.
Y ahora se aparece el gato con su ojo vaciado, seguro que en una pelea, especulaba él, eso es Karma, sostenía ella, fiel a ese estado semiparalelo que la conectaba con la realidad.
Al día siguiente el gato volvió a brotar desde el tejado, maullando. Por suerte, la señora que ayuda en la casa, se dio maña para envolverlo en una toalla vieja y lo llevaron en el auto al veterinario. El animal muy quieto, en la falda de la señora, viajaba. En la sala de espera de la veterinaria, se mantenía tranquilo, esperando su turno, detrás de tres perros que habían llegado primero. Ya en la consulta, el doctor le aplicó una inyección con antibiótico y le recetó un colirio para ponerle en el ojo que supuraba. Ojo ausente a simple vista. Habría que ver, si deseaban quedárselo, les dijo en qué estado iba a quedar. Cosa que nadie pensaba.
El gato, al día siguiente, luego de comer alimento balanceado que le habían comprado mientras durara su asistencia, desapareció. Con manifiesto alivio para ella. Le había llegado a poner dos veces la dichosa gota en el ojo mientras su marido lo sostenía. El animal, dócil, se dejaba abrir el párpado y aceptaba el tratamiento. Pero de los diez días indicados, ni sombra.
Dos días después, el marido deambulando por el barrio, oyó un maullido arriba de su cabeza. Desde lo alto de una pared, el gato parecía saludarlo, con su ojo perdido, aunque en buen estado, así que, una vez más lo acarició y allí quedó la cosa.
Esta mañana, cuando ambos salían, ven pasar al gato. Lo acarició como siempre, lo alzó para tratar de colocarle el colirio aunque el tratamiento fuera medio salteado y vieron que tenía sus dos ojos verdes, limpios, abiertos y simétricos. Observando más cuidadosamente el diseño atigrado, tal vez sea diferente, y está un poco más gordo....concluyeron.
Obviamente, no es el mismo gato. Evidentemente, habían llevado al veterinario a un gato desconocido que en un momento de necesidad y sufrimiento, acudió a donde mejor supo y no se había equivocado en su elección. Inclusive, había hecho gala de las mismas zalamerías que gato "original".
Al mediodía la mujer meditaba en el patio y brotó de su pared interior, que como el gato, un pensamiento equivocado, surge con fuerza, demanda, se impone, genera la necesidad de una respuesta, de una acción. Aliviar el sufrimiento que se supone. Ese pensamiento, como el gato de esta historia, que es verídica por lo demás, nos utiliza cuando necesita que le prestemos toda la atención y asistencia de que somos capaces. Insume dedicación y energía. Luego, otra vez, como el gato, se diluye y se esfuma. Nos damos cuenta que no lo elegimos, él nos seleccionó, nos utilizó y luego siguió su marcha.
No fuimos capaces de ver que los pensamientos se parecen, su diseño es similar, pero no dejan de ser intrusos. Hilosdepiedra.